“Siempre pensé que era una preocupada crónica. Me sentía incapaz de relajarme. A veces sucedía unos días sí y otros no, pero otras veces era constante y podía durar días. Me preocupaba qué iba a hacer de cena para una fiesta o qué podría regalarle a alguien. No podía simplemente dejarlo estar”
“He tenido muchos problemas para dormir. Había veces en que me despertaba en tensión por la mañana o en mitad de la noche. Tenía problemas para concentrarme, incluso para leer el periódico o una novela. A veces me sentía ligeramente mareado. Mi corazón latía rápido y eso me preocupaba más.”
“Estaba preocupada todo el día. No importaba que no hubiera signos de problemas, yo me sentía mal. Tenía problemas para dormir y no podía mantener mi mente centrada en el trabajo. Me sentía enfadada con mi familia todo el tiempo”.
Las personas con trastorno de ansiedad generalizada viven en un estado casi continuo de preocupación por temas relacionados con su vida diaria. Los problemas les afectan más que a la mayoría de la gente. Tienden a pensar lo peor, anticipan desastres, le dan vueltas a los mismos temas, se preguntan “qué pasaría si...”, se preocupan en exceso por cualquier tema como el dinero, la salud, la familia, el trabajo, etc. Por ejemplo, si un familiar se retrasa piensan que puede haber tenido un accidente o que algo grave le ha pasado. Otras veces sus preocupaciones pueden centrarse en pequeñas cosas como llevar el coche al taller, llegar tarde a una cita, tareas por hacer, etc. En cualquier caso, la intensidad, duración y frecuencia de sus preocupaciones son exageradas e interfiere en la realización de sus tareas y su capacidad para concentrarse.
No son capaces de sacarse sus preocupaciones de la mente, incluso aunque se den cuenta de que pueden estar exagerando. Les resulta muy difícil relajarse, estando en un estado de tensión casi continuo que les impide dormir adecuadamente por las noches, por lo que no es extraño que padezcan insomnio. Algunos están en movimiento continuo sin parar nunca a descansar y estar tranquilos. Están irritables y con “los nervios de punta”...
Sus preocupaciones suelen ir acompañadas de síntomas físicos como temblor, tics o movimientos nerviosos, tensión muscular, dolores de cabeza, irritabilidad, sudoración, sofocos, manos frías. También pueden sentirse mareados o con falta de aire debido a que la tensión en la que se encuentran hace que su respiración sea superficial y rápida y tiendan a hiperventilar. Pueden sentir nauseas, tener diarreas o molestias gastrointestinales, o sentir como una especie de nudo en la garganta, con dificultad para tragar. Se sobresaltan con facilidad (por ejemplo, al sonar el teléfono).
Estas personas pueden llevar una vida más o menos normal y no evitan las situaciones como suelen hacerlo otras personas con trastornos de ansiedad, sin embargo, puede ser bastante debilitante, se sienten cansados y les cuesta trabajo llevar a cabo las actividades de su vida diaria. Su energía está casi al límite debido a que es consumida por sus preocupaciones y ansiedad. Cuando este estado se prolonga, la tensión continua puede hacer que predominen los síntomas físicos de ansiedad, persistiendo incluso en los momentos en los que no tiene ninguna preocupación concreta que ocupe su mente y dando la impresión, a veces, de que sus síntomas no obedecen a ningún motivo específico.
Suele comenzar en la infancia o adolescencia y volverse crónico, pero a veces empieza en la edad adulta. Es más frecuente en mujeres. Con el tiempo no es extraño que acaben deprimiéndose debido al malestar continuo y a la pesada carga que les supone su vida diaria.
Este trastorno puede ir acompañado de otros trastornos de ansiedad (por ejemplo, fobia social) o abuso de sustancias con las que intentan vencer sus síntomas. En algunas ocasiones, ciertas enfermedades asociadas con el estrés, como el síndrome de intestino irritable, acompañan al trastorno de ansiedad generalizada.
Para que se realice un diagnóstico de ansiedad generalizada los síntomas deben estar presentes durante al menos seis meses. Este trastorno Afecta a un 3-4 % de la población.
¿Cómo superarlo?
Con la terapia adecuada, estas personas pueden aprender a vivir una vida más libre de ansiedades y preocupaciones mediante el aprendizaje de una serie de habilidades y estrategias:
1. Enseñarle a afrontar adecuadamente situaciones difíciles y estresantes. Por ejemplo, aprender a verlas como retos y no como amenazas, aprender a buscar soluciones en vez de tener la mente bloqueada por pensamientos negativos que no solucionan el problema, aprender a pedir ayuda cuando sea necesario, aprender técnicas de solución de problemas, etc.
2. Muchas de estas personas llevan una vida muy activa, siempre están ocupados y no tienen tiempo para ellos mismos, o bien anteponen las necesidades de otros a las suyas propias. Es importante ayudarlos a encontrar un equilibrio entre sus ocupaciones y sus necesidades de descanso. Tienen que aprender a dedicar una parte del día a sí mismos en vez de dedicar todo su tiempo al trabajo, a los demás, a sus tareas domésticas, etc.
3. Enseñarle a interpretar las situaciones de modo realista. Estas personas tienden a exagerar, a ser excesivamente perfeccionistas, a centrarse en lo negativo, etc. (por ejemplo, pensar: “si se retrasa es porque algo malo le ha pasado”, sin tener en cuenta otras alternativas como un atasco en carretera). Por tanto, es importante enseñarles a tener un pensamiento más constructivo.
4. Técnicas de relajación. Dada la gran tensión que tienen estar personas, la relajación se convierte en una parte muy importante de la terapia. Aprende alguna técnica de relajación y practica al menos unos 20 minutos al día. Otras técnicas como yoga o meditación también pueden servirte de gran ayuda si las practicas regularmente.
5. Técnicas de respiración. Las personas con ansiedad suelen tener tendencia a hiperventilar, Aprender a respirar correctamente y practicar varias veces al día es importante.