domingo, octubre 30, 2022

Viaje Hacia la Felicidad

Osvaldo Ricardo Noe 

¿Qué es en definitiva eso que llaman felicidad? ("El Malentendido", de Albert Camus).

La felicidad consiste en ir a cortar leña, o a buscar agua a la fuente, en hablar, en comer o en dormir. (Proverbio del Budismo Zen).

Se llama felicidad a un conjunto de circunstancias que permiten vivir con alegría. Pero se llama alegría a ese estado del ser que nada necesita para sentirse feliz. (Andre Gide).

El espíritu tiene fundamento bioquímico. (Borje Uvnas, farmacólogo del Karolinska de Suecia)

La felicidad podría ser definida como la plena satisfacción de las necesidades y aspiraciones de la sensibilidad, o como la suma de impresiones favorables que experimenta el ser, en su contacto con la realidad exterior.

Sea cual fuere la definición, es en definitiva el bien del ser, su estado ideal. Ser feliz es experimentar el placer de vivir como una continuación natural de la sobre vivencia; porque el ser puede tener lo necesario para sobrevivir y para su funcionamiento orgánico y mental pleno, sin conocer la felicidad. La misma puede experimentarse a posteriori como el resultado de un intrincado proceso.

En primer lugar el ser sobrevive, esto es, experimenta el normal desempeño de su organismo, y buscará vivir o sea sentir el placer de existir, que es la felicidad. Todo aquello que haga en su vida estará orientado a lograrla, es el fin último de toda acción humana, sea esta fruto de su instinto o expresión cultural, es siempre un medio para lograr este fin supremo.

La importancia de este valor hace que su presencia otorgue y su ausencia quite sentido a la vida, pues para que esta lo tenga es indispensable que la felicidad exista como realidad o como posibilidad.

Si el ser siente que no es feliz (realidad) y que ya no podrá serlo (posibilidad) se encuentra en la antesala de la negación de la vida porque ésta entonces pierde todo sentido...

El ser humano vive para ser feliz, si no lo es, hará todo por lograrlo. La felicidad es fruto de un proceso interior del ser, que utiliza lo exterior para revelarse y hacerse sensible. Lo exterior es el ambiente donde la sensibilidad buscará proyectar su interioridad, el mismo deberá poseer las características favorables necesarias que le permitan desarrollar con plenitud sus atributos potenciales, esto es su capacidad de hacer sensible el placer de existir; el mundo exterior jamás es factor determinante para lograrlo, es solo la base donde la mente necesita apoyarse para producirlo dentro de si; en realidad cumple la función de catalizador químico, que permite a la mente desarrollar sus propiedades características, sacarlas a la luz, concretar lo que potencialmente posee.

Esta propiedad reveladora de lo interior que tiene lo externo constituye la base mínima sobre la cual la sensibilidad genera su estado ideal; sintetizando: la realidad exterior es a la sensibilidad lo que la pantalla al film, un instrumento.

Esta base de apoyo tiene dos niveles, la satisfacción de las necesidades vitales y la opción por los estados afines y favorables al ser que presenta la realidad. Ambos son necesarios porque constituyen: el primero, el sostén físico y orgánico del ser, asegura su funcionamiento satisfactorio, y el segundo el ambiente donde encuentre la comodidad mínima para poder actuar plenamente.

Es necesario subrayar el carácter no sólo interior sino independiente de lo exterior, de la felicidad. Una vez satisfechas las necesidades vitales y de opción por lo agradable, dos pasos fundamentales en el proceso de contacto con el entorno, están dadas las condiciones suficientes para que la mente produzca su propio estado ideal. La mente califica a la realidad como agradable, desagradable o indiferente, antes de optar, luego se identifica con una parte y evita o rechaza la otra. La calificación mental de lo externo es a posteriori de la percepción, esto quiere decir que no existe un conocimiento de lo real anterior al acto de percibir, por lo tanto, la forma que lo real adopte es circunstancial e indiferente para el resultado de la opción frente a ella. Cualquiera sea la forma que tenga el mundo exterior, nunca es totalmente agradable o desagradable, dentro de sus características siempre diversas, la mente se arregla para manejarse con lo disponible. La limitación de lo exterior no limita sus posibilidades interiores, pues se maneja con los elementos reales que dispone y sean éstos cuales fueren logra su objetivo, que es encontrar un ámbito favorable a su pleno funcionamiento. Por ejemplo, un esquimal por su entorno hostil y arduo no está en desventaja con respecto a un polinesio, que posee un ambiente natural benigno y agradable, porque sus mentes en ambos casos emplearán los elementos disponibles en su búsqueda de un ambiente favorable, sin preguntarse si existe algo superior; su capacidad de adaptación lea hará buscar lo mejor entre lo que los rodea como única realidad posible.

