viernes, octubre 21, 2022

Introducción a la Búsqueda del Crecimiento

Claudio Naranjo

El Panorama Contemporáneo

A lo largo de los siglos, los hombres han pensado que su generación fue un período de evolución más significativo que los que le precedieron. La Historia ha cambiado mucho desde los albores de la civilización, y los individuos sensibles de cada época han advertido la particular naturaleza de la evolución (o decadencia) que estaba ocurriendo a su alrededor. Un error usual de apreciación les llevó a pensar que lo que estaba ocurriendo era la crisis más importante desde hace siglos, o incluso el preludio del milenio. Aunque pudiera ser también un error de perspectiva por mi parte,, comparto la impresión de muchos, de que nuestro tiempo es una época de transformación drástica, un tiempo de crisis profundísima: la muerte de una cultura y el brote de otra. Estamos cuestionando y abandonando formas culturales, instituciones y fuentes de autoridad. Digo cuestionar y abandonar, en lugar de rebelar, porque, de igual forma que en física una revolución es un movimiento circular que termina donde empezó, en las revoluciones históricas el hijo suplanta al padre tan sólo para crecer a su imagen y semejanza. Los que veo como sujetos de la "revolución" de hoy no se rebelan en la medida en que se cuestionan, abandonan y superan algo. Esto parece ser mucho más drástico que la reacción emocional de protesta. Porque está claro que cuando dejamos algo atrás estamos buscando un nuevo comienzo o hemos desarrollado ya algo que deja anticuado lo que estamos abandonando. Se podría incluso decir que hoy en día las divisiones tradicionales generales de religión, arte, razón, criterios de moralidad e instituciones políticas están superadas; al menos así las ven ahora un número creciente de personas. Las han dejado atrás, como una serpiente abandona su vieja piel, inalterada y todavía hermosa quizás, pero demasiado estrecha y por tanto inútil.

Este abandono de formas no sólo ha dejado un vacío, sino también un deseo; no sólo una ausencia, sino también una búsqueda de sentido. La repetición mecánica ha desgastado las viejas fórmulas y ha surgido una búsqueda a tientas de orientación. Cuando las soluciones se vuelven cuestionables, nos damos cuenta de los problemas. Cuando perdemos la fe en nuestros ideales y esperanzas, experimentamos la desesperación; cuando vemos nuestros sueños como meros sueños y nuestras suposiciones como meras suposiciones, advertimos un sentido de limitación, de estado incompleto y de respeto a lo desconocido.

Que un problema pudo ser más valioso que una solución; una pregunta, que una respuesta; un anhelo, que una satisfacción, son pensamientos que ya han sido formulados muchas veces. Sócrates dijo: "Sólo sé que no sé nada". Para Kierkegaard, la desesperación -la "enfermedad a muerte" era inseparable de la vida auténtica. Krishnamurti, harto de las limitaciones impuestas por las creencias, los dogmas e incluso los "métodos", tituló significativamente uno de sus libros: Liberarse de lo Conocido...

No resulta difícil concebir que poner en duda pueda ser más creativo que apegarse a respuestas hechas de antemano. La postura iconoclasta rechaza los símbolos y busca la fuente del significado más allá de la forma. Si una postura iconoclasta moderada puede ser sana incluso ante soluciones válidas; ¿Cuánto más entonces ante pseudo soluciones a las que nos aferramos para poder seguir durmiendo con tranquilidad? Al fin y al cabo, todos los valores que amamos originalmente emergen del poner en duda, del buscar e, incluso, de la desesperación. El agua que sació la sed de nuestros antepasados puede que no sea el agua que necesitamos hoy; hay que encontrarla de nuevo, cada vez y además no se puede almacenar.

Supongo que la mayoría de nosotros hemos experimentado momentos de éxito, de consecución de ciertas metas, o fases de inactividad en las que hicimos una pausa para reflexionar acerca de nuestra trayectoria y el sentido de nuestros propósitos. La búsqueda de objetivos se alterna con la fijación de los mismos, igual que el planear se alterna con el construir. ¿Puede decirse que lo uno sea más importante que lo otro? Nuestra cultura es como un árbol que se deshoja en otoño. Las hojas eran bellas y útiles. Otras tomarán su lugar en primavera y cumplirán también su función. La fuente de esta renovación es la necesidad del árbol. Pegar hojas muertas en las ramas es crear una satisfacción falsa. El valor del árbol en invierno no radica en sus hojas o en sus flores, sino en su función de laboratorio silencioso; en su retirada dentro de sí. Nuestra silenciosa evolución actual es también una retirada ó interiorización en la que abandonamos nuestras inquietudes externas para dirigirnos a las de nuestras raíces. Así, de lo conformado pasamos a lo que no tiene forma. Eso que quiere nacer o ser expresado; de la instrumentalidad pasamos a la necesidad de la que los instrumentos derivan su significado. ¿Pero qué es lo que ocurre en esa interiorización a la que nos retiramos? Puede ser formulado como algo que tiene que ver con el crecimiento personal, el auto-perfeccionamiento o el cambio de personalidad. De este anhelo, expresado mediante empresas entendidas, según los casos, como "psicoterapia", "misticismo" o "educación experimental", es de lo que trata este libro.

Este abandono de las formas y soluciones que nos son familiares ha conducido casi siempre a dos reacciones diferentes, aunque compatibles. Una es la apertura a las respuestas inusuales ofrecidas por culturas distintas a la nuestra: zen, budismo, taoísmo, vedanta, sufismo, esoterismo e incluso chamanismo. La otra es más experimental y busca el desarrollo de posibilidades nuevas: grupos de encuentro, dianética, privación sensorial, nuevas sustancias químicas que afectan la mente, etcétera.

