martes, noviembre 18, 2008

El Desatino Controlado, una Metáfora Imposible

Cuando Carlos Castaneda terminó de escribir “Las enseñanzas de Don Juan”, una decisión estaba tomada: abandonar el aprendizaje con el indio yaqui. Consideraba el antropólogo que había entre ellos diferencias conceptuales infranqueables y que su objetivo primario, como profesional, ya estaba logrado. No obstante, Castaneda no perdía oportunidad de viajar a México y, en cada una de esas ocasiones, la visita a Don Juan era como un ritual que modificaba el ritmo de su cotidianeidad.

Sin embargo, lo que no cambiaba para nada era la rutina de Don Juan, quien seguía inmutable el curso de sus hechos cotidianos, abriendo siempre las puertas, eso sí, a la curiosidad de este insólito aprendiz.

Castaneda relata, no sin dificultad, en su segundo libro, “Una realidad aparte”, cómo de a poco volvió a interesarse en las actividades y el conocimiento del nagual, una forma de vivir y de pensar muy diferente a lo conocido por el flamante académico, quien aún no podía liberarse totalmente de un cúmulo de postulaciones teóricas

Como estudioso y analítico de la obra castanediana, creo que vale la pena detenerse en un acontecimiento que el autor relata como la experiencia de iniciación con “Mescalito” (botones de peyote) de un indio llamado Eligio, bajo la supervisión de Don Juan, quien le permitió a Castaneda asistir en calidad de observador, nada más que para dar crédito a la experiencia, sin participación activa ni opinión al respecto.

De los diálogos entre el maestro y el aprendiz, todavía reticente, fueron surgiendo nuevas contextualizaciones que empezaron a marcar algo así como la verdadera filosofía existencial de un nagual. A partir de aquí se van haciendo más complejas y más difíciles de interpretar las verdades sobre las cuales asienta ese saber milenario transmitido boca a boca, que Don Juan trata de diferentes maneras de hacer entender a Castaneda y, a través suyo, al mundo civilizado.

Dentro de esos conceptos insolubles en la vida de quienes nada conocen sobre las prácticas de los naguales y los chamanes se destaca, a mi modo de ver, lo que Don Juan llama “el desatino controlado”. Y lo explica de una forma para nada entendible a nuestro pensamiento: “Es posible insistir, insistir como es debido, aunque sepamos que lo que hacemos no tiene caso. Pero primero debemos saber que nuestros actos son inútiles y luego proceder como si no lo supiéramos. Eso es el desatino controlado de un brujo”.

De mi parte, creo que es importante aclarar que el tino tiene que ver con la facilidad de acertar en las cosas que se buscan, con aciertos y destreza en el alcance de los objetivos, con el juicio, la cordura y la buena dirección en procura de algo. Por el contrario, el desatino es la pérdida del tino o del acierto.

Un acto desatinado es un acto regido por la sinrazón, la locura, el despropósito o el error. De modo que, el “desatino controlado” de que habla Don Juan es algo paradojal. A mi, particularmente, me recuerda otras formulaciones existenciales muy “locas”, como por ejemplo la “paranoia crítica” de Salvador Dalí. Si tuviera que dar hoy un ejemplo práctico de desatino controlado, la imagen que yo elegiría es la del piloto japonés Takuma Sato, corriendo en la Fórmula Uno del año 2004, es decir un kamikaze que va de cara a la muerte, pero la esquiva con lo justo en el último instante

Pero volviendo a Carlos Castaneda, para él también las explicaciones de Don Juan le resultaban poco menos que un galimatías. Los hechos aquí analizados, según la obra de Castaneda, tenían lugar el 15 de setiembre de 1968. El vuelve a visitar a Don Juan el 5 de octubre del mismo año, después de haber tenido veinte días para meditar y desmenuzar el tema, como siempre lo hacía, cuando se quedaba en soledad, o sea acompañado únicamente por su cuaderno de apuntes.

Carlos volvía entre confundido y curioso: “Acaso podría usted decirme algo más acerca de su desatino controlado…Dígame por favor Don Juan: ¿Qué es exactamente el desatino controlado?” A lo que el nagual respondió: “Estoy feliz de que, al cabo de tantos años, finalmente me hayas preguntado sinceramente por mi desatino controlado y, sin embargo, no me hubiera importado en lo más mínimo si nunca me lo hubieras preguntado. Pero he decidido sentirme feliz, como si realmente me importara. Eso es desatino controlado”.

Un Castaneda absorto y sorprendido cierra así el diálogo: “Ambos reímos con ganas. Lo abracé a Don Juan porque su explicación me resultaba deliciosa, aunque no acababa de comprenderla”. Posteriormente, el maestro yaqui le explicó que el desatino controlado era una práctica permanente en su vida y que la aplicaba con todos: “Mis actos son sinceros, pero solo son los actos de un actor. Todo lo que yo hago es desatino controlado”.
Frente a este tipo de metáforas, Castaneda reconoce que experimentaba una particular sensación de vacío. Es más, le llegó a expresar su extrañeza a Don Juan: “No creo que sea posible seguir viviendo si nada nos importa en realidad”. Pero, ningún razonamiento de ese tipo conmovía a Don Juan: “Eso se aplica a ti, las cosas te importan a ti. En relación conmigo mismo y con mis semejantes, nada importa”. Con una insistencia pegajosa, Castaneda se mantenía en sus cabales en el sentido de que era imposible vivir si nada importaba.