Los dos tienen iguales posibilidades de lograr un espacio vital que los satisfaga. Son necesidades vitales aquellas que deben satisfacerse perentoriamente, porque de ello depende la existencia, seguridad y desarrollo pleno del ser. Por si no producen la felicidad, pero sin su satisfacción ésta no es posible. El ser humano necesita en forma insoslayable atender la alimentación, vida sexual satisfactoria, salud, vivienda y vestido. La alimentación es esencial para la existencia orgánica del ser, la salud y la vida sexual satisfactoria son para el desarrollo pleno del mismo y por último la vivienda y el vestido incorporados en los albores de su desarrollo cultural, también forman parte de la naturaleza humana y tienen la misma importancia que los anteriores citados. Los sentidos son antenas que permiten a la mente percibir el mundo exterior. Percibir es recibir por los sentidos las impresiones de las cosas. El ser humano percibe la realidad en dos niveles: objetivo y subjetivo.

Objetivo es aquel que le revela el aspecto formal de lo exterior (forma, volumen, color, tamaño, etc.).

La percepción es objetiva cuando el testimonio relativo a la misma, de una mayoría suficiente de sujetos, es coincidente en lo esencial. Lo percibido objetivamente traza un panorama inteligible de lo real "en sí", o sea la suma de las características que pertenecen a las cosas, que están en ellas, que le son propias.

Sólo podemos percibir a través de los sentidos y más todavía, sólo a través de los sentidos y más todavía, sólo a través de nuestros sentidos, y esto nos lleva a dos conclusiones: no podemos saber si el reflejo de la realidad percibida es fidedigno o si tiene algún grado de distorsión; tampoco si lo que ven otros ojos es igual a lo que los nuestros ven. Por eso es que debemos considerar fidedigna la imagen que los sentidos nos ofrecen, porque no hay forma de contradecirla o afirmarla. Por ejemplo si percibimos con forma circular un objeto así creado por la naturaleza, lo habremos hecho objetivamente; y si en cambio lo vemos oval por distorsión de nuestros sentidos, también será objetiva, porque sólo tenemos acceso al testimonio de nuestros sentidos, no podemos percibir al margen de ellos, así que no tiene sentido preguntarse si su imagen es o no fiel.

Además como obviamente no podemos ver con otros ojos que no sean los nuestros, debemos atenernos, en cuanto a la percepción ajena, a los testimonios de él o los otros sujetos. Entonces podemos considerar percepción objetiva a aquella que sea descripta por una mayoría de testimonios coincidentes.

El testimonio es fundamental porque es la única forma de conocer las características de la percepción de los otros. Testimoniar es en este caso traducir a través de conceptos lo que uno percibe.

A falta de poder comparar las imágenes percibidas por distintos sujetos, pues son individuales e intransferibles, comparamos los conceptos que las describen para así saber si coinciden o difieren.

Así llegamos a una conclusión, igual a la correspondiente a la realidad natural y realidad percibida, o sea, no podemos hacer más que atenernos a la coincidencia de los testimonios, si ésta es real o distorsionada poco importa, porque es la única posible. Por ejemplo, supongamos que dos sujetos (A y B) observan una pared pintada de un color X, y se les pregunta qué color ven, el sujeto A ve un color al que el sujeto B llama amarillo y contesta "verde". ¿Cómo es posible? Pasa que al enseñarles en un comienzo a nombrar los colores se les enseñó conceptos, en este caso el verde. Puede que el color que vieran cuando les dijeron "esto es verde", no fuera el mismo que viera el instructor, pero cada vez que vieran ese color X coincidirían invariablemente, "es verde", esta suposición ejemplifica hasta dónde es imposible comprobar la percepción ajena, fuera del testimonio del sujeto perceptor.

Percepción subjetiva es aquella que nos comunica el valor de la realidad. Valor es la impresión o impacto de lo exterior en el espíritu (sensibilidad, mente).

El valor no está en la realidad porque en cuanto a esto la realidad es neutra; éste es el fruto de la reacción experimentada por la sensibilidad al tomar contacto con el entorno. Como vimos, el ser percibe la forma del mundo exterior objetivamente a nivel de los sentidos, luego este reflejo objetivo contacta con la sensibilidad, es entonces cuando ésta emite un juicio de valor sobre lo percibido, catalogándolo, según la reacción interna de la mente responde a sus estructuras, a sus características físicas y psíquicas particulares. Cada ser posee una mente única y diferente, esto establece el carácter absolutamente subjetivo de este nivel perceptivo. El ser percibe objetivamente la forma de la realidad y a ésta la elabora subjetivamente, asignándole un valor.

