miércoles, marzo 02, 2022

La Curación por las Plantas

Es lógico pensar que antes de que existiera la vida animal en la Tierra lo hizo la vegetal, modificando la atmósfera y disminuyendo el exceso de anhídrido carbónico, a la vez que aumentando el oxígeno y el ozono.

Primero hacen su aparición los vegetales más débiles, fáciles de descomponer y sin formas aún determinadas. La planta primaria carece de raíces, tallos y hojas. Los frutos empiezan a mostrarse en formas granulosas. Más tarde aparecen las fibras, que representan las raíces; apéndices foliáceos que semejan hojas; una parte más consistente que ocupa el lugar del tallo, y excrecencias que equivalen a flores y frutos.

Intentar establecer el lapso de tiempo en que estos fenómenos tuvieron lugar es prácticamente imposible, al igual que sus mutaciones. Se barajan cifras de tres mil millones de años. Partiendo de estas primeras manifestaciones de vida, que fueron las bacterias y algas, el mundo evolucionó hacia formas nuevas, con núcleos diferenciados, empezando a distinguirse el mundo animal del vegetal.

Las distintas plantas nacen, se reproducen y adaptan a los distintos continentes y climas, acatando un orden de adaptación al medio en que les es dado vivir.

Las palmeras, bananas, árbol del pan, cocoteros y otras especies de frutos carnosos alcanzan su plenitud en las regiones meridionales, mientras que el pino, el cedro, el abeto, etc.., crecen en las zonas frías y montañosas del Norte.

Es un maravilloso orden, que parece tener un fin primordial: facilitar la' vida al reino animal. Donde es necesario preservarse de las fuerzas ardientes del sol, altos y frondosos árboles suministran sombra fresca y refrescantes frutos. Allí donde el hombre necesita calor para combatir las frías temperaturas, los árboles resinosos les proporcionan leña.

Los árboles frutales, las verduras (comestibles y los cereales se prodigan por toda la Tierra, cubriendo las necesidades alimenticias y sanando a hombres `y animales.

Desconocemos con exactitud los remedios empleados por el hombre primitivo para aliviarse de la enfermedad, pero es fácil adivinar la ayuda que le brindó el mundo vegetal. Esa necesidad de los vegetales para subsistir le debió empujar a saber diferenciar las distintas plantas de su entorno, bien por las reacciones que le provocaban al ingerirlas, o bien por la observación del uso que de ellas hacían los animales. Por ejemplo, una gamuza, al ser mordida por una serpiente, venenosa corre a ingerir lechetraznas, planta que no come de ordinario y que utiliza como purgante drástico para expulsar el veneno...

El lobo, en la misma situación, cava con las uñas de sus patas para desenterrar la raíz de la dragontea, que le aliviará de igual modo.

No deja de ser curioso cómo una rata almizclera, al ser herida por un objeto punzante, sube rauda a un pino y recubre sus heridas con resina, que luego expone alternativamente al sol y a la sombra para activar su cicatrización.

¿Quién de nosotros no ha visto comer hierbas a ciertos animales cuando enferman y que en circunstancias normales aborrecen, como sucede a los gatos y a los perros?

Mas no sólo las plantas tienen' unas reconocidas propiedades sanadoras. Desde hace milenios, y en la práctica totalidad de las antiguas civilizaciones, a determinadas plantas se les atribuyeron poderes sobrenaturales y misteriosos, especialmente a las hierbas narcóticas y venenosas.

En la actualidad podemos comprobar cómo estas creencias tenían un cierto fundamento, ya que no pocas veces damos el nombre de superstición a lo que en realidad desconocemos. No hace tantos años, el Instituto de Medicina Aeronáutica, dependiente de la NASA, dirigió a los Servicios Secretos norteamericanos un informe sobre la conveniencia de investigar las reales propiedades de una planta conocida por YAGE ?que es un bejuco de la familia de las malpiáceas, exactamente el banisteriopsis caapi? con el fin de comprobar si en realidad tenía la propiedad de facilitar la visión a distancia, según aseguraban algunos científicos en un informe en el que se decía:
«El sujeto drogado con la cocción del YAGE, entra en trance y adquiere facultades paranormales, que le dan el poder de superar todo obstáculo y proyectarse mentalmente a cualquier región del globo.»

De efectos un tanto similares es el PEYOTL, Echinocactus williansi, un pequeño cactus que crece en desiertos y montañas del sur de los Estados Unidos y México, conocido por los indios como carne divina.

