La SANTERIA, que literalmente significa "culto de los santos", es en Cuba lo que el vudú en Haití, o umbanda y kimbanda en Brasil y shangó en Trinidad, es decir una religión sincrética procedente de la combinación de elementos africanos (nagós, yorubas, gegés), animistas, fetichistas y de elementos cristianos. Los primeros, traídos por los negros que llegaron como esclavos a América, los segundos, aprendidos de las enseñanzas cristianas de los blancos. El sincretismo religioso que con tanta frecuencia se ha dado en el mundo entero es una verdadera transculturación.
A los elementos religiosos negros y blancos, se han mezclado en muchas ocasiones elementos autóctonos del propio continente americano, en algunos casos en mayor cantidad y variedad que en otros, dependiendo de la región donde se han desarrollado y de la persistencia de las culturas autóctonas indígenas. Y si estudiamos detenidamente estos sincretismos, aún podemos apreciar elementos propios de la brujería, paganismo y supersticiones europeas más antiguas llevados consigo por los propios descubridores españoles y portugueses, que ya coexistían en la Península Ibérica antes del descubrimiento, bien que estuvieran escondidos, crípticos, pero haciéndose evidentes más tarde o más temprano.
En Cuba la santería coexiste con otras variantes sincréticas religiosas como el mayombé, el ñañiguismo y el lucumis, en cuyos orígenes existen influencias bantúes, yorubas y biafreñas (ibos y efkis).
Así como en el vudú los sacerdotes oficiantes del culto son el hungan y la mambo y en la umbanda brasileña, el babalaó, babalorishá o pae-do-santo o mae-do-santo, en la santería el gran sacerdote que dirige los sacrificios y las grandes ceremonias iniciáticas es el babalabwo o babalabo y su mujer la iyaré o los sacerdotes de órdenes menores, los santeros.
Estos tienen su templo, como el terreiro brasileño o el humfó haitiano. Aquí babalabos y santeros celebran sus ritos en el ibodú. Si un santero inicia a otra persona como santero se convierte en un babalocha o iyalocha.
En la Santería existe la creencia en un sólo Dios creador de todo lo que hay en el Universo, OLODUMARE, que tiene el poder divino, aché, de lo que todo está hecho. La Naturaleza está gobernada por los diversos y variados espíritus, los orishás, a los que se invoca durante las ceremonias y rituales. Los nombres y características de estos espíritus u orishás, son similares a los loas del vudú o los orishás de umbanda y otras religiones sincréticas. Por ejemplo:
OBATALA, es el Padre de la Humanidad, dueño del mundo, símbolo de la paz y la pureza, patrono de los deformes y anormales, representado por Santa Ana y a veces por Nuestra Señora de la Misericordia.
CHANGO, es el espíritu del fuego, el rayo y el trueno, simbolizando la justicia, la virilidad. Se le representa en las piedras del rayo o hachas neolíticas o hachas de doble filo y por Santa Bárbara...
YEMANYA, es el espíritu de las aguas de los mares, simboliza la maternidad a la que protege y se representa por Nuestra Señora de Regla (región de Cuba).
YANSA u OYA, es el espíritu de los vientos y huracanes, símbolo del paso de la vida a la muerte, amo de los cementerios. Se le representa por Santa Teresa y a veces por Nuestra Señora de la Candelaria.
OSHUN, espíritu de las aguas de los ríos, símbolo de la fertilidad, amo del oro. Representado por Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba.
ELEGUA o ESHU, es el espíritu del destino, amo de la justicia y las encrucijadas. Es el más astuto de todos los orishás, llamado también ELEGBARA, guarda las casas y los caminos. En Brasil está representado por el diablo, pero no en Cuba, donde es travieso pero no malo y se le representa por San Antonio de Padua, por San Benito o por San Martín de Porres.
OGGUN, es el espíritu de los metales y protector de quienes trabajan con ellos, símbolo de la guerra y la violencia, simbolizado por el cuchillo de sacrificios y representado por San Pedro.
OKO, es el espíritu de la agricultura y la tierra, se le representa por San Isidro Labrador.
IBEYIS o JIMAGUAS, son los espíritus gemelos, hijos de Changó. Representados por San Cosme y San Damián.
INLE, es el espíritu de los médicos, representado por San Rafael.
DADA, es el espíritu de la prosperidad, hermano de Changó.
OBDA, es el espíritu de la familia, representado a veces por San José.
OSAIN, es el espíritu de las plantas medicinales (ewe), con las que se prepara el elixir sagrado de la santería, el omiero.
AGANYO, es el espíritu de los volcanes, representado por San Cristóbal.
OCHOSI, es el espíritu de los cazadores y protector de éstos y de la caza. Representado por San Norberto.
