domingo, diciembre 14, 2008

Entrevista a Juan José ALBERT


Indagar en nuestro carácter

Teníamos ganas de charlar un rato con Juan José Albert. Conocíamos su trayectoria profesional: reconocido psiquiatra y neurólogo, psicoterapeuta clínico integrativo, coordinador y fundador del I.P.E.T.G. entre otras muchas cosas, pero, sobretodo, persona con gran vocación clínica y docente, profundizador e investigador de las corrientes humanísticas de las vías de sanación psicoemocional… Fue un placer para nosotros realizar esta entrevista, encontrar ese espacio lleno de disponibilidad, de una profundidad transmitida con esa claridad que tienen aquellos que realizan un trabajo sincero.
Nieves: Juanjo ¿podrías explicar de una manera sencilla qué es el carácter y cómo se forma?
Juanjo: Bueno, si quieres como definición sencilla de lo que es el carácter, te diría que es una estructura, una parte de la personalidad que se forma de manera reactiva a la angustia por la perdida de contacto con uno mismo desde niño, la perdida de contacto con el amor, con el amor de uno a si mismo. Esto genera un intenso dolor, y reactivo a ese estado se forma el carácter, y lo hace en los primeros años de vida, hasta los siete u ocho años, aproximadamente, y que, de una parte, nos defiende de las posibles agresiones del medio externo, agresiones en el sentido psicoemocional. Esto es así, pero también nos impone una perdida de contacto con nosotros mismos y con los demás. Por tanto es una especie de estructura más o menos rígida, y dependiendo de su rigidez va a ser más o menos patológica. Lo cierto es que condiciona nuestro contacto con la vida. Resulta curioso porque es imprescindible para poder vivir y para relacionarnos con los demás, pero hay que intentar que esa estructura sea lo más móvil posible e, idealmente, habría que someterla para que seamos nosotros los que cabalguemos el carácter, y no que el carácter nos cabalgue a nosotros. La estructura caracterial impone una serie de pautas que son repetitivas. Es la compulsión a la repetición de las mismas cosas…
Nieves: Pero, cuando hablamos de personalidad, de ego, de carácter… ¿hablamos de lo mismo o habría que matizar?
Juanjo: Hay que matizar. El carácter es una parte de la personalidad. La personalidad es todo lo que cada uno de nosotros somos, tanto en el aspecto físico, la inteligencia, el temperamento… todo, y una parte de esa personalidad es el carácter. Yo lo defino como una función de la personalidad, con “la misión” de la que ya hemos hablado. Y ego, bueno, es poco más o menos lo mismo, aunque desde el punto de vista psicoanalítico el ego o “ello” es la parte más instintiva, pero en la terminología que manejamos nosotros, todas las personas que nos dedicamos al desarrollo personal, ego viene a ser lo mismo que carácter.
Ernesto: Y ¿dónde se encontraría la frontera entre el carácter como soporte de nuestra expresión, y el carácter como defensa, como resistencia a la vida plena? Es decir ¿cuándo se convierte en un obstáculo que nos impide desarrollarnos?
Juanjo: Bueno, es lo que estábamos hablando, cuanto más rígida es la estructura del carácter, cuando la persona está más sujeta a la compulsión de repetición de los mismos actos, tanto más patológico es el carácter. Mira, desde un punto de vista estricto de salud ideal, la estructura caracterial ya es en si misma algo patológica puesto que nos separa de nosotros mismos, nos separa del contacto intimo con los demás. Pero creo que mejor no ser muy estrictos. Digamos entonces que si el carácter me impone condiciones de una manera inconsciente, y me hace comportarme siempre de una misma manera, aunque yo sepa que me estoy dañando a mi mismo, ahí es cuando el carácter comienza a ser patológico. Si somos capaces de ir desectructurando el carácter hasta romper esta compulsión a la repetición, y ponemos las virtudes del carácter a nuestro servicio, entonces se puede convertir en una herramienta muy útil… algo así como “el abrigo en invierno”, me lo pongo y me lo quito. Pero eso es ya cuando hemos conseguido domarlo.
Carmen: La infancia, todo el proceso de crecimiento acaba dejando una huella, y al parecer esto desemboca en la formación de un determinado patrón de conducta. Pero ¿esa huella es imborrable? ¿Tenemos que acostumbrarnos a vivir siempre con un patrón más o menos sano, más o menos enfermo?
