José J. Méndez
Entrevista a Antonio GALA
En general, la obra de Gala como poeta, dramaturgo, novelista, escritor y articulista en la prensa española, está marcada por temas de tipo histórico que utiliza más para iluminar el presente que para ahondar en el pasado. Pero todo este éxito se debe a que su obra se extiende hacia una polifacética y sorprendente diversidad cultural que es de todos conocida. No se puede pues añadir a su historial humano nada que no esté ya reflejado en su extensa obra, pero él recalca que su tarea pública consiste en escuchar a la mayoría silenciada. Y la mayoría silenciada hoy habla con él y le pregunta sobre el espíritu, sobre Jesús y su peculiar visión de la religión; y él se alegra de ello, se confiesa, y se emociona como cualquier mortal.
Se dice que es el escritor con más popularidad y ventas del mercado literario español. Nacido en Brazastortas (Ciudad Real-España), consiguió un accésit del premio Adonais de poesía en 1959, con Enemigo íntimo; en 1963 consiguió el Premio Nacional de Teatro Calderón de la Barca por Los verdes campos del Edén y el Premio Planeta en 1990 por su primera novela, El manuscrito carmesí. Entre sus obras más conocidas pueden citarse Anillos para una dama (1973), ¿Por qué corres, Ulises? (1975), Petra Regalada (1980), Samarkanda (1985), Carmen, Carmen (1988) y La truhana (1992). Pero su introducción en la novela fue tardía, pero con un éxito de público arrollador. A El manuscrito carmesí, han seguido, La pasión turca (1993), llevada al cine por Vicente Aranda, Águila bicéfala (1994) y La regla de tres (1996).
J. -¿Qué motiva a un escritor como Ud. a desnudarse continuamente delante de sus lectores?
G. -A mi me parece que hay dos tipos de escritores, hay escritores de vocación y hay escritores de destino; yo creo que soy de los segundos, no podría haber hecho otra cosa en mi vida que escribir y creo que pertenezco a esa rama de escritores que son extraordinariamente sinceros, sinceros porque se pasan la cara por el folio y sale en el folio lo que hay en la cara, lágrimas, sudor, trabajo, sonrisa, lo que haya, y es precisamente esa sinceridad, ese desnudamiento, esa falta de mediación, de intermediación peligrosa entre el lector y el escritor lo que hace que mis lectores crean en mi y tenga más verosimilitud aquello que digo, porque saben que lo digo sin ninguna defensa, desarmado, desarmado de todo.
G. -Yo creo que es todo, me parece que decía Sarcre, el autor francés “No se es escritor por haber elegido decir ciertas cosas, sino por la forma en que se digan”, es decir, todo va unido; es imprescindible para tener esa credibilidad que por ejemplo la gente generosamente me otorga, primero la forma en que se transmiten los pareceres, sea una forma literaria, pero que también el fondo, la idea, lo que se transmite, no el como sino el fondo, sea también respetable, humana, cívica y solidaria.
J. -¿Cómo ve Antonio Gala, como escritor, la entrada en el nuevo milenio?
G. -A mi me parece que las medidas las hacemos los hombres, dividimos el día en horas y las horas en minutos y los minutos en segundos, de una manera un poco arbitraria, otra cosa son las estaciones, porque las estaciones ya están marcadas por la naturaleza y por el giro de los astros. Hemos llegado, vamos a llegar, al tercer milenio y es un poco la prolongación del milenio anterior; en realidad quizás el tercer milenio acabe –y ojalá sea ese un dato beneficioso– con el acabamiento también de la guerra fría, con la abolición de los bloques, con la caída del muro de Berlín, quizás en ese momento empieza verdaderamente el tercer milenio; el hecho de que den una serie de campanadas no significa nada, ni el hecho de que disputemos si verdaderamente el tercer milenio empieza en el año 2000 o empieza –como sería más lógico– en el 2001; es decir, creo que me encuentro en la misma disposición de ánimo que despido al segundo milenio, no creo en los terrores de los cambios de milenio.
