“Es una ilusión común creer que lo que sabemos hoy día es todo lo que se puede llegar a saber.” C.G. Jung
La idea de comenzar este artículo con un sucinto esbozo biográfico de Jung guarda la intención de hacer notar la relación existente entre muchos aspectos de la teoría junguiana y el propio contexto de vida de su creador. Vamos pues a ello.
Biografía de Jung
Carl Gustav Jung (1875-1961) nació en una pequeña aldea suiza llamada Kesswil, junto al lago Constance. Hijo de un pastor reformista suizo (interés por lo religioso) y nieto de un prestigioso profesor de medicina de la Universidad de Basilea (interés por la ciencia). Su madre sufrió una hospitalización de varios meses debido a una enfermedad nerviosa vinculada a problemas conyugales (interés por el sufrimiento psicológico), por lo cual fue cuidado por una tía y la criada. Dos niños que hubieran sido sus hermanos murieron antes de que Jung naciera. Una vez descubrió el cadáver de un hombre investigando los daños causados por una inundación (interés por la muerte). Jung jugó solitario en su infancia, dado que su hermana recién nació cuando él tenía 9 años.
A los 11 años dejó la escuela de la aldea y continuó su educación en una gran escuela de la ciudad de Basilea. La escuela le resultaba tediosa y comenzó a padecer frecuentes desmayos a los cuales los médicos no encontraban razón clínica. Esta rara enfermedad lo salvaba de ir a la escuela.
Cierto día sorprendió a sus padres en una conversación que le reveló el estado de peligrosa pobreza en que se encontraban. Escuchó a sus padres angustiados por el futuro de su hijo enfermo que no podría ganarse la vida. A partir de ese momento, la dolencia desapareció para siempre y se dedicó a estudiar con gran energía. Jung experimentó en carne propia una neurosis.
Durante su juventud vivió algunas situaciones misteriosas. Cierto día, mientras estudiaba, escuchó un ruido imponente en la habitación de su madre. Al acudir encuentra a su madre sentada con una expresión extraña en su rostro y una gran mesa de sólido nogal partida al medio. Consultó a varios carpinteros que le aseguraron que era imposible que semejante mesa de madera estacionada se rompiera por un cambio de temperatura o por humedad. En su autobiografía relata otros episodios afines (interés por lo oculto). A los 22 años le causó gran impresión la conducta de una niña de 15 años que dirigía sesiones de médium, y decidió a dedicarse a la psiquiatría.
En 1900 consigue su primer empleo como ayudante en el Hospital Mental de Burgölzli, cuyo director era Eugen Bleuler famoso por sus investigaciones sobre esquizofrenia. Pero su mayor influencia fue, sin dudas, Sigmund Freud, cuyos trabajos lo apasionaron, en particular "La interpretación de los sueños".
Tres años después se casa con Emma Rauschenbach quien se convierte en su gran colaboradora.
A los 30 años, Jung es titulado profesor de psiquiatría en la Universidad de Zurich y envía copias de algunos de sus artículos al mismísimo Freud. Este lo invita a Viena y se apunta que en su primer encuentro charlaron durante 13 horas seguidas.
Cuando se funda la Asociación Psicoanalítica Internacional en 1913, Jung, propuesto y alentado por Freud, se constituye en el primer presidente.
Con el tiempo, comenzarán a surgir diferencias entre las ideas de estos dos pioneros de la psicología moderna, lo cual, dado el carácter especial de ambos, deriva en una lamentable enemistad.
Al ser expulsado de la Asociación Psicoanalítica, Jung atraviesa un período de confusión teórica que lo decide a renunciar a su cátedra en la Universidad y dedicarse a una intensa introspección.
Luego de este período comenzó a realizar frecuentes viajes. Estuvo primero en Túnez y en el desierto del Sahara. Regresó al año siguiente y efectuó una larga travesía por África que finalizó en Egipto. Viajó también a México a estudiar las creencias de los aborígenes (interés por la mentalidad primitiva y el inconsciente colectivo). Hizo varios viajes a la India y Ceilán (interés por la cultura oriental). Llegó a subrayar las características introvertidas de la civilización oriental en oposición a la extroversión que caracteriza a occidente.
De su vida hogareña con su mujer y cinco hijos (4 niñas y un varón) es poco lo que se sabe. Cierta vez expresó que necesitaba tener una vida normal para equilibrar su advenedizo mundo interior plagado de sueños, mitos y experiencias enigmáticas.