Juanjo: Mira, el carácter es para toda la vida, pero es una herramienta útil, nos sirve para relacionarnos, para movernos, para conseguir nuestras cosas. En la medida en que vayamos desprogramando el carácter, conociendo el cómo, el dónde, el porqué, el cuándo de nuestra formación de carácter, en la misma medida lo vamos poniendo a nuestro servicio, podemos utilizar las partes útiles, las cualidades positivas de éste. Vale, el carácter es para toda la vida, pero tampoco cabe una visión predeterminista del sufrimiento. Si nos ocupamos de sanarlo, no. Cuando el carácter es sano y está lo suficientemente desestructurado… qué más da un carácter que otro…
Carmen: Pero esa desprogramación de la que hablas ¿depende sólo de factores internos o los condicionamientos externos de la vida pueden hacer que ese proceso sea más rápido, más ligero…?
Juanjo: El carácter se estructura a partir del momento del nacimiento, y cuando nacemos traemos una dotación genética, en parte hereditaria y, también, adquirida intraútero, además nacemos con un determinado temperamento, y todo esto va a confrontarse con las exigencias del medio donde estamos viviendo. De esta confrontación sale el carácter en forma de pautas que el niño desarrolla para mitigar, por un lado, la angustia y, también, para adaptarse a las demandas del medio… Así, que la desprogramación podría parecer sencilla, pero si el carácter se forma desde un punto de vista conductista con estímulo-respuesta, acierto-error… la cosa se complica, porque puede haber intervenido la imaginación, la fantasía, intervienen las emociones… por tanto es necesario pasar por revivir todas estas situaciones… dónde intervino nuestra fantasía, nuestra imaginación, qué pasó con nuestras emociones. Todo esto es necesario para desprogramar nuestro carácter. Así que ya ves, los factores son internos y externos. Una persona por si sola ¿podría desprogramarse? Podría, pero es muy difícil. Casi siempre necesitamos un referente externo, eso facilita las cosas.
Carmen: Y hablando de ese referente ¿qué lugar ocupa el terapeuta y el maestro en todo este proceso de autoconocimiento?
Juanjo: Un lugar imprescindible. El psicoterapeuta es la persona que te ayuda a desbrozar el camino, a quitar la hojarasca hasta donde esto es posible, y, teóricamente, es posible hasta que la persona puede asumir lo que los psicoanalistas llaman la castración, la no omnipotencia. Desde el punto de vista psicológico, a partir de ahí, poco más o menos, el psicoterapeuta ya no tiene mucho que hacer. En este momento intervendría el maestro. Y ¿a qué te ayuda éste? Pues a descubrir la espiritualidad, desarrollarla a través de las virtudes, de las ideas santas… Pero aquí llega otra castración que es mucho más definitiva, y es que, bueno, la trascendencia existe, pero que te toque a ti o que no te toque a ti es otra cosa… Claro, asumir esto ya es bastante. Entonces es como volver a hacer todo el ciclo, volver a encontrarse con el vacío, con la soledad, con la angustia… Y, por supuesto, hay que estar alerta, también, ante los diversos maestros y los diversos niveles de maestría.
Sandra: Respecto a cómo desprogramar el carácter, y la herramienta que supone el eneagrama para ello, pareciera como que ese estudio de los diferentes tipos se aborda, a menudo, con una visión negativa, y creo que algunas personas viven eso de una forma traumática… ¿Tú crees que sería interesante introducir una visión más positiva del eneagrama?
Juanjo: Bueno, por lo que yo conozco, el eneagrama introduce una visión positiva de cada grupo. Yo creo que cuando en el eneagrama se habla de pecado se alude al sentido etimológico de la palabra que es errar el blanco, fallar el camino, equivocarse. En el eneagrama, efectivamente, están los pecados, las pasiones y las fijaciones, pero también están las virtudes, las ideas santas, los catalizadores y, además, está el eneagrama de los instintos. Todo esto ayuda muchísimo… Pero no hay que engañarse, hay una parte del eneagrama a la que hay que darle batalla, y esa parte son las pasiones y las fijaciones y, además, tenemos que colocar a los instintos en su sitio para que cada instinto trabaje con su propia energía. Cuando todo esto está lo suficientemente claro para la persona, entonces podemos apoyarnos en el eneagrama de las virtudes y de las ideas santas, y esto se convierte en una ayuda muy importante, porque si la parte que trabaja lo neurótico del carácter es dura, es dolorosa… la parte que trabaja lo espiritual del carácter es muy gratificante e ilusionante, energetiza y nos abre a un nuevo mundo. Esto ayuda muchísimo.
