jueves, abril 07, 2022

La Magia de las Plantas

Magia del sauce
Entre los griegos, el sauce blanco era símbolo de castidad y esterilidad. Las mujeres ponían en su lecho las ramas estériles (masculinas) de sauce, quizá como anafrodisíaco, y no tenían relaciones sexuales unos días antes ni durante las fiestas.

Las tradiciones populares relacionan los sauces huecos con espíritus malignos y brujas. Según un antiguo relato, las brujas tienen preferencia por ocultarse en forma de hermosas muchachas en el interior de sauces huecos, para parecer después como gatos resoplantes que asustan a los aldeanos.

“He aquí lo que debéis hacer: primero construiréis una cabaña de sudar, en la que os purificaréis, y para eso debéis seleccionar doce o dieciséis sauces pequeños. Pero antes de cortar los sauces, no olvidéis hacerles una ofrenda de tabaco y cuando estéis ante ellos diréis: Hay muchas especies de árboles, pero os hemos escogido a vosotros para que nos ayudéis. Vamos a arrancaros, pero otros vendrán en vuestro lugar.”

Magia de la retama
La retama o genista, de ramas floridas que se utilizaban antaño en farmacia y tuvo algún uso en Medicina formando parte de los brebajes amargos que se daba para abortar y echar el demonio del cuerpo, costumbre que subsistía en lugares de Valencia en tiempos no lejanos.

En Roma, donde las escobas se hacían de retama, fue tenida por planta mágica relacionada con el falo, por lo que se creyó que la muchacha que jugando hiciera como que cabalgaba sobre ella, terminaba preñada antes de casarse.

En Galicia solía colgarse ramas de retama en la puerta de casa de los recién nacidos del mes de Mayo, o 'amayados', para evitar que sucumbieran al mal fario de los nativos de ese mes, cuyo destino era el de ser enclenques.

Estuvo antaño relacionada con los muertos, y con sus ramas se cubría el cadáver. Su flor, vinculada a la llegada de la primavera, estuvo asociada al mundo amoroso. A este respecto, el poeta catalán Joan Maragall escribe esta redondilla:
La ginesta altra vegada!
La ginesta amb tanta olor!
Es la meva enamorada que ve al temps de la calor....

Es flor emblemática del pueblo catalán, y su olor el de Cataluña entera.

Sebastián de Covarrubias escribe al respecto de este arbusto en su Tesoro de la Lengua (1611):
Es una especie de esparto que en latín se llama genista y en vulgar ginesta.

Tiene muchos provechos en medicina, los cuales podrás leer en Dioscórides ... Nuestro poeta Garcilaso le dio epíteto de amarga, diciendo: 'Amargo al gusto más que la retama'. De esta mata abundan muchos campos y la gastan en los hornos de cocer pan. Su etimología trae origen del hebreo ... retamim. Tamarid cuenta este nombre entre los arábigos.

Es voz hispano-árabe, de ratam, de uso documentado no anterior al siglo XIV. En el Libro de la Montería se lee: Et después sea hí echada bizma que sea fecha de retama con claras de huevos. En el castellano antiguo el término para esta planta también llamada mírica, es el de iniesta = genista.

Magia del espliego
En las tradiciones asturianas se identifica al espliego y al tomillo con una serie de ritos mágicos relacionados con las vísperas del día de San Juan y la creencia en las xanas o ninfas de fuentes y montes, espíritus femeninos de la Naturaleza.

También en la antigua Corona de Aragón, desde Huesca a Valencia, esta planta aromática de flores azules en espiga purifica estancias y habitaciones librándolas de influencias negativas y malos espíritus, a la par que aromatizan las alcobas por lo excelente de su olor, que se adhiere a las paredes y a la ropa usado en sahumerio.

Recuerdo que siendo niño en Alcira, junto al Júcar, una ramita de espliego servía para ahuyentar mal farios y desgracias.

A fin de abundar en la excelencia de esta planta, cuenta un curioso caso, en su Historia oculta del mundo vegetal, Jesús Callejo, quien asegura que en el pueblo de Valensole, en la Provenza francesa, en julio de 1965, se vio bajar de un ovni a dos pequeños tripulantes que se dedicaron a recoger matas de espliego para llevarlas a su sideral destino.