El interés por los antiguos puntos de vista acerca de la situación humana se puede constatar en el incremento de la producción de literatura y en la aparición de librerías especializadas en esta área. Muchos de los clásicos orientales están siendo traducidos al inglés y ya no son sólo objeto de lectura de los orientalistas. ¿Podríamos haber pensado hace veinte años que una obra como El Libro Tibetano de los Muertos aparecería en edición de bolsillo o que el I Ching sería un best-seller en los Estados Unidos? Existen también obras recientes de autores orientales como Daisetz T. Suzuki, Idries Shah y Swami Nikhilananda, así como otros volúmenes de autores occidentales que se han adentrado en profundidad en tradiciones extranjeras: Lama Govinda, Mircea Eliade, Karlfried von Dürkheim, Alan Watts, Heinrich Zimmer, Christmas Humphreys y Piotr Ouspenski, por citar a . unos pocos. Las tradiciones de las que se ocupan estos autores hacen hincapié en la necesidad de una "transmisión personal", una comunicación oral y, en particular, unas directrices de disciplina práctica. Sin embargo, la necesidad que calma la lectura no es intelectual. Es una necesidad que busca una satisfacción que las palabras sólo pueden insinuar. No es de extrañar entonces que junto a la demanda creciente de libros de este tipo encontremos una demanda creciente de maestros espirituales o gurús. Pero tanto con personas como con libros, una necesidad profunda no es siempre juiciosa y se aferrará a algo que tiene apariencia de ser relevante. Indudablemente, el anhelo de la nueva generación ha hecho aparecer en escena a unos cuantos maestros "supuestos", americanos o asiáticos, que o bien sacan provecho económico o bien satisfacción personal jugando al juego del "Maestro", y que satisfacen su amor propio a través de la conversión de los grupos que les rinden culto. Pero éstas son manifestaciones periféricas y patológicas de una necesidad válida, y la actividad de personas y grupos honestos no debería ser prejuzgada sobre la base de estos grupos marginales, ya que en la actualidad, la mayoría de las tradiciones orientales tienen canales acreditados en Occidente.

La respuesta exploratoria o experimental a nuestro anhelo contemporáneo está claramente representada por la eclosión de actividad que se observa en el campo de la psicoterapia. Una de las consecuencias de esta actividad es el derrumbamiento de viejos esquemas y la aparición de la nueva perspectiva o intención profesional. Esta proliferación de nuevos conceptos y técnicas ha sido objeto de al menos dos formulaciones sintéticas, la una teórica y la otra práctica. En el nivel teórico, fue Abraham H. Maslow el primero en prestar atención a la unidad de orientación que subrayan muchos de los descubrimientos de la psicología actual. Fue él quien introdujo el concepto de la Tercera Psicología o la Tercera Fuerza en Psicología, expresiones que se han vuelto ya clásicas. Al llegar a este punto, sus propias palabras en el prólogo de Hacia una Psicología de Ser son más apropiadas que las mías:

"Las dos teorías globales sobre la naturaleza humana que más influencia han tenido en la psicología hasta hace poco tiempo han sido la freudiana la experimental positivista-behaviorista. Todas las demás teorías eran menos globales y sus partidarios formaron muchos grupos disidentes. En los últimos años, sin embargo, estos diferentes grupos se han venido fundiendo rápidamente en una tercera y creciente teoría global de la naturaleza humana, que podría denominarse una "Tercera Fuerza". Este grupo incluye a los adlerianos, los rankianos y los jungianos, como también a todos los neo freudianos (o neo adlerianos) y a los post-freudianos (Ego-psicólogos psicoanalíticos así como escritores como Marcuse, Wheelis, Marmor, Szasz, N. Brown, H. Lynd y Schachtel, que están sustituyendo a los psicoanalistas talmúdicos). Además, la influencia de Kurt Goldstein y su psicología-organista crece constantemente. Como también la de la Terapia Gestalt, la de los psicólogos Gestalt y lewinianos, o la de los semánticos-generales, y la de personalidades tales como los psicólogos G. Allport, G. Murphy, J. Moreno y H.A. Murray. La psicología y la psiquiatría existenciales son una influencia nueva y poderosa. Algunas otras contribuciones importantes se pueden agrupar dentro de los Auto-psicólogos, psicólogos fenomenológicos, psicólogos de crecimiento, psicólogos rogerianos, psicólogos humanistas, etcétera. Una lista completa es imposible."

En el nivel práctico, el equivalente aproximado a la Tercera Psicología queda representado por una nueva institución: el "Centro de Crecimiento". Un término especial, la Red Eupsíquica, fue introducido por Maslow para designar a estos institutos relacionados informalmente que, a causa de sus metas coincidentes, pueden ser considerados parte de este grupo. La mayoría de los centros de crecimiento son lugares en los que los intereses de técnicas diversas -derivadas generalmente de la psicoterapia y de las artes se unen y son reconocidos implícitamente y puestos a disposición de la comunidad en forma de programas intensivos. Sin embargo, la función de estas instituciones ha ido más allá del servicio terapéutico que la gente ha buscado en la oficina del especialista. Al menos tres tendencias en marcha pueden permitirnos apreciar su impacto:

(1) Se puede decir que los centros de crecimiento poseen "programas de tanteo" que disminuyen las posibilidades de que un individuo se una a un camino antes de haber tenido experiencias previas. La existencia del centro y la naturaleza de las actividades que allí se desarrollan pueden afectar a las personas de la comunidad. Estas pueden ser conscientes del desarrollo humano, de los diferentes medios disponibles para satisfacer la necesidad existente y de la convergencia o complementariedad de los diferentes métodos, que va más allá de las formulaciones restrictivas de grupos individuales. Esta última comprensión ha contribuido a contrarrestar la tendencia del individuo a atarse y a optar exclusivamente por una idea, técnica o secta específica, perdiendo de esta forma la ocasión de explorar caminos diferentes y de encontrar una experiencia más fructífera para él.