BABALU-AYE, también llamado OBALUAYE, OMOLU y CHANKPANNA, es el espíritu u orishá de las enfermedades contagiosas, de las viruelas, de la lepra. Se le representa por un viejo enfermo, achacoso, apoyado en una muleta o en un largo cayado, con un saco de maíz cargado a la espalda. Equivale a San Lázaro. Es uno de los orishás más respetados de la Santería cubana y el más popular porque cura las más terribles enfermedades. Tiene canciones muy populares dedicadas a él.
Y así hay otros muchos orishás con sus diversos nombres, cualidades, representaciones, colores que se combinan en sus collares y a los que gustan diversos tipos de ofrendas. Cada uno tiene su ritual especial y sus toques de tambores.
Los orishás son propiciados por muy diversos procedimientos, invocándolos por medio de cantos, danzas, sacrificios (ebbó) y golpes de tambor. No se olvide que la raza negra es puro ritmo. Hay orishás blancos (orishás fun-fun) identificados con la vida y sus manifestaciones y orishás obscuros que representan la guerra.
Para propiciar a los orishás se utilizan adimús u ofrendas como el ñame rallado (yefá), la sangre de un gallo o gallina, frutas, velas, flores y diversos alimentos. Es elemento fundamental de la santería reverenciar a los espíritus de los antepasados (iku o egun) a los que se ofrece alimentos o velas, teniendo preferencia incluso sobre los propios orishás.
Los conocimientos en santería se obtienen a través de iniciaciones que son dirigidas por un santero con experiencia que apadrina al aleyo o neófito, ahijado, para que pueda ascender peldaños en su religión. Algunas iniciaciones sólo pueden ser realizadas por babalabos. Una vez iniciado el sujeto, hombre o mujer, se establece un fuerte lazo afectivo entre ambos equivalente al de un padre con sus hijos. El respeto por el santero padrino o madrina se manifiesta postrándose ante él y dándose el saludo o foribale, que varía según el orishá que haya adoptado al neófito. Generalmente el padrino bendice al ahijado y luego se abrazan rozándose ambas mejillas alternativamente.
Las iniciaciones son progresivas y suponen escalones diferentes para llegar a la santería de grado. Comienzan por los elekes o entrega de los collares, cada uno dedicado o re- presentando a un orishá y las piedras de sus colores. El iniciado ha de pagar por ser recibido en cada una de las ceremonias de iniciación, a veces sumas muy fuertes según el grado. También ha de pagar el valor de los collares que se le imponen.
Cuando está debidamente preparado, se practica la iniciación llamada de los guerreros, los orishás ELEGGUA, OSUN, OGGUN y OCHOSI. El primero está representado por una cabeza de cemento cuyos órganos externos son conchas de forma de caracol. El santero o Babalabo que dirige la ceremonia. prepara la cabeza rellenándola con diversas substancias secretas. A OGGUN se le representa por varios instrumentos de hierro, a OCHOSI por una pequeña ballesta todo lo cual se introduce dentro de un caldero. OSUN es representado por un gallo en una copa adornada con campanillas. Si el iniciador es un babalabo, entrega el collar de ORUNLA al iniciado.
Otra iniciación es la de OLOKUN, que es otorgada con la ayuda de varios santeros y un ayudante o ayubonna. El iniciado en una ceremonia sumamente secreta recibe una urna de manos de los santeros, dentro de la cual se contiene la imagen de OLOKUN, en forma de una mujer que lleva una serpiente en una mano y una máscara en la otra, un sol, una luna y otros instrumentos, además del collar de OLOKUN que se le impone a iniciado.
Otros pasos en la iniciación progresiva son el Cofá de Orunlá (para mujeres) y la Mano de Orunlá (para hombres). Sólo un babalabo puede otorgar este grado, que se acompaña de una ceremonia mántica llamada itá, durante la cual varios babalabos predicen el futuro del iniciado, que es ungido con polvo de ORUNLA o yefá, que deposita el sacerdote del culto sobre la frente y cabeza del neófito.
Para convertirse en santero en ejercicio se requiere una ceremonia llamada asiento, que es la más importante de todas las iniciaciones, algo así como el grado de Licenciado. Por ella el futuro santero ha de pagar una suma de varios miles de dólares. Los rituales, sacrificios y ofrendas se suceden durante cuatro días. El yaguo o iniciado es revestido con una túnica de colores variados según los que corresponden al espíritu u orishá protector. Se le afeita completamente la cabeza y se le sienta en una especie de trono rodeado de instrumentos variados y ofrendas diversas, cubierto con sus collares. El cuarto día se realizan rituales mánticos, leyéndose el porvenir del futuro santero, y dándole consejos o estableciendo prohibiciones. Durante un año entero ha de vestir de blanco riguroso y llevará el idé o brazalete de cuentas de su rango de santero. Familiares y amigos vienen a felicitarle y saludarle como nuevo santero. Todavía habrá de cumplir un requisito y es el de vivir durante siete días con su padrino, durmiendo en el suelo al pie de su cama y siendo alimentado durante este tiempo como si fuese un niño recién nacido y así se le considera ya que ha nacido a una nueva vida en la que ha de desempeñar un nuevo rol y ha de llevar un nuevo nombre.
