viernes, septiembre 02, 2022

Ritos de Armonización entre Cuerpo y Mente

Desde siempre el ser humano ha creado ritos, ritos mediante los cuales la comunidad facilitaba a sus miembros el paso de los sucesivos pasajes de la vida. Los antiguos ritos ofrecían una estructura compartida que constituía el marco segurizante dentro del cual era más fácil afrontar las transformaciones, el miedo provocado por las inciertas perspectivas de abandonar aquello que había sido hasta el momento presente sin saber todavía qué ocurrirá en el futuro (1).

La danza y el rito han estado en íntima relación desde siempre, tanto así que, para algunas culturas, las dos palabras tenían el mismo significado. Estamos hablando de la danza que ha nacido de los movimientos con los que el hombre primitivo expresaba su propio estado emotivo, de manera más o menos organizada y metafórica, y que con el tiempo se han consolidado para poder elaborar la emoción ligada a los momentos más intensos de la vida (nacimiento, muerte, matrimonio, caza, guerra), para expresar la relación con la naturaleza, con el universo y para vivir la propia sociabilidad.

Esta forma de danzar no separaba la mente del cuerpo. Más bien podemos considerarla al igual que Fechner (2) como “la encarnación del pensamiento en el momento en el que se manifiesta”, el máximo grado de integración psique, cuerpo, espíritu, por esta estrecha trama con la vida y porque encarna la creatividad del cuerpo. La danza es la más antigua y totalizante de las artes, o aún más, “la danza es una forma originaria del ser humano”(3). Compartimos también la posición de Curt Sachs (4) que ve en la danza la madre de todas las artes. “…La música y la poesía existen en el tiempo, la pintura y la arquitectura en el espacio, mientras que la danza existe en ambas dimensiones” y además en el danzar “el creador y su creación son una misma cosa”.

Es importante tener presente que la danza no sólo ha sido originariamente el medio para dar forma expresiva a emociones y sentimientos que podían ser fuente de ansia insostenible. También ha sido la vía a través de la cual era posible alcanzar una amplia gama de estados de conciencia. La cosa más clara y evidente, especialmente a nuestros ojos occidentales, en la danza de trance o en la danza estática, es que tienen como principal objetivo el logro de un estado de conciencia trascendente, un abandono de la fuerza del yo y un sentido de unión con el universo. Pero es importante tener presente que, en cualquier tipo de danza, las diversas cualidades de movimiento, los diversos ritmos y los variados modos de utilizar el espacio inciden sobre nuestro estado de conciencia y sobre la experiencia del propio ser...

Era fundamental la ejecución de los movimientos de la danza que daban forma a los ritos. No obstante, al ofrecer una especial atención a esta forma coreográfica en el momento en que era ejecutada, se expresaba también el propio ser. Al focalizar la propia atención sobre el modo en el que el cuerpo se vive a sí mismo es posible “encarnar” la acción ritual. Es una atención receptiva que requiere estar presente en el aquí y ahora, es un comportamiento creativo que al mismo tiempo guía el cuerpo y se deja guiar por éste.

Podemos decir que cuando un rito está vivo hay dos procesos creativos que se cruzan. Uno social, consolidado a través del tiempo y otro individual expresado en la cualidad de la presencia y en el modo personal en que la forma ritual es ejecutada. De la Edad Media en adelante, no obstante, occidente transformó la danza en mero espectáculo, abandonando gran parte de su función ritual. La danza espectáculo establece una figura de danzarín ejecutor el cual, en la mayoría de los casos, no crea su danza y está más preparado para “hacer” que para “sentir” o para “ser” en el movimiento. El énfasis que viene puesto en la belleza de la forma ha llevado a un distanciamiento cada vez mayor de la vivencia interior.

Nuestra cultura ha dado prioridad al pensamiento y ha mirado al cuerpo como una fuente de pecado. El rico bagaje corporal y los ritmos alegres del movimiento son el lado oscuro de nuestra cultura desde que el pensamiento cartesiano y newtoniano ratificarán la división entre mente y materia. Actualmente, si bien parecen disminuir los tabúes sexuales, nuestra forma de vida y de producción económica imponen un control cada vez más rígido del cuerpo. Las modas definen los modelos de belleza a seguir al precio de severas dietas, gimnasias enloquecidas o métodos cruentos de cirugía plástica. Hay menos tiempo para el “cuerpo sentido”. No hay tiempo para sentir el sol sobre la piel en la mañana, no hay tiempo para sentir los aromas de la naturaleza, ni para expresar a través de los ritos nuestra relación sensorial, emocional y fantástica con éstos.