(2) Al proporcionar una oportunidad para la intercomunicación profesional, algunos de los centros de crecimiento han tenido un impacto significativo, si bien informal y sutil, sobre el desarrollo de las técnicas psicológicas de nuestros días. Individuos eminentes que anteriormente trabajaban aislados pueden ahora residir en un mismo lugar y tener así mutuo acceso a las ideas de los demás, que pueden complementar o enriquecer las suyas. Esto no puede suceder a través de la palabra escrita, porque gran parte de la práctica terapéutica es no-verbal y sin descripción, y no puede ser conceptualizada sin perder su esencia. Este paso de enfoques específicos a sistemas más amplios está tomando lugar ahora constantemente de una forma que no está reflejada en las publicaciones. Las técnicas de los grupos de Encuentro han asimilado mucho de la conciencia sensorial, la psicosíntesis y la Terapia Gestalt; la terapia Gestalt ha asimilado conceptos de la conciencia sensorial, el psicodrama y el Encuentro; la psico síntesis, de la terapia Gestalt y la preparación autogénica; el psicodrama, del Encuentro y la bioenergética -y así sucesivamente. Es un intercambio que resulta inevitable a causa del programa ecléctico que proponen los centros.

(3) Se puede considerar al Instituto Esalen como el comienzo del interés explícito por el ámbito afectivo de la educación y el "movimiento del potencial humano". Creado por Michael Murphy y Richard Price, Esalen ofreció su primer programa residencial en 1966. Era el primer instituto de este tipo, y sirvió de modelo para muchos otros. Aunque continúa ofreciendo numerosos programas breves a la comunidad en general, durante los últimos años uno de los objetivos de Esalen ha sido la puesta en marcha de un colegio para individuos seleccionados, que puedan ser capaces de usar técnicas de "aprendizaje experimental" en sus respectivos campos de actividad. Su programa residencial materializó el sueño de Murphy de hacer realidad el concepto de educación de Aldous Huxley: una experiencia de aprendizaje diseñada para enseñar lo que Huxley llamó el "no-verbo de las humanidades". El hombre es un anfibio, dijo Huxley, que vive en muchos mundos al mismo tiempo: el mundo de la razón, el mundo de la percepción, el mundo del movimiento, el mundo de la actividad visceral, el mundo de las posibles experiencias místicas. Pero durante siglos, la educación que hemos recibido ha insistido tan sólo en el desarrollo de la razón, y en la transmisión de información; y ahora muchas de nuestras otras facultades yacen durmiendo o funcionan de forma aberrante. Huxley localizó con toda precisión varias técnicas, viejas y nuevas, que fueron desarrolladas para educar los sentidos, los sentimientos, los sistemas de acción y así sucesivamente, y sugirió que fuesen incorporadas en el sistema educativo. Murphy decidió que este objetivo podría ser conseguido con más inmediatez a través de un programa que abarcase estos aspectos de la educación que las escuelas excluyen. Luego siguieron otros programas en centros de crecimiento similares, y fueron adaptados fragmentos del original para su uso en algunas escuelas.

La vida contemporánea debe tener en cuenta el flujo creativo de los nuevos enfoques del desarrollo humano que acabamos de describir, y debe también tener en cuenta la creciente apertura a las tradiciones de las décadas y siglos anteriores que hemos ignorado por nuestra arrogancia prejuiciosa. Incluso si Dios está "muerto" en la iglesia occidental, aún permanece vivo en la experiencia de individuos que no invocan su nombre. Un teólogo moderno ha observado:

" El santuario está lleno de una vitalidad y un entusiasmo tan raro. Las palabras continúan allí: "Celebración", "alegría", "esperanza" y "amor". Pero la música se hace larga y no hay danza y hay muy poca apertura radical a la sorpresa y al cambio. Por mi experiencia, la sustancia de lo prodigioso se encuentra con más frecuencia en la prosa de lo secular, que en la -a menudo pintoresca- poesía de la religión. Lo sagrado está en lo profano; lo santo en lo cotidiano; el prodigio es el mundo."

Pero aunque puede que la religión formal esté muerta, la fuente de sus formas está más próxima al hombre que nunca. La religión de hoy es una religión de experiencias cumbres o, utilizando un término propio de la cultura psicodélica, es una religión de "enrollar".

Usando una definición más restringida que otros especialistas, el Profesor Gershom G. Scholem equipara el misticismo con la fase romántica del desarrollo religioso, en vez de con su fuente de experimentación. Para él, las religiones tienen su origen en la conciencia de la unidad, en la que no es necesario experimentar la presencia de Dios mediante un estado excepcional de éxtasis. A esto le sigue la religión institucional, la "fase clásica" del desarrollo religioso, que sitúa un abismo entre Dios, el Ser trascendental, y las criaturas finitas. Esta es la condición para el surgimiento del misticismo. El misticismo "se esfuerza por juntar los fragmentos que el cataclismo religioso ha roto, por recuperar la antigua unidad que la religión ha destruido, pero en un nuevo plano en el que el mundo de la mitología y el de la revelación se reúnen en el alma del hombre".

