Indudablemente, no lo que la mayor parte de la gente interpreta por tal. Existe, a este respecto, una decepcionante y universal falta de información. Se considera Magia a la bruja que prepara sus pócimas para curar las enfermedades y sus filtros de amor, a la vidente que "ve" nuestro destino, a la echadora de cartas o a la que lee en la palma de nuestra mano. Es mago el hombre que tiene el "toque mágico", aquel que para curar necesita solamente imponer sus manos, el hipnotizador que adivina nuestros pensamientos con una breve pero intensa mirada. Esta es nuestra magia cotidiana, la que hace que muchos de nosotros nos sonriamos levemente cuando leemos en algún periódico o revista cualquier información al respecto.
No, pasemos rápidamente la página: la Magia no es en absoluto esto.
¿Pero dónde hay que ir pues a buscarla? Por un lado, la mayor parte de los libros que quieren tratar el tema lo hacen de una manera extremadamente ligera y superficial, rozándolo apenas. Hay, además, una evidente falta de información, a lo que se une la fragilidad de la barrera que separa la verdadera de la falsa magia. Y, como sea que la verdadera magia es la mayor parte de las veces esotérica, oculta y cabalística, mientras que la falsa magia es ostentosa, cacareante y diáfana en grado sumo, la magia que termina por conocer todo el mundo es precisamente la que se debería repudiar y desenmascarar.
Cuando alguien habla de magia y magos, todo el mundo se forma inmediatamente la imagen del clásico hombre de blanca barba, vestido con amplia túnica y cucurucho de estrellas, la varita mágica en la mano, moviéndose entre retortas entre las renegridas piedras de un sótano u observando el cielo desde lo alto de una antigua torre. Claro que, actualmente, la imagen magia ha cambiado. Los magos de este siglo se rodean más bien de impresionantes escenarios, de una aureola de pseudociencia, de una colección de nombres rimbombantes: psico-magnetismo, bio-magnetismo, pa-koua... Las recetas mágicas, por otro lado, aun las de las brujas y hechiceros de estar por casa, son siempre prolijas en condicionamientos: "Tómese la cola de un ratón gris cazado en un viernes que no esté nublado y en el que la luna esté en cuarto menguante..." Luego, cuando el exorcismo no da resultado, la respuesta es rápida: algo ha fallado, es indudable que el practicante no ha cumplido con todas las condiciones del hechizo. Porque, claro, el cliente es siempre el neófito en estas lides...
No, la Magia es otra cosa bien distinta. Y, aunque pueda parecer aventurado el afirmarlo tan rotundamente, mucho más seria también.
Pero estamos hablando de Magia, y todos nosotros hemos oído también al respecto otras palabras: Ocultismo, Ciencias Ocultas... ¿Acaso no significan lo mismo? Existe, evidentemente, entre todas ellas, un paralelismo; pero hay, de una a otras palabras, un ligero matiz de diferenciación que es conveniente señalar aquí.
Hablar de Ocultismo o de Ciencias Ocultas no ofrece, al profano, demasiadas dificultades de interpretación. Ambas palabras no pueden ser más explícitas por sí mismas, y su razón de ser se halla en la gran represión que cayó sobre todo el mundo de la magia en la Edad Media, obligando a sus practicantes a hundirse en la oscuridad y el silencio para escapar del castigo. Desde entonces, los fenómenos mágicos han pasado a ser fenómenos ocultos. Por otro lado, la Magia necesita de un preciso y bien delimitado ritual de iniciación, de una preparación cuyos orígenes se pierden en el principio de los tiempos. No es sencillo realizar el verdadero acto mágico, y muchas veces el error puede ser peligroso. Es por ello que es preciso mantener oculto el acto mágico, cuidar que no caiga en manos inexpertas que puedan hacerlo peligroso, mantenerlo vivo solamente a través de la llama de unos pocos detentadores, los Iniciados.