LA PSICOLOGÍA ANALÍTICA
La psicología analítica (nótese el parecido lingüístico con el término Psicoanálisis) es el nombre que nuclea a una corriente de psicología basada en los postulados de Jung. Además de dar origen a esta corriente, las ideas de Jung han influido y servido de base a otras escuelas de psicología. Examinemos entonces algunos de sus conceptos más destacados.
Para Jung, la psiquis es un todo que abarca pensamientos, sentimientos y conductas tanto consientes como inconscientes y funciona como guía que regula y adecua al individuo a su medio social y físico. Jung distingue tres niveles en el psiquismo: la conciencia, el inconsciente personal y el inconsciente colectivo.
LA CONSCIENCIA
Es la parte del psiquismo que la persona conoce en forma directa. Jung es uno de los primeros investigadores en postular que la conciencia probablemente aparezca en el ser humano antes del nacimiento.
El ser humano alimenta su conciencia a partir de cuatro funciones mentales básicas: pensamientos, sentimientos, sensaciones e intuiciones. Las personas no suelen utilizar estas funciones en la misma medida, lo cual conlleva la predominancia de algunas funciones sobre otras. Esto interviene en las diferencias de carácter. Así es como hay personas que son más pensantes, otras más sentimentales, etc.
Además de estas cuatro funciones, Jung postula la importancia de dos actitudes que resuelven la orientación de la conciencia: extraversión (orienta la conciencia hacia el mundo exterior) e introversión (orienta la conciencia hacia el mundo exterior).
La meta que propugna Jung respecto a la conciencia gravita en expandirla al máximo posible. A este proceso consistente en conocerse a sí mismo tan completamente como sea posible Jung lo llama "individualización". La etimología de la palabra individuo surge de "indiviso". Llegar a ser un individuo psicológico implica reducir al máximo las divisiones en la personalidad integrándolas en un todo.
EL EGO
Referido a la consciente surge un concepto significativo: el ego. Jung utiliza este término para referir a la organización de la mente consciente. El ego se compone de percepciones, recuerdos, pensamientos y sentimientos conscientes. Si bien, el ego constituye apenas una porción del psiquismo total, cumple la función de filtrar la entrada a la conciencia. Cada día vivimos una gran serie de experiencias, la mayoría de las cuales no se tornan conscientes porque el ego las filtra.
El funcionamiento del ego está determinado por la función dominante. Por ejemplo, si una persona es preponderantemente sentimental, el ego dejará pasar a la conciencia más experiencias emocionales.
"El ego provee la identidad y la continuidad de una personalidad, porque con la selección y eliminación del material psíquico el ego puede mantener una cualidad continua de coherencia en la personalidad."[1][1]
Para que el proceso de individualización pueda avanzar, es necesario lograr que el ego permita que mayor cantidad y variedad de experiencias se tornen conscientes.
EL INCONSCIENTE PERSONAL
Las experiencias que no logran pasar la barrera del ego, no dejan de existir sino que son almacenadas en lo que Jung denomina "inconsciente personal".
El tránsito de material del inconsciente a la conciencia y viceversa es un tema demasiado amplio como para abordar en este resumen.
Complejos
En el inconsciente personal suelen presentarse grupos de contenidos que se unen hasta formar una especie de aglomeración. A estos racimos de material inconsciente Jung los denominó "complejos".
Una de las herramientas terapéuticas que Jung empleaba es el test de asociación de palabras. En este test, el terapeuta selecciona una serie de palabras que va leyendo de a una por vez al paciente pidiéndole a este que responda con la primera palabra que le venga a la mente.
"Jung observó que a veces la persona se tomaba largo rato antes de responder. Cuando le preguntaba por qué demoraba tanto en contestar, la persona no podía explicar su demora. Jung conjeturó que la demora era causada por una emoción inconsciente que inhibí la respuesta. Al explorar más a fondo este asunto, halló que otras palabras que se relacionaban con aquella que había provocado una demora también producían momentos de reacción lenta. Entonces razonó que debían haber grupos asociados de sentimientos, pensamientos y recuerdos (complejos) en el inconsciente. Cualquier palabra que tocaba este complejo causaba una respuesta demorada."[2][2]
Jung llegó a concluir que los complejos son como pequeñas personalidades disgregadas dentro de la personalidad total. En un principio, Jung, bajo la influencia de Freud, creía que los complejos debían originarse en experiencias traumáticas de la primera infancia. Con el tiempo, llegó a la conclusión de que estos complejos se originaban en una instancia mucho más profunda y universal a la que denominó "inconsciente colectivo".