Sandra: Sí, pero una vez que has visto esa parte negativa, pecadora, y se da el paso a la más positiva ¿no crees que hay personas, tipos que hacen ese proceso demasiado rápido, que pueden quedarse enredados en la búsqueda de lo positivo, es decir, quedarse neurotizados en la parte luminosa de cada tipo sin darse cuenta que, realmente, hay que hacer un camino hacia la virtud?
Juanjo: Sí, tú te refieres a las personas que comienzan por la parte virtuosa. Bueno, yo a eso le doy un nombre: “el triple salto mortal del ego sin red”. Sí, hay muchas personas que se quedan enredadas ahí. No es posible desarrollar la parte virtuosa si antes no hemos dado batalla a la parte neurótica. Es como pretender ver sin quitarnos la venda de los ojos. Al ir trabajando la parte neurótica va apareciendo una sensación de vacío, de soledad, donde no hay soporte ninguno. Ahí hay mucho dolor, es la noche oscura del alma, el desierto… y la salida de ese desierto es, “yo sé que la virtud existe, voy a por ello”. Por que en el transcurso del trabajo con la parte neurótica, en algún momento, hemos rozado las ideas santas, y, por tanto, “yo sé que eso existe”. Así que es cuestión de poner la intención y la voluntad en función de conseguir eso. Pero trabajar sólo con la parte virtuosa es como desplegar las velas de un velero sin desamarrarlo del puerto. Eso es puro alimento para el ego, refuerza la estructura neurótica, y, de hecho, en algunos rasgos, ese es el síntoma, precisamente, esa es la enfermedad.
Ernesto: En el eneagrama hablamos de un motor emocional que es la pasión, de una dificultad cognitiva que es la fijación, en la terminología que utiliza Claudio Naranjo. ¿Cómo debemos contemplar lo instintivo? ¿Qué nos dicen “las tripas” ante el dolor, la carencia, la falta de reconocimiento?
Juanjo: Bueno, los instintos es la parte menos conocida del eneagrama, creo que tampoco se ha publicado nada, sólo se ha trabajado experimentalmente. Ya sabes que hay tres instintos, el instinto de conservación, el instinto social y el instinto sexual que se corresponden con los tres centros de Gurdjieff, y cada uno trabaja con su propia energía. Los instintos son lo que pone energía al apasionamiento. Es decir, mi pasión está energetizada por un determinado instinto. Por ejemplo, si el instinto que predomina en mí es el instinto sexual, eso va a querer decir que mi sexualidad va a estar conflictuada, y que la energía sexual domina sobre los demás instintos. Esa energía, por tanto, es la que va a acentuar, a alimentar la pasión, y esa pasión, la que sea, va estar envuelta en la energía sexual y, no sólo el individuo va estar abocado a la pasión, sino que dentro de la pasión todavía va estar más estrecho… En el instinto sexual domina la fusión de la pareja, es en la pareja donde el individuo pone el interés, en el instinto social es en lo social y en el trabajo donde la persona se polariza, y en el instinto de conservación es en la seguridad y la familia donde se vuelca toda la energía. Así que esto hace que el eneagrama no se componga de nueve sino de veintisiete tipos, lo cual lo hace mucho más rico ya que en algunos rasgos el instinto los cambia… hasta la morfología, corporalmente.
Carmen: Pero ¿te instalas en un sólo instinto o esto puede ir variando?
Juanjo: Estás fundamentalmente instalado en un instinto y en la medida en que vas sanando vas dejando paso, vas retirando la energía de los demás instintos, de manera que cada cual pueda funcionar como le es propio. De todas maneras siempre habrá una tendencia al instinto que predomina.
Nieves: Cuando hablamos de carácter en un sentido extenso, estamos hablando de una forma de ser, de una forma de comportarse, de entender la vida. Pero desde la visión holística en la que todo se interrelaciona, donde cuerpo y mente son una sola unidad ¿Cómo se manifiesta en el cuerpo ese carácter, qué huella deja, qué podemos leer en su estructura?