Esta es la esencia de la palabra Ocultismo. En realidad, podríamos afirmar que Magia y Ocultismo son cuasi sinónimos, en el mismo orden que son cuasi sinónimos el nombre latino y el nombre vulgar de cualquier especie animal o vegetal. En nuestro caso, Ocultismo podría equipararse al "nombre latino" del fenómeno mágico, mientras que Magia correspondería al nombre vulgar. Es por ello precisamente, porque hemos preferido usar el nombre de Magia como equivalente al conjunto de todas las llamadas "Ciencias Ocultas", por ser más usual y conocido del público no especializado y por ser menos "comprometido" que el de Ocultismo. Y que nos perdonen los exegetas en la materia.
Magia y Religión.
Pero volvamos a nuestro tema. Para muchos autores, la magia no es más que simplemente un estadio primitivo de la religión. Cuando la inteligencia humana aún no había dado nacimiento a los dioses, creía en "fuerzas". Estas fuerzas, siendo naturales, se hallaban en condiciones de ser gobernadas y dominadas. El intento de gobernarlas y dominarlas dio origen a la Magia.
Más tarde, estas fuerzas se humanizaron (o divinizaron), y la Magia se transformo en Religión.
Esta teoría es ciertamente muy interesante... pero no es totalmente exacta. Hay, evidentemente, un paralelismo palpable entre Magia y Religión, hasta tal punto que algunas veces han llegado incluso a nacer juntas. Existen religiones mágicas, al igual que existe una magia religiosa.
Sin embargo, entre ambos conceptos hay una gran diferencia. En un principio, es probable que Magia y Religión fueran lo mismo; sin embargo, con el tiempo la diferencia se va marcando poco a poco, y va haciéndose más patente. En el camino colateral pero divergente de ambos conceptos, la Religión va delimitándose lentamente, especializándose en lo que por otro lado constituye solamente uno de los aspectos de la Magia. Porque la Magia (como veremos enseguida), posee tres atributos: pregunta, exige y pide. La religión, por su parte, lo único que hace es pedir. Esto último puede hacerlo todo el mundo... y es por esto por lo que a todo el mundo se dirige a la Religión. El preguntar y el exigir, en cambio, sólo puede hacerlo una muy pequeña y selecta minoría, por lo que la Magia sólo va a los iniciados.
Es por ello, por su finalidad primordial de ofrecer un camino y una luz espiritual a todos los seres humanos, que la Religión abandona pronto estos dos últimos caminos de la Magia, abriendo un camino particular para ella. Ciertamente, como dos cosas que tuvieron un origen común, la Religión seguirá vistiendo en su liturgia algunos de los ropajes y ritos que son propios también de la Magia... pero sólo en su plano externo. Querer buscar cualquier otro paralelismo más profundo es un grave error.
La diferencia entre magia y religión se nos aparece muchas veces tan poco definida que llegan incluso a confundirse. En la rueda de oraciones tibetana no se pide, sino que se espera un efecto automático de la acción.
Magia y ciencia.
Otros autores, por su parte, intentan hallar un paralelismo semejante entre Magia (u Ocultismo) y Ciencia, un paralelismo que se intenta hacer patente ya en el propio nombre de "Ciencias Ocultas". Es evidente que en muchas ocasiones ambos caminos el de la Magia y el de la Ciencia- se han cruzado, y que en determinadas épocas el florecimiento científico nació evidentemente de la Magia, como nació, por ejemplo, la Química de la Alquimia. Incluso, en algunos períodos (como en el Renacimiento y en el Romanticismo), llegó a considerarse a la Magia como la "ciencia suprema".
Pero, ¿lo es realmente?
En absoluto: no. Hay, entre ambos conceptos, un inmenso abismo de base. En principio, la Ciencia es racional: todo lo mide y lo pesa, el tiempo y el espacio no son solamente conceptos sino realidades fijas e inamovibles que rigen todo nuestro mundo. Y a estas realidades debe ceñirse todo para ella... y todo lo que no pueda serlo, todo lo que no pueda ser medido, pesado o catalogado debe ser desechado como imposible o falso.