EL INCONSCIENTE COLECTIVO
Jung asevera que, así como la evolución tiene una importancia incidencia en el cuerpo, también la tiene sobre el psiquismo. La mente está ligada al pasado, no solamente al pasado de la infancia sino también al pasado de la especie.
El inconsciente colectivo es una porción del psiquismo que no depende de la experiencia personal y su contenido es un depósito de predisposiciones y potencialidades para experimentar y responder al mundo de las misma manera que lo hacían los antepasados de la especie.
Estas predisposiciones que hereda el ser humano se expresarán y desarrollarán de distintas maneras según el contexto y las experiencias que le toque vivir a cada individuo.
Arquetipos
Los contenidos del inconsciente colectivo se denominan "arquetipos". A lo largo de su obra, Jung fue describiendo numerosos arquetipos, señalando que existen tantos como experiencias típicas en la vida: Dios, el demonio, el anciano sabio, el héroe, la madre tierra, etc.
“Las formas arquetípicas no son, precisamente, modelos estáticos. Son factores dinámicos que se manifiestan en impulsos, tan espontáneamente como los instintos.”[3][3]
Los arquetipos son universales. Todo ser humano hereda las mismas imágenes arquetípicas básicas. Las diferencias culturales e individuales determinarán la forma en que estos arquetipos se manifiesten.
El concepto de arquetipo comienza a rondar la mente de Jung a partir del análisis de los sueños. Jung halló con frecuencia en los sueños, la presencia de elementos que no podían derivarse de la experiencia personal del sujeto. Freud ya había usado la expresión “remanentes arcaicos” para referirse a ciertas expresiones mentales cuyo origen parecía venir de mucho más allá de la historia personal. “Así como el cuerpo humano representa todo un museo de órganos, cada uno con una larga historia de evolución tras de sí, igualmente es de suponer que la mente esté organizada en forma análoga.”[4][4]
Vamos a dedicar aquí, ya para ir finalizando este resumen, un conciso comentario sobre cuatro arquetipos fundamentales para la psicología analítica: el personaje, el ánima/ánimus, la sombra y el yo.
El Personaje
Etimológicamente, la palabra personaje remite a las máscaras usadas por los actores en la antigua Grecia. En la psicología analítica este arquetipo cumple una función similar a la de la máscara de un actor, permitiéndonos representar un papel. El personaje es la careta o fachada que exhibimos públicamente, con el propósito de exteriorizar una imagen favorable. El objetivo del personaje es la aceptación social. El personaje constituye el soporte de la vida social.
Una persona puede usar diferentes máscaras en diferentes contextos. Una máscara para el trabajo, otra para el trato con familiares, otra en el contexto de un grupo de amigos.
El rol del personaje puede ser provechoso o nocivo para la persona. Puede permitir obtener beneficios materiales que pueden ser canalizados luego para llevar una vida privada más satisfactoria. Pero también puede acontecer que la persona se fusione demasiado con el personaje. En ese caso, el ego puede verse llevado a identificarse exclusivamente con el personaje, y otras facetas de la personalidad serán dejadas de lado. A la identificación exclusiva del ego con un personaje Jung la denomina “inflación”.
A esto se encuentran expuestos, por ejemplo, los políticos con sus asesores de imagen que los aconsejan y “entrenan” para lucir, decir y hacer lo conveniente para ser aceptados y votados. Los asesores de imagen no son otra cosa que “entrenadores” del arquetipo del personaje. Si “los asesorados”no practican una buena introspección pueden terminar identificados con el personaje. Al menos en Argentina, esto se ve mucho en la clase política.
Los casos de “personaje inflado” suelen mostrar personas con cierto éxito social que en algún momento comienzan a tener sensación de sin sentido en su vida. En el análisis suelen percatarse de cierta hipocresía en sus relaciones e intereses sumada a una intensa sensación de incomodidad.
El objetivo del tratamiento gravita en deflacionar al personaje procurando que se expresen los otros aspectos de la personalidad.
El Anima y el Animus
Para Jung, el personaje conforma la cara exterior de la psiquis, dado que es el rostro que se muestra al mundo. A la cara interior del psiquismo la designa bajo los términos “ánima” (en el hombre) y “ánimus” (en la mujer). El ánima representa el lado femenino de la psiquis del varón; y el ánimus es la parte masculina de la psiquis femenina.
