Posesiones diabólicas, premoniciones, alucinaciones demoníacas y éxtasis místicos vistos a la luz de la ciencia.
En 1968, cuando tenía 16 años, la alemana Anneliese Michel comenzó a sufrir convulsiones y alucinaciones de imágenes diabólicas. Educada en un ambiente profundamente católico, sus padres interpretaron el desorden como de carácter espiritual y por eso acudieron a la ayuda de los sacerdotes Ernst Alt y Arnold Renz, quienes durante meses le practicaron exorcismos para sacarle del cuerpo los demonios que al parecer la poseían. Como resultado de las heridas que se autoinflingía, la joven murió el primero de julio de 1976, y los sacerdotes, acusados de negligencia, fueron juzgados por haber despreciado las soluciones de carácter médico.
La historia y su debate están de nuevo sobre el tapete, gracias a la película de Scott Derrickson El exorcismo de Emily Rose, actualmente en cartelera. Basada en la historia de Annaliese, aunque con variaciones, la esencia del conflicto se mantiene: el debate entre fe y ciencia sobre las causas de comportamientos que los creyentes pueden interpretar como posesiones demoníacas y los científicos como fallas en el complejo cableado del cerebro. Un terreno que abarca desde las apariciones hasta los trances místicos.
Aunque en el tema persisten algunos vacíos, lo cierto es que el mayor conocimiento que neurólogos y psiquiatras tienen del cerebro les ha quitado trabajo a los exorcistas. En efecto, se ha demostrado que un buen número de trastornos provocan alucinaciones o convulsiones, y que la interpretación que se da del fenómeno depende del contexto cultural. Así, por ejemplo, en tiempos de la Guerra Fría los perseguidores no solían ser demonios sino agentes de la KGB, y en épocas de apariciones de ovnis los que asediaban eran los marcianos.
En Colombia, la mayoría de los casos de alucinaciones es interpretada en relación con la religión, un factor de marcada influencia en la crianza y educación de la mayoría de la población. Carlos López Jaramillo, psiquiatra docente de la Universidad de Antioquia, recuerda que hace dos años llegó al Hospital San Vicente de Paúl de Medellín una joven de 16 años, oriunda de Marinilla, con síntomas que eran atribuidos a la posesión diabólica: su voz había cambiando, pronunciaba palabras en inglés y presentaba alteraciones de la personalidad.
Sin embargo, tras una evaluación, se estableció que sintonizaba emisoras anglo, que su familia era muy religiosa y que el problema era de disociación. Se la sometió a tratamiento psiquiátrico y pronto se vio una mejoría. "Muchos casos corresponden a cuadros de disociación que se caracterizan por alteraciones de las funciones integradoras de la conciencia, la memoria, la identidad y la percepción", sostiene López Jaramillo, y añade que esos cambios se manifiestan con amnesia, estados de fuga, experiencias extra corporales, trances y desdoblamiento de la personalidad. "Los síntomas pueden ser muy llamativos y desconcertantes tanto para la familia como para los médicos, pero no hay evidencia de que estos casos correspondan a posesiones, concepto que la ciencia no apoya".
Problemas del disco duro
Las alucinaciones son habituales en quienes padecen trastornos como bipolaridad, esquizofrenia, narcolepsia o epilepsia, e incluso pueden presentarse en situaciones de estrés excesivo o consumo de sustancias –drogas o medicamentos–. El neurólogo y profesor de la Universidad de Antioquia Luis Alfredo Villa compara el cerebro con el disco duro de un computador que guarda información de manera ordenada, pero que, por ejemplo ante la presencia de un virus, abre archivos sin orden del usuario. "Lo mismo sucede con el cerebro –sostiene Villa–. En ciertas circunstancias activa zonas de memoria donde se guardan esas imágenes y visiones".
La epilepsia es uno de los trastornos que pueden resultar más impresionantes, pues no es extraño que los episodios comiencen con alucinaciones auditivas o visuales. Cuando son auditivas, las convulsiones vienen precedidas de sonidos de campanas; cuando son visuales, de luces o imágenes. Por eso más de un neurólogo pone en duda la intervención divina en los éxtasis místicos de muchos santos y sostiene que se trata de cuadros de epilepsia. Es la teoría que sostiene el neurólogo español Esteban García-Albea en el libro Teresa de Jesús: una ilustre epiléptica, quien plantea que la poeta padecía –o gozaba– de un tipo de epilepsia que los expertos denominan "crisis de felicidad". Una variante bastante extraña de la enfermedad que, en el caso de la santa española, se caracterizaba por episodios que comenzaban con luces y alucinaciones, seguían con parálisis del cuerpo y terminaban con una sensación de placer.