La Magia, por el contrario, es irracional. La materia, el tiempo y el espacio son para ella realidades a superar o a transformar. La Magia parte de principios afectivos o espirituales (astrales son llamados comúnmente, aunque más adelante veremos que son de muy diversas clases), principios no materiales, no pertenecientes al mundo físico sino a una categoría muy superior, y capaces de actuar sobre este mundo físico superando o prescindiendo de la ciencia. Para la Magia nada es imposible , nada hay ilógico. No existe tiempo ni espacio. Todo es, o todo puede ser.
Las correspondencias del macrocosmos con el hombre: la cabeza corresponde a la esfera de Dios, mientras el torso corresponde a la esfera de la vida o éter, y el vientre a la esfera de la materia -Agua, Tierra, Aire y Fuego-, sede de todas las transformaciones.
El Universo (y el hombre) no son sólo materia.
Vamos a realizar, pues, sobre estas bases, algunas puntualizaciones.
La Ciencia, por su lado, sólo cree en un mundo físico y real.
La Religión y la Filosofía, en cambio, aceptan también la existencia de un mundo espiritual.
La Magia, finalmente, cree y afirma que el Universo y el hombre están formados por una superposición o compenetración de tres mundos distintos: el físico, el astral y el espiritual.
El problema, por supuesto, es, en su conjunto, mucho más complejo de lo que puede dar a entender un simple enunciado, y deberemos esperar a más adelante para verlo con mayor detenimiento. De momento, y para sentar nuestras bases, nos basta con saber lo siguiente: según lo dicho, y desde el punto de vista de la Magia, el Universo (y el hombre) están compuestos por una parte, o mundo, o plano, según como quiera llamársele, materia, físico, que constituye su naturaleza (o su cuerpo) visible; de una parte astral, que rige sus procesos vitales y emocionales, y que es la base en que se apoya para todos los procesos mágicos; y finalmente de una parte espiritual, el alma con todas sus facultades, que es desde la que realmente actúa el mago.
Naturalmente, esta tercera parte, la espiritual, es privativa del hombre. Las otras dos partes o planos, sin embargo, existen en todo el Universo, incluso en los reinos inanimados, y están formados por materias, el plano físico, y por energías, el plano astral.
La ley de las correspondencias.
Teniendo en cuenta esos factores, ¿Cuál es, pues, el fundamento de la Magia? Para ello debemos acudir a otra ley fundamental que no forma parte ni con mucho de las leyes científicas que todos hemos estudiado: la "ley de las correspondencias". Según esta ley, el Universo dentro del cual nos encontramos -y naturalmente todo lo que hay en él- no es una yuxtaposición de elementos distintos y diferenciados, sino un conjunto único, íntimamente relacionado entre sí en todas sus partes, intencionadamente, y en una forma completamente desligada del espacio y del tiempo. Es decir, que podemos considerar a nuestro universo y a todo lo que lo forma no como un conjunto de cosas distintas, sino más sencillamente como las distintas formas o estados de un mismo elemento común. En esta situación, pues, todo lo que se halla en nuestro universo estará siempre en constante relación, por lo que es indudable que al producirse cualquier fenómeno o cualquier variación en alguno de sus elementos, este fenómeno o variación repercutirá no sólo en este elemento en cuestión sino también, en una forma y medida determinadas, en el universo entero.
Tenemos ahí pues la teoría base que rige la astrología, y que es común a todo el conjunto de la Magia; todo está en todo, todo actúa sobre todo. O, usando la conocida frase común a gran parte de los libros que intentan penetrar en estos temas: "lo que está arriba es como lo que está abajo, a fin de que se realice el milagro de una sola cosa".
Es decir, que el universo está compuesto por una serie de Reinos, de elementos, de seres, de objetos análogos, cuyos respectivos elementos se corresponden uno a uno, de modo que la acción producida sobre uno cualquiera de ellos tiene inmediatamente su correspondencia en todos los demás.
Pero cuidado: esto no quiere decir que en la Magia se produzca, como en la ciencia, una relación de causa a efecto entre los distintos elementos en juego, ya que, desde el momento en que factores delimitativos tales como tiempo y espacio no existen para la Magia, no puede existir tampoco, en absoluto, una casualidad.