Ya los griegos la tenían en gran aprecio, como deja ver el médico y botánico griego del siglo I Dioscorides, en su tratado Acerca de la materia médica.

Fue a lo largo de la Edad Media planta conocida por brujas, alcahuetas y hechiceras: La Celestina tenía en su casa raíces y hierbas colgadas del techo, entre ellas la flor del saúco, la mostaza, el laurel blanco y el espliego.

Magia del estramonio
El estramonio, una planta de grandes flores blancas y acampanadas y de frutos verdes llenos de espinos, es el ingrediente principal de los ungüentos mágicos que las bruxas emplean para volar por los aires encima de su escoba. Gracias a esto pueden conocer lo que sucede en ese momento en otros lugares.

Magia del fresno
El fresno tiene la función de canal de energía y de la energía misma, de la esencia vital del universo, capaz de manifestarse en innumerables formas. Contiene en si todas las polaridades, pero por otro lado, este árbol nos habla continuamente de su ideal, la luz.

Los ramos de fresno se abren hacia la luz, la abrazan y se multiplican en infinitos abrazos que buscan abarcarla, pero no la atrapan ni la absorben con avidez: la tamiza, la deja caer y resbalar a través de sus hojas. Su sombra es ligera. A través de sus formas y de su carácter, el fresno nos habla de la pureza, que pertenece a quien fluye y se entrega y es capaz de permanecer arraigado sin renunciar el vuelo. Este carácter solar es quizá más firme y patente que en ningún otro árbol.

El fresno es protector de casas y bordas: las mantiene sombreadas en verano mientras en invierno deja pasar el sol, y en tiempos de tormenta, según tradición de toda la Sierra, aleja al rayo. “Algo habrá”.

Magia de los árboles 

Abella
Magia del helecho El helecho, que nunca florece, puede crear de un modo milagroso una mágica flor, entre la sexta y la séptima campanada de las doce de la Noche de San Juan, y este hechizo proporciona la invisibilidad para quien lo presencie y tenga la suerte de coger dicha flor con sus manos.

Magia del laurel
El laurel, metamorfosis de la ninfa Dafne, deseada por Apolo, representa las manifestaciones públicas de ceremonias gloriosas, y con sus hojas siempre verdes se hacían coronas. Por contra, el laurel cerezo representa las manifestaciones ocultas de ritos secretos, que pasan desapercibidos al pueblo pero no a los magos, brujos y hechiceros. En cuanto comienza a tronar, los campesinos astures lo queman delante de su hogar, y su eficacia es mucho mayor si ha sido bendecido el Domingo de Ramos. En este sentido, en San Esteban de Sama hay una yerba amarilla y larga la yerba de la centella-, que preserva del rayo a quien la tiene. Tanto el laurel como la herba empreñadeira (borraja) acaban con la infertilidad si son colgadas de la cama. Se cuenta sobre esta última planta que aquélla muchacha que la pisa queda embarazada, y son muchas las jóvenes que conciben un hijo por oler el aroma de una flor o comer una fruta.

Magia del olivo
El poeta latino Virgilio tenía a este árbol por símbolo de la paz; de hecho, el mundo antiguo lo rodeó de reputación y predicamento, aunque es árbol vulnerable según los antiguos, circunstancia de la que se hace eco Alonso López de Corella en sus Secretos de Philosophía (1546) asegurando que la saliva de la cabra puede matarle, sobre si ha sido plantado por una prostituta, en cuyo caso aunque creciere no dará fruto.

Oí decir siendo estudiante en Sevilla que quien muere en un olivar va al cielo y tiene dulce muerte, creencia acaso basada en la placidez del rostro de Jesús en el paso procesional de La oración del huerto, donde se refleja el estado de ánimo del Señor en vísperas de su prendimiento en el huerto de los olivos de Getsemaní, junto a Jerusalén. Todavía hoy, quien ha visitado el lugar sabe que se experimenta una paz interior especial, acaso porque desde allí se contempla en todo su esplendor la Ciudad Santa.