Juanjo: Mira, anoche llegué de dar un taller sobre esto. Venimos con una energía. La parte mas burda de esta energía se puede medir, con un encefalograma o un electrocardiograma, es un diferencial de potenciales, con un microgalvanómetro se mide esta energía. Bueno, nosotros transformamos la energía, hay una energía biológica, otra psicológica y también hay una energía espiritual. El ser humano no sólo es transformador de energía, es transmutador de energía, es decir, puede trasmutar energía biológica en energía psicológica, en energía espiritual, en creatividad. Eso es transmutación, es cambiar la cualidad de la energía. Son energías cualitativamente distintas, pero al fin y al cabo energía. Entonces la dinámica de esa relación energética necesita un sustento, una base en la que apoyarse. Nada de lo que nos pasa, nos pasa fuera del cuerpo, todo nos pasa en el cuerpo, y esa dinámica energética estructura de una determinada manera nuestro físico… ¿Por qué? Pues porque los órganos de expresión, de contacto, los sentidos y los músculos son los encargados de expresar y de ponernos en contacto con los demás. Si no damos salida al potencial energético, esos músculos van a reaccionar quedándose más tensos o excesivamente relajados, y esto va hacer que el cuerpo vaya adquiriendo una estructura muscular determinada y, ciertamente, también estará condicionado por la herencia… De todas maneras cada carácter tiene su propia estructura corporal, su propia morfología. No es muy difícil diagnosticar el carácter a través del cuerpo, es una cosa bastante sencilla. En la estructura morfológica, en la disposición energética del cuerpo, en el desarrollo del músculo, en los bloqueos, en las tensiones y en la mirada… ahí se expresa el carácter corporalmente. Entonces es posible leer sobre un cuerpo la historia de una vida, a grandes rasgos, claro. Pues como un leñador puede leer en un árbol la historia de la vida de ese árbol. Y bueno, si no fuese así seríamos ángeles. ¡Necesitamos el cuerpo para sentir! Tanto es así que el carácter condiciona la función de los sentidos, el oído, el gusto, el olfato, el tacto y la vista están condicionados por la estructura caracterial, y viceversa. También deficiencias sensoriales condicionan o predisponen a que el carácter sea de una manera u otra, a la adquisición de un determinado tipo. Entonces el organismo humano es una unidad que no puede ser sometida a divisiones. No podemos hablar de mente, cuerpo, espíritu. No se puede, es una división muy artificiosa.
Sandra: En general ¿qué ocasiones nos da la vida cotidiana para desmontar el carácter?
Juanjo: ¡Ah! muchas. Bueno, ocasiones la vida nos presenta muchas. El asunto es que las veamos, que estemos alerta, atentos. Si te hablo desde lo que observo en mi profesión, cuando una persona genera síntomas, la vida le está diciendo que algo va mal, le está diciendo, “ocúpate”. El síntoma es un gran aliado, el dolor es un gran aliado. Pero, en general, desde un libro que se pueda leer, a una entrevista que puedas tener y, por supuesto, situaciones más graves, la muerte de un familiar, una enfermedad grave que nos coloca “al borde” o, simplemente, ver un paisaje que, de repente, por alguna razón, te impacta. El asunto es que uno no esté con demasiado “handicap”, que uno tenga la capacidad perceptiva suficiente. Sabes, en los preliminares del budismo lo primero que se hace es dar gracias por estar vivos en este momento, y tener los sentidos sanos para poder percibir bien las cosas. Así que las personas que han sufrido en su infancia grandes traumas, están más discapacitados, están más, por decirlo de alguna manera, ciegos, con menos capacidad perceptiva. Necesitan choques más fuertes. De otra parte están las personas que no han sufrido o han sufrido pocos traumatismos, precisamente, estas personas tienen caracteres poco sensibles a la angustia, entonces son excesivamente hedonistas, y esto tampoco les hace ningún favor. A este grupo pertenecen muchos de los que quieren tomar el atajo del que hablábamos antes. Personas que tienen poca resonancia a la angustia y por tanto se sienten poco necesitados de ayuda, se sienten suficientemente sanos. Estos son los extremos. Lo mejor está en un término medio.
Sandra: Y en las relaciones con el mundo, con la familia, los amigos, la pareja ¿cómo deshacer el nudo neurótico que nos une a los demás?
