Escuché hablar de él en el valle del Capâo en la Chapada Diamantina de Bahía en Brasil, el 23 de Febrero de 2004. Acababa de terminar un recorrido por el “Vale do Paty” por tortuosos senderos resbaladizos, por empinadas montañas, por extensiones inigualables en belleza natural y virgen que me demostraron que no sabemos donde está nuestro límite en resistencia física y que la perseverancia recoge frutos insospechados..
El Sr. Joâo Texeira de Farias se podía visitar en las cuartas, quintas y sextas ferias de cada semana, es decir: miércoles, jueves y viernes. Puesto que deseaba pasar por Brasilia, la capital de Brasil, no iba a estar muy lejos de allí.
Me desplacé unos 130 kms que realicé al día siguiente de saber que tenía una infección bacteriana secundaria a través de la piel provocada por la “erosión” que produjo en mi cuerpo el contacto con la naturaleza salvaje de la bella Chapada.
Mis amigos a duras penas me permitieron partir a pesar de haberme ofrecido su casa seis días consecutivos después de haber cuidado de mi en mis días de fiebre y desmayo. Pero no me iba demasiado lejos y tenía la intención de descansar ampliamente en aquel lugar.
El día 4 de Marzo me encontraba en el lugar.
Pregunté por el mejor hotel y se me recomendó la pensión de los Ángeles que estaba completa y donde pude observar al salir de ésta, a una mujer mayor extranjera, probablemente americana, pues allí los hay por decenas, en una silla de ruedas, con pies hinchados y un aspecto más bien de poca salud. Este sería el primer caso de los muchísimos que vi en los dos días siguientes en los que estuve por allí.
El mismo dueño del hotel debió comprobar que yo no andaba muy fuerte y trasladó por mí mi maleta hasta un hotel al otro lado de la calle. Hablaba un buen español y es que era chileno.
En la posada Villa Miguel había espacio. Las habitaciones tenían tres camas, que no es lo mismo que el hotel fuera de tres estrellas, pues aquí las estrellas son las que se ven en el firmamento. Fui atendido muy amablemente y el dueño del hotel inmediatamente se aprendió mi nombre. Me cobrarían 50 Reales Brasileños por día con desayuno, comida y cena...
Me indicaron que por la tarde el Sr. Joâo atendía a partir de las dos y allá me llegué dando un paseo hasta el final de una calle donde están ubicados la mayoría de los hotelitos y pensiones, bien lejos de la carretera principal alejado del mundanal ruido y al parecer sobre minas de piedras semipreciosas, lugar seleccionado por Xico Xavier, el llamado Papa del espiritismo, grupo religioso de extraordinaria extensión en todo Brasil.
La casa de Don Ignacio tiene aspecto de ashram indio, con casitas bajas de colores blanco y azul. El nombre está tomado de una de las Entidades que con gran frecuencia “posesiona” al Sr. Joâo y que es el fundador de la Orden de los Jesuitas, San Ignacio de Loyola.
No encontraba ninguna dirección clara para saber qué tenía que hacer y pregunté a una persona que me daba la impresión de ser lugareña quien me dijo que me debía acercar a la tienda a pedir una ficha de primera vez. Tras reconocer algo el lugar, me acerqué al salón donde se forman las filas y observé que la gente ponía unas notas, peticiones, ruegos, solicitudes, entre uno de los lados de un triángulo equilátero de madera de aproximadamente un metro de lado y la pared. La cabeza del peticionario la acercaba a la pared y se observaba el desgaste de pintura en esa zona interna del triángulo. Sobre los lados del triángulo apuntando al cielo se colocaban los brazos del ferviente demandante al que se le respetaba en silencio en la cola que se formaba para depositar nuevas peticiones.
Ese día no, pero al siguiente yo también presenté mi petición: “Allí donde fueres, haz lo que vieres”.
Se forman diferentes colas para acceder a las “salas purificadoