martes, marzo 01, 2022

La Autorrealización Espiritual

Conferencia presentada en la Sociedad Teosófica de Barcelona el 11 de mayo del 2001, por una estudiante de la “Escuela Arcana” y enviada a nuestro portal. Esta charla se desarrolló en el marco de unas jornadas promovidas por el Movimiento Universalista Nueva Era.

Buenas tardes a todos, y bienvenidos a esta reunión en la que, a lo largo del fin de semana, vamos a hablar y reflexionar conjuntamente sobre un tema tan evocativo como es la autorrealización espiritual. Me gustaría en primer lugar agradecer a los organizadores de este encuentro el trabajo y tiempo que han dedicado para poder reunirnos aquí, y a todos los asistentes por su presencia– muchas gracias a ambos.

Quisiera empezar recitando un verso del Bhagavad Gita que contiene, en muy pocas palabras, un resumen conciso de los requisitos y metas de todo proceso de autorrealización espiritual:
Sé intrépido y puro; nunca vaciles en tu determinación hacia la vida espiritual. Da libremente. Domínate a ti mismo, sé sincero, verdadero, amoroso y lleno del deseo de servir. Cumple la verdad de las escrituras; aprende a ser desapegado y a ser feliz en la renuncia. No caigas en la irritación ni hagas daño a ninguna criatura viviente, sé compasivo y amable; muestra buena voluntad a todos.

Cultiva vigor, paciencia, voluntad, pureza; evita la malicia y el orgullo. Entonces, Arjuna, alcanzarás tu destino divino.

Si buscamos la definición de la palabra espiritual en el diccionario, nos encontramos con “perteneciente o relativo al espíritu”. Y, ampliando la búsqueda a espiritualismo, tenemos lo siguiente: “Sistema filosófico que defiende la esencia espiritual y la inmortalidad del alma”. El término espiritual no debe confundirse con la palabra “religioso”, pero tampoco deberíamos emplearlo para describir exclusivamente al buscador de verdades elevadas. Es, más bien, una palabra cuyo sentido debe adaptarse al grado de evolución de cada persona, porque aunque todos somos iguales ante el Padre, la experiencia de cada alma en los tres mundos depende de la cantidad de veces que ha encarnado, produciéndose infinitas gradaciones en nuestra escala evolutiva, de manera que para algunos de nosotros, en una etapa específica de nuestra evolución, es tan espiritual el hecho de poder adquirir una vivienda, o conseguir un trabajo estable, como para otras personas –que llevan más tiempo caminando por el sendero de la búsqueda espiritual– el pasar una determinada iniciación. La diferencia estriba en que estas últimas personas, al asumir conscientemente su desarrollo, tienen un grado de responsabilidad respecto a sus actos mucho mayor que las anteriores...

La evolución natural de la raza humana va dirigida a una espiritualización progresiva y –aunque decidiésemos no acelerar nuestro proceso, acabaríamos llegando siempre al mismo destino, si bien el lapso de tiempo sería inmensamente mayor. Pero el hecho es que, a partir de un momento dado, después de atravesar un prolongado período de desilusión e insatisfacción con los objetivos y valores habituales a nuestro entorno material, el individuo intuye que existen otras realidades, otros caminos, que evocan una auténtica resonancia en su interior. Y a partir de entonces, se abre ante él la posibilidad de asumir la responsabilidad de su proceso evolutivo, participando conscientemente en él e intensificándolo, de manera que el tiempo invertido en recorrerlo sea decisivamente menor que abandonándolo a su desarrollo natural. Y es aquí, en este punto, donde se inicia la autorrealización espiritual consciente de una persona.