Se dice que a quien sueña con este árbol se le augura fortuna si es varón, y si es mujer joven un buen partido; a la casada, más hijos aunque no los quisiere.

En la Mancha se tiene por cosa cierta que en año bisiesto los olivos presentan las hojas vueltas del revés, anunciando así la probabilidad de que algo aciago acontezca:
Como es año bisiesto, morena, ¿lo ves?: las hojas del olivo vueltas del revés.

Es voz latina, de olivus, de uso temprano en castellano. Gonzalo de Berceo emplea así el término en su Vida de Santa Oria, a principios del XIII: Vido redor el monte una bella anchura, en ella de olivos una gran espesura, cargados de olivas mucho sobre mesura podrie vivir so ellos omne a grant folgura.

Magia del roble
El hombre antiguo creyó que la madera de este árbol da suerte en los negocios, protege en los viajes y contrarresta todo mal influjo, y a ese fin se llevaba un pedacito de madera de este árbol sagrado para tocarla llegado el caso.

Los griegos escogieron el roble por ser el más frecuentemente alcanzado por el rayo, símbolo de la divinidad: donde va el rayo está la morada de dios; este árbol estaba asociado a Zeus, por lo que tocar el tronco del roble era entrar en contacto con la divinidad, convicción que heredaron los romanos y conocieron los pueblos bárbaros, que lo dedicaron al dios del trueno, Donar.

Talarlo o quemarlo trae malísimas consecuencias a quien lo hace. Los druidas, o 'sacerdotes del roble', aseguraban que en su interior se esconde la piedra del rayo, piedra cuya virtud conjura la tempestad y previene de morir alcanzado por ese meteoro a quien la lleva.

En Asturias se cree que la madera del carbayu o roble sirve para quitar el aguellu o mal de ojo, y en Aragón se le atribuye poder similar al del pararrayos.

Es creencia general en el campo leonés que el rocío recogido bajo las ramas del roble tiene efectos benéficos. Posee asimismo don de curar la hernia.

Magia del romero
Quién regala a quien ama un ramito de romero nunca será olvidado; por eso se cree que en todo ramo de flores que se ofrece a una doncella o se lleve a una parturienta debe haber al menos una ramita de romero.

Llevando una brizna de esta planta encima se tiene suerte, y si crece junto a una casa, los que la habitan serán afortunados. Gabriel Alonso de Herrera asegura en su Obra de Agricultura, a finales del XV: Tiene mucha virtud así su rama como su flor y hacen della lectuario con azúcar, lo cual tomado de mañana con un trago de vino blanco es muy singular cosa para los que tienen desmayos y mal de corazón y para los que tienen dolor de estómago; conforta la digestión, quita la ventosidad. Para los que no pueden orinar, cuezan las hojas o flor en buen vino y póngalo emplastado caliente junto a los miembros genitales. Si lo cuecen en agua y toman aquel vapor por bajo, limpia la madre y conforta y ayuda a concebir a las mujeres. El aceite de romero es muy singular cosa untar con él las manos a quien le tiemblan. Tira las manchas de la cara. Comida la flor del romero en ayunas sana las enfermedades del pecho y alegra el corazón. Es muy bueno hacer de estas flores con otras yerbas olorosas ensaladas cogiéndolas por la mañana. Lavándose las piernas y cuerpo en agua de romero conserva la salud y entestece las carnes, y lavando con ella los niños se crían muy bonitos. Cuando trasiegan el vino echen buena cantidad de la flor del romero y conservarse ha más tiempo y terná buen olor. Puesta la flor entre la ropa olerá bien y no la dañará la pulilla. Tomando el humo de ella en la cabeza hace purgar el romadizo; sahumando con el romero la casa desencona el aire, hace huir todas las animalias ponzoñosas y es bueno contra las enfermedades ocultas de los niños Es bueno quemarlo por las calles en tiempo de pestilencia. Son tantas las virtudes y excelencias de esta planta que bastarían para henchir un libro, y aun trayendo consigo la flor, andará alegre: es cosa común decir que della huyen los enemigos. Sebastián de Covarrubias dice esto en su Tesoro de la Lengua (1611): Sus virtudes no están todas descubiertas porque dicen ser innumerables; ay tanto de ello en España que calientan con él los hornos, sin embargo de que de sus hojas y de sus flores y de su aceite se han hecho grandes experiencias. Llamase romero del nombre latino ros marinus.