Existen, no obstante, fuerzas pertenecientes a nuestra misma cultura que están recorriendo otros caminos. La danza contemporánea es una de las expresiones de esta fuerza. Su nacimiento en el inicio del siglo marca la ruptura del viejo estado de cosas o el inicio de una vía, no siempre lineal pero continua, de retorno a la escucha profunda del cuerpo como fuente de expresividad.

De los métodos de promoción de la creatividad desarrollados en la danza contemporánea y de las contribuciones culturales del psicoanálisis surgieron las primeras experiencias de la Danza/Movimiento terapia, a través del esfuerzo de algunas pioneras como Mary Whitehouse, Marian Chace, Trudy Schoop y otras. La Danza Terapia que actualmente viene siendo aplicada a diversas patologías, tantos psiquiátricas como físicas, nos muestra que el poder de transformación y curación de la danza ha permanecido vivo en nuestra memoria psicosomática. El Movimiento Creativo es una disciplina enfocada a la recuperación de la escucha profunda del cuerpo y al desarrollo de la potencialidad expresiva y creativa. Esta práctica nace de la doble experiencia de las autoras de este artículo, ambas danzarinas, coreógrafas y terapeutas en danza-movimiento. El Movimiento Creativo considera al cuerpo como el eje central del proceso creativo que está en la base de todos los lenguajes artísticos. Se orienta hacia la profundización de la escucha del cuerpo y a la ejercitación del tipo de presencia mental necesario durante los ritos. En efecto la parte inicial de esta práctica recibe el nombre de rito de armonización corporal. Es un práctica matutina que se repite al inicio de cada encuentro del Movimiento Creativo. Está caracterizada por secuencias de movimiento pensadas para llegar al reequilibrio entre cuerpo, mente y espíritu, antes de afrontar aspectos más libres e individuales del proceso creativo. De manera más detallada los ritos se dirigen a:
• desarrollar la percepción sensorial como una vía de activación de la “inteligencia cuerpo/mente”.
• ampliar la gama de los movimientos y de su cualidad.
• desarrollar la memoria del propio movimiento.
• iniciar a las improvisaciones como un método para desarrollar un lenguaje corporal expresivo.

Las palabras rito de armonización corporal quieren indicar lo sagrado que es para las autoras de este trabajo el proceso de integración cuerpo/mente.

El rito se inicia con la aceptación del estado en el que se encuentra el cuerpo, con la escucha profunda y el descubrimiento de sus matices. El cuerpo ya no es un enemigo o algo que deba plegarse a la voluntad,. Cualquiera que sea el estado en el que se encuentre es desde él, a través del rito, desde donde el proceso creativo emergerá. A través del rito de armonización corporal se busca satisfacer ya sea la necesidad social de hacer ritos colectivos, ya sea la necesidad individual de expresar el propio sí interior. Vivir no es primariamente ocupar el espacio, sino cuidar y crear aquel espacio en el cual algo individual surge y se desarrolla.

Los ritos de armonización corporal están pensados para crear el ambiente de seguridad y de confianza dentro de los cuales el individuo puede experimentar los recorridos creativos, sin ser presa del juicio de los otros o de la autocrítica destructiva. Cuando se consolida el propio proceso creativo en el interior de un ambiente sin juicios aparece la posibilidad de ampliar la propia creatividad, incluso en otros ambientes de la vida social.

En una sociedad que nos ofrece pocos ritos y que pone el acento sobre la autonomía del individuo, la posibilidad de practicar un rito con un grupo de personas abre una opción de reforzamiento de aquellos aspectos de la personalidad que nos permiten crear nuestros propios ritos o de personalizar aquellos ritos sociales escapando de la excesiva fuerza del hábito.

“Cuando el gurú se sentaba para venerar cada noche, el gato del ashram se metía siempre en medio, distrayendo a los fieles. Entonces ordenaron que el gato fuese atado durante el rito. Después que murió el gurú, el gato continuó atado durante la veneración nocturna. Cuando el gato murió, otro gato fue llevado al ashram para que fuese sistemáticamente atado cada noche. Siglos más tarde tratados oficiales fueron escritos por los discípulos del gurú, para explicar el significado litúrgico de atar al gato mientras se realiza la veneración”(5).

Este cuento muestra cómo el ser humano puede aceptar aspectos rituales sin experimentarlos en primera persona, convirtiéndolos en una regla rígida a cumplir. Los ritos de armonización corporal de los que hemos hablado se proponen como objetivo recrear un espacio de unificación mente, cuerpo y espíritu en el cual la expresión individual pueda tener lugar. La forma unida a un cierto tipo de atención crean una nueva experiencia y además una nueva expresión.