Llegamos con ello a la base en que se fundamenta toda la Magia. Aceptando la ley de las correspondencias, se comprende la finalidad y efectividad del acto mágico. La pata del león es el símbolo de la fuerza del león, el cabello de un individuo es el lazo que nos une a él, el punto de apoyo que nos servirá para actuar sobre él. Los magos saben bien todo esto. Estos símbolos no personifican exactamente la cualidad o la fuerza que buscamos, sino que son el punto de apoyo que nos permite efectuar el ritual mágico que nos llevará hasta nuestros propósitos. El salvaje que se come el corazón del enemigo valeroso busca en este órgano el valor que se halla representado en él, porque el ritual mágico que acompaña este acto le permitirá actuar desde el plano astral para infundirse a sí mismo dicho valor... proceso en el cual intervienen también, en gran manera, la concentración y la fuerza de sugestión necesarias para realizar dicho ritual, otras de las bases en la que se sustenta todo acto mágico.
Y esto ha dado precisamente origen a una de las primeras y más espectaculares degradaciones de la verdadera Magia: la hechicería. El simbolismo del acto mágico ha sido a menudo tergiversado... no, mejor: olvidado. Muchas veces, la tradición del acto mágico transmitido de boca en boca solamente ha dejado pasar la parte externa del ritual, algo así como el cascarón vacío de lo que es en realidad el acto mágico. Entonces, el antiguo ritual es efectuado mecánicamente, de una forma automática, sin consciencia de lo que se está haciendo, y la mayor parte de las veces mutilado e irreconocible tras el pase de generaciones. ¿Es éste el origen de tantos ritos incomprensibles que nos acompañan hoy en día, sin que sepamos exactamente cuál es su significado ni sus alcances? Indudablemente sí, como lo demuestran por ejemplo las aberraciones "mágicas" que se practican aún en determinados lugares, como la francesa de la "mano de gloria", cuya efectividad -aparte su aberración- es ciertamente dudosa. Entramos, pues, en el terreno resbaladizo en donde termina la magia y empieza la superstición: hay que ir con cuidado para no pisar en falso...
Stonehenge: el lugar sagrado de la llanura de Salisbury, Inglaterra. En este lugar, en amaneceres como este, del primer día de verano, los druidas, misteriosos sacerdotes de un culto secreto, celebraban sus sacrificios, que sólo terminaron ante la implacable persecución del invasor romano.
La magia y el hombre.
¿Y cuál es, dentro del contexto general, hasta aquí descrito, el papel del hombre? Hay que señalar aquí que el hombre es en realidad otro universo... un universo en miniatura, en correspondencia total con los otros universos. Dentro de este universo particular, hemos hablado ya de ello, hay que distinguir tres planos distintos: el físico, el astral y el espiritual, con todas sus correspondencias y analogías que van de uno a los otros dos.
Y tenemos en esta trinidad la segunda gran finalidad que persigue la Magia... la esencia de lo que se ha dado en llamar "Alta Magia". La Alta Magia es la sublimación de toda la Magia, es el fin último que persigue el mago al iniciar su camino. Porque el sublime objetivo, el fin último de la Magia, es el de lograr una elevación del espíritu humano, una superación del hombre en sí mismo a través de la adecuada acción del propio mago sobre el plano físico, cuya acción repercutirá naturalmente sobre los otros dos planos, el astral y el espiritual. El objetivo general de la Magia es, pues, alcanzar la perfección. Claro que éste es el fin sublime y último... y por supuesto el más difícil de alcanzar, al que sólo llegan algunos pocos y perseverantes elegidos. Para llegar a él es preciso antes ascender multitud de peldaños, ir remontando poco a poco la escala de la Magia a través de sus distintos y difíciles niveles.
Tassili-n-Ajjer, en el Sahara. Estas misteriosas figuras, de gran tamaño, representan para muchos a seres venidos de extraños mundos, mientras que para otros son los primitivos habitantes del lugar entregados a prácticas mágicas. Como en tantos otros casos, las piedras siguen guardando un secreto para nosotros inviolable.
Dividir la Magia.
