En el vasto universo de la Magia no es infrecuente encontrar remedios mágicos de técnicas espirituales consolidadas. Así, ocultismo (búsqueda del poder oculto en el ser humano) y esoterismo (exploración de los recursos personales de unión espiritual con la divinidad) se confunden y llegan hoy a significar -para el profano e incluso para algunos interesados poco avezados aún-, prácticamente lo mismo.
Quiero decir, con todo esto, que solemos confundir los términos más de lo deseable. En esta época de espiritualidad "light" y New Age "facilona" en la que pocos descubren la profundidad y el esfuerzo personal que ambos términos exigen, leemos numerosos anuncios en los que videntes, adivinos y paragnostas se hacen llamar "parapsicólogos", los psicoterapeutas sin titulación universitaria se camuflan bajo el título dual de "psicólogos y terapeutas" y los ocultistas, brujos, magos y hechiceros se llaman "esoteristas". Pues no, no es eso.
De la misma manera, la Magia ha empleado siempre técnicas, términos, instrumentos y procedimientos espirituales o religiosos y los ha descontextualizado, convirtiéndolos de elementos esotéricos en elementos ocultistas.
Reconozcámoslo ya: la Magia es un camino rápido (pero no demasiado, ni demasiado fácil), hacia el autodescubrimiento del poder interior pero que, como todo camino desprendido de espiritualidad, tiene como objetivo sólo eso: controlar el poder interior y, en ningún momento, busca conectarse con la divinidad o lo trascendente. Todos los grimorios y libros de "sombras" leídos utilizan el mundo de los espíritus, los elementales, los ángeles e incluso los demonios para someterlos, no para que sirvan de canal o guía hacia la Unidad, Dios, o como queramos llamar al Primer Principio. Si el mago desea espiritualizar su obra es libre de hacerlo, pero en todo caso será una elección personal, nunca una exigencia de su arte.
Digamos, sin detenernos demasiado en ello y sólo por ser totalmente justos, que la Magia ha sufrido igualmente ese proceso de "desvirtuación" que acusó el esoterismo y ahora parece más bien un juego al alcance de todos los que tengan cinco minutos para encender un incienso y una vela y visualizar cualquier imagen sin la mínima preparación (y, en ocasiones, ni eso exigen los manuales modernos al uso). Esto, sin duda, tampoco es...
Pero volvamos al tema. Por si alguien aún no ha entendido mi idea voy a exponerla de modo muy práctico: quiero decir que la Magia ha transformado las oraciones de la religión en invocaciones, los Mantras orientales en fórmulas mágicas, los mudras en "pases mágicos" y la meditación en visualización. Pero si hay dos puntos en los que es claramente evidenciable la transfiguración de lo espiritual en alimento del Ego es la utilización del conocimiento cabalístico como mero "lenguaje cifrado" al estilo de los espías y el empleo de la Magia sexual en detrimento del más elevado y completo (y riguroso; y difícil; y significativo; y esotérico; y espiritual; y...) Tantrayana. De estas dos últimas cuestiones nos ocuparemos en los dos episodios inmediatamente posteriores de esta página, pero, hasta que esa cita tenga lugar, aprovecharemos ésta para analizar un poco más en profundidad la cuestión del ocultismo y el esoterismo.
Diferentes objetivos, similares Principios.
Que Magia y Religión nacen de una misma fuente quedará sobradamente demostrado a poco que observemos a las civilizaciones que, aún en nuestros tiempos, mantienen una espiritualidad e incluso un modo de vida igual al de las fratrias y tribus neolíticas. ¿Quién puede deslindar el culto mágico a la fertilidad de la Tierra del concepto más o menos intuido de divinidad generadora en estos pueblos? ¿Quién puede decidir la diferencia entre un chamán africano y un sacerdote de un culto antiguo? Los cultos primitivos paganos no podían deslindarse de la filosofía esotérica o espiritualista. Los dioses eran incomprensibles o bien cargados de atributos demasiado similares a los humanos, exigían sacrificios y rituales para seguir ejerciendo su labor e interactuaban de forma continuada con los humanos de tal manera que no se entendería espiritualidad sin ritual, filosofía esotérica sin culto mágico, pensamiento sin acción.