En muchos lugares de España se rocía la puerta de casa con agua de romero para evitar que salga de ella la felicidad o entre el mal fario y la desgracia. Es una de las creencias más antiguas de la Humanidad. En la civilización egipcia el romero o rosmarino era planta sagrada, tanto que no podía faltar en el ajuar funerario porque su aroma envolvía el interior de la tumba asegurando al difunto la alegría en su camino hacia el reino de los muertos.

En Grecia estaba consagrado a Venus por creerse que tenía el don de conceder eterna juventud, y servía de incienso, mientras en Roma era símbolo de la fidelidad en el amor y la constancia, ya que nunca pierde su verdor, razón por la cual estaba siempre presente en las ceremonias nupciales, y en las lápidas funerarias como símbolo del descanso y la bienaventuranza.

Es planta rodeada de leyendas: los Evangelios Apócrifos refieren cómo la Virgen en su huida a Egipto cubrió un arbusto de romero con su manto azul, y desde entonces las florecillas blancas se trocaron en azules. En la Universidad Hispalense, donde estudié mis primeros años de universidad, algunos estudiantes del pueblo de Montellano potenciaban con él la memoria en días de examen. La copla, atenta a conectar con la dimensión poética de las cosas, canta:
¿Qué tienes en el pecho que tan bien huele...? ¡Azahar de la India, querido, y romero verde!

Por ser arbusto que brota de manera espontánea en tierras próximas al mar los latinos llamaron a esta planta ros marinus = rocío del mar, luego evolucionado hacia voces como 'romerino', forma positiva que por parecerse a un diminutivo debió dar lugar al término actual. Juan Corominas, en su monumental Diccionario Crítico Etimológico admite otra posibilidad: la forma latina ros maris > romaris> romarius de donde vino romero.

Magia de la encina
Aspectos culturales e históricos Desde que nuestro país tiene historia y hasta casi los albores de la Edad Moderna estaba cubierto por un casi impenetrable bosque que estaba dominado por encinas, pero donde también había lugar para los alcornoques, los quejigos y otros robles, bajo estos árboles crecían también jaras, lentiscos, retamas, madroños, labiérnagos, cantuesos, etc., conjunto al  que se le denomina bosque mediterráneo.

A lo largo de la Historia, la encina jugó un destacado papel en la economía del hombre mediterráneo, que la utilizó de las más variadas formas y para los usos más diversos. Sin embargo, aún siendo ésto de tanta importancia es quizá más relevante el papel que ejerció fuera de los terrenos de lo puramente material y que contribuyó a la configuración y desarrollo de muchas costumbres y tradiciones así como a la evolución de creencias muy arraigadas. (ROSA MARÍA GERMAN, 1996).

No pocas ciudades fueron fundadas allí donde existían grandes árboles de encina para auspiciarse la fortuna.(MORO, R., 1995).

Esta influencia tiene como punto de partida tiempos muy remotos, hundiendo sus raíces en esa época oscura en la que Europa se hallaba cubierta por extensísimos y frondosos bosques que provocaron en los humanos profundos sentimientos de temor e indefensión, de soledad y miedo ante sus amenazantes espesuras. Estos sentimientos les llevaron a situar en ellos espíritus y dioses, a reverenciar a los árboles, a adorarlos y, en suma, a convertir a los bosques en verdaderos santuarios naturales: los bosques sagrados. (ROSA MARÍA GERMAN, 1996).

La encina fue, junto con el roble, árbol sagrado en la Península Ibérica, al igual que en el resto del mundo mediterráneo. Recibió culto entre los celtíberos, que, como otros pueblos pastoriles, rechazaban los grandes templos, llenos de estatuas, propios de las sociedades agrícolas (ROSA MARÍA GERMÁN, 1996). Los celtas totemizaron a la encina, llamaron a ésta Kaërquez, lo que significa árbol hermoso, palabra que hoy bajo la acepción latina de Quercus da nombre científico a este mítico árbol. La acepción ilex proviene de ilicis, ilicina, alcina, encina (MORO, R., 1995).