A la hora de clasificar y dividir la Magia, el problema que se nos presenta es también grande. El mundo mágico es algo tan completo, tan extenso, abarca tanto, que es preciso subdividirlo en partes para poder clasificarlo y delimitarlo. Y aquí, como en otros muchos aspectos que iremos viendo más adelante a medida que nos adentremos en el tema, impera también la desorientación. Generalmente, la Magia suele dividirse en Blanca, Roja y Negra; esta es la subdivisión que más frecuentemente hemos visto en los libros, y no podemos negar que tiene su razón de ser. La Magia Blanca, según esta división, es aquella Magia -que podríamos clasificar como "limpia"- que utilizamos para unos fines que normalmente se hallan dentro del orden de las cosas: fines honestos, legales, beneficiosos. Dentro de esta clasificación de Magia Blanca cabe incluir las invocaciones para provocar la lluvia, toda la magia de la fertilidad, la magia curativa... También debe incluirse en ella toda la magia adivinatoria, la que sirve para probar la fidelidad de una mujer o la inocencia de un reo... Esta magia utiliza para actuar únicamente las fuerzas de la naturaleza, maleándolas y transformándolas. Es pues, decididamente, una magia "limpia".
La Magia Roja, en cambio, es una magia más "egoísta". Busca, para su desarrollo, la alianza de otras fuerzas menos recomendables que las naturales de la Magia Blanca: los espíritus. Así pues, la Magia Roja es una magia más evolucionada, más "civilizada" podríamos decir, que no empieza a aparecer hasta el medievo, cuando la religión crea en torno al hombre toda una demonología... una demonología que el hombre se apresurará a aprovechar. Los protagonistas de la Magia Roja son los espíritus, los genios, los gnomos, los silfos, los demonios... todo ello a través de una jerarquía de personajes y valores que se inicia con Adonai, el Ángel de la Luz, para los espíritus buenos, y con Lucifer, el Emperador de las Tinieblas, para los espíritus malos, a los cuales sigue toda una cohorte de espíritus y demonios de mayor o menor categoría, debidamente ordenados y clasificados según su importancia y cometido específico.
La Magia Negra, finalmente, surge como una reacción a la primera gran represión de la Magia a manos, tanto de la iglesia católica, como de los gobiernos de los respectivos países donde se produjo. La Magia Negra es la más execrable de todas las magias, cuyo único protagonista es Satanás, el príncipe de todos los demonios, y cuyo principal objetivo es realizar un pacto con él para conseguir los más inconfesables objetivos.
Esta clasificación de la Magia en Blanca, Roja y Negra peca, sin embargo, por superficial, ya que no engloba en ella a todas las distintas finalidades de la magia, sino solamente los medios, y las Magias Roja y Negra no son en realidad subdivisiones de la Magia, sino más bien ramas de la misma surgidas en el momento en que la coyuntura histórica imperante las hizo necesarias.
Otra división de la Magia también muy difundida es la que nos la separa en dos partes: la Magia Analógica y la Contagiosa, según se actúe usando la ley de correspondencia (magia simbólica) o un contacto. Como ejemplos de ambas Magias citaremos: para la magia analógica, todos los hechizos para provocar la fertilidad o la lluvia; para la magia contagiosa, todos los filtros, pociones, hechizos sobre prendas, cabellos o uñas de una persona...
La Magia Analógica es llamada también imitativa u homeopática, ya que actúa a través de la repetición o imitación de ciertos actos, ritos y condiciones, del mismo modo como lo efectuaban los hombres primitivos cuando, para obtener éxito en la caza, se cubrían el cuerpo con pieles del animal que deseaban cazar para conseguir así su misma fuerza, agilidad o astucia.
Otra división de la Magia nos la clasifica desde otro punto de vista en Positiva y Negativa. La Magia Positiva es aquella que, al actuar, hace un bien: por ejemplo, el curar a una persona transmitiendo su enfermedad a un animal o a una planta, o recogiéndola en un amuleto que después deberá ser arrojado. La Magia Negativa, por el contrario, es aquella que trae implícita una prohibición, cuyo incumplimiento es automáticamente castigado. En ella entran todos los tabús, cuya transgresión supone inmediatamente el castigo del infractor, sin más actuación que el poder automático del propio acto mágico.