Pero, justamente, a partir de las incógnitas y las formulaciones del antropólogo aprendiz, Don Juan va de a poco introduciendo nuevas llaves en nuevas cerraduras: “A lo mejor no es posible explicar. Pero yo sigo viviendo porque tengo mi voluntad, porque he templado mi voluntad hasta hacerla impecable y completa. Ya no me importa que nada importe, porque mi voluntad controla el desatino de mi vida”.

Y en esto es muy importante observar que el nagual introduce un concepto fundamental en su “filosofía de vida”, la voluntad, una voluntad inquebrantable e impecable. Una voluntad que rige el destino de una vida. Una voluntad que incluso ha sido valorada por igual en las tradiciones orientales y que se considera como muy superior al pensamiento porque esa voluntad es quien representa a la esencia del ser.

Dice un antiquísimo proverbio oriental que, según sea la fuerza de tus deseos será la fuerza de tu voluntad, según sea la fuerza de tu voluntad será la fuerza de tus actos, según sea la fuerza de tus actos será la fuerza de tu vida. En todo este proceso de deseo, voluntad, actos y vida no entra para nada el pensamiento. En el sistema de vida del nagual tampoco.
Desde esta óptica parece ser que el vector que rige una vida es la fuerza de una voluntad impecable, en sus propósitos y en sus acciones. La explicación de Don Juan a Castaneda es sencilla: “Las cosas te parecen importantes a ti porque has aprendido a pensar que son importantes”.

Obviamente, puede considerarse que a uno también le han enseñado, tanto en la casa cuanto en la escuela, a creer en la importancia de las cosas.

Takuma Sato, el desatino controlado en la F1 del 2004
El aprendiz, más confundido que nunca, resumió así su conclusión: “Lo que me ha dicho Don Juan del desatino controlado me ha inquietado muchísimo. Realmente, no puedo entenderlo”. La explicación siguiente del maestro no le aportó tampoco una gran claridad: “Estás tratando de pensarlo y, lo que yo dije, no encaja con tus pensamientos. El día que uno aprende a ver, todo en el mundo entero carece de importancia. No dije de valor, dije de importancia. No hay forma de decir que mis actos son más importantes que los tuyos”.

Evidentemente, el eje de esta cuestión pasa por el pensar, o sea por tener una idea de todo lo que sucede en el mundo, o lo que ocurre a nuestro alrededor. En realidad, lo que se desprende de todo esto es que el verdadero hombre de conocimiento elige un camino de corazón y lo sigue. Sabe que su vida es finita y limitada, entonces no va a ninguna parte, sino que simplemente va. Para él, la vida es un desatino controlado. ¿Controlado por quién? Por su voluntad de vivir.

A un nagual, o a un chamán, de verdad nada le importa más que nada; en este tipo de desatino se escogen los actos y las maneras de vivirlos. Y en ese tránsito por la vida, el hombre de conocimiento pone toda su voluntad, sin pena ni cuidado de que sus actos tengan o no el efecto deseado, porque en verdad no se busca ningún efecto. También podría ser un acto de desatino controlado quedarse totalmente impasible y no actuar, en circunstancias en que cualquiera actuaría.

Al llegar a este punto, Castaneda se planteó el tema de las motivaciones, es decir, qué es lo que mueve a un hombre de conocimiento a actuar de una manera determinada, a escoger un modo de vida, cuando pareciera ser que nada importa. La respuesta del nagual vuelve a repetirse, una y cien veces: “Eso te pasa porque estás pensando en la vida. Quisieras que yo te lo describiera de alguna forma para ponerte a pensar sobre ello”.
A esta altura de las disquisiciones, ya es absolutamente evidente que el pensamiento racional es el gran enemigo de las filosofías chamánicas de vida. Es decir, el tipo de pensamiento racional que lo escudriña todo, como por ejemplo ponerse a mirar una estufa y explicar todo el proceso de dar calor a través de un razonamiento sistemático y coherente, o sea de un razonamiento atinado.

Si el desatino es totalmente lo contrario, es obvio que el mundo chamánico o naguálico nunca podrá ser comprendido a partir del razonamiento que estructuramos desde la instrucción sistemática que recibimos en nuestra infancia y que seguimos desarrollando durante toda nuestra vida. El descubrimiento de esto provocó en Castaneda una profunda crisis, como consecuencia de lo que él mismo llamó “un conflicto terrible, porque involucraba la necesidad de cambiar mis sentimientos”.

A uno le enseñan a pensar permanentemente en la vida, a buscar la verdad por el razonamiento, a escoger valores desde el pensamiento, a involucrarse en una lucha de ideales. Y hay mucha gente que hace todo esto, que “lucha y se desangra por la fe que lo empecina”, y llega al final de sus días sumida en una sensación de profundo fracaso, en medio de una gran amargura.

Entonces, Don Juan esgrime una paradoja más, otra metáfora imposible para nuestro modo de pensar, actuar y vivir: “Uno se siente derrotado y fracasado porque muere sin aprender a ver. Cuando la vida pasa solo para hacerse viejo, uno ha de sentirse más mal que nunca, porque tal vez sienta que ha desperdiciado esa vida buscando victorias y hallando solo derrotas. El que nunca pudo ver jamás sabrá que ser victorioso y ser derrotado son iguales. Para convertirse en hombre de conocimiento hay que ser un guerrero, no un niño llorón. Hay que luchar sin entregarse, sin una queja, sin titubear, hasta que uno vea que no hay victoria ni derrota, ni vacío…y que la lucha valió la pena”.