Mientras la percepción objetiva describe lo formal, la subjetiva hace lo propio con lo esencial; en la primera el objeto determina los sentidos (los sentidos perciben lo que el objeto es) y en el segundo la mente determina el valor del objeto (el objeto es, como valor, lo que la sensibilidad siente respecto de él).

La mente, una vez hecha la necesaria evaluación de lo real, pasa a ejercitar su capacidad de opción, la que consiste en incorporar lo agradable (poseerlo, desenvolverse dentro de su ámbito) y evitar o rechazar lo desagradable (aquello que le resulta hostil o molesto). Lo indiferente es aquella realidad que no hace vibrar ninguna cuerda de la sensibilidad, o lo hace de una manera casi imperceptible, esta realidad existe para la mente casi exclusivamente en su aspecto formal.

Lo desagradable puede ser irreversible o poseer particularidades que lo hagan susceptible de cambio. Sobre esa realidad que presenta la posibilidad de ser transformada y cambiar de categoría, la mente habrá de proyectar si lo considera necesario su capacidad de raciocinio, buscando concretar esa transformación, este mecanismo interno da origen a la tecnología y la ciencia. La tecnología es fruto de la inteligencia y la razón, su objeto de servir a la sensibilidad como herramienta, que complemente su acción en busca de su adaptación al medio ambiente.

La función que cumple la percepción subjetiva no es la de producir la felicidad a través de la opción por lo agradable, sino simplemente la de procurar en combinación con la satisfacción de las necesidades vitales, el ámbito donde imperen las condiciones mínimas indispensables de seguridad y comodidad para la sensibilidad, que permitan a ésta desarrollarse plenamente. Sea cual fuere la forma que lo real adopte, la mente igual habrá de tomar posición frente a ella encontrando el ámbito favorable a sí misma.

Por ejemplo: supongamos que una mente perciba las formas reales A, B y C como agradables y D, E y F como desagradables (estas formas son toda la realidad de que dispone). Obviamente buscará actuar dentro de los límites de A, B y C y evitará el contacto con D, E y F. Pero imaginemos que no existen las formas A, B y C; solo D, E y F, pues bien, buscará proyectarse de manera de calificar igual a esta única realidad (que en el otro caso era desagradable) en agradable, desagradable e indiferente, pues es la única realidad disponible. No poder juzgar la realidad ateniéndose a lo disponible implicaría un conocimiento previo de la realidad A, B y C y esto no es así, la mente sólo conoce a posteriori de la percepción; no existe el conocimiento innato. El ser posee los instrumentos para lograr la felicidad, solo necesita de lo exterior la apoyatura o base mínima que asegure su existencia y le permita desenvolverse en un medio ambiente agradable y desprovisto de hostilidad.

Vimos que lo primero lo obtiene satisfaciendo sus necesidades vitales y lo segundo desplegando las antenas de los sentidos.

La percepción objetiva lo ubica con respecto al entorno y la subjetiva le permite otorgarle un valor que acto seguido le permitirá optar por aquello afín a sus características.

Esta es la forma en que la mente se afirma, apoya sus pies en el suelo, una vez conseguido esto, ya está en condiciones de cumplir con su función que es generar en su interior el estado ideal del ser. Este estado ideal es una propiedad de la mente, fruto de su interioridad, su aparición en la consecuencia natural del funcionamiento normal de la misma. Su presencia se convoca fácil y espontáneamente, al simple conjuro de una existencia plena.

El mecanismo que permite al ser experimentar la felicidad está estructurado de manera tal que conseguirla debe ser una consecuencia directa y natural de la vida.

El funcionamiento normal del aparato perceptivo es suficiente para que se produzca en el interior del ser. Lograrla entonces, debe ser simple y fácil. Sin embargo no es así, su búsqueda es para el ser humano una tarea ardua y dolorosa, lo más difícil sin duda. ¿Por qué? Una búsqueda que se queda en eso, porque está destinada al fracaso final. La pregunta sigue en pie, ¿por qué? Para entender esto se debe comprender que los estados anímicos (la felicidad es una síntesis de estados de ánimo positivos) tienen fundamentos bioquímicos, que estamos ante un proceso orgánico que no tiene con la realidad exterior otra relación que no sea de la constitución de las bases mínimas ya descriptas.