Las tres ramas de la magia.
Sin embargo, ninguna de estas divisiones citadas es completa, ya que en todas ellas quedan lagunas que es preciso ir cubriendo bien que mal. Nosotros, por nuestra parte, preferimos otro tipo de división, menos divulgada tal vez, pero indudablemente mucho más precisa que las anteriores: aquella que divide a la Magia en Adivinatoria, Ceremonial y Teúrgica.
Creemos que no hace falta explicar demasiado qué entra dentro de estos términos, pero sí sea tal vez conveniente examinar sus alcances. En esta división, la Magia se separa en tres grandes ramas, que se caracterizan por los medios que emplea, por las características del acto mágico a realizar y por los fines que busca. Y así la Magia Adivinatoria es aquella por la cual preguntamos y obtenemos una respuesta: es la geomancia, la astrología, la cartomancia... La Magia Ceremonial, por su parte, es la que engloba dentro de sí al acto mágico propiamente dicho: es aquella por la cual ordenamos y esperamos conseguir unos resultados. Es pues una magia perentoria, y constituye en realidad la base de toda la magia como tal fenómeno mágico: la hechicería, la alquimia... La Magia Teúrgica, finalmente, que podríamos definir también como "magia religiosa" (y aquí empleamos la palabra "religiosa" en un sentido distinto al habitual), es aquella última por la cual pedimos...
Preguntar, ordenar, pedir: he aquí las tres bases sobre las que se asienta toda la Magia. Naturalmente, estas tres grandes ramas se bifurcan después en otras muchas ramas más pequeñas, ramas secundarias y ramillas, que terminan desmenuzando el fenómeno Magia en fragmentos minúsculos. Pero, ¿vale la pena hacer este desmenuzamiento aquí? Creemos que no
La cábala, la alquimia, la astrología.
Extraída de la antigua tradición judía, la cábala constituirá, a lo largo de los siglos XV y XVI, el principal Renacimiento dentro de la Magia, ya que apartará por completo al mago de las prácticas comunes de brujería y hechicería (el cabalista es un mago "puro", y por ello no podrá realizar jamás magia negra, ya que trabaja siempre en el temor de Dios), buscando, más que objetivos materiales, la espiritualidad. Basada esencialmente en la simbología de los números, y en su correspondencia con las letras del alfabeto hebreo, la cábala constituirá el fundamento de toda la Alta Magia contemporánea. Tendrá, durante todo el Renacimiento, sus brillantes partidarios y defensores: Dante la usará abundantemente en su "Divina Comedia", en donde las cifras cabalísticas 3, 6, 9 y 10 son usadas frecuentemente; Raimundo Lulio basará en ella toda su filosofía, Pico de la Mirándola será uno de sus principales defensores y divulgadores. Pero la máxima figura de este tiempo será Parecelso (cuyo verdadero nombre es Teofrasto Bompast von Hohenheim), el cual, además de ser un famoso médico, precursor de la medicina racional y descubridor del magnetismo animal y de la homeopatía, fue también uno de los mayores y más célebres alquimistas de su tiempo.
La Alquimia: nos adentramos, con ella, en la segunda Gran arte Mágica del Renacimiento (tocada ya en un tema monográfico), la más pública de las artes mágicas de aquel tiempo. Aunque alcance su máximo esplendor en los siglos XV y XVI, los primeros alquimistas se encuentran ya en el siglo XII, y su huella se prolongará hasta el siglo XVII, donde la llegada del racionalismo (y también los constantes fracasos de algunos alquimistas en su búsqueda de la piedra filosofal) la harán desmoronarse en sus cimientos. La finalidad última de la Alquimia, sin embargo, y en contra de lo que cree mucha gente (incluso algunos alquimistas) no es el trastocar los metales en oro, sino buscar, por medio del complicado ritual del proceso alquimista, la auto perfección del ejecutante. Es por ello, por ser su finalidad última más espiritual que física, que la verdadera alquimia ha sido siempre protegida e incluso practicada por reyes e incluso papas, en un tiempo en que la Inquisición condenaba a la hoguera a brujos y hechiceros, mientras que los alquimistas eran considerados como sabios. Y, entre los alquimistas más célebres de aquel tiempo hay hasta religiosos, como Alberto el Grande, e incluso santos, como Tomás de Aquino.