J. -¿Influye en Antonio Gala el mercado literario o escribe siempre cuando le apetece?
G. -Yo escribo siempre lo que puedo, lo que necesito escribir. La vida me concedió, –a cambio de que verdaderamente yo soy un escritor de destino y lo cumplo y no me dio otra opción– la vida me concedió el que, si yo soy dócil a ella, si soy un obediente entre los humanos, un obediente bolígrafo, -aunque prefiero un rotulador-, si soy obediente y dócil, creo que ella es la que me tiene que guiar y la que me suministra, primero los temas, los temas de alguna manera no delicada, sino de una manera muy fuerte, me coge de la barbilla y me tuerce la cara como diciéndome “te estoy diciendo que mires hacia aquí y no estás mirando, no me estás obedeciendo”; entonces el mercado literario es una cosa absolutamente ajena a mi, eso es una cosa de los editores, ni siquiera el éxito y el fracaso; yo cuando escribo ya tengo mi éxito y mi fracaso. El fenómeno de la creación es tan duro y tan complaciente al mismo tiempo como un parto duro, duele, pero luego se tiene el niño en los brazos; y el éxito y el fracaso son cosa sobrevenidas, cosas que suceden luego, que la sociedad nos da luego, pero en eso no pensamos, o por lo menos yo no pienso.
J. -Hemos leído una confesión en la que Ud. dice que su poder reside en decir siempre la verdad y escuchar a la mayoría silenciada. ¿Qué le cuenta a Ud. esa mayoría silenciada?.
G. -La mayoría silenciada me cuenta todo lo que no dice a los que están arriba, o a los que nos gobiernan. Yo tengo 150 cartas diarias y entre las 150 cartas hay un 30% de soledad, de soledad marginada, de gente que se siente sola aunque esté aparentemente acompañada, y eso es la tragedia de la soledad, de sentirse sólo, sólo de verdad, bueno, te queda la esperanza, pero en otros casos sólo te queda la desesperación. Y entonces siento las quejas, y me cuentan las quejas de la mala organización, de las burocracias, de la justicia, todas esas grandes y pequeñas quejas que atribulan las vidas, y entonces me siento cuando leo, cuando puedo remediar en algo, –aunque sólo sea escuchando esas quejas–, me siento como una especie de solitario solidario –que es el nombre que me han dado–, entonces es cuando cumplo verdaderamente mi tarea.
J. -¿Y es esto lo que le provoca a Ud.?
G. -Esto es lo que hace sentirme útil y sentirme querido, porque yo no escribo para que me quieran, –como hay muchos escritores que dicen “yo escribo para que me lean”–; la única manera que tengo de que me quieran es cumpliendo según mi concepto, ese oficio, ese trabajo modesto y molesto de escritor, es el único procedimiento y el único camino que tengo para ser dadivoso, fraternal con los que están alrededor mío. J. -Hemos leído unas palabras suyas que dicen: “Soy como una gran aventurero, pero de tipo espiritual”.
Estas palabras las hemos sacado de la biografía que José Infante le hizo en el año 94 titulada “Antonio Gala, un hombre aparte”.
Nos gustaría profundizar con Ud. en esa aventura espiritual.
¿Nos podría ampliar este sentir personal?
G. -No sé exactamente en qué contexto lo dice, es decir, que verdaderamente no sé si se puede llamar aventurero a una persona que desde el primer momento tuvo un punto en su vida que es el respeto hacia los demás, el respeto hacia todas las formas de religión que no fomenten la enemistad entre los hombres, que consigan que se cumpla el ser humano de una manera pacífica y que se le dé esperanza en esta vida y quizá en otra vida que pudiera ser el producto, la recompensa, la continuidad de esta; ese tipo de religión siempre la he respetado; la religión que se esfuerza en erigirse en absoluta poseedora de la verdad negando las otras posibilidades de interpretación, –porque la religión es siempre una traducción, es la traducción de Dios–, esas las detesto, detesto a las religiones que echan a pelear a los hombres unos contra otros, detesto a las religiones que desasosiegan el alma de los hombres, que las cargan de culpas, que los angustian, que los hacen vivir como en un valle de lágrimas, siendo así que ningún padre quiere para sus hijos otra cosa que la alegría; si dentro de eso cabe la aventura, la aventura si la he vivido. No es ningún secreto que estuve en una cartuja, en la orden de la cartuja, que probablemente es la orden más severa y la menos reformada, precisamente su lema es “orla muntu quant deformata, quan duta deformata” “No reformada, porque nunca se ha deformado”; entonces es una religión, un tipo de religión dentro de la religión cristiana, un poco medieval que se ha mantenido con extraordinaria pureza. Luego he estado de parte de los musulmanes, los fundamentalistas, los conozco bien, he seguido un poco el camino de Roger Garrotin, que primero pasó del comunismo al catolicismo y del catolicismo al islamismo, y lo comprendo también muy bien, es decir comprendo a todos los hombres de buena voluntad, a los que cantaron, si cantaron, los ángeles el día de nochebuena.