Entre los celtas existían los druidas (sacerdotes celtas, grandes sabios de los árboles) cuyo nombre proviene del término dryadas, que significa sacerdote de las encinas, estos danzaban alrededor de las encinas, en sus rituales. En la tradición celta si un enfermo era pasado por las hendiduras de la corteza curaría, y para defenderse de cualquier mal, los celtas colgaban en sus ramas algunas de sus ropas. (YAÑEZ SOLANA, M., 1996).

Debieron ser abundantes en nuestro país los encinares sagrados, aunque son muy escasas las noticias que sobre ellos poseemos. A través de Marcial (S.I) conocemos la existencia de uno de estos encinares en el monte "Burado", lugar de confusa identificación y otro que estaba situado a los pies de la Sierra del Moncayo, muy cercano al pueblo de Beratón y próximo al de Cueva de Agreda, los dos en Soria. El lugar se encuentra relacionado con algunos mitos y leyendas (Caco, los siete Infantes de Lara) quizá producto de la sacralidad del lugar. (ROSA MARÍA GERMÁN, 1996).

Estos bosques sagrados estaban fuertemente protegidos y la rigidez de su culto debió ser notable a juzgar por las noticias que nos han llegado de fuera de nuestras fronteras. Recientemente, se ha podido comprobar que esa rigidez hay que hacerla extensiva a nuestra Península, ya que según las comunicaciones presentadas en el XXV Simposio de la Sociedad de Lingüística, celebrado en Zaragoza el pasado mes de diciembre, el primer bronce encontrado en Contrebia Belaisca (Botorrita), en el año 1970, es una ley que hace referencia a un bosque sagrado, un encinar, y que establece toda una serie de prohibiciones, normas y castigos para su protección, indicando también que se encuentra vigilado. (ROSA MARÍA GERMÁN, 1996).

Símbolo de justicia y fuerza, la encina ocupó también un destacado lugar en las creencias del mundo clásico. Los aqueos, que constituían la más antigua de las familias griegas, celebraban, según el testimonio de Tito Livio, bajo una encina sagrada sus reuniones comunales en las que se tomaban las decisiones más importantes. (ROSA MARÍA GERMÁN, 1996).

La encina era considerada como árbol feliz y divino, los griegos la habían dedicado a diversas divinidades (MORO, R., 1995). Estos árboles formaban también parte del conjunto de ritos y creencias que los griegos utilizaban para obtener el conocimiento de lo divino y de lo humano. En Dodona, Épiro, al pie del monte Tmaros, se encontraba el más antiguo de todos los santuarios dedicados al dios Zeus, en él se practicaba la adivinación interpretando el murmullo que el viento producía en las hojas de una gran encina sagrada que estaba situada en el recinto del santuario. No menos célebre que el de Dodona fue el santuario de Zeus en Ammón (Egipto) donde se practicaba la misma suerte de adivinación.

Los romanos consagraron la encina a Júpiter, pues la consideraban símbolo de la constancia y la fidelidad.

Caius Plinius (23 a 79 d. C.) que estuvo en España desempeñando el cargo de procurador de la Citerior, relata en su “Naturalis historia” : la bellota figura entre los postres, y tostada entre ceniza es más dulce.
(MANDERSCHEID BAUER, E., 1980).

Hace 2.000 años ya hablaba Estrabón de este recurso entre los hispanos.
(ABELLA, I., 1996) : “En las tres cuartas partes del año, los montañeses no se nutren sino de bellotas, que secas y trituradas se muelen para hacer pan, el cual puede guardarse durante mucho tiempo”.

En la obra más importante sobre la agricultura y los montes de la España musulmana, el “libro de Agricultura”, del sevillano Abu-Zacaría, conocido también con el nombre de Ebu-El-Awam. De la encina, dice: hay de varias clases: de bellota larga y corta, dulce y amarga, la cual es montesina, que ni cría en los prados (o valles) ni en los márgenes de los grandes ríos. El plantío... se hará por febrero, y de las altas laderas le convienen los lugares fríos y la tierra gruesa y fuerte, estercolada con boñiga mezclada con polvo. La tierra a propósito para la encina es la fuerte, sin humedad, como la de montañas y la arenisca. También lo es la bermeja que, permaneciendo dura después de las lluvias, se asemeja a la escoria del hierro.

