Las distintas enfermedades y su curación han sido siempre uno de los enigmas predilectos tanto de los hombres primitivos cuanto de los civilizados , como así también de todas las formas de transición que puedan existir entre quienes se rigen por el pensamiento mágico y quienes lo hacen desde la perspectiva concreta de la ideación lógica. En ese campo tan vasto del “conocimiento”, la historia de la Humanidad ha sido y es todavía testigo de un fenómeno tan popular como tal vez combatido durante largas épocas, el del chamanismo.
Sin embargo, entre las personas que tienen formación científica o académica superior, no es mucho lo que se sabe al respecto y sí en cambio son públicos y notorios los prejuicios con los que especialmente los médicos se han manejado cada vez que tuvieron que opinar sobre esas formas para nada ortodoxas de curación mágica.
Las muestras de esta afirmación las encontramos a diario. Como médico legista de la Promoción 1999 de la Escuela de Graduados de la Universidad Nacional de Córdoba, me tocó presenciar, cuando se hizo la exposición de las tesinas finales, un trabajo realizado por colegas de una provincia del noroeste argentino. En el mismo se mostraba el terrorífico accionar de un “chamán” que, engaños mediante, había logrado introducir a varios jóvenes en el consumo de la mescalina, hecho médico legal que terminó con la vida de uno de los “iniciados” y la encarcelación del “brujo”.
Si bien dicha historia y todos sus comentarios al respecto merecieron la aprobación del tribunal examinador y nadie expuso una crítica marcada (en mi caso particular por eso que uno arrastra desde la época del secundario de no decir nunca nada que pueda perjudicar a un compañero de promoción), creo que dicho trabajo cumplía todos los requisitos de una tesina de Medicina Legal, pero denotaba un profundo desconocimiento de lo que fue y lo que aún es el chamanismo. Y mi observación incluye no sólo a los cincuenta y tantos egresados de la misma promoción sino también al comité examinador. En síntesis, creo que el médico en general no tiene la menor idea de lo que es un “chamán” y todavía lo asocia con aquellas imágenes que, cuando éramos chicos, nos vendió el cine de Hollywood, en las películas de indios, con el brujo danzando alrededor del fuego para ahuyentar los malos espíritus. No obstante, debo reconocer que, desde centros académicos internacionales de real importancia han surgido movimientos de estudio con método y disciplina científica para dar explicación y un intento de comprensión racional al fenómeno del chamanismo.
Antropólogos y psicólogos, especialmente, son los que han dado un paso al frente al respecto, realizando investigaciones propias y recopilaciones históricas. El acceso a dichos trabajos y libros publicados me ha permitido formar mi propia conciencia de lo que es el chamanismo y voy a tratar, en sucesivas entregas, de reflejar parte de lo mucho que he leído al respecto Por lo pronto, se acepta científicamente que el chamanismo es la medicina de la visualización, que fue en tiempos primitivos la manera más importante de curar enfermedades y que hoy sigue teniendo vigencia en muchos rincones y lugares del mundo, oriental y occidental, al norte y al sur del Ecuador y los trópicos.
El chamán es, por su parte, un personaje si se quiere mágico, capaz de alterar su estado de conciencia normal, entrar en un estado de conciencia supranormal, alterado o acrecentado, desde el cual, mediante el rito, logra provocar la curación por medios espirituales puros o apelando a sustancias naturales, muchas de ellas con poder alucinógeno.
Para el chamán, mente, cuerpo y alma son una sola y única cosa, con una visión holística que hoy trata de integrar la medicina tradicional sin haberlo logrado íntegramente. El concepto tradicional del chamanismo lo coloca en el ámbito de la curación transpersonal, pero la visualización preverbal ocupa también dentro del mismo un lugar de prominencia.
En síntesis, el chamán es un maestro sanador cuyas fuerzas provienen del reino de lo imaginario, siendo la palabra chamán un vocablo que deriva del ruso “saman”. Posteriormente, una serie de términos como brujo o curandero se utilizaron como sinónimos, aunque en el caso de los brujos su actividad tendía más a la adquisición y utilización del poder con ciertos fines que a la curación propiamente dicha. Pese a ello, en la oscura época medieval, la caza de brujas fue una actividad sistemática que llevó a la muerte por condena a una gran cantidad de mujeres que practicaban la asistencia de los partos y otras formas de curación. También los investigadores que voltearon hacia atrás las barreras del tiempo se encontraron con sorpresas cuando pudieron comprobar que, varios emparentados con el linaje de los precursores formales de la medicina, tenían conocimientos y algo de práctica relacionada con los chamanes. Se afirma hoy que, entre otros, Esculapio, Aristóteles, Galeno e Hipócrates utilizaban la “visualización” tanto para el diagnóstico cuanto para el tratamiento de distintas afecciones de su época. Es más, se acepta en ámbitos científicos duros que la “visualización” siempre ha formado parte del proceso de curación, más allá de los disfraces culturales que se hayan empleado según los momentos históricos respectivos. Pero todo esto constituyó y obviamente aún constituye como una serie de historias prohibidas que conviene mantener en las sombras antes que sacarlas a la luz. Pero curiosamente, se ha dado algo así como una paradoja, tanto más ha avanzado el conocimiento científico, tanto más se ha incrementado el respeto hacia las formas primitivas o no científicas del “conocimiento”. Y, en ese sentido, el chamanismo está siendo observado desde una dimensión que nunca tuvo en los años pretéritos.