viernes, diciembre 10, 2021

El "Más Allá" según J. J. Benítez

Iván Castillo

Algo más que escritor y periodista, Juan José Benítez, el autor de la saga Caballo de Troya, es un hombre en quien sus cientos de miles de lectores han visto una puerta a la esperanza. Sus libros, cada vez más “abiertos” y sinceros, presentan un mundo gobernado por “lo invisible”. Tras haber investigado OVNIs, enigmas del pasado o la vida de Jesús, J. J. Benítez sorprendió a sus fieles con la publicación de un libro difícilmente clasificable: Al fin libre (Planeta, 2000). Versa sobre la muerte. Su título lo resume todo...

“Bebo muerte y nacimiento en cada sueño”. Así se expresaba Juan José Benítez en su más desconocida obra, A solas con la mar, una recopilación de poemas escritos en Barbate (Cádiz) en el verano de 1983. Hay un antes y un después en el conocido escritor, un antes y un después marcado por esa fecha y ese libro. Hasta entonces, la obra del autor navarro era la de un periodista-investigador que se lanzaba a tumba abierta allá donde estuviera la noticia, la información, el último caso OVNI. Pero a partir de ese momento, a la condición de periodista-investigador se le unió de forma definitiva la de “buscador” de la “verdad”.

Hasta 1983, su obra se centró, casi exclusivamente, en el misterio OVNI. Pero en los últimos años, a los OVNIs el autor navarro ha añadido en sus obras una nueva dimensión, más espiritual, más íntima, más abierta, más sincera. Han llegado –por supuesto- más libros sobre OVNIs, pero también las seis entregas de Caballo de Troya (Planeta) y, sobre todo, varios libros “diferentes”. Tres en concreto: Mágica fe

(Plaza & Janés, 1993), A 33.000 pies (Temas de Hoy, 1997) y Al fin libre (Planeta, 2000). Un trío de ases que ha revelado la confianza ciega del escritor en lo “invisible”...

Una fe mágica en el buen Dios

Mágica fe es un libro de viajes. Y también un libro epistolar: son las cartas que el periodista escribe desde diferentes partes del mundo a su hija Tirma. En ellas, al hilo de lo que sus sentimientos han recogido explorando otras culturas, le indica que el destino, hilando fino y con pistas casi imperceptibles, marca el camino a seguir en todas nuestras acciones. La confianza en que esas huellas son las correctas es lo que resume como “mágica fe”. Ya ahí penetra en los misterios de la muerte: “Es el último regalo de El jefe”, como J. J. Benítez llama a Dios: “Morir, querida niña, no es otra cosa que mudarse de casa”...

Sobre esta idea vuelva a insistir en A 33.000 pies, una singular obra escrita por el periodista durante los vuelos que le llevaron por todo Hispanoamérica en la promoción de la quinta entrega de Caballo de Troya. Durante los trayectos, en su inseparable cuaderno de campo, el buscador de OVNIs, el reportero, conversa con Dios en clave humorística a propósito de los temas más trascendentes. Lo hace sirviéndose de la metáfora: “La muerte es como una sastrería. Te toman unas medidas y sales con un traje nuevo, la única diferencia es que ese traje es de luz. Eres tú al desnudo”. Allí, al otro lado, ya no se vuelve a morir: “No podrás volver a nacer porque ya existes. Y no morirás de nuevo porque no tendrás nada de que desprenderte”.

“No reencarnamos”

Juan José Benítez –al contrario que muchos otros autores de masas relacionados con el mundo del misterio- no cree en la reencarnación. Así nos lo asegura: -No creo en la reencarnación, sería una pérdida de tiempo.

-Sin embargo, ¿no es la muerte un misterio que en muchas cosas se parece a los OVNIs? –le pregunto.

-Lo he dicho en muchas ocasiones. Son misterios primos-hermanos. Por mucho que intentemos resolverlos nunca vamos a obtener respuestas a las preguntas que nos sugieren. Son enigmas que trascienden al tiempo, tan antiguos como el ser humano. Por mucho que busques...