Si aceptamos la interpretación del término de Scholem, podemos decir que el presente es el amanecer de una era mística. Sin embargo, existe una diferencia entre esta segunda era mística y la que se prolongó desde los siglos doce al dieciséis: mientras que los místicos del pasado expresaron sus experiencias desde el punto de vista de sus tradiciones respectivas, los de hoy hacen caso omiso del lenguaje y los símbolos del patrimonio cristiano, y prefieren crear o importar imágenes y nomenclaturas. Por esta razón, se puede mantener que, a pesar de la búsqueda e incluso los logros que pertenecen generalmente al ámbito del misticismo, "la religión ha muerto". Las tradiciones a las que acude la gente han sido clasificadas por los historiadores como "religiosas" tan sólo a falta de un término mejor y a causa de la ausencia de un concepto apropiado en nuestra cultura. Los budistas Zen, por ejemplo, afirman una y otra vez que el Zen no es una religión, sino "un modo de transmisión especial ajeno a las escrituras". "El Vedanta -explica René Guénon- contrariamente a la opinión ampliamente sostenida entre los orientalistas, no es una filosofía ni una religión... Considerar deliberadamente esta doctrina entre estos aspectos es uno de los errores más graves, cometido con el fin de que resulte un fracaso comprender algo acerca de ello desde el principio; ...la religión... es algo completamente occidental...". Es en este ámbito trans-religioso, o cualquiera que sea el nombre que le demos, en el que el hombre de hoy se está interesando crecientemente. La religión está en el follaje otoñal. El ámbito que estamos tratando está en las raíces o en la semilla que madura, en la que el árbol acaba y comienza a la vez.

Lo que el misticismo es para la religión, el Encuentro lo es para las relaciones personales. No me estoy refiriendo aquí específicamente a los grupos de Encuentro, aunque estos, como los grupos de Gestalt, los grupos T, y otros, permiten ocasiones para que se pongan cara a cara las personas que tratan de comunicarse con autenticidad, olvidando normas, roles y juegos sociales. El proceso del Encuentro destruye necesariamente las formas, porque es inestructurado por definición y, llevado apropiadamente; puede ser una experiencia explosiva que conduce a momentos de revelación e incluso de éxtasis. "Una de las metas de la educación debería ser enseñar que la Vida es valiosa", escribe Maslow. "Si no hubiese alegría en la Vida, no merecería la pena vivir". Las relaciones humanas son hoy en día como extensiones de muerte con parcelas de vida intensa en las que se descubre este valor inapreciable. Y de igual forma que el misticismo es una técnica -de éxtasis solitario que nos permite un estado de cisma interno (y cultural), contamos ahora con técnicas de éxtasis social que hacen posible la restitución del contacto entre individuos básicamente separados. Es un medio para los que están alienados pero deseosos y preparados para abandonar su total aislamiento.

El Encuentro no está limitado en modo alguno a la situación curativa o educativa. Cada vez más, las personas están aprendiendo a ser ellas mismas en otros aspectos de sus vidas. La idea del Bien y el Mal, derivada de la autoridad anónima, está dando paso a la idea de que "todo está bien si los participantes están de acuerdo en hacerlo", y de esta forma, la gente está explorando su sentido innato de preferencia o rectitud. La bondad normativa está muriendo, pero la bondad intrínseca no puede morir. La gente está redescubriendo el valor inapreciable de la vida, que estaba velado en vez de revelado por los planteamientos existentes. Oímos decir que las relaciones humanas son esquizoides (Rollo May), mercantiles (Eric Fromm), y alienadas (Karen Horney), pero en medio de esta muerte podemos ver el surgimiento de nueva vida. Probablemente llegará un tiempo en el que se desarrollará un conjunto de formas sociales completamente nuevo. El hombre, con una sed de autoconocimiento no reconocida, se propuso una vez explorar el Universo. Desilusionado pero esperanzado se vuelve ahora hacia sí mismo con el conocimiento adquirido. Hoy en día el valor está en la búsqueda, en la exploración del caos y de identidades, en la renovación de los significados. Esta expresión de anhelo en medio de una moribunda filosofía especulativa es un retorno al Problema del Hombre y una reverencia a la razón de la experiencia, ambos rasgos característico del existencialismo que parece monopolizar toda la vitalidad entre las filosofías presentes. Pero de igual forma que la filosofía originó el existencialismo al volverse hacia el Hombre, la ciencia originó la Psicología y sociología de hoy al volverse hacia el Hombre. Sin embargo, incluso dentro del amanecer de la Psicología ha habido una transición conceptual de la mecánica de la conducta -el hombre robot- a los aspectos verdaderamente humanos del hombre piloto. Por vez primera, los fisiólogos y los psicólogos han empezado, a hablar de la "ciencia de la conciencia".

Hacia una Ciencia del Crecimiento

Países como la India y el Tibet han tenido diversas técnicas espirituales. Ahora que los límites geográficos y las distancias significan muy poco, estamos incorporando la suma de estas diversidades y añadiéndola a la nuestra. El resultado no es la variedad organizada de un jardín inglés, sino la abundancia caótica de un mercado. La necesidad de desarrollo personal, auto-realización, orientación, identidad o como queramos llamar al anhelo contemporáneo, unida a la rápida tecnología de hoy, ha tenido como consecuencia el acceso a variedad de métodos psicoterapéuticos, educativos o místicos hasta ahora desconocidos.