Todavía tendrá que ser sometido a otra ceremonia, el ebbó de los tres meses o trabajo especial, siete días después del cual estará listo para ejercer la santería.
El que sea santero en ejercicio no quiere decir que hayan acabado las iniciaciones. Después de recibir el asiento puede y debe recibir la iniciación llamada el pinaldo o iniciación del cuchillo, por la que ha de pagar también una fuerte suma a sus iniciadores, pero después de ésta ya podrá dirigir sacrificios de animales mayores.
Todavía hay la iniciación de Babalú-Ayé que es otra larga ceremonia durante la cual se canta y reza al orishá, ofreciéndole frutos y granos (minestras o menestras) que se depositan en platos dispuestos en círculo. Este ritual se llama aguan.
De la misma forma que en umbanda y en vudú, en santería se celebran reuniones y fiestas en honor a diversos orishás, a las que se llama tambores (equivale a las macumbas que significa tambor en Brasil y candomblé o danzas). Los bateadores de batá, nombre que reciben los tambores en la santería cubana usan tres tipos de tambor: Iyá, Okónkolo e Itótele, que tienen diferente sonido o voces de más agudo a más grave.
Lo mismo que en las otras religiones sincréticas, los ritmos de los tambores varían, saludando a uno u otro orishá con su particular forma de batido. El ritmo comienza suave y sosegado, pero a medida que la ceremonia avanza, se hace más rápido y violento, lo que excita a los danzantes y propicia la posesión por el orishá. Durante la posesión, el individuo se transforma, cambia su personalidad, adquiere a veces una fuerza sobrehumana y cae en trance después de haber adoptado posturas inverosímiles. A veces asemeja a un ataque epiléptico. Como en las otras religiones sincréticas se facilita la posesión por medio de humo de cigarros puros, marihuana o alguna bebida alcohólica.
Lo mismo que en umbanda, los rituales mánticos, odu, ordun, son realizados por santeros o babalabos, utilizando las conchas o caracolillos (como los buzzios en Brasil). En Cuba se los llama diloggun. A través de la boca del caracol, hablan los orishás. Generalmente se utilizan 18 caracoles para las prácticas adivinatorias. A los grandes adivinadores santeros se les llama italeros. Mezclados con los diloggun hay cinco objetos llamados igbo, que son una piedra negra (ota), una pelotita hecha de cáscara de huevo molida (efun), una semilla (ewe ayo) y una cabecita de muñeca (eri auoran).
Se tiran todas estas piezas mánticas sobre una esterilla y según la forma de caer, el italero interpreta el oráculo. La adivinación puede realizarse también con cuatro cáscaras de coco, que según caigan por su cara blanca o marrón tendrá un significado distinto.
El babalabo consulta también la tabla de Ifá, que es un tablero redondo, sobre el que espolvorea el polvo sagrado yefá. Reza y mientras tanto va trazando líneas sobre el polvillo. Requiere una enorme memoria este tipo de adivinación, pues ha de recordar centenares de combinaciones de estas rayas y puntos y lo que representan.
Otra forma de adivinación es por medio del okuele, que se practica trazando líneas verticales sobre la tabla de Ifá, pero lanzando el okuele que son ocho placas o medallones de corteza de coco o de caparazón de tortuga unidos por una cadena de hierro. Cada medallón tiene una cara brillante marcada con una cruz y otra mate. El babalabo tira el okuele sobre la tabla y según caigan las piezas por una u otra cara le da un significado distinto a la predicción o contesta a la pregunta hecha al orishá.
Para ser un buen santero hay que aprender a distinguir las plantas (ewe) y sus partes, saber sus propiedades y qué relación tienen con los diversos orishás. Unas se utilizan para baños, otras en infusiones para beber, otras para frotaciones. Algunas plantas tienen más aché que otras,pero todas tienen alguna propiedad particular. La mezcla de las hierbas y substancias vegetales potencia sus cualidades.
El santero tiene que saber preparar el omiero o elixir sagrado, hecho a base de los animales sacrificados y otras substancias como hierbas frescas, aromáticas, que se machacan en mortero, manteca de la palma corojo, manteca de cacao, nuez de cola, pimienta, agua de lluvia, canela y otras substancias que diluídas con agua de río, tienen un sabor acre aunque no deagradable y un olor muy peculiar.
El santero conoce numerosos hechizos, rogaciones de cabeza preparados a base de diversas substancias, la principal el coco, que se colocan sobre la cabeza de la persona al tiempo que va rezando oraciones en legua yoruba.
Entre las ofrendas más comunes realizadas en los rituales de santería están: la manteca de cacao, la de corojo, el coco, el maíz tostado, el azúcar de caña, la miel, el harina de maíz, los cigarros puros, el ron, el ñame, el agua bendita, la pimienta y el pescado ahumado.