En el cerebro actúan compuestos químicos que tienen la facultad de generar por sí solos estados de ánimo de distinto signo (positivos o negativos). Por simple presencia producen, unos depresión, angustia, tedio, ansiedad y otros alegría, paz interior, euforia, placer.

Ambos grupos de compuestos son necesarios y útiles por igual, tal es así que el mejor estado de la mente es aquel donde los dos conservan un perfecto equilibrio; este supone un estado anímico neutro, que no es dolor ni placer, el mismo es quebrado en uno u otro sentido por la actitud vital del ser. Por ejemplo si éste actúa de manera tal que genera una mayoría de impresiones desagradables en la sensibilidad, ésta activará la secreción del grupo bioquímico negativo, quebrando el equilibrio cerebral y produciendo de esta forma un estado anímico que refleje su desajuste con la realidad propuesta y su desagrado con la actitud asumida por el mismo.

Si el caso es el opuesto actuará a la inversa favoreciendo los estados anímicos positivos; o sea que la acción vital del ser es el factor de desequilibrio frente a esta paridad de fuerzas cerebrales.

El equilibrio bioquímico es esencial porque permite al ser constituirse en árbitro de su estado anímico, en constructor de su felicidad. Si este equilibrio está quebrado, en uno u otro sentido, a priori de la acción de la voluntad, ese estado ideal del ser es imposible.

Supongamos que predominan antes de la acción vital los compuestos positivos, esto implicaría un estado de euforia casi irreal que llevaría al ser a descuidar sus dos contactos fundamentales con el mundo que son la satisfacción de las necesidades vitales y la opción por la realidad positiva, esta subestimación pondría en peligro su propia existencia. El caso sería igual al de aquel adicto que bajo los efectos del LSD se lanzó desde un alto edificio creyendo que podía volar; embriagado, pensó procurarse un bien sin saber que a la vez se suicidaba. El predominio de los compuestos positivos (el LSD del ejemplo) le hace pasar inadvertidos los peligros que encierran el contacto con el entorno establecido sobre bases falsas e ilusorias. Si en cambio predominan los compuestos negativos ocurre lo siguiente: la voluntad actuará en la forma correcta y sin embargo no podrá experimentar la felicidad porque este predominio orgánico mencionado bloqueará, debilitará y neutralizará la acción de los de signo opuesto generando un permanente estado anímico negativo donde están presentes de continuo el tedio, la ansiedad, la angustia y la depresión; sin que la acción vital pueda en ningún caso revertir el proceso.

La explicación de por qué el ser humano no puede ser feliz está en que su cerebro no tiene el equilibrio bioquímico ideal sino que está desequilibrado por naturaleza a favor de los componentes negativos.

Esto trae como consecuencia que ante la imposibilidad de concretar el proceso interior, la realidad exterior adquiera una importancia cada vez mayor, pues deja de ser circunstancial y complementaria para transformarse en esencial. El ser cumple la apoyatura externa pero ésta no genera en su interior la reacción esperada. Logra sólo un débil reflejo, porque es ahogada por la sobreabundancia de materia orgánica negativa; es entonces cuando se lanza a una continua y renovada persecución que obtiene siempre el mismo resultado, la insatisfacción, porque lo que debiera ser un estado permanente resulta un destello intenso e inapreciable.

Esta singular estructura cerebral, nos hace reflexionar y genera innumerables interrogantes. La naturaleza puso la angustia y la insatisfacción donde pudo hacer reinar la paz interior y la felicidad. ¿Por qué? Sus designios son misteriosos e impenetrables, pero a través del raciocinio se puede intentar una interpretación, aunque sea circunscripta a su alcance limitado.

La primera conclusión es que esta realidad no es casual, porque en la naturaleza nada lo es, detrás de cada causa hay un efecto preciso, un objetivo. No es casual que el murciélago tenga un perfecto sistema de radar y la jirafa un largo cuello; nada de casual tiene el perfume de las flores ni la astucia del zorro.

Además este mundo no es el mejor ni el peor de los mundos posibles, el poder que fue capaz de crearlo pudo adaptar para él infinitas formas distintas en cantidad y calidad, pero se decidió por una. La mano está bien así, también el corazón y los ojos, pero bien pudieron ser distintos, es el misterioso designio de que hablábamos.

En cuanto a las posibilidades del ser para conseguir su plenitud, pareciera como vimos que todo está armado en su contra. ¿Maldad, casualidad, error? El poder creador está más allá del bien, del mal y del error y nada de lo que realiza es casual. Entonces el desequilibrio bioquímico del cerebro tiene una intención y ésta deberá surgir del análisis de las consecuencias que el mismo produce.