Al hablar de la Tercera Psicología, Maslow percibió ciertos parecidos familiares entre algunas de las formas modernas de tratar con la psique. Un libro reciente, editado por Herbert Otto y John Mann, que contiene información acerca de los medios más nuevos, lleva el sugestivo título de Caminos de Crecimiento, una expresión que emplearé con frecuencia. Sin embargo, poner estos caminos en un solo cajón taxonómico está aún muy lejos de poner fin al caos. Muy a menudo, los representantes de cada sistema continúan diciendo: "Yo tengo la verdad". También, la Tercera Psicología es sólo una familia entre otras muchas: la freudiana, la behavorista y las importadas de Oriente o del pasado. ¿Tenemos que creer que la verdad está tan sólo en una de las propuestas y que las demás son sólo aproximaciones? ¿O el hecho histórico de que todas estén muy solicitadas indica de que hay una cierta efectividad en cada una de ellas? ¿No es posible pensar en ellas como si fueran parcelas de una verdad fundamental aunque no formulada, diferentes expresiones del mismo principio básico? ¿Deberían ser vistas entonces como miembros de una familia de alcance más amplio? ¿Y cuál es con exactitud su interrelación, no en la teoría, sino en la práctica? ¿Deberíamos pensar en términos de fases de desarrollo en el individuo, siendo un método u otro el apropiado a su situación, o es la conveniencia un asunto verdaderamente individual? Estas preguntas tienen el mismo interés para el teórico, el educador-terapeuta, las instituciones relacionadas con la salud, la educación o la asistencia social, que para el individuo que tiene que encontrar su propio camino.

Resulta obvio que cualquier intento de evaluar los diferentes planteamientos requeriría primero una comprensión del nivel y del significado de los diferentes métodos en el proceso del desarrollo humano. Las formulaciones teóricas de diferentes escuelas psicológicas proporcionan un fundamento para un grupo específico de instrumentos que son característicos de ese planteamiento particular, pero aún no se ha descubierto ningún método que lo abarque todo. Tenemos un caos y necesitamos un sistema; tenemos técnicas y necesitamos una ciencia del crecimiento humano en la que estas técnicas puedan ser utilizadas. Este libro es un intento de contribuir a tal comprensión. Su meta es encontrar la unidad en la multiplicidad y mostrar desde esta perspectiva los muchos caminos del Gran Camino del Hombre. Sus páginas están impregnadas de una idea personal del autor: que cada una de las escuelas, métodos o técnicas psicológicos de los que trata surgió y continúa existiendo por la adecuación con el principio común único, sea éste explícito o implícito.

Las contribuciones sintéticas han sido hechas a nivel teórico, en el ámbito secular y religioso. Hace tan sólo veinte años, el fanatismo y la competitividad entre los psicoterapeutas de las diferentes escuelas y los seguidores de los diferentes credos religiosos eran mucho más grandes que ahora. Pero desde que el concepto de la unidad básica de la experiencia religiosa ya no es declarado tabú, y desde que está surgiendo una teoría de la psicoterapia por encima de las escuelas particulares, se puede avanzar; es la síntesis a nivel de método y técnica. Ahora podemos transferir lo que era la religión comparativa a principios de siglo, o lo que ha sido la Psicología ecléctica en los últimos años del ámbito de las ideas al de la práctica psicológica. ¿Son los caminos de las guías religiosas repartidas por el mundo tan diferentes uno de otros como sus formulaciones verbales? En algunos sistemas terapéuticos se sabe que esto no es así. Y cuando estamos en presencia de caminos diferentes, ¿es posible que podamos entenderlos como aplicaciones alternativas del mismo principio, igual que símbolos o conceptos diferentes pueden representar una experiencia similar? En las generaciones anteriores, el formalismo hubiera hecho difícilmente aceptable semejante empresa, mientras que ahora concuerda con nuestro deseo de esencializar, las fuerzas animadoras que están detrás de las formas que éstas pueden revelar pero también ocultar.

Mi propósito de definir este proceso de unificación comenzó en 1968, cuando tuve el privilegio de ser elegido miembro de un equipo comisionado por el Centro de Investigación de Sistemas Educativos para llevar a cabo una investigación de las diferentes tendencias.

El Profesor Willis Harman, director del EPRC, prevé que es posible que la educación tenga que experimentar un cambio de énfasis radical. También piensa que en el campo de la técnica psico-espiritual existe una riqueza que podría influir en las escuelas del mañana. ¿Pero qué hay exactamente y cómo se puede usar? ¿Sería cuestión de incorporar al sistema escolar un método particular entre los muchos existentes? ¿O deberíamos esforzarnos por comprender los principios básicos comunes a los diversos caminos y, conociendo estos principios, crear la forma apropiada? Esta última propuesta es equivalente a la de crear una ciencia del desarrollo humano unificada; una síntesis más amplia que un método particular apropiado sólo para un período y gente específicos.

El Dr. Harman pensó que se podrían encontrar ciertos puntos efectivos comunes entre los diferentes caminos. Esperaba que un examen de las prácticas concretas de las diferentes escuelas y tradiciones revelaría la repetición de ciertas técnicas, estrategias y actitudes recomendadas, que podrían separarse de sus contextos tradicionales. Esta era la base de nuestro estudio de los modos y métodos para la realización del potencial humano.

De entre más de ciento cincuenta planteamientos clasificados en categorías provisionales, se hizo una selección de sesenta para un estudio más intensivo. Algunos de los caminos elegidos eran planteamientos recientes: grupos de adiestramiento sensorial, integración estructural, terapia Gestalt, synectics, análisis bioenergético; otros podrían ser llamados clásicos: Hatha yoga, taichi-chuan, za-zen; y otros podrían considerarse variaciones de métodos conocidos en todos los tiempos: relajación progresiva, adiestramiento autogénico, teatro de improvisación, terapia psicodélica, y así sucesivamente. Aunque los planteamientos habían tenido su origen en campos tan diferentes unos de otros como las artes marciales del Lejano Oriente, la práctica de la administración de negocios, la psicoterapia y el drama, lo que todos estos métodos tenían en común era el valor potencial ante una concepción amplia del esfuerzo educacional.

