miércoles, diciembre 22, 2021

En Busca del Tesoro Azteca de los Pirineos

Josep Guijarro

Esta leyenda se apoya en la supuesta boda que hace más de cinco siglos unió a la princesa azteca María Xipaguazin Moctezuma y al barón Juan Grau de Toloriu.

La tradición

El capítulo de los caballeros de la Orden de la Corona Azteca de Francia, a la memoria de Su Alteza Imperial, Princesa Xipaguazin Moctezuma, esposa del noble Juan Grau, Barón de Toloriu». Así reza la placa que pende de la fachada de la iglesia de Toloriu, un pequeño pueblo de montaña situado en la comarca de l’Alt Urgell, provincia de Lleida (imagen). Se trata, posiblemente, del único vestigio de una bellísima historia de amor, mezclada con tesoros, templarios y hasta fenómenos paranormales.

Según la tradición, hasta este recóndito lugar del Pirineo vino a morir una de las hijas del gran emperador azteca Moctezuma II. Ella habría traído consigo un inmenso tesoro imperial, conformado por más de ciento treinta y dos mil pesos en oro y joyas, calculados en valor de la época. Esta fortuna, junto a la momia de la princesa, estaría escondido en algún lugar próximo a la Sierra del Cadí. Pero, ¿cómo vino a parar una princesa azteca a los Pirineos? Aunque los conquistadores tocaron tierra en México en 1517 con Francisco Hernández de Córdoba, la expedición mejor organizada fue comandada por Hernán Cortés, en febrero de 1519.

Éste avanzó hasta el corazón del Imperio. Le acompañaban 500 hombres y 200 cargadores totonacas, porque unos treinta pueblos hicieron una alianza pacífica con el conquistador español. Y con ellos también viajaban algunos sacerdotes que sirvieron de historiadores. Sorprendentemente, no hallaron resistencia. El emperador Moctezuma invitó a Cortés y sus hombres a la ciudad de Tenochtitlan porque, según las profecías de su pueblo, un hombre blanco vendría a derrotarlos. El 30 de junio de 1520 el emperador abrió las puertas de la ciudad y alojó al conquistador en su palacio de Axayácatl, llenándole de honores. Quería comprobar si se trataba del dios Quetzalcóatl (serpiente emplumada) como sospechaba, o de un simple mortal. Pero Cortés no le correspondió del mismo modo. Deseoso por hacerse con el mítico oro azteca, convirtió a Moctezuma primero en su prisionero y después en su víctima mortal.

Pronto surgió la resistencia azteca, liderada por Cuauhtémoc, sobrino de Moctezuma que le sucedió en el trono, aunque tuvo que ceder ante la superioridad del enemigo. Una vez en poder de Cortés fue sometido a una brutal tortura para que confesara dónde se hallaba escondido el tesoro imperial. Atado a un tronco, le quemaron los pies con aceite hirviendo. Pero, a pesar de todo, no reveló su paradero. Parecía que el tesoro imperial estaba definitivamente perdido…

La leyenda

El capítulo de los caballeros de la Orden de la Corona Azteca de Francia, a la memoria de Su Alteza Imperial, Princesa Xipaguazin Moctezuma, esposa del noble Juan Grau, Barón de Toloriu». Así reza la placa que pende de la fachada de la iglesia de Toloriu, un pequeño pueblo de montaña situado en la comarca de l’Alt Urgell, provincia de Lleida (imagen). Se trata, posiblemente, del único vestigio de una bellísima historia de amor, mezclada con tesoros, templarios y hasta fenómenos paranormales.

Según la tradición, hasta este recóndito lugar del Pirineo vino a morir una de las hijas del gran emperador azteca Moctezuma II. Ella habría traído consigo un inmenso tesoro imperial, conformado por más de ciento treinta y dos mil pesos en oro y joyas, calculados en valor de la época. Esta fortuna, junto a la momia de la princesa, estaría escondido en algún lugar próximo a la Sierra del Cadí. Pero, ¿cómo vino a parar una princesa azteca a los Pirineos? Aunque los conquistadores tocaron tierra en México en 1517 con Francisco Hernández de Córdoba, la expedición mejor organizada fue comandada por Hernán Cortés, en febrero de 1519. Éste avanzó hasta el corazón del Imperio. Le acompañaban 500 hombres y 200 cargadores totonacas, porque unos treinta pueblos hicieron una alianza pacífica con el conquistador español. Y con ellos también viajaban algunos sacerdotes que sirvieron de historiadores.

Sorprendentemente, no hallaron resistencia. El emperador Moctezuma invitó a Cortés y sus hombres a la ciudad de Tenochtitlan porque, según las profecías de su pueblo, un hombre blanco vendría a derrotarlos. El 30 de junio de 1520 el emperador abrió las puertas de la ciudad y alojó al conquistador en su palacio de Axayácatl, llenándole de honores.

Quería comprobar si se trataba del dios Quetzalcóatl (serpiente emplumada) como sospechaba, o de un simple mortal. Pero Cortés no le correspondió del mismo modo. Deseoso por hacerse con el mítico oro azteca, convirtió a Moctezuma primero en su prisionero y después en su víctima mortal. Pronto surgió la resistencia azteca, liderada por Cuauhtémoc, sobrino de Moctezuma que le sucedió en el trono, aunque tuvo que ceder ante la superioridad del enemigo. Una vez en poder de Cortés fue sometido a una brutal tortura para que confesara dónde se hallaba escondido el tesoro imperial. Atado a un tronco, le quemaron los pies con aceite hirviendo. Pero, a pesar de todo, no reveló su paradero. Parecía que el tesoro imperial estaba definitivamente perdido…