Dra. María Fernanda Garmendia
Para la Homeopatía el ser humano no es un conjunto de órganos que se enferman por separado y que pueden tratarse por separado.
Somos una unidad de mente, cuerpo y alma que vive, que tiene una energía propia que le da vida a todas las partes manteniéndolas en una admirable armonía.
Esa Energía Vital es la que reina con un poder ilimitado haciendo que todos los procesos mentales, químicos y físicos se realicen en un orden tal que solo la vida misma puede realizar. La Energía Vital no se ve, ni se toca, ni se oye, ni se palpa.
La Energía Vital cuando se desordena sólo se manifiesta por síntomas. Los síntomas que aparecen localizados en algún órgano y que hacen decir a la ciencia que ese órgano está enfermo, para la Homeopatía son solo una manifestación parcial del desorden de la Energía Vital, es decir, del desequilibrio de la totalidad.
La desarmonía en la fuerza vital constituye una alteración en el orden biológico preexistente que predispone al organismo a contraer infecciones, contagios o a enfermarse de cualquier otra cosa.
La parte enferma es la expresión parcial de la totalidad alterada, es un síntoma derivativo que la naturaleza pone en marcha, no sólo porque lo que pasa adentro pasa afuera, sino para llevar a la superficie la enfermedad y mantener a los órganos más vitales salvaguardados, protegiendo así a lo más preciado para la unidad vital: La Vida.
De esta manera comprendemos el concepto de que la manifestación en el cuerpo de la enfermedad interior cumple una función y no aparece porque la sangre se volvió loca o porque al riñón se le ocurre funcionar mal, sino que actúan así porque esos órganos han sido biológicamente elegidos como los que expresaran, en el cuerpo, el desorden energético interior que evitara de alguna manera la alteración de otros más profundos que podrían terminar con la vida.
Es una manera que tiene la naturaleza de resguardar el todo prefiriendo sacrificar una parte para mantener la vida de la totalidad.
Como la enfermedad no es de un órgano determinado sino de todo el organismo, lo primero que se observa son alteraciones del sujeto como totalidad a través de su psiquis (ansiedad, excitación, tendencia al llanto, etc) y de sus funciones generales (alteraciones del sueño como pesadillas o insomnio, cansancio, debilidad, inapetencia).
A veces también sensaciones cenestésicas, calambres, temblores, etc. En un segundo tiempo la enfermedad se localiza como disfunción en un órgano o sistema: gastritis, diarreas, migrañas, etc.
El tercer tiempo es el de alteraciones estructurales u orgánicas: ulceras de estómago o intestinos, pudiendo pasar al cuarto tiempo: el de las neoformaciones.
1 Hay que tener en cuenta que como la enfermedad es un proceso dinámico en movimiento, ninguna de estas etapas es estática o circunscripta y se superponen unas con otras.