Con el propósito de analizar cada planteamiento, se rellenó una hoja de datos en la que la mayoría de las preguntas convergían en la respuesta a tres interrogantes básicos:

l. ¿Cuál es el fundamento y objetivo formulado?
2.¿Cuál es la pedagogía, técnicas y procedimientos aplicados?
3.¿Qué se experimenta? (Entre otras cosas, la respuesta a esta pregunta implicaba una recopilación de material bibliográfico y la obtención de informes personales de individuos estuviesen experimentando con las diversas disciplinas) .

Este material, completado por nuestros respectivos conocimientos profesionales y experiencia personal, sirvió de base sistemática para nuestra tarea.

Mi papel particular en el análisis consistía en examinar los diversos caminos desde el punto de vista fenomenológico o experimental. El enfoque behavorista de la cuestión de las similitudes entre los sistemas, mediante el análisis simplificado de las técnicas, era la empresa del Dr. John Mann. Me inclino a pensar que es en el ámbito de la experiencia, más que en el del comportamiento, donde podemos ver la unidad de los diferentes sistemas con más claridad y abordarla más directamente. La experiencia constituye el auténtico punto de encuentro significativo, el ámbito de convergencia. El tipo de cambio implicado en la evolución personal es esencialmente un cambio de actitudes, puntos de vista, maneras de experimentar el mundo. Aunque son concebibles todo tipo de condicionamientos o programaciones del comportamiento, el tipo implicado en los planteamientos de desarrollo no radica en un condicionamiento de una respuesta, sino en un cambio cualitativo del ser. El planteamiento experimental o fenomenológico es el más legítimo y apropiado para comprender este sutil proceso de desarrollo.

La invitación a tomar parte en el proyecto del Centro de Investigación de Sistemas Educativos coincidió con la necesidad personal de expresar lo podría llamar el escepticismo implícito de entonces. Como parte de mi información humana y como psiquiatra he estado en contacto con bastantes ejercicios psicológicos y espirituales: desde mi formación inicial de psicoanálisis a Grupos de Encuentro, desde meditación a rituales religiosos, desde integración estructural a danza Indonesia. Cualquiera que haya sido la calidad del trabajo en cualquier campo particular, he sido una persona de amplios intereses que siempre ha tenido dificultad para abandonar cualquiera de ellos. He llevado, por tanto, durante años una triple vida de psicoterapeuta, músico y estudiante de religión. A pesar de lo dispares que mis actividades les han parecido a mis amigos, siempre he tenido la impresión de que básicamente no he estado haciendo cosas diferentes sino la misma de distintas maneras; más exactamente, tengo la impresión de que siempre he estado buscando lo mismo.

En los últimos años también me he dado cuenta de que he repetido lo mismo; todos los esfuerzos han sido como ingredientes diferentes para un mismo producto, o caminos a un mismo lugar. ¿Qué búsqueda? ¿Qué producto? ¿Qué lugar?

Una historia oriental cuenta como cuatro viajeros -un persa, un turco, un árabe y un griego- estaban considerando cómo gastar la última monedad que les quedaba. "Yo quiero angur", dijo el persa; pero el turco insistió en que él quería uzum, mientras que el árabe discutió a favor de inab, y el griego de stafil. Un hombre pasó por allí y, al oír su acalorada discusión, se ofreció a comprar lo que quería cada uno si acordaban darle la moneda. Los hombres desconfiaron de él al principio, pero finalmente accedieron. Cuando el desconocido, que era lingüista, compró un pequeño racimo de uvas para cada uno de ellos, el persa, el turco, el árabe y el griego se mostraron sorprendidos y deleitados al recibir su angur-uzum-inab-stafil.

Todos queremos lo mismo, parece decir la historia, pero le damos nombres distintos: amor, realización, religión, curación... y por consiguiente tenemos diferentes ideas acerca de dónde encontrarlo. La mayoría de los hombres emplean gran parte de sus fuerzas discutiendo a favor de la virtud de su propia interpretación, y nunca consiguen comer las uvas a no ser que aparezca un- lingüista. Y los lingüistas -los hombres que saben lo que significan las palabras- tienen una personalidad poco común. Creo que he empleado mucho tiempo en el pasado, permitiendo que los viajeros que hay dentro de mí desperdiciaran un tiempo valiosísimo discutiendo. Debo de haber desarrollado ya una cierta habilidad lingüística, porque me doy cuenta de que esto ha sido así y tengo menos hambre. Y lo más relacionado con el propósito de este libro es que veo que dos campos de actividad que solía considerar como dos compartimentos distintos de mi vida -la búsqueda de la curación y la búsqueda de la iluminación- se han fundido en la experiencia hasta el punto de llegar a ser como los registros superior e inferior de un solo instrumento musical.

Debería ser comprensible, entonces, que en mi enfoque de la psicoterapia me he encontrado a mí mismo empleando todo lo que había aprendido de la vida, sin sentirme cómodo 0 "con la razón" adhiriéndome estrictamente a una sola técnica de curación. Al principio recriminé mi falta de disciplina, pero después percibí que me estaba adhiriendo estrictamente a una visión de las cosas muy precisa, si bien ésta era implícita y yo no era capaz de formularla como una totalidad.