En el Renacimiento, alquimistas, astrólogos y físicos conocían y consumían plantas alucígenas. En la obra de Giambattista Della Porta, escrita en el 1578; se relata la forma de preparar y administrar drogas modificadoras del psiquismo. Empieza a tomar forma la idea de que esa pléyade de genios que revolucionó el mundo: Lutero, Paracelso, Cardano, Copérnico, Della Porta, etc.., conocían plantas capaces de estimular la mente. Según testimonios del propio Della Porta, formaba parte de una sociedad secreta cuyos miembros aumentaban su potencia mental y los poderes de premonición tomando una especie de hongo que en la actualidad no logramos identificar.

También por esa época tuvieron gran divulgación las expediciones científicas a selvas prácticamente inexploradas de América y África Central para investigar su flora y el empleo plantas hacían los indígenas de ciertas plantas con propiedades curativas que; al decir de los testimonios de exploradores, misioneros, ese., eran capaces de provocar auténticos milagros.

La curación por las plantas: una larga historia

Era una lluviosa mañana de la primavera del 1952 cuando .el doctor Levey tomó la decisión de visitar al arqueólogo Kramer para preguntarle si, por casualidad, tenía alguna tablilla con escritura cuneiforme que él pudiera descifrar.

Kramer no tuvo inconveniente en entregarle una serie de tablillas sumerias, todavía vírgenes, a cuyo esclarecimiento Levey se entregó durante dos semanas. El resultado no pudo ser más gratificante. Las rústicas tablillas de arcilla, a partir de ese momento, descubrieron el manual de medicina más antiguo conocido.

Curiosamente, en el mismo no se mencionaban para nada a los dioses, demonios, magia ni cualquier otro vínculo sobrenatural, como venía sucediendo en las prácticas médicas de las antiguas civilizaciones.

Formulaciones de las más variadas plantas, con sus instrucciones de preparación, se repetían a lo largo de su lectura. Un ejemplo puede ser:
«Aplástense hasta convertirse en polvo las semillas de la hierba gatera, la resina gomosa del markasi y del tomillo; disuélvanse en la cerveza y désele a beber al hombre.»

Entre las plantas utilizadas por la medicina sumeria se encontraban la casia, mirra, asafétida, tomillo, partes del sauce, pino, semillas, hojas y raíces de la palmera datilera. Los extractos del jugo de la planta los obtenían por prensado y filtración.

Antes del descubrimiento de los textos sumerios, lo más antiguo de medicina que conocíamos eran los papiros egipcios, especialmente el llamado «papiro de Ebers», escrito durante la XVIII de Tebas (1550 a.C.), y que contiene numerosas preparaciones medicamentosas a base de vegetales.

Homero, en sus obras, alaba la fabulosa riqueza de las plantas de Egipto. En uno de sus relatos cuenta cómo Helena vierte en un tazón un jugo estimulante que da a beber a Telémaco, quien está entristecido por los recuerdos de su padre. Describe la droga de forma que hace fácil identificarla con el jugo de la adormidera, planta de la que se obtiene el opio.

El «sedimento de cerveza», o lodo de cerveza, lo emplean los médicos egipcios para numerosas enfermedades, y lo hacían generalmente como vehículo de las plantas pulverizadas que debían ser tomadas. Este «sedimento egipcio» no tardaría, con el transcurso de los siglos, en ser utilizado como «levadura de cerveza» por infinidad de pueblos en el tratamiento de los trastornos digestivos y como depurativo de lagas y forúnculos.

El empleo del incienso tenía una importante razón higiénica, ya que al prenderlo su combustión liberaba «fenol», un eficaz germicida que preservaba los hogares de los malos olores y protegía de las infecciones.

Quizá alguno de los lectores se asombre si les digo que en Egipto era una práctica común el uso de anticonceptivos. Sin embargo, nada más cierto. Una fórmula que gozaba de fama de infalible era:
«Coge espigas de acacia secas, pulverízalas y su polvo mézclalo con pulpa de dátiles y miel. Impregna un pedazo de algodón e insértalo en lo más profundo de la vagina.»

Esta especie de confitura anticonceptiva, aparentemente inocua, tenía su razón de ser, ya que las espigas de acacia contienen una goma que al disolverse forma el ácido láctico. Casualmente muchas de las preparaciones anticonceptivas de hoy contienen ácido láctico.

Medicinas clásicas: Segundo y tercer milenio antes de Cristo

Corta es, en realidad, la historia médica de la antigua India, y me atrevería asegurar que está aún por descubrir, ya que empezamos a tener unos conocimientos más o menos reales a partir del descubrimiento de las ciudades de Mohenjo, Daro y Harapa, descubiertas y excavadas en la primera mitad de nuestro siglo.