En la conversación, mantenida en el Hotel Palace de Madrid, salió a relucir un episodio OVNI en el cual dicha relación quedó más que manifiesta. El caso lo relata en un libro monográfico titulado Ricky B. (Planeta, 1997). En el mismo narra la aventura de un ingeniero sevillano que entabló una relación sentimental con una mujer que le aseguró que era de otro mundo. Lo que en principio resultaba increíble, fue tomando cuerpo a medida que la relación se estrechaba y la mujer, la tal Ricky, ofrecía pequeñas pruebas para sostener su atrevida afirmación. Ella, para incomodo del ingeniero, desapareció tras un espectacular avistamiento durante el cual un OVNI se situó sobre la cabeza de ambos.

Cuando Benítez siguió el rastro de la muchacha, a quien acabó localizando, trazó una singular historia: en un accidente de autocar ocurrido en el Yucatán (México) murieron varias personas. Una de ellas renació, pero con su personalidad absolutamente transformada. Como si un ser de otro mundo la hubiera poseído... Son sus investigaciones, y la búsqueda de todos aquellos datos que le sirvieran para reconstruir la vida de Jesús, las que le han valido al escritor para trazar su peculiar –y optimista- visión de la vida... y la muerte:

-... Aparte de una serie de experiencias, de vivencias psíquicas, opino que Dios es muy económico y muy sensato, y morir es un paso, en muchas ocasiones, desagradable... No tengo duda: se muere una vez y pasas al otro lado con una estructura atómica X, seguramente mucho más luminosa. Se sube un escalón y jamás se vuelve aquí –y tras una pausa, añade-: Si vuelves es de visita, pero como luz, no en un cuerpo.

Camino de la inmaterialidad

En su último libro, Al fin libre, afronta el enigma de la muerte cara a cara. Y lo hace tras la dolorosa experiencia que supuso la pérdida de su padre: “Fue como una luz. Como un chispazo... A mi espalda, agonizante, mi padre consumía sus últimas horas. Y yo, impotente, me aferré una vez más a las estrellas, suplicando compasión y benevolencia. La muerte, avisada, se había instalado ya en los silencios...” Un mes después de aquello, su padre falleció. Y el dolor se instaló en el alma del escritor, pero una serie de casualidades le hicieron buscar... Finalmente, en su cuaderno de trabajo comenzó a perfilar conversaciones con su padre, diálogos que Benítez está seguro de que ocurrieron en realidad.

Diálogos bellos en donde la muerte alcanzaba una dimensión más luminosa –incluso- de lo que jamás había imaginado. Así le describía su padre, desde el más allá, cómo era ese tránsito: “Fue lo más parecido a un sueño, un dulce y benéfico sueño... Eso es la muerte, querido hijo. Te duermes sin más... Tú lo sabes y lo has escrito: ‘Dios nos entrena todos los días para morir’. Cada noche estás ensayando esa última escena. Y lo haces tranquilo y confiado. Pues bien, la única diferencia es que, al morir, despiertas en otro lugar y sin pijama”. A partir de ahí comienza un largo recorrido cuyos pasos el autor navarro ya me había relatado:

“Es un proceso gradual en el que vamos recorriendo una serie de etapas en las cuales vamos perdiendo nuestro soporte físico para convertirnos en seres espirituales”, nos asegura el periodista. Cuando saltamos al otro lado –en palabras de José Benítez, padre del escritor- podemos movernos y sentir: “Y tenemos el aspecto que teníamos en nuestro momento de mayor plenitud... un aspecto joven”, le dice desde su destino: un lugar de luz, algo parecido a un edificio de cristal en el cual el difunto es recibido por un ser espiritual que se convertirá en el guía de nuestra nueva vida, en la que viajaremos ataviados de un cuerpo físico más sutil que el que disponemos ahora.

A ese cuerpo Benítez le denomina MAT-1. Es el primero de siete escalones que habrán de subirse hasta –poco a poco- ir perdiendo la parte física y convertirnos en luz hombres todo espíritu. En luz que un día ha de regresar... “Mañana volveré al mundo... ¿Quién descubrirá en mi alma las huellas del ángel que fui? ¿Quién sabrá que no soy yo quien vuelve?” (J. J. Benítez en su poema Mañana volveré, sin duda una metáfora de lo que un día seremos... según escribió en Al fin libre).