Mi teoría de un modelo de "rectitud", en el que encajaban todas las técnicas, aumentaban en relación con las personas altamente evolucionadas que he conocido. Aunque eran seres extremadamente individualizados, cada uno con su estilo propio, tuve la impresión de que todos ellos actuaban según ;tácito plan maestro o visión del mundo. Percibí una afinidad y una concordancia básica entre estos hombres a pesar de que a veces discrepasen y supe que el acuerdo que había entre ellos, surgía de dentro y no de fuera: de la experiencia y no de leer los mismos libros. Incluso sus reacciones eran distintas, era como si estuvieran actuando según las mismas leyes, como pilotos maniobrando de maneras distintas pero siempre dentro de las condiciones impuestas por la gravedad y por la función de sus aviones. O, para expresarlo de forma distinta, aunque podían tomar rutas separadas, pienso que usaban el mismo mapa.

Imagina que pudieses ver los coches que circulan en una ciudad sin ver la ciudad misma, sus calles o sus edificios. Si observas unos cuantos coches podrías ver que tomaban rutas diferentes, pero no del todo. A pesar de que sus puntos de partida o de llegada serían generalmente distintos, encontrarías que a veces sus caminos coincidían. Cuando se daba el caso de que su origen y destino eran los mismos, podría aún haber un estilo individual en su elección de ruta, pero la coincidencia aumentaría. Por otra parte, notarías que los coches nunca cruzaban algunas zonas, o no iban en ciertas direcciones-zonas que no te das cuenta de que están ocupadas por casas, y direcciones que son las de las calles y avenidas.

Si observaras el tráfico con atención durante mucho tiempo, serías capaz de deducir el mapa de la ciudad: un mapa que todos los conductores estarían respetando, conscientemente o no.

Esta metáfora no siempre es aplicable a los psicoterapeutas y gurús, porque los psicoterapeutas y gurús, no saben necesariamente que están en la misma ciudad que sus colegas. Cada uno de ellos cree que su mapa es privado (y el mejor),y no reconoce que no es sino una variante del mapa maestro o una porción que se superpone a las otras secciones.

Mi creencia en el mapa maestro no se basa sólo en la deducción. Podría decir que en ocasiones he visto el mapa o he vislumbrado algunas partes y notado cómo encajan mutuamente. En esos momentos he visto conexiones entre recursos psicoterapéuticos diferentes o similares que he conocido, e incluso he tenido la impresión de que son la misma cosa bajo diferentes guisas. Cuando sucedieron los "momentos de cognición B", como los llamó Maslow, comprendí la pertinencia de los planteamientos que veo como una totalidad más amplia. Pero esos son momentos fugaces e, igual que un astronauta que atraviesa un nuevo espacio sin una cámara fotográfica, me he quedado tan sólo con notas. fragmentarias, con una memoria parcial de las conexiones, en un mundo en el que todo está interconectado. Quiero recordar mejor estas visiones momentáneas. La mayor parte del tiempo no sé lo que sé, y me gustaría establecer una mejor comunicación con las partes de mí mismo que tienen las respuestas. (¿No tenemos todos tales visiones?). En términos de este deseo, pocas tareas podrían haber resultado más atractivas que la de mirar los caminos de crecimiento como lo he hecho en los siguientes capítulos. Al hacer explícitas mis visiones implícitas, me hago explícito para mí mismo.

Siento decir que no estoy listo para ofrecer el mapa completo y me pregunto si alguien lo estará alguna vez. Pero este escrito está al menos realizado desde el punto de vista del mapa. He tratado los caminos de crecimiento desde la perspectiva de la totalidad. Esto consolida mi propia comprensión de la totalidad y espero que pueda servir para lo mismo a otras personas.

La Unidad de las Formas Culturales

La presente tentativa de sintetizar la educación y los caminos de crecimiento coincide parcialmente con la convergencia, de diferentes instituciones y aspectos de una cultura. Debido al deseo de uvas el hombre ha desarrollado un número de actividades bastante distintas en apariencia, tales como almacenar estiércol para fertilizar las viñas, construir medios de transporte a los viñedos y ganar dinero para comprar la preciada fruta. En la situación real de nuestra cultura, las cosas están complicadas, por el hecho de que muchas de las actividades que tuvieron su origen en la apreciación de las uvas son ahora llevadas a cabo mecánicamente, sólo porque nuestros antepasados las hicieron. O porque eso es lo que nos enseñaron a hacer y es a lo que estamos acostumbrados, o porque todos los demás hacen lo mismo.

Existe una razón para sostener, por ejemplo, que la moralidad tuvo su origen histórico en una percepción iluminada ciertos modos de vida considerados convenientes para el desarrollo del hombre en una comunidad y tiempo dados, y que no fue exclusivamente el resultado de un arreglo entre las necesidades económicas, los deseos individuales y la superstición. En su origen, la moralidad estuvo lejos de ser lo que ha devenido en el transcurso de la historia, es decir, un aspecto de la concepción autoritaria del lugar del hombre en el mundo, en el que ciertas cosas se vuelven un imperativo para sí mismas: un bien absoluto en vez de un bien para el hombre.

La cultura, por supuesto, es más que el uso que los hombres han hecho de su tiempo de ocio, cuando no están ocupados en el serio asunto de sobrevivir. Tampoco es el modelo adoptado por los hombres para solucionar los problemas de la supervivencia. La historia nos ofrece clara evidencia de que en todas las grandes culturas los hombres consideraron que vivían para algo. La "cultura" era una de las cosas por las que vivía el hombre. Pero nuestra cultura es ahora un pálido reflejo de un "sistema productor de uvas", una imitación torpe de los instrumentos agrícolas requeridos para obtener resultados auténticos. No es de extrañar que menos hombres se sientan inclinados a morir por sus valores.