De la misma forma, con la primera concepción avanzada de lo que podemos denominar una filosofía, una cosmogonía, una espiritualidad sapiencial, surgen los principios que iluminarán el sentido del ritual mágico: la oposición Magia Negra
(Goecia) y Magia Blanca (Teúrgia) nace del Principio de Polaridad de la Tabla Esmeralda. La Astrología responde al principio hermético de "como es abajo es arriba", el uso de símbolos representativos (títeres de Vudú, fotografías, etc.) no se comprende sin la máxima de que "todo es Uno" y el uso de "testigos" (pelos, uñas, secreciones líquidas o prendas pertenecientes al sujeto a "hechizar", para bien o para mal) queda explicado por la comprensión del mundo como vibración. Metafísica y Magia no pueden ser cosas distintas. Tienen una misma fuente y un mismo tronco filosófico.
Y, no obstante, hoy tenemos clara la diferencia entre Magia y Espiritualidad y nos resulta imposible confundir a un brujo con un sacerdote. Esto es así, al menos, en el mundo occidental, pues el mundo oriental tiene más clara la unión de todo y lo diferencia según otros baremos que no corresponden a la actividad propia del religioso o el mago, sino a sus objetivos finales. Y, efectivamente, ahí es donde está la diferencia. Si nos fijamos bien, tanto el mago como el devoto encienden velas a los santos o a los espíritus, tanto el sacerdote como el mago transfiguran las substancias unos, en el cuerpo y la sangre de Cristo; otros, en néctar de fecundidad, filtros de amor o cualquier otra cosa-, ambos realizan ofrendas, unos y otros disponen altares y rezan salmodias y plegarias, consagran, bendicen (o maldicen), visualizan y se "introspeccionan"...
¿Dónde, pues, se encuentra la diferencia? No podemos aludir a la diferencia entre Verdad y superstición puesto que, al no ser objetos de estudio que soporten un análisis lógico o racional sino que se deben a la fe en la fenomenología defendida, tal diferencia no pasa de ser una cuestión de creencia y, de hecho, muchas mentes preclaras a lo largo de la historia han afirmado que las religiones no son sino otra superstición más, cuando no un "opio para el pueblo".
Para responder a la pregunta también podríamos hacer alusión a la oficialidad de la religión frente a la Magia, e incluso a otro fenómeno que deriva de éste: la naturaleza generalizada o reservada del rito o de los acólitos. Pero ambas cosas son absolutamente marginales y exógenas al hecho mágico-religioso. En esencia, en sí mismos, de forma inherente, sólo existe una diferencia: el objetivo perseguido. Y es aquí donde vemos claramente la desconexión o, mejor aún, el gozne que unía ambos territorios y que debió desprenderse en algún momento de la historia oficial religiosa separando definitivamente las dos láminas de una misma puerta hacia la trascendencia.
En pocas palabras, la Magia persigue el conocimiento capaz de convertir al hombre en Rey de la Creación. La Magia es el Adán de la espiritualidad. Desea someter a su voluntad el reino de lo físico y también conocer las analogías que unen y vinculan cada cosa, repitiéndose por ello en cada grimorio un número inusitado de tablas de correlaciones que conectan colores con planetas, planetas con metales, metales con hierbas, hierbas con gemas, gemas con elementales, elementales con signos, signos con "sellos" hechos con la mano o trazados en el aire con el átame o la espada. Todo el universo físico, toda la creación, posee corrientes energéticas por las que se puede acceder a cualquier fenómeno y puntos de inflexión donde el Mago puede operar para transformar o transmutar tal fenómeno, sea éste material (como en el caso de la alquimia operativa), fenomenológico (como en las múltiples "recetas" y operaciones mágicas para invocar la lluvia o defenderse del granizo entre tantos otros meteoros) o fisiológico (como en el caso de la sanación o la inducción a la enfermedad o la muerte de los grimorios nigrománticos) e incluso psicológicos (si pensamos en operaciones para causar terror, pesadillas, mal de ojo, etc. o para librarse de estos perjuicios).
Toda la creación sometida a la voluntad del hombre. Ese es el fin de la Magia que, no en vano, prepara a sus acólitos sobre todo en la disciplina de la voluntad y en la sabiduría de los vínculos mágicos de las cosas y sus signos. Incluso, en las operaciones en las que intervienen los espíritus, los Elementales de la Naturaleza o los Ángeles, se les invoca con el fin de utilizarlos para fines de distinto signo, para someter su voluntad o para ponerlos a servicio del Mago y que éstos transmitan al dominador del Arte sus secretos y sus conocimientos.