La astrología, finalmente, es la única ciencia mágica cuya popularidad se ha mantenido invariable a lo largo de todos los tiempos, desde la más remota antigüedad hasta nuestros días... tal vez debido al hecho de ser la menos esotérica y la más pública de todas las artes mágicas. En el siglo XVI la astrología sufre un gran renacer en Italia, que se extenderá muy pronto por toda Europa. Los astrólogos son considerados como profesionales, no se ocultan como otros magos, sino que por el contrario hacen públicas y evidentes sus predicciones, gozan del favor y de la protección de los grandes prohombres y de los reyes, y discuten encarnizadamente entre sí sus teorías, que son consideradas como teorías científicas, ya que la astrología, en el Renacimiento, constituye una ciencia paralela a la astronomía y al mismo nivel que la medicina o la física. Uno de los personajes más célebres en esta época será Nostradamus, aunque para muchos Nostradamus sea, más que un astrólogo, un vidente...
La Magia, la razón y los ciclos históricos.
Un somero examen de la historia, en todos sus aspectos, nos convencerá de la veracidad de una de las perogrulladas más cierta de todo el fenómeno histórico: el de que la historia se repite. Los historiadores han llamado a esto los "ciclos históricos": cada equis años, o decenios, o centurias, nos dicen, se reproducen unas mismas condiciones históricas... que abocarán a unos mismos resultados, aunque sea cada vez en un plano más elevado. La historia, pues, no es más que una sucesión de ciclos históricos idénticos, a través de cuya sucesión puede intentar adivinarse lo que ocurrirá en el futuro mediante el examen de las épocas pasadas en las que las circunstancias históricas fueron semejantes a las actuales.
Esto es lo que podemos hacer con respecto a la Magia. Para ello basta ver cuáles son las circunstancias históricas que forman nuestro momento actual. En primer lugar, nuestro tiempo se caracteriza por un exacerbado materialismo: el hombre moderno ha perdido la fe en todo; ha perdido la fe en una religión que sigue sin entender, y que se revela cada vez más insegura sobre sus pasos; ha perdido la fe en una ciencia que puede aniquilarlo -que puede aniquilar a todo el planeta- en cualquier momento y en cuestión de escasos segundos. El hombre moderno ha perdido el sentido y la medida del bien y del mal. Está desorientado. Nada de lo que ve a su alrededor le convence, nada le resulta comprensible. La divulgación dentro de todos los órdenes, ha puesto prácticamente todas las cosas a sus pies... pero no está aún preparado para entenderlas. Así, lo que le rodea, todas esas cosas extrañas y maravillosas, no son para él más que frutos de una nueva magia, una magia civilizada que utiliza brillantes aparatos científicos y que da nombres sonoros y extraños a las cosas, pero magia al fin y al cabo.
El hombre moderno se siente ahogado por el materialismo que le rodea: por la masificación, por la desorientación intelectual y moral. Intenta razonar... pero no hay nada razonable.
Esta situación no es nueva. Volviendo la vista hacia el pasado, encontramos otras circunstancias históricas en las que se reproducen estos mismos condicionamientos. La primera de ellas ocurrió en Gracia y Roma. Los antiguos griegos y romanos llegaron a una situación espiritual muy semejante a la del hombre moderno: no creían ya en sus dioses, se veían invadidos por el materialismo, el razonamiento lógico ya no les servía. La segunda se presentó en plena Edad Media... lo hemos visto en temas como la brujería y la alquimia. El hombre medieval se sentía ahogado por lo que le rodeaba, había perdido la fe en todo. En ambos casos era necesario un cambio.