Otro rasgo de la epilepsia es que entre quienes la padecen figuran los que más presentan eso que los estudiosos del cerebro llaman déjà vu, y los más creyentes visión o precognición. Un fenómeno que hace creer a quien lo experimenta que ha vivido, visto o sentido antes la misma situación que registra en el presente. Sin embargo, muchos científicos atribuyen los déjà vus a una anormalidad momentánea en el sistema eléctrico del cerebro: la memoria de corto plazo y la de largo plazo se sobreponen. El resultado es la percepción como recuerdo de algo que está ocurriendo en el momento. El 70% de los seres humanos ha tenido algún déjà vu en su vida, pero quienes sufren epilepsia, esquizofrenia o ansiedad los presentan con mayor frecuencia.
Ver más allá
Las apariciones tampoco son infrecuentes en pacientes con trastornos del sueño. "Basta hacer el ejercicio de dejar de dormir tres días seguidos para tener alucinaciones –dice Villa–. Si son monstruosas o agradables, sagradas o profanas, depende de quién interpreta: una mujer religiosa probablemente vea a Dios o al Diablo, un ateo dirá que ve imágenes".
Para la ciencia estos fenómenos no sólo son creaciones del cerebro, sino que responden a la interpretación que cada cual les da según su ambiente cultural. Al fin y al cabo, son las palabras y no los hechos las que dicen que algo entró o salió del cuerpo, que una imagen era un demonio o un ángel, que se tuvo una visión profética o un déjà vu. De cualquier manera, Jorge Cardozo, presidente de la Asociación Colombiana de Bipolares, sostiene que es absurdo que en pleno siglo XXI, con todo el avance de la ciencia en el campo neurológico y psiquiátrico, se estén haciendo exorcismos o acudiendo a personajes como el Indio Amazónico. "Al menos en nuestra asociación, ninguno de los que ha acudido a esas terapias ha tenido mejoría –sostiene Cardozo–. Por el contrario, ha empeorado". Y es que el trastorno bipolar se caracteriza, además de por períodos de depresión, por períodos de manía que suelen manifestarse con ideas grandiosas, como creerse el enviado de Dios, la reencarnación de Jesucristo o la mismísima Virgen María.
Por todo esto, los expertos recomiendan en casos de crisis de esta índole, acudir al psiquiatra o al neurólogo, todo depende de las características de las alucinaciones: "Si escucha cosas que los demás no oyen, es más probable que se trate de un problema psiquiátrico –explica Villa–. Si ve cosas que los demás no ven, es muy posible que se trate de un problema neuronal". Antes que acudir a un cura, hay que descartar las causas biológicas y fisiológicas de la condición. Lo demás es superstición.
Testimonios
Juan Carlos Cancino
55 años
"Hace siete años comencé a creer que Dios me estaba hablando y que yo era el sucesor de Jesús. Me dio por reunir a los 12 apóstoles. Llamaba a mis amigos y buscaba solterones que se sumaran a la causa. Creí que no necesitaba plata y comencé a regalarla. Después de entrar a la Asociación de Bipolares, aprendí que lo mío era una distorsión en la percepción. La gente debería dejar de creer que está embrujada o hechizada y buscar respuestas científicas".
Isaías Fernández
81 años
"Cuando comencé a tomar mis medicamentos para el párkinson empecé a tener alucinaciones. Veo culebras, erizos, gusanos que pasan por el cielo y cristianos que mueren sobre mis cobijas. A veces veo viejos feos y deformes que vienen a mi pieza y quieren llevarme. Se quedan ahí toda la noche y no me dejan dormir. Cuando me pasa eso, mis hijos vienen a acompañarme y a darme tranquilidad, pero yo no puedo. Por la mañana me levanto a ver qué se robaron".
Ana Lucía Gómez
23 años
"Un día llegué a mi casa con dolor de cabeza. Estaba sola y comencé a sentirme muy mal. Unos rostros raros comenzaron a venir hacia mí, chocaban contra mi cara, me producían miedo porque no sabía qué eran. Un viernes me desperté asustada porque oía pasos y cosas sobre el techo que hay al lado de mi ventana. Fui hacia el cuarto de mis padres, y aunque mi papá no veía nada anormal, yo seguía visualizando una figura. El electro salió normal. Puede haber sido mucha carga de estudio y estrés".