miércoles, noviembre 26, 2008

Existe eso que Llamamos "El Amor de Tu Vida"??


Alberto Suarez


El habitual que si vivimos alguna experiencia amorosa especialmente intensa en el pasado, nos refiramos a ella, como "el amor de mi vida". También es habitual que si estamos iniciando un vínculo, nos preguntemos si será "el amor de mi vida". Y, finalmente, también es habitual que si aún no hemos vivido una relación importante, la anhelemos e imaginemos como "el amor de mi vida".


¿Es tu caso?

¿Y de qué hablamos cuando empleamos esa definición?: de una experiencia de amor tan intensa y movilizadora, que hace que las anteriores y/o posteriores empequeñezcan en cuanto a importancia.

Casi todas las personas en algún momento nos encontramos con la experiencia de un amor así. Y la existencia de tal amor nos impulsa a valorar las relaciones previas y posteriores, a través de la comparación y por supuesto, ¡las demás salen perdiendo con el contraste! Si aún no hemos vivido el gran amor, igualmente comparamos lo que vivimos en el presente con él y ello es posible porque de algún modo "sabemos" o intuimos cómo será ese gran amor. Y si lo vivimos en el pasado, las relaciones actuales son sometidas a una implacable comparación con ese gran referente que tenemos.


¿Te ha sucedido o te sucede?

Según lo que creo -y no tengo cómo probarlo- en base a cientos de casos que he visto como astrólogo, "el amor de nuestra vida" es una experiencia particularmente fuerte porque se trata del reencuentro con lo que llamo un Alma Compañera o sea, un Alma con la que ya hemos compartido experiencias trascendentes en vidas anteriores
"El amor de nuestra vida" posee dos características que me hacen reforzar mi creencia respecto a que se trata de un reencuentro:

a) Con esa persona nos sentimos naturalmente cómodos, relajados y en paz, como si se tratara de alguien que nos es muy familiar.

b) Con esa persona nos sentimos naturalmente seguros, por lo que la consecuencia es que abrimos nuestras defensas de par en par y nos relacionamos desde lo más tierno y vulnerable de nuestro interior.


¿Lo experimentaste así?

Astrológicamente, la presencia de este amor se descubre observando bajo qué configuraciones planetarias se produce un encuentro. Si tiene lugar en momentos en que los planetas vinculados con la reencarnación están activos, probablemente estemos ante ese tipo de enamoramiento y por supuesto que luego es particularmente útil el realizar una Sinastría, o sea, un análisis conjunto de ambas Cartas Natales. El análisis de la Carta Natal, permite predecir cuándo nos encontraremos con el amor de nuestra vida y por eso es especialmente recomendable la consulta periódica con tu astrólogo de confianza.

Y un dato curioso. Generalmente -aunque hay excepciones, por supuesto-, si pertenecemos a un signo de Fuego él o ella pertenecerá a uno de Tierra, si nuestro signo solar es de Tierra él o ella pertenecerá a uno de Fuego, si el signo nuestro es de Aire él o ella pertenecerá a uno de Agua y si el nuestro es de Agua él o ella pertenecerá a uno de Aire.

Los signos del elemento Tierra son: Tauro, Virgo y Capricornio.
Los signos del elemento Aire son: Géminis, Libra y Acuario
Los signos del elemento Agua son: Cáncer, Escorpio y Piscis
Los signos del elemento Fuego son: Aries, Leo y Sagitario.


¿Existe?

La respuesta a la primera pregunta es decididamente afirmativa. Sí existe el amor de nuestra vida. Y existe por la simple y generalmente olvidada razón, de que el Amor es lo único que realmente existe. Todo lo demás, es sólo la pesadilla que el ego instaló en nuestras mentes.
En toda Carta Natal, el amor está presente a través de varios símbolos.
Y también está presente el miedo manifestado en forma de resistencias. Por ello, la clave no radica en buscar al amor, sino en derribar las barreras que nosotros hemos levantado contra él generalmente en forma inconsciente.