Por otro lado, escribe: La encina es un árbol silvestre que nace de suyo en montes entre piedras y en terrenos duros y no duros... y se hace más corpulenta en tierra donde hay agua. Es interesante su descripción de la encina con bellota dulce, con la que se puede hacer pan añadiendo al fruto del Quercus ilex una tercera parte de castañas y algo de levadura de harina de trigo, añade que hay que quitar la cáscara de las bellotas y castañas, poniéndolas a remojo en agua caliente para evitar el sabor amargo. Y, aunque primero asegura que sale “un pan muy bueno”, después admite que puede causar trastornos estomacales y del hígado y que se suele comer únicamente en tiempos calamitosos. (MANDERSCHEID BAUER, E., 1980).

Lo que en el campo de la literatura significa Cervantes, lo es Gabriel Alonso Herrera en los de agricultura y montes. Alonso Herrera nació en Talavera de la Reina entre 1470 y 1480, murió después de 1539. En relación con la selvicultura se preocupa mucho de la falta de repoblación de los montes y da consejos para la cría del arbolado, sea por vía natural o artificial, teniendo en cuenta la ecología respectiva. En sus capítulos sobre encinas dice: Son árboles que no necesitan de mucho cuidado y labor y también la mayor parte nacen por sí. Mas en España es la gente de poco cuidado, que por la mayor parte no se saben aprovechar sino de lo que naturalmente se nace, y si comienzan a cortar un encinar para leña no saben entrecriar unos árboles nuevos entre tanto que gastan lo viejo y cuando hubieren gastado lo uno tendrán lo otro ya crecido. No sé si lo hace alguna mala constelación que tenemos los españoles, o poco cuidado de lo venidero. Las encinas quieren más aires calientes que otros y en los templados se hacen bien, aunque no tan grandes. Quieren cualquier tierra, aunque mejores son tierras sueltas o areniscas que barrizales o tierras gruesas o de barbado o de su fruto. Las bellotas para poner han de ser cogidas gordas de buen sabor, dulces, y si se ponen para transponer, más espesas, si... en tierra bien arada, como quien siembra trigo. La madera de ella es muy recia para hacer arcos de carretas, cuñas, tarugos o clavos. Cuando son viejas tienen la madera muy hermosa, que parece pintada de gusanillos y no tiene otra tacha sino ser pesada.
(MANDERSCHEID BAUER, E., 1980).

Fray Miguel Agustín que vivió durante el siglo XVII escribió en su obra “Libro de los Secretos de Agricultura, Casa de Campo y Pastoril”: en tiempos de hambre y esterilidad se puede hacer pan con encina y castañas. (MANDERSCHEID BAUER, E., 1980).

El poeta Antonio Machado cantó su poesía tan honda y fina “Las Encinas”, cuya primera estrofa dice: Encinares castellanos en laderas y altozanos serrijones y colinas llenos de oscura maleza, encinas, pardas encinas, humildad y fortaleza.

Como el poeta lo indica, simboliza este árbol el carácter del pueblo español. (MANDERSCHEID BAUER, E., 1980).

Miguel de Unamuno (FUENTES SANCHEZ, C., 1994), canta también a la encina en la poesía:
¡Y si vieras qué brazos los de su raigambre que hunde sus miles dedos bajo tierra! Unos brazos que agarran la tierra, con sus ramas altas agarran el cielo.

Numerosos vestigios de este culto al árbol se encuentran escondidos en las raíces más profundas de nuestras costumbres y tradiciones, de nuestro folklore popular, nuestras fiestas e incluso en algunas de nuestras creencias. Podemos vislumbrarlos en tradiciones relacionadas con la Navidad, "Toza de Nadal", "Babassa" o "Nadau Tidún", según los lugares, celebración familiar consistente en quemar en las casas la noche de Navidad un tronco de encina al que se "bendice" o "bautiza" derramando sobre él vino tres veces. Esta costumbre o tradición, hoy prácticamente perdida era común hasta no hace mucho tiempo en el Alto Aragón y Cataluña, e incluía la creencia muy arraigada de que los restos del árbol y sus cenizas protegían a la casa de las tormentas, a los campos de las plagas y que tenían la propiedad de sanar enfermedades.
(ROSA MARÍA GERMÁN, 1996).