“El hombre ha desarrollado su arquetipo ánima por la continua exposición a las mujeres durante muchas generaciones, y la mujer ha desarrollado su arquetipo ánimus por su exposición a los hombres. A través de la vida y la interacción uno con otro durante generaciones, cada sexo ha adquirido características del sexo opuesto que facilitan las respuestas adecuadas y la comprensión del sexo opuesto.”[5][5] Se deduce de esto la importancia de estos arquetipos en las relaciones con el sexo opuesto.
Cada hombre lleva dentro de su psiquis una estampa de todas las impresiones producidas por la mujer a través de los siglos. Lo propio sucede con las mujeres y el ánimus. Dicha estampa, imagen o rastro es inconsciente, y tiende a ser proyectada hacia la persona amada. El ánima en el hombre y el ánimus en la mujer es una de las principales causas de la atracción apasionada o del rechazo exaltado.
La cultura occidental tiene vastos antecedentes en relación a menospreciar lo femenino en los hombres y los aspectos masculinos en la mujer. Ya desde la infancia se estila burlar y cohibir con los motes de “mariquitas” y “marimachos” a los niños y niñas que exteriorizan características del sexo opuesto. Esto suele conducir a que el personaje adquiera prioridad y sofoque al ánima o ánimus.
Este desequilibrio podría ocasionar una rebelión del ánima o ánimus, en cuyo caso estaríamos frente a una reacción comúnmente evaluada como excesiva. Lejos de querer agotar la explicación de la homosexualidad y el trans vestismo, Jung considera que una identificación del hombre con su ánima puede tener significativa incidencia en algunos casos.
La sombra
Hemos mencionado que el ánima y el ánimus manejan las relaciones entre los sexos proyectándose hacia el sexo opuesto. Ahora bien, Jung postula la presencia de otro arquetipo al género propio del sujeto y que condiciona las relaciones de la persona con los sujetos del mismo sexo. Se trata de “la sombra”, uno de los arquetipos junguianos que más aceptación ha tenido en otras escuelas psicológicas.
Se trata de un arquetipo depositario de elementos de la naturaleza animal primitiva del hombre.
Al integrarse a la cultura, el ser humano es civilizado; esto implica moderar y refrenar los impulsos animales. En este proceso de civilización, que guarda mucha relación con el desarrollo del arquetipo del personaje, el individuo se desliga de su sabiduría instintiva.
Estos contenidos censurados, al deber su energía a profundas raíces evolutivas, no se doblegan fácilmente; se guarecen en el inconsciente donde permanecen en estado latente.
Las personas tienden a proyectar los empujes de su sombra en otras del mismo sexo generando hostilidad y rechazo entre personas del mismo género. Cuando una persona manifiesta una exagerada aversión hacia otra persona del propio sexo, Jung sospecha que la persona ve en el otro a su propia sombra expulsada de sí.
La impugnación de la sombra empobrece la personalidad. La naturaleza animal del hombre no es necesariamente algo malo. En ciertas ocasiones, por ejemplo, cuando debemos decidir y actuar velozmente ante una situación de peligro, el ego suele quedar apabullado ante la conmoción repentina y dependemos de nuestras predisposiciones animales.
Si se permite la integración de la sombra en la personalidad del individuo podría lograrse que la misma enriquezca y complemente a las demás facetas del sujeto.
El Yo
El yo es el arquetipo organizador de la personalidad. Es el arquetipo de la unificación que procura atraer y armonizar a los demás arquetipos, confiriendo a la personalidad un sentido de unidad. Cuando una persona dice que se encuentra en armonía con sí misma, en caso de que esta sensación sea verdadera, el arquetipo del yo está efectuando exitosamente su tarea.
Para Jung esta tarea no se logra desde la ignorancia sino desde el conocimiento de sí. La persona que no se conoce termina proyectando los elementos reprimidos de su inconsciente sobre los demás.
Es interesante no confundir el yo con el ego. El arquetipo del yo es un principio unificador, una especie de guía interior. El ego, en cambio, se ve tironeado entre las demandas sociales y los impulsos del inconsciente, entre el ánima o el ánimus y el personaje.
[1] [1] "Conceptos fundamentales de la psicología de Jung" Calvin S. Hall - Vernon J. Nordby (1977)
[2] [2] Idem.
[3] [3] "Acercamiento al inconciente" – Carl C. Jung
[4] [4] Idem.
[5] [5] Idem