El único «libro», que perduró, e hizo posible indagar en su cultura, fue el «ATHARVAVEDA». En él se encuentran las primeras referencias escritas sobre las prácticas médicas imperantes, con gran profusión de plantas medicinales. Por desgracia, la mayoría de las hierbas descritas son para nosotros irreconocibles. Recetas como la que sigue, mezcla de solicitud religiosa y aplicación de una o varias plantas, son comunes:
«Tú, que has nacido en las montañas, como las plantas más curativas, baja, oh Kushta, y destruye a Takman, arroja a Takman de aquí. Dolores de cabeza, inflamación de ojos, dolores del cuerpo, todo lo cura la planta Kushta.»

Con la invasión de la India por los arios, éstos hacen suya la muy avanzada medicina india. Debemos tener en cuenta que en aquella época ya se hacían prótesis. «Hombres expertos fabricaban ojos y piernas artificiales.» También dominaban el uso de cánulas para las retenciones de orina, etc..

La ciudad de Taxila, antes de la conquista de Alejandro, era el centro intelectual de la India, llegando la enseñanza del «ARTE DE LA VIDA» (medicina) a un nivel que sólo los griegos pudieron alcanzar.

La época de los maestros

Es posible que Grecia hubiera corrido la misma suerte que otras culturas, en su momento no menos poderosas, si no hubiera sido por el período de expansión que se inicia con el advenimiento y las conquistas de Alejandro Magno y finaliza en la batalla de Actium (30 a. de C.).

Durante este tiempo se ofrece a los griegos un mundo dispuesto a adoptar un espíritu griego, un sentir griego y, cómo no, a curarse con una medicina griega. El árbol de la cultura griega extendió sus numerosas ramas por todas partes. Y la influencia de su cultura, de su arte y de su medicina cala en lo más hondo del sentir de los hombres. Años más tarde la cultura romana reconocería esta influencia «GRAECIA CAPTA CEPIT VICTOREM» («La Grecia conquistada conquistó al vencedor»).

Contemporáneo de Hipócrates fue un herborista famoso, Crateavas, autor de un interesante manual en el que se detallaban cuatrocientas plantas con sus aplicaciones, y del que no pocos autores aseguran que Dioscórides «plagió» su famosa obra. Desgraciadamente este extremo es imposible de comprobar ya que no existe ningún ejemplar de la obra. De este herorista griefo, del que Hipócrates escribió: «Crateavas se graneó en su tiempo la más alta reputación por el gran conocimiento que tenía de las plantas.»

Otro herbo terapeuta importante fue Aristóteles, cuyas obras nos han llegado tan alteradas y deterioradas que hacen casi imposible su traducción.

En la escuela de Alejandría se estudiaban las aplicaciones de las múltiples drogas vegetales. Sin embargo, al leer el libro «Theriaca», del que es autor Nicandro de Colophon y que fue utilizado como «libro de consulta», apenas encontramos nada que no fuera anteriormente escrito por Neofrasto.

Resulta interesante hacer un breve comentario sobre los últimos ascleiones, sedes de dos importantes escuelas médicas: la de CNIDO y la de COO Ambas por sus estudios, por sus obras y, posiblemente, por su competencia y declarada rivalidad, fueron motivo de un importante avance de las ciencias médicas.

Con la llegada del Imperio Romano surgen una serie de geniales médicos, entre los que sobresalen Celso, Andrómaco, Escribonio, Plinio y el más conocido entre los estudiosos de las plantas medicinales: Dioscórides.

Por cierto, Plinio escribió una historia sobre los habitantes de la península Ibérica, de la que por su originalidad y rareza me voy a permitir reseñar algunos párrafos:
«Aquellos que habitan cerca del río Duero viven muy frugalmente, se dan , fricciones con ungüentos dos veces al día, se lavan y bañan con agua fresca y sólo hacen diariamente una comida muy parca y frugal; examinan las venas de los costados, toman el pulso y predicen lo futuro por los cadáveres. Los habitantes de la montaña lo pasan medianamente; beben sólo agua, duermen en tierra, hacen acopio de bellotas dos veces al año, las cuales secan y muelen para harina, que conservan. Usan de manteca en lugar de aceite. Los que habitan en los pueblos duermen en camas de hierbas, ponen los enfermos en las cales, según costumbre de los fenicios, para que los transeúntes los examinen, etc.. Usaban también del veneno, que preparaban con una hierba y muy, parecida al apio, la cual quitaba la vida sin dolor.»

Hipócrates, «padre de la Medicina» y símbolo de la Medicina griega, nació 460 años antes de Cristo.