Y estas dos circunstancias históricas vienen seguidas efectivamente por un profundo cambio... y también por un gran resurgir de la Magia. Es, en cierto modo, una consecuencia lógica. Al perder la fe en la religión y en la razón, necesitamos encontrar algo, un sustituto, que nos siga empujando, que nos permita seguir hacia delante. La Magia, con su irracionalidad, no necesita de la ciencia ni de la religión. Entonces, el hombre se aboca a la Magia, porque es el único camino que le queda y en el que aún puede creer.
Y esta magia va a buscarse siempre en Oriente. Grecia y Roma toman su magia de Caldea, el Renacimiento basa su Magia en los libros orientales rescatados por los árabes y los judíos.
Ahora, hay en todo el mundo una intensa corriente de orientalismo. El hinduismo, el budismo, las doctrinas Zen, los Yogas, están ganando en Occidente adeptos día a día. Y todas estas doctrinas tienen un patente fondo mágico...
Se está preparando, pues, un nuevo Renacimiento de la Magia. En realidad, lo tenemos ya aquí. "La Magia ha muerto", nos dicen en forma muy ortodoxa algunos autores. Nada hay más lejos de la verdad que esto. Nunca, en estos últimos siglos, se había demostrado un interés tan palpable acerca de todas las cuestiones mágicas. Existe una enorme curiosidad por conocer más a fondo todos estos temas: los libros sobre Magia se venden en todo el mundo por millones de ejemplares, las doctrinas orientales ganan adeptos día a día, los Centros y congregaciones se multiplican. El mundo, falto de una ciencia y de una religión en las que poder creer, cree cada vez más en la Magia.
Sí; nunca, como hasta ahora, la Magia había conocido un tan grande interés. Se está preparando, si podemos llamarlo así, un nuevo Renacimiento.
Pero antes será preciso destruir completamente los valores que existen actualmente y sustituirlos por otros de nuevos. Esto es algo que ha sucedido antes, y que ahora está sucediendo ya.
Sí: este resurgir, esta Era Mágica que nos aguarda en el futuro, se verá precedida, como se vio precedida en los anteriores ciclos históricos, por una época de transformaciones e incluso de barbarismo. Es necesario que ocurra así, para destruir todo lo que debe ser destruido y volver a empezar de nuevo. Tal vez serán necesarios aún muchos años, pero el camino ya está iniciado.
La Magia, hoy.
Llegamos, con todo ello, a la Magia de hoy... a la Magia del siglo XX (aunque ya nos encontremos en un nuevo siglo). Un siglo que es caracterizado como frío, racionalista, científico... un siglo en el que todo es pesado, medido y reglamentado, donde no hay lugar para las cosas que escapan al orden, a cualquier orden. La Magia, pues, parece condenada a la extinción...
Y esto es lo que parecía a simple vista, a juzgar por los síntomas exteriores de que nos hablan la mayor parte de los autores que tocan el tema. La Magia de nuestro tiempo, dicen, está muerta. Desde Levi, Papús y sus compañeros, parece como si no haya sucedido nada nuevo. No hay, nos dice Rony, aquel afán de búsqueda que caracterizaba a la Magia del Renacimiento: los ocultistas contemporáneos viven encerrados en sí mismos, parece como si no les importara nada de lo que ocurre a su alrededor, ocupados exclusivamente en interminables comentarios escolásticos sobre la Cábala, el gnosticismo o la teurgia. La Magia no avanza, no evoluciona, no se ha movido apenas en este último medio siglo.
¿Es así realmente? ¿Tienen razón los que proclaman la muerte de la Magia? La magia primitiva, dicen, la que aún siguen practicando los pueblos poco desarrollados que ocupan aún algunas regiones de nuestro planeta, ha sido explicada de muchas maneras "racionales": fanatismo, superstición, pervivencias de viejos rituales... Las nuevas disciplinas científicas que se ocupan de la mente, principalmente la parapsicología, han desmitificado muchos de los "actos mágicos" que se realizaban antiguamente, dándoles explicaciones científicas y sonoros nombres de seria apariencia, e incluyéndolos dentro del acervo de las ciencias... aunque no estén aún muy seguras de sus propias explicaciones. El resto de la Magia... ¡Bah!, charlatanería.
¿Qué hay que pensar, en realidad, sobre esto?