Recuerdo el caso de Alicia (nombre ficticio):

Cuando me consultó por primera vez comentó que en las tres oportunidades en que pudo establecer una relación de pareja, las mismas se habían truncado inexplicablemente. Me preguntó concretamente cuándo aparecería el amor en su vida. Su sorpresa fue grande cuando le respondí que el amor ya había aparecido en varias oportunidades y que según lo observado en su Carta Natal, ella se negaba rotundamente a reconocerlo y recibirlo.
Juntos, vimos en su Carta cómo la había afectado y condicionado la relación matrimonial de sus padres. Su padre (por ese entonces ya fallecido), había sido un golpeador y ella fue testigo impotente durante toda su niñez del horror vivido en su hogar. Como consecuencia le expliqué, desarrolló un profundo miedo al compromiso de pareja porque su mente inconsciente hacía una lógica asociación: relación de pareja = violencia
Alicia reconoció que en cuanto comenzaba a "sentir" por un hombre, se disparaba en ella el miedo y se dedicaba a encontrar cualquier razón para no continuar con el vínculo.
Me preguntó qué podía hacer y mi respuesta fue: "Curar el miedo"
Con el miedo no podemos transar, ni pretender neutralizarlo por un acto de voluntad, ni hacer como si no estuviera ahí. El siempre se las ingeniará para aflorar en los momentos claves y, por tanto, la única alternativa válida es curarse de él o sea, hacer lo necesario para que desaparezca y en su lugar esté la confianza.
Con Alicia iniciamos un proceso terapéutico durante el cual pudo perdonar a su papá (el perdón siempre es la piedra angular de cualquier curación), y quedar disponible para encarar una relación de un modo diferente.
Observando su Carta Anual le comenté que alrededor de determinada fecha tendría la oportunidad de conocer a alguien y efectivamente así sucedió y lo más importante, es que ella pudo finalmente vivir el amor desde la entrega y la confianza.
Este caso es muy común, pues las figuras de mamá y papá representan arquetípicamente a "la" mujer y "al" hombre. Y hasta que no curamos internamente nuestra relación con ellos, en cada hombre o mujer estaremos inconscientemente viendo a nuestros progenitores.

¿Esta historia te resulta familiar? ¿Tiene algo que ver contigo?

Volviendo al tema central, afirmo categóricamente que sí existe el amor de nuestra vida. El punto es que generalmente no se trata de una sola persona. En cada etapa existencial, nosotros cambiamos y sobre todo, cambian nuestras necesidades en el área amorosa. Y el amor responde haciendo que aparezca en nuestro camino exactamente la persona coincidente con lo que necesitamos. En algunos casos, el amor estará representado por una única persona a través de toda nuestra vida y en la mayoría de los casos, por más de una y algunas de esos seres podrían ser el amor de nuestra vida para nuestra vida en ese momento y en función de cómo somos y de lo que necesitamos en ese entonces.

Astrológicamente, el amor de nuestra vida se reconoce por determinados símbolos en la Carta Natal y también en la Carta Anual. Ambas Cartas me permiten, como astrólogo, observar la importancia de una relación y asesorar en consecuencia a mi consultante para ayudarle a que la viva del mejor modo posible y sobre todo, conscientemente. Y más allá de la Astrología, también podemos reconocer al amor de nuestra vida porque siempre se trata de alguien que nos "sacude" hasta los cimientos en el mejor o el peor sentido del término. El amor no siempre se presenta como un camino tapizado de pétalos de rosas. A veces y según lo que necesitemos aprender, nuestra Alma guía hasta nosotros a alguien cuya misión es complicarnos la vida y de ese modo estimular nuestra capacidad de aprendizaje. Suena duro, pero es así.

Y es que la gran finalidad del amor de nuestra vida, consiste en que curemos nuestros pensamientos de miedo, escepticismo y fracaso y nos demos cuenta de que el amor es una realidad a nuestro alcance o mejor dicho, la única realidad a nuestro alcance puesto que siempre estuvo ahí junto a nosotros y en nosotros. El único problema, es que nuestros esquemas de pensamiento se interpusieron como una neblina que nos impedía ver.

El amor de nuestra vida es el mayor regalo de amor que la Existencia nos concede. Tanto si está representado por alguien que nos eleva hasta las más altas cumbres de la dicha, como si lo está por alguien que nos provoca sufrimiento, es un regalo invalorable. De ambos tipos de experiencia podemos aprender. De nosotros depende.