J. -¿Ud. cree que se le ha hecho justicia a personajes históricos como Jesús o Sidharta?
G. -Bueno, ellos no vinieron a que se les hiciera justicia, ellos vinieron a dar su mensaje, a esparcir su simiente. ¿Si les han hecho justicia? De alguna forma estaba previsto que el Cristo muriera en la cruz, de alguna forma el Judas era necesario porque él cargó con los pecados del mundo. Lo que sucede es que luego la injusticia que se le ha hecho es que no se ponen de ninguna manera en vigor sus preceptos, porque el cristianismo ha evolucionado de tal manera que si en este momento llegara Jesús de nuevo, serían casi seguramente los cristianos los que después de lavarse las manos, volverían a crucificarlo.
Le quiero decir que en la nueva novela mía, que seguro aparecerá en la primera semana de marzo, se llama “Las afueras de Dios”, toca bastante estos temas que estamos hablando, a través de la ancianidad, que es un problema que a mi me impresiona por lo dejado que está y por lo abandonado que está; me parece que tu eres muy joven y me lo has dicho, pero me parece que dentro de muy poco, la tercera parte de los habitantes de nuestra cultura, de nuestra área cultural, serán personas de la tercera edad; la medicina ha agregado muchos años a la vida, pero nosotros no hemos agregado mucha vida a esos años. Entonces sobre eso esta escrita la novela, con Dios como protagonista.
J. -En su opinión, ¿Qué tipo de iglesia o sentimiento religioso dio a entender el carpintero de Nazareth hace 2000 años?
G. -Yo creo que eso es una cuestión personal; a mi me da la impresión que eso que me preguntas es como el eslogan de una conocida bebida, “el naranjal a los labios”. A mi me parece que cada criatura debe tener su relación propia con Dios, con el Creador; a mí me parece que no debe haber unas normas para todos, me parece que es algo tan personal como el amor; quién puede decir, “éste es buen amor, éste es mal amor”, o “se debe amar así o debe no amar de tal manera”; eso no es verdad; cada uno ama como puede, donde puede y el tiempo que puede. La teología en general es cosa de los hombres, a Dios la teología no le importa.
J. -A su parecer, ¿es posible que la liberación espiritual de los pobres –como fue el caso de Jesús de Nazareth y sus amigos– se esté repitiendo de nuevo en algún lugar de nuestro planeta?
G. -Yo creo que siempre se ha estado repitiendo, siempre ha habido algún Jesús y algunos amigos de Jesús que de alguna forma se han sentido levadura en un mayor o menor círculo de otros amigos, pero siempre ha habido alguien que ha suscitado esa liberación. Si la teología de la liberación, por ejemplo, ha sido necesaria, ha sido porque ha habido una teología enemiga de la liberación, y verdaderamente eso no puede de ninguna forma consentirse. Ni la encíclica última del papa reinante digamos de “razón y fe”, eso no es así, ahí hay una serie de contradicciones; Dios, la vida y la naturaleza. Que la naturaleza es malvada porque ha organizado en Centroamérica esas muertes y esas desolaciones, ¡no!, son enigmáticas, pero no son un acertijo; tenemos que aceptar determinadas cosas que no entendemos y la razón a lo único que puede aspirar es que, al Dios que ella se dirige no sea anti-irracional, puede resultar incomprensible porque es más grande que nuestro corazón, pero no contradictorio con el resto que El ha creado.
J. -¿Qué piensa Ud. de la idea que subyace en las palabras simbólicas de iglesia pobre frente a estas grandes multinacionales religiosas?
G. -Todo eso es lo que verdaderamente llama la atención de cualquier persona de buena voluntad; hablar mucho de los pobres y la iglesia servidora y al mismo tiempo sierva de los siervos de Dios, todo eso es mentira, todo eso es sencillamente mentira. La iglesia católica se ha transformado en un enorme espectáculo que ya cansa, que cansa a los estómagos más alejados, a los condimentos más extraordinarios, pero todos hace ya mucho tiempo que han empezado a volver la cara de esa magnificencia que no tiene nada que ver con la realidad, ni espiritual, ni física de los pobres para los que descendió, en el caso de que se crea en El, Dios de los cielos.