La espiritualidad religiosa, en cambio, no persigue tal objetivo. Su mismo nombre significa "re-ligar", "reunir". Es decir, la concepción religiosa del mundo participa de la idea de una primitiva unión con el Todo, con Dios, con lo que Es sin Ser, con el Ein Soft, que en algún momento quedó interrumpida y provocó una separación de la naturaleza divina y la material (y humana). Toda religión pretende devolver lo material a lo espiritual, volverlos a reunir en una sola esencia indivisible, bien sea a través de unas reglas ético-morales y unas prácticas rituales que lleven a la contemplación de la divinidad, bien sea por medio de la mística, que se diferencia de la vía anterior en que sí asume la indiferenciabilidad del ser humano con lo Uno.
Así, mientras que el cristiano decide seguir una conducta acorde con sus creencias para acabar recompensado con el Cielo en el que "verá a Dios" -aún permanece de forma palpable la idea de diferenciación con la divinidad-, el místico busca absorberse en la parte de divinidad que posee en él, uniéndose indiferenciadamente con Dios o lo Uno. Esto es expresado de diversas maneras según las diferentes creencias: el gnosticismo habla de que Dios fue emanando diferentes entidades que, a su vez, emanaron otras hasta llegar a los humanos. Ese alejamiento "generacional" habría hecho que olvidásemos nuestra esencia real divina, pero aún existe en nosotros el anhelo de unión con la Fuente Primordial. El olvido provoca el mal y el deseo de retorno provoca la búsqueda espiritual. El budismo habla de la disolución del Yo y la Iluminación, que supone el desprendernos de todo lo que no es más que apariencia para percibir y unirse a la esencia primigenia en la que se es y no se es: el Nirvana, el vacío. El hinduismo habla de la esencia idéntica del Atma (alma) con el Atmán (alma de la divinidad), el sufismo y el cristianismo místico emplean la expresión "arrebato" o "éxtasis".
En definitiva: la religiosidad considera que el propósito del hombre no es la de convertirse en Rey (Dios) de la Creación, sino en la de prescindir de ella para trascenderla y fundirse con el Origen.
Así pues, estaríamos hablando de una cuestión de grados a la hora de entender la cosmogonía que nos rodea: en el escalafón más bajo, el Mago creería que Dios y él son diferentes, pero que, salvo Dios, el resto de la creación le debe pleitesía y que él puede dominar esa creación (al fin y al cabo, la Biblia misma afirma que el hombre se hizo a semejanza de Dios y que la creación le fue sometida a Adán; el Corán, por su parte, nos explica que el pecado de Iblis -Lucifer, el más perfecto de los ángeles- fue no humillarse ante Adán cuando Dios ordenó que todos los ángeles sirviesen al Hombre). La religión, en segundo lugar, emplearía los mismos sistemas (rituales, invocaciones, plegarias...) para acercarse a la divinidad, e incluso podríamos hablar de que el mundo material, al servicio o no del hombre, sería más un obstáculo en su camino que un elemento a utilizar.
Finalmente, la mística, de la que es deudor el esoterismo, pretende la unión perfecta con la divinidad, concibiendo el mundo y la divinidad como la misma cosa, si bien con diferente vibración. Por tanto, el mundo circundante, lo físico, la materia, no sería un obstáculo ni un medio a someter, sino un elemento a integrar para que desapareciera el sentimiento de dualidad entre espíritu y cuerpo, materia y alma, divinidad y humanidad.
Por todo ello, podríamos decir que la Magia es un camino espiritual inacabado, es sólo medio recorrido del camino completo. Y, no obstante, no podríamos entender una evolución espiritual en la que no se sucedieran las distintas etapas: primero, la comprensión de la grandeza que habita en el hombre, después, la corrección del Ego y la búsqueda de algo que trasciende al hombre y, finalmente, la síntesis entre hombre y dios. ¿De qué otra manera podría considerarse un místico igual a Dios si no es comprendiendo el enorme poder que en él habita?
Acabo ya. Sólo he querido comentar algunas cosas de las muchas ideas que sobre el tema se agolpan en mi cabeza. Pero no quiero despedirme sin llamar la atención del lector sobre un particular. Igual que la religión contiene el peligro de creer que sus rituales y sus prácticas conductuales ético-morales son suficientes (error frecuente), también el creer que la Magia (esto es, la revelación del poder interior del ser humano) es la finalidad última a la que debemos aspirar entraña graves peligros. El camino ha de recorrerse completo. Si creyésemos que cada etapa es el final nunca legaríamos al destino último. Es más: si pensásemos eso, ¿Qué diferencia hay entre iniciar la singladura o no hacerlo? De hecho, hay quienes piensan que están en la meta cuando sólo han dado un paso. La única manera de saber si el camino ha acabado es intentar continuarlo.