El punto evolutivo al que acabo de referirme, ese momento en alguna vida en que el individuo deja de identificarse con los valores materiales por los que nos regimos habitualmente, y se enfrenta a la búsqueda de un desarrollo espiritual desconocido, pero que intuye como lo único verdaderamente esencial para él, está descrito en las antiguas enseñanzas como un punto crítico en la evolución del ser humano: es el momento en que lo que se conoce como el “sendero descendente” toca fondo, y ante el individuo se abre, por primera vez, el “sendero de retorno”, el camino de regreso al hogar del Padre. Cuando decidimos emprender conscientemente este sendero de retorno, estamos dando nuestros primeros pasos en un proceso de autorrealización espiritual. Y estamos empleando una expresión sumamente precisa, porque a lo largo de todo este proceso que se extiende ante nosotros, no se produce un solo milímetro de avance que no haya sido emprendido y resuelto por nosotros mismos. Tal como dice una conocida expresión, “El discípulo es autodidacta”. Es una referencia más a que, en este sendero de retorno, no valen más conocimientos ni aprendizajes que los que uno mismo experimenta, aceptando la responsabilidad de su propio progreso. En ese sentido, conviene tener presente que las distintas escuelas de pensamiento en las que nos apoyamos inicialmente, nos facilitan unas pautas que nos ayudan a prepararnos en nuestro caminar. Pero la responsabilidad es nuestra, y estamos solos desde el primer paso que damos. Y esta soledad es una de las características inherentes al sendero de retorno.

Así, habiendo llegado al punto crítico en que decidimos “volver”, ¿Cuál debería ser la piedra angular de nuestra autorrealización espiritual? Prácticamente todas las corrientes de pensamiento coinciden en basar el progreso espiritual del estudiante en la práctica constante de tres disciplinas fundamentales: el estudio, la meditación y el servicio. Sin embargo, estas tres claves se apoyan a su vez en otra, que a veces olvidamos mencionar porque se sobreentiende, pero que constituye el cimiento esencial sobre el que se erigen las otras tres, y que es la purificación o depuración de la naturaleza inferior que lleva, a través del olvido de uno mismo, de la inofensividad y de un empleo correcto de la palabra, al control de la personalidad por parte del alma. Me gustaría hacer hincapié en esto –es, ciertamente, la base de todo desarrollo ulterior, ya que sólo habiendo logrado la plenitud de la personalidad podemos dar el siguiente paso, que es la apropiación de la personalidad por parte del alma. El estudiante debe trabajar constantemente sobre sí mismo, teniendo siempre presente que la finalidad de esta purificación no es la auto perfección, sino el servicio a la humanidad. Y es su progreso en esta creciente impersonalidad lo que le permite avanzar en los otros tres campos. Y con la palabra impersonalidad no me refiero a lo que normalmente entendemos por “trato impersonal”, sino a la liberación que produce un creciente desapego respecto a las limitaciones de la propia personalidad, con su estrechez de criterios y su perspectiva arbitraria y miope.

No hace falta decir mucho sobre el estudio. La lectura diaria de textos y enseñanzas espirituales así como el estudio de los antiguos símbolos, amplía nuestra perspectiva y prepara nuestro equipo mental para futuras expansiones de consciencia. Textos como el Bhagavad Gita, los Sutras de Yoga de Patanjali, o el Sermón de la Montaña, nos han guiado desde hace milenios, inspirándonos y ampliando nuestra comprensión de ciertas verdades fundamentales.

El ejercicio diario de la meditación es esencial para poder cooperar conscientemente en nuestro desarrollo espiritual. ¿Qué entendemos por meditación? Algunas de las definiciones que da Alice Bailey, la fundadora de la Escuela Arcana, en sus libros son sumamente claras: según ella, la meditación puede definirse como la ciencia de unión entre el alma y la personalidad, y su objetivo es permitir al hombre ser, en la manifestación externa, lo que es en su realidad interna, y hacer que se identifique con su aspecto alma y no simplemente con sus características inferiores. Esta ciencia de unión, que nos permite llegar a una experiencia directa de Dios como Causa Eterna y origen de todo cuanto es, implica disciplinar la vida y produce, finalmente, la iluminación. La clave del éxito en la meditación radica en una práctica constante y correcta.

