"Lo que hace bello y adorable a todo niño recién nacido es su esencia; ésta en sí misma constituye su verdadera realidad. El crecimiento normal de la esencia en toda criatura, ciertamente, es muy residual, incipiente. El cuerpo humano crece y se desarrolla de acuerdo con las leyes biológicas de la especie; sin embargo, tales posibilidades resultan por sí mismas muy limitadas para la esencia. Incuestionablemente, la esencia sólo puede crecer por sí misma, sin ayuda, en pequeñísimo grado".
Samael Aun Weor.
Hablando francamente y sin ambages, diremos que el crecimiento espontáneo y natural de la esencia sólo es posible durante los primeros tres, cuatro y cinco años de edad, es decir, en la primera etapa de la vida. La gente piensa que el crecimiento y desarrollo de la esencia se realiza siempre en forma continua, de acuerdo con la mecánica de la evolución, mas el gnosticismo universal enseña claramente que esto no es así.
Con el fin de que la esencia crezca más, algo muy especial debe suceder, algo nuevo hay que realizar. Quiero referirme en forma enfática al "trabajo sobre sí mismo". El desarrollo de la esencia únicamente es posible a base de trabajos conscientes y padecimientos voluntarios. Es necesario comprender que estos "trabajos" no se refieren a cuestiones de profesión, bancos, carpintería, albañilería, arreglo de líneas férreas o asuntos de oficina. Este "trabajo" es para toda persona que ha desarrollado la personalidad; se trata de algo psicológico.
Todos tenemos en nuestro interior eso que se llama "ego", "yo", "mí mismo", "sí mismo". Desgraciadamente, la esencia se encuentra embotellada, enfrascada, dentro del ego y eso es lamentable.
Disolver el "yo psicológico", desintegrar sus elementos indeseables, es urgente, inaplazable, impostergable. Este es el sentido del trabajo sobre sí mismo. Nunca podríamos liberar la esencia, sin desintegrar previamente al yo psicológico.
En la esencia está la religión, el Buddha, la sabiduría, las partículas de dolor de nuestro Padre que está en los cielos y todos los datos que necesitamos para la auto-realización íntima del ser. Nadie podría aniquilar el yo psicológico sin eliminar previamente los elementos inhumanos que llevamos dentro.
Necesitamos reducir a cenizas la crueldad monstruosa de estos tiempos; la envidia, que desgraciadamente ha venido a convertirse en el resorte secreto de la acción; la codicia insoportable, que nos ha vuelto la vida tan amarga; la asqueante maledicencia; la calumnia, que tantas tragedias origina; las borracheras; la inmunda lujuria, que huele tan feo y las demás manifestaciones de nuestro egoísmo.
A medida que todas estas abominaciones se van reduciendo a polvareda cósmica, la esencia - además de emanciparse- crecerá y se desarrollará armoniosamente. Incuestionablemente, cuando el yo psicológico ha muerto, resplandece en nosotros la esencia. La esencia libre nos confiere belleza íntima, y de tal belleza emanan la felicidad perfecta y el verdadero amor. La esencia posee múltiples sentidos de perfección y extraordinarios poderes naturales.