Otro tipo de fiestas, esta vez relacionadas con la primavera, son las denominadas "Árbol de Mayo" o simplemente "Mayo", comunes a toda España y a una gran parte de Europa, consistentes en colocar en el lugar preferente del pueblo, generalmente la plaza, un gran árbol denominado "mayo" el primer día de ese mes y al que se engalana y festeja. En la misma línea se encuentra la tradicional fiesta de las "Enramadas" elaboradas con ramas de pino y carrasca y también extendidas por todo el país. (ROSA MARÍA GERMÁN, 1996).

Y como no, muchas de las tradiciones y supersticiones relacionadas con la "Noche de San Juan", noche mágica del solsticio de verano. Entre ellas señalaremos la creencia popular, practicada hasta no hace tanto tiempo, de que los niños herniados podían sanar si a las doce en punto de esa noche eran pasados por una encina hendida o cuyo tronco estuviese bifurcado en dos, mientras se repetía un determinado ritual. El árbol podía ser también un roble o una higuera, en definitiva el más abundante en el lugar. (ROSA MARÍA GERMÁN, 1996).

Una curiosa costumbre, existente antaño en Aragón, y que recuerda a la de la antigua Grecia era la de celebrar las reuniones más importantes bajo las carrascas. Según R. Villader, Cuadernos Altoaragoneses, se elegía para este fin la que fuese más grande entre las situadas en la mitad del camino que separaba los lugares de residencia de los que se iban a reunir. (ROSA MARÍA GERMÁN, 1996).

Allí se hablaban los asuntos más decisivos: tratos comerciales, asuntos de tierras, bodas... Si el asunto era de gran trascendencia se celebraba bajo la más famosa de la comarca e incluso del reino. En 1873, bajo la carrasca más grande de Aragón en ese momento, la "carrasca de las Coronas" se proclamó en el Somontano la 1ª Republica. (ROSA MARÍA GERMÁN, 1996).

Es evidente que todas estas tradiciones y costumbres, muchas ya perdidas, tuvieron en su más remoto origen la intención de atraer hacia quienes las practicaban la benevolencia que el espíritu del árbol pudiese otorgar, posteriormente, al ser cristianizadas, fue olvidada su finalidad inicial. (ROSA MARÍA GERMÁN, 1996).

De igual manera, también pueden rastrearse algunos vestigios del culto al árbol en algunas leyendas de tipo hagiográfico y en bastantes apariciones de imágenes de la Virgen ocurridas a partir del siglo XIII, época de pleno avance de la Reconquista. En ese momento son numerosas las imágenes aparecidas sobre árboles, secularmente sagrados, sobre todo en encinas o carrascas. Enumerarlas todas, haría la lista harto fatigosa, pero por poner algunos ejemplos citaremos la Virgen de Encina de Ponferrada (León) y la de Valvanera en La Rioja, la Virgen de Herrera en Herrera de los Navarros y la de Bordón en el Maestrazgo. (ROSA MARÍA GERMÁN, 1996).

Es tradición común a todas estas apariciones de imágenes sobre árboles, que cuando quisieron ser trasladadas a otro lugar volvieron al punto de origen milagrosamente, generalmente tres veces, o como en el caso de la Virgen de Bordón a los que la transportaban se les "regiraban" los pies, por estos motivos las imágenes fueron dejadas en el lugar de su aparición, donde se construyó una ermita o un convento al que se sigue acudiendo en romería. (ROSA MARÍA GERMÁN, 1996).

Estas leyendas-tradiciones ponen de manifiesto la gran importancia que tenía el lugar, lo que ha llevado a pensar que se trata de la cristianización de lugares de cultos precristianos que bien pueden tratarse de encinares sagrados, cuya memoria ha borrado el tiempo. (ROSA MARÍA GERMÁN, 1996).