El predominio de las sustancias negativas, a priori de la acción vital del ser, de hecho hace imposible experimentar la felicidad, esto significa un estado de permanente insatisfacción, característica fundamental del ser humano; el consiguiente desajuste con la realidad lleva a un progresivo agudizamiento del ingenio creativo que gestará la ciencia y la técnica. En su poder transformador de la realidad exterior cifra el ser humano las esperanzas de lograr una vida que lo satisfaga, una vida feliz.

Esto forma parte de la instintiva búsqueda de una realidad agradable a su sensibilidad, pero esta, impregnada de humores irritantes, nunca podrá volcar la balanza hacia su estado ideal, provocando éste renovados intentos.

El cada vez más acelerado desarrollo de la ciencia y la tecnología humanas, es la respuesta de la inteligencia sometida al permanente hostigamiento de la frustración de su instinto de felicidad.

Esta insatisfacción es la consecuencia de su singular estructura orgánica y por lo tanto, el efecto buscado por la naturaleza, que lo diseñó de esta manera. El desequilibrio bioquímico cerebral es el medio para lograr un fin: el desarrollo total de las posibilidades creadoras de la inteligencia humana. La mente estructurada de esta manera sumerge al ser en un estado de angustia que éste es incapaz de superar, esta situación lo impulsa a dominar y transformar lo externo, buscando allí lo que no germina en su interior. El ser humano es en realidad un ser tecnológico, con una mitad de naturaleza otorgada y otra a construir por sí mismo, es una mitad que debe completarse en sí misma.

Este compulsivo mecanismo mental lleva en sí mismo la simiente de su desaparición, porque simultáneamente con el nivel científico apetecido por la naturaleza, el ser alcanzará a comprender la inutilidad de su búsqueda exterior y utilizará su avanzada tecnología sobre sí mismo, atacando las causas mismas de su permanente frustración. Esto es, usará su ingenio, ya para entonces suficientemente sofisticado para lo que en realidad fue creado, para desactivar y desmantelar el mecanismo mental que le impide alcanzar la plenitud vital. Restaurará el equilibrio bioquímico cerebral.

Cuando esto suceda, cuando la filosa espada tecnológica corte este verdadero nudo gordiano, habrá empezado una nueva era, en un todo distinta a las anteriores, sólo entonces la vida humana despojada de su absurda condición anterior, habrá hecho su aparición en el universo.

Síntesis.

La felicidad es el valor máximo de la vida, la más grande aspiración del ser. Para lograrla se necesita la concurrencia de múltiples factores: tradicionalmente se sostiene que el más importante y decisivo es el medio ambiente, el entorno o mundo exterior. Yo pienso que no es así; lo externo es importante pero secundario, nunca es determinante de la felicidad.

El medio ambiente es sólo una base de apoyo para el ser. Esta base de apoyo externo es necesaria para la satisfacción de las necesidades vitales y para la búsqueda de un ambiente agradable a la sensibilidad. Lo primero asegura la supervivencia y lo segundo un ámbito favorable para la misma; esto último siempre se concreta, porque la mente se maneja con lo mejor que ofrece la realidad disponible. Sobre esta base mínima, el cerebro produce el estado ideal, o sea la felicidad que es de naturaleza puramente orgánica.

Compuestos bioquímicos son los encargados de producir, al impregnar ciertas áreas cerebrales, estados de ánimo, positivos unos, negativos otros. El funcionamiento ideal de este complejo mecanismo exige un equilibrio total de estos compuestos de distinto signo. Sobre esta paridad, la acción vital del ser (al satisfacer las necesidades vitales y desarrollarse dentro de un ámbito afín a sí mismo) habrá de ser el árbitro que incline la balanza hacia el predominio de los compuestos positivos.

Pero este equilibrio químico no existe, por naturaleza, en el cerebro predominan los compuestos negativos, esto hace que la acción vital del ser siempre resulte insuficiente, que éste renueve continuamente sus esfuerzos sin éxito. Esta es la base del desarrollo cada vez más acelerado de la ciencia y la técnica. O sea que el desequilibrio bioquímico cerebral sirve a la naturaleza como un medio para lograr el desarrollo total de las posibilidades creadoras de la inteligencia humana. Precisamente en este desarrollo total del ingenio y sus frutos (una tecnología y ciencia acordes) encontrará el ser humano la salida para la trampa bioquímica que le impide alcanzar la felicidad, porque llegado el momento aplicará esta técnica sobre sí mismo y establecerá la armonía química de la mente. Entonces, sólo entonces, estarán dadas las condiciones para hacer las paces con el mundo. Será por fin feliz.