En cuanto al servicio, el Tibetano lo define como un instinto del alma, y el primer efecto real que se evidencia en el plano físico de que el alma está empezando a expresarse en nosotros. Servir empieza, simplemente, con el cumplimiento perfecto de todas nuestras obligaciones y con el hecho de asumir nuestras responsabilidades familiares y de todo cuanto constituye nuestro entorno inmediato. Mediante el desarrollo de estas dos actividades emergerán esas obligaciones más extensas que llamamos trabajo mundial, y nuestros hombros se fortalecerán para poder cargar con las responsabilidades del grupo mayor. Servir no es fácil. Implica un sacrificio de tiempo, de interés y de nuestras ideas personales. Exige un trabajo duro, porque requiere que realicemos un esfuerzo deliberado, con una sabiduría consciente y con capacidad de trabajar con desapego. El tipo de servicio al que podemos dedicarnos surge exclusivamente como resultado de nuestro trabajo de meditación –es el alma la que debe indicarnos nuestro campo de servicio. Pero conviene tener presente que nuestro trabajo abarcará incluso los momentos de relajación, y por ello es fundamental desarrollar una aguda discriminación respecto a qué es esencial y qué no.

Cuando logramos instaurarnos en este ritmo de estudio, meditación y servicio, y además vivimos una vida que constituye un ejemplo para los demás, olvidándonos de los resultados y aprendiendo a trabajar con desapego, empezamos a avanzar, aunque casi imperceptiblemente. En los primeros estadios, si nuestro trabajo y dedicación son reales, serán las personas que nos rodean quienes notarán los cambios –el estudiante suele estar demasiado frustrado luchando por disciplinar su vida como parar percibir nada de ello!

La persistencia en esta triple actividad de estudio, meditación y servicio que acabo de comentar, nos conduce, eventualmente, de una expansión de consciencia a otra. Estas expansiones, que también conocemos por el nombre de iniciaciones, son puntos de logro y, a la vez, de inicio. Implican que la persona ha conseguido un dominio total sobre un área determinada de su trabajo, por lo que puede enfrentarse a un nuevo ciclo de experiencia, que le requerirá el desarrollo de una actividad de servicio mucho más amplia, y una mayor responsabilidad.

Una de las cosas más notables que suceden a lo largo del camino es que, a medida que su consciencia se expande, el individuo empieza a percibir que no está sólo, sino que forma parte de un grupo de almas que le apoya y sustenta, y en el que debe aprender a funcionar como fracción integrante de una totalidad mayor. Parte de la belleza de nuestra evolución espiritual es que todo esfuerzo realizado por avanzar ejerce un efecto –en espirales cada vez más amplias– sobre todo cuanto contactamos, bien sean devas, hombres o animales, por lo que nadie progresa sin que su hermano se beneficie. En el trabajo grupal, este beneficio supone un aumento de la consciencia total del grupo, la estimulación de sus componentes individuales, y un mayor efecto curativo o fusionador del grupo sobre otros grupos afines. La preparación para poder encajar eficientemente en el grupo es difícil: el individuo debe aprender a supeditar el bien y el placer personal a las condiciones y requerimientos de éste, así como a trabajar en una estrecha cooperación mental y espiritual con los restantes miembros, para lo cual deberá subordinar sus ideas personales e incluso su propio crecimiento a las necesidades del grupo, y todo ello requiere tiempo. Pero a medida que la identidad e integración del grupo se convierte en el pensamiento dominante de la consciencia grupal, el deseo de crecimiento y satisfacción espiritual personales quedan relegados a un segundo lugar.

Dado que estamos hablando de la importancia del trabajo grupal, me gustaría decir unas palabras sobre un grupo significativo al que, en la Escuela Arcana, se denomina el “nuevo grupo de servidores del mundo” (NGSM). El Maestro Djwhal Khul cuenta, en Tratado sobre Magia Blanca, que a la Jerarquía espiritual le pareció oportuno extraer, de los numerosos grupos existentes, un grupo formado (al igual que la Jerarquía) por hombres de todas las razas, tipos y tendencias, y en el que los miembros estarían encarnados, pero realizando su tarea de forma totalmente subjetiva, empleando su mecanismo sensible interno y su intuición. El grupo existe en la actualidad, y se compone de millones de hombres y mujeres de todas las nacionalidades, edades, posiciones y credos. Todos ellos poseen una orientación espiritual, son servidores conscientes, están alerta y polarizados mentalmente, y son inclusivos. Además, son capaces de trabajar –sin recibir reconocimiento alguno– en los niveles subjetivos, lo que implica que están libres de toda ambición y de cualquier orgullo racial o relativo a sus méritos personales. El impulso que les motiva y vincula es un amor de Dios que se demuestra en forma de amor a sus semejantes. Conocen el verdadero significado de la palabra “hermandad”, y llevan vidas de servicio voluntario desarrollado con total olvido de sí mismos y sin reserva alguna. Todos los verdaderos servidores pertenecen a este grupo, lo sepan o no, y su línea de servicio puede hallarse en el campo cultural, político, religioso, económico, científico o psicológico.