Hundiendo sus raíces así mismo en antiguas creencias y mitos se encuentra la medicina popular, que se sirvió de la encina desde tiempo inmemorial para sanar algunas enfermedades. Sus propiedades medicinales se las confiere el ácido cuercitánico, que convierte los preparados con ella elaborados (corteza, raíces, flores, bellotas) en excelentes astringentes de múltiples aplicaciones: heridas, llagas, diarreas, sabañones, catarros ... Con las agallas de este árbol se preparaba además, una pomada en la que eran el principal ingrediente, llamada "pomada de la condesa" de finalidad muy poco loable.
(ROSA MARÍA GERMÁN, 1996).

Importante es también la huella que la encina ha dejado en la toponimia peninsular, nombre tales como Encinarejo, Encinares, Encinillas, Lecina, Encinacorba o Encinasola, a los que se unen Carrascal, Carrascalitos, etc..., se encuentran a todo lo largo y ancho de nuestra geografía y dieron apellido a personas procedentes de esos lugares. Estos topónimos son el callado testimonio de su abundancia en otros tiempos. (ROSA MARÍA GERMÁN, 1996).

Como muestra de antigüedad, existen en nuestro país ejemplares magníficos en Cantabria, siendo el más destacado “La Encinona” situada en Anaz, en el ayuntamiento de Medio Cudeyo. Tiene 5.90 metros de perímetro en la parte más estrecha del tronco, en su base junto al suelo mide 10 metros y la envergadura de la copa casi llega a los 40 metros. Hay varias encinas en Cantabria que quizás alcancen los mil años. (MORO, R., 1995).

También ejemplares notables por su tamaño y longevidad, la encina de Lecina, que da nombre al pueblo, o la de Rebollar, en la provincia de Huesca, la "carrasca de Miramón" en el término municipal de Sigües, en la provincia de Zaragoza y la "carrasca de Casa Inserte" en el término municipal de Mora de Rubielos, en Teruel. Cerca de Peracense, también en Teruel, existe una encina a la que las gentes del lugar atribuyen 1300 años, probablemente es la carrasca más monumental de todo Aragón. (ROSA MARÍA GERMÁN, 1996).

Otras encinas monumentales son la de Culla (Castellón), la de las tres patas en Mendaza (Navarra), la de Mas de borbó en L´Aleixar (Tarragona). (MORO, R., 1995).

En la región de Cataluña existe también el ejemplar gigante de Palau de Plegamans, con el tronco de más de 4 metros de circunferencia. Es un hecho curioso que algunas veces se han dado audiciones de sardanas, dispersos los músicos por el ramaje, mientras el pueblo bailaba la típica danza alrededor del tronco. (MORO, R., 1995).

En Alcoy (Alicante) existe también un ejemplo de estas catedrales naturales, situada en una masía a las afueras de la ciudad, esta encina centenaria, es de una belleza abrumadora y posee todas las características para nombrarla abuela vegetal de la ciudad.

Durante siglos la encina ha supuesto un magnífico ejemplo de relación armónica entre la naturaleza y su aprovechamiento por el hombre, y en los períodos de crisis fue sustento básico, significando en algunos casos la supervivencia de muchas familias.

La encina es uno de nuestros árboles más longevos y hermosos, que ha presenciado e influenciado a muchas culturas, por lo tanto esta frondosa debe tratarse y cuidarse como una reliquia arqueológica y cultural.

La encina es la Diosa y Reina Vegetal de España, su adaptación, su belleza, su nobleza y su incansable verdor dan fe de ello.

Bibliografía consultada:
ABELLA, I., 1996. La magia de los árboles. Integral. Barcelona, 280pp.
FUENTES SANCHEZ, C., 1994. La encina en el centro y suroeste de España (su aprovechamiento y el de su entorno). Junta de Castilla y León, Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio. Castilla y León, 238pp.
MANDERSCHEID BAUER, E., 1980. Los montes de España en la Historia. Servicio de Publicaciones Agrarias. Madrid, 610pp.
MORO, R., 1995. Guía de los árboles de España. Ediciones Omega. Barcelona, 407pp.
YAÑEZ SOLANA, M., 1996. Los celtas. DM. 192pp.