J. -Esto es humanismo, humanismo puro lo que Ud. dice.
G. -Es que Dios se hizo humano, algo tendrá el agua cuando la bendice; si Dios decidió hacerse humano, es decir si Cristo era el hijo de Dios, es que lo humano es extraordinariamente respetable y entonces debemos buscar al ser humano. En la primera parte de la novela “Las afueras de Dios” hay una monja que ama a los hombres en Dios, en la segunda parte ama a Dios en los hombres, porque lo otro es estopa, es masticar estropajo, porque no se puede amar a los hombres en Dios, hay que amar a Dios en los hombres. Hay que recordar que dijo “porque estaba desnudo y me diste vestido, porque estaba con sed y me diste agua, porque estaba con hambre y me diste de comer”, es decir Dios és todo esto, cuando salte alguien diciendo que el infierno son los otros, en esta novela yo vengo a decir Dios son los otros.
J. -¿Qué opina del humanismo cristiano de personajes como Cayetano Martí, el personaje del libro que le enviamos?
G. -Ah, bueno, es que el humanismo cristiano siempre me ha parecido el único humanismo válido, lo que sucede es que los mensajes se han trastocado, porque siempre hay un fraile administrativo que acaba por quitar de el medio a San Francisco de Asís porque administrativamente no le funciona y publicitariamente no le funciona. Entonces el personaje que se busca a si mismo, que se pregunta de verdad quien soy y una vez que sabe quien soy se pregunta a donde voy, –y me dirijo con el paso necesario, sin impaciencias por el camino que conduce a ese fin de la propia realización, del propio cumplimiento–; si no sabemos nosotros quienes somos, si no nos conocemos a nosotros, como vamos a conocer a Dios, si no nos amamos a nosotros de verdad, sinceramente, con el amor propio, no con orgullo sino con el amor propio de que es el primer paso para amar a los demás, si no nos amamos a nosotros mismos y nos respetamos a nosotros mismos, como vamos a amar y a respetar a Dios. Ese es el humanismo verdaderamente nuestro y el que está entre nosotros.
J. -Lo cierto es que el personaje del libro –que es ya muy anciano– le agradece todas las, palabras y me transmite para Ud. todos sus deseos de amistad.
G. -Yo le digo que vamos por el mismo camino y vamos codo con codo. De todo corazón os deseo que lleguéis con vuestro personaje antes que yo al final y que cuando yo llegue ya os encuentre yo a vosotros.
J. -¿Cómo le gustaría a Antonio Gala ser recordado?
G. -Ser recordado de una manera cariñosa. En este mundo nuestro, el que nos tocamos y nos miramos, la mejor forma de inmortalidad es ser recordado con respeto, con cariño y con una especie de nostalgia, de pensar “me gustaría que todavía estuviese aquí”.
J. -Amigo Antonio, gracias de corazón por permitir a estos obreros hacerle esta entrevista.
G. -Nunca he conocido nada mejor que esa profesión y esa palabra. Cuando el Cristo viene aquí, lo más importante –y por eso la protagonista de la próxima novela se llama Nazareth–, lo más importante de él es Nazareth; es esa aparente mediocridad que desaparece todo, porque en el nacimiento todavía cantan los ángeles y vienen los reyes; en el Gólgota está la naturaleza entera rasgándose y pendiente de él, pero en Nazareth nadie le conoce, es un pobre carpintero con las manos llenas de callos y que a veces se equivoca, con frecuencia se equivoca haciendo una mesa torcida. Muchas gracias a vosotros, y que vaya todo muy bien.
J. -Gracias por demostrarnos que está Ud. por encima de cualquier convencionalismo social y eso es algo que es muy difícil de encontrar últimamente.
G. -Pues José, Jaime, os agradezco mucho que me hayáis llamado y os mando el más cariñoso de los abrazos.
J. -Esperemos que disfrute con salud la entrada al próximo milenio.
G. -(Sonríe) Gracias, esperemos.
J. -Muchas gracias Antonio.
G. –Adiós.
(Entrevista realizada en Palma de Mallorca, España, el 21 de noviembre de 1998 a propósito de su novela Las afueras de Dios).