El NGSM actúa como mediador entre la Jerarquía y la humanidad, y medita el Plan divino hacia su manifestación, transformando las ideas superiores en ideales capaces de atraer las mentes de los intelectuales quienes, a su vez, imparten estos ideales a la humanidad, de manera que obtengan el reconocimiento necesario para convertirse, a su debido tiempo, en los cimientos de un nuevo orden social.

Una de las actividades más importantes que está desarrollando y fomentando el NGSM en la actualidad es el establecimiento de unas correctas relaciones humanas entre individuos, grupos y naciones.

La posibilidad de colaborar con este grupo de servidores dedicados constituye una de las principales aspiraciones de todo peregrino. Las reglas para formar parte de este grupo son tres: aprender a practicar la inofensividad; no desear nada para el yo individual; y buscar la señal de la divinidad en todos los seres. Se trata de reglas sencillas, pero difíciles de cumplir. Sin embargo, se nos dice que allí donde dos o tres personas se reúnan en nombre del Maestro de la Jerarquía, la energía fluirá; y allí donde la buena voluntad constituya un objetivo y evoque un esfuerzo del tipo que sea, la energía de la voluntad-al-bien se dejará sentir.

Paso a paso, vida a vida y de expansión en expansión, el ser humano avanza como un peregrino por este sendero de retorno, cada vez más depurado y luminoso, cada vez más una expresión viva del espíritu, viviendo como un punto de tensión espiritual que reparte horizontalmente, en amoroso servicio a la humanidad, toda energía superior que ha contactado verticalmente por medio de su vida como alma. Cada paso dado ensancha nuestra perspectiva y aumenta nuestra responsabilidad. Cada objetivo logrado nos abre las puertas al siguiente. El mismo Cristo y Su hermano, el Buda, se preparan para asumir responsabilidades todavía mayores en nuevas áreas de servicio que se hallan totalmente fuera de nuestro alcance intelectual. Esa autorrealización espiritual que se inicia con unos móviles que son, casi con toda seguridad, egoístas, va dejando paso lentamente a un ritmo de vida en que el hombre, ahora un servidor, busca su propio progreso únicamente para poder servir mejor, impelido por su amor al Plan de Dios, a la humanidad, y a Quienes sirven al Plan. El sendero que se ha abierto ante nosotros continúa más allá de lo que nadie puede imaginar. El viaje es duro desde el punto de vista material, pero ya no queda nada atrás que pueda atar al peregrino. Y ante él sólo se abre el camino que va haciendo, paso a paso.

Me gustaría, para finalizar, leer unas palabras con las que se inicia uno de los libros de la serie Agni Yoga:
Caminante, amigo, viajemos juntos. La noche se aproxima, hay animales salvajes cerca, y la hoguera de nuestro campamento podría apagarse. Pero si acordamos compartir la guardia nocturna, podemos conservar nuestras fuerzas.

Mañana nuestro camino será largo, y es posible que nos agotemos. Caminemos juntos. Tendremos alegría y celebraciones. Cantaré para ti la canción que cantaban tu madre, tu esposa y tu hermana. Tú me narrarás la historia de tu padre acerca de un héroe y sus hazañas. Que nuestro camino sea uno.

Cuida de no pisar un escorpión, y avísame si hay víboras. Recuerda, debemos llegar a cierto pueblo en las montañas.

Viajero, sé mi amigo.