Juanjo: Eso sí que es difícil. Uno sólo puede actuar sobre sí mismo. En la medida en la que vas introduciendo cambios en tu vida, en la medida en la que tu vas ganando parcelas de libertad y parcelas de poder anímico, en esa misma medida cambia la relación contigo mismo. Si la relación contigo mismo cambia, cambia la relación con los demás. Lo que puede ocurrir es que, si el otro está acostumbrado a un determinado tipo de persona o de relación, cuando vamos cambiando, nos van abandonando, y llega un momento en que uno se encuentra solo. Eso es parte del proceso. Pero la relación con los demás es algo que va cambiando con el tiempo, salvo en situaciones muy especiales o en relaciones muy íntimas, como puede ser la pareja o pueden ser los hijos. El resto de las relaciones se van dando sólo en la medida en que tú vas cambiando la relación contigo mismo. Llega un momento en que se te hace insoportable determinado tipo de relaciones. Y también es verdad que llega un momento que puedes mantener relaciones “robotizadas”, valga la expresión, es decir, que puedes relacionarte con personas que no han hecho ningún camino, normales y corrientes, sin que eso suponga un gran “handicap”. Ese es otro paso que se da en el desarrollo. Primero, estás en una situación que te sientes como si estuvieras a otro nivel, como si miraras las cosas desde arriba... Sólo buscas a un determinado tipo de personas, y luego te das cuenta que la cosa no es así, que te puedes relacionar con todo el mundo, incluso desde un posición muy “ventajosa” porque puedes ver el manejo neurótico de la otra persona y no hacerle caso, tener más comprensión, o sea, relacionarte con la parte sana del otro, con lo cual le estás ayudando también. No hacer obstáculo a la parte neurótica y relacionarte con la parte sana de la otra persona… puede ser una manera importante de ayudar al otro.
Carmen: ¿El trabajo con el carácter puede ser un anticipo de lo espiritual? ¿Psicología y misticismo pueden reencontrarse?
Juanjo: Sí, claro. A mí me parece que la espiritualidad es el término de la salud, y el desarrollo de la salud, con mayúsculas, lleva a la espiritualidad… Veo difícil que ésta aparezca si previamente no hemos sanado el carácter. Sí, yo creo que indagar en nuestro carácter es el camino, el paso previo hacia todo lo demás…
Ernesto: ¿Es posible el amor sincero, quiero decir, sin condicionamientos del carácter… o ese sentimiento está mayoritariamente teñido por “las intenciones” del tipo que te corresponde?
Juanjo: Bueno, el amor, en principio siempre es egoico. Incluso el amor de los padres a los hijos, que parecería de los más generosos, es uno de los más egoístas… Tengo cuatro hijos, sé lo que es… En principio el amor es egoico mayoritariamente, pero se puede llegar a un amor generoso, íntimo, claro, consciente. Eso sería la salud, la capacidad de entrega incondicional. Existe, puede existir… De hecho, cuanto más amor entrego, de más amor dispongo. Es algo que se autoregenera al desarrollarlo, al ejercitarlo…
Ernesto: ¿Se puede pensar que un tipo en concreto de carácter en la madre o en el padre pueden crear un determinado patrón de conducta en el hijo?
Juanjo: Sí, por supuesto, pero lo que pasa es que la formación del carácter es multifactorial, depende del carácter de la madre, del padre y, sobretodo, del grado de salud de esta estructura en ambos. Cuanto más saludables sean los padres, más libertad tendrá el niño para desarrollarse. Quiero decir que si lo idealmente sano es ayudar al niño a que desarrolle sus potencialidades, con el menor condicionamiento posible, cuanto más sano es el carácter de los padres, más se va a favorecer el desarrollo del niño… Aun así lo van a determinar… Y además están los hermanos, los tíos, los abuelos, las condiciones históricas de la familia, la situación económica, la relación de la pareja en ese momento… Hay tantos factores que por eso es fundamental conocer la historia y la biografía de la persona para determinar cómo se ha estructurado el carácter. Desde luego lo que no se hace es decir “de tal carácter del padre y tal carácter de la madre sale tal carácter del hijo”… Eso sería como las leyes de Mendel, y no se trata de eso.
Ernesto: Acerca de las ideas santas de las que hemos estado hablando, he comenzado a leer el libro de Almaas, Facetas de la unidad, que en alguna ocasión tú habías recomendado… Y me gustaría preguntarte ¿cómo “catalizaría” una idea santa nuestro carácter para recuperar esa visión unitaria de la que habla Almaas?