El estudio de la historia de la cultura nos puede ayudar a comprender cómo una esfera particular de actividad puede relacionarse con lo que Tillich llama "el interés supremo". La administración de la justicia, por ejemplo, (un asunto que hoy en día sólo se considera una conveniente solución al conflicto) era considerada por los israelitas de los tiempos de los Jueces una actividad que compendiaba la relación del hombre con Dios: la interpretación de su Ley. La función ejecutiva del gobierno puede considerarse de igual modo relacionada con la cuestión del interés supremo en ejemplos que van desde la concepción de gobierno de Platón, hasta la de Mahoma, y hasta el ejemplo personal del gobierno de Gandhi en este siglo. En la tradición Derviche, algunos trabajos manuales que para la mayor parte del mundo son un mero tributo al César son elevados a una función importante en el proceso de la guía y el desarrollo espirituales por la forma, el contexto la actitud con que se llevan a cabo. De nuevo un asunto de "interés supremo" o "uvas". Se podrían citar muchos ejemplos: el caso de los deportes y las artes marciales japonesas, la narración de historias entre algunas tribus de indios americanos, y muchos más. Pero no hemos crecido con el sueño de una cultura ejemplar o incluso utópica, en la que todos los miembros están animados por el propósito supremo del hombre. Olvidado este propósito, vemos sus reflejos en diferentes aspectos: el entretenimiento, el placer, la belleza, la edificación, la obligación, la utilidad, el amor, la veneración, etcétera. Cada una de estas formas culturales contiene unas cuantas palabras que equivalen a las "uvas" y en las que este libro está particularmente interesado: en el ámbito religioso, salvación, liberación, iluminaci6n, autorrealización; en el psicoterapéutico, curación, maduración, alcanzar el equilibrio, autenticidad, auto-actualización, humanidad total. En este libro he intentado, sistemáticamente, mostrar cómo estos dos ámbitos culturales se funden en ciertas metas básicas. Con menos consistencia he mostrado la pertinencia del arte en los mismos temas, y menos consistentemente todavía, cómo la vida social y práctica en general se apoya sobre ellos. Estoy haciendo hincapié en el tema en este primer capítulo precisamente porque la cuestión de la integración de ámbitos culturales es algo que no he elaborado con detalle y que he dejado un tanto implícito.

Además de ser un libro sobre temas psicoterapéuticos y religiosos, éste es un libro sobre educación. Sin embargo digo poco acerca de la educación en particular. Esto se debe a que considero que todo es una declaración sobre la educación. La educación no es tan sólo "un ámbito más" de la de la cultura, sino un microcosmos de todos ellos. La educación es la transmisión de la cultura; y es inseparable de la naturaleza misma de la cultura. La educación se vuelve un campo esfuerzo independiente sólo en la medida en que se convierte en el arte o ciencia de la transmisión deliberada de logros culturales. Incluso en este sentido, la totalidad de este libro trata de la educación: su tema es la transmisión intencionada de la cultura, en el sentido esencial de la palabra.

Olvidamos que la cultura es una cuestión de cultivar o y que tiene la misma etimología que la palabra agricultura. La cultura no es algo que podamos tener, sino algo que somos: somos cultos en la medida que crecemos. De forma similar, cultivar es criar personas. Pero perdemos de vista el sentido último de la cultura, malinterpretamos el proceso de crecimiento como la adquisición de rasgos o atributos tomados del exterior. Entonces tenemos que considerar la cultura como algo añadido a la persona, una posesión, en vez de una cualidad de la mente.

Cuando hacemos esto, la educación se vuelve también una educación extrínseca, una entrega de formas (conceptuales, de actitud, de conducta), que pueden haber tenido origen en seres cultos, o que pueden usarse como instrumentos de culturización por alguien que sepa cómo hacerlo, pero que sólo pueden ser equiparados a la cultura muy superficialmente.

Este es un periodo en el que estamos abandonando las formas y estamos buscando la esencia que las anima, una esencia que a menudo está escondida en las formas mismas. Estamos también al borde de una deformalización de la educación, una reconsideración de su naturaleza y objetivo a través de la que lleguemos de nuevo a comprender que su esencia es, precisamente, la de transmitir una esencia. Las formas eran medios que llegaron a ser venerados como fines, y es probable que los viejos fines sean desbancados. Es probable que los caminos de crecimiento que han tenido: su origen en otros campos, que en el de la educación formal, proporcionen un número de recursos para el futuro desarrollo de los seres humanos.

Sin embargo, creo que no basta con los medios para conseguir los fines: igual que la vida procede de la vida, el crecimiento humano se duplica a sí mismo como un cromosoma. La verdadera cultura se transmite a sí misma sin mucha necesidad de técnicas educativas. Las técnicas son situaciones y ubicaciones que hacen más probable o posible transmisión, pero lo que se transmite es una condición del ser. Además, "transmisión" es sólo una manera de hablar: no se transmite nada; más bien, es el ser humano más evolucionado quien cataliza el crecimiento del menos evolucionado.

En la medida en que lleguemos a ver la transmisión cultural -como de una cadena de efectos de seres más "cultos" sobre seres menos "cultos", en lugar de una mera transmisión de hábitos e información, pondremos más énfasis en el desarrollo de los profesores como seres humanos en vez de en las cosas que los niños deberían aprender. Quizá llegaremos a confiar en que la educación se cuida a sí misma si nosotros nos cuidamos a nosotros mismos.