Juanjo: Es una pregunta difícil… Vamos a ver… Las ideas santas es una de las partes del eneagrama menos divulgada. Yo sólo conozco ese libro. Digamos que esa visión unitaria de la que me hablas, habría que buscarla a través de la meditación y de la conexión con el desarrollo de la idea. Te voy a poner un ejemplo que quizá resulte más comprensible. Sabéis que en el budismo se utiliza una iconografía, se utilizan imágenes, algo muy diferente a los santos de la iglesia católica… Esas imágenes que utiliza el budismo representan “algo” donde tú puedes proyectar una parte de ti, por ejemplo, el Buda de la Compasión. Identificándote con esta imagen tú puedes llegar a desarrollar tu propia compasión, “haciendo como él” llegarás a ser compasivo… Entonces los catalizadores actúan de la misma manera; durante la meditación practicas la identificación con una idea. Esta práctica va potenciando el desarrollo de las virtudes y otras partes también, por eso se llaman catalizadores, es como la gota que hace que todo lo demás cambie. Por tanto, una de las maneras de trabajarlo es identificándote con una idea santa… Está claro que no eres un santo, pero actuar “como si lo fueras” tiene su efecto.
Ernesto: ¿El trabajo con las ideas santas sería el complemento del trabajo más psicológico del conocimiento de las pasiones y las fijaciones?
Juanjo: Es necesario, primero, que la persona no esté excesivamente preocupada por los problemas cotidianos psicoemocionales, es decir, que no haya niveles de angustia, de depresión, que los pensamientos no sean muy obsesivos, que no haya situaciones fóbicas… Es necesario determinado grado de desenganche de la neurosis para poder dar paso a la contemplación de la meditación. De no ser así podemos meternos en un callejón sin salida. La persona tiene capacidad autosanadora, pero siempre a partir de un determinado nivel de salud. Es necesario, ante todo, deshacernos de las partes que más nos han condicionado, y, entonces, a partir de cierto momento del desarrollo podemos iniciar otro camino… De hecho, los problemas psicoemocionales no resueltos condicionan mucho a los meditadores… Se empiezan a dar cuenta que para meditar hay que “estar bien”.
Nieves: Juanjo ¿tú crees que el ser humano tiene la intuición de que es “algo” diferente al personaje con el que se desenvuelve en la vida?
Juanjo: Yo creo que sí. Hasta que las capacidades sensitivas, tanto internas como externas, pero sobretodo internas, se embotan, el ser humano tiene la capacidad de percibir la trascendencia. Pero hay que saber que esa percepción de la trascendencia origina, también, una intensa angustia, y que en ocasiones se puede confundir con la angustia neurótica psicoemocional… Pero su cualidad es muy diferente… Sí, esa capacidad de percepción se va embotando, y recuperarla es lo que Gurdjieff llama “el choque externo”, el choque nos despierta… y esto a poco observadores que seamos lo vemos, por ejemplo en los niños, en los juegos de los niños… Lo que ocurre es que poco a poco esa intuición se va transformando en una fantasía neurótica…
Ernesto: ¿Es el eneagrama algo más que un mapa del carácter? ¿Podríamos considerarlo como un mapa de la vida?
Juanjo: El eneagrama es un mapa del universo. Hay una frase que no recuerdo de quién es, no sé si es de Claudio Naranjo, de manera que, Claudio, si lees esto, yo no estoy seguro si lo dijiste tú… dice la frase que una persona abandonada en el desierto con un eneagrama, y conociendo el mapa, saldría adelante… Sí, es un mapa del universo. Ya sabéis que a cada número le corresponde una nota musical, un color, los planetas… Es un mapa muy complejo, pero si nos quedamos con el mapa de las pasiones y las fijaciones, de los instintos, de las virtudes y de las ideas santas ya tenemos para trabajar toda la vida.
Carmen: Y no es un sistema cerrado…
Juanjo: Desde luego… Sabéis que hay un movimiento periférico, que también hay un movimiento interno y otro externo. La gente está acostumbrada a ver el eneagrama como un plano, y el eneagrama no es un plano, es una espiral. Cada uno de los movimientos de la circunferencia de esa espiral nos marca en que momento estamos de nuestro desarrollo personal, podemos ubicarnos en el mapa, podemos trazar una especie de coordenadas, y saber en que momento nos hallamos en nuestro camino, incluso en que momento estoy en el desarrollo de determinada virtud o con determinado aspecto. Puedo tener varios eneagramas de mi momento actual… sin que esto tenga nada que ver con la carta astral. Es algo distinto. Pero, claro, para aplicar todo esto hay que tener un gran conocimiento del eneagrama o gozar de la ayuda de alguna persona que te ayude a ubicarte. Algún día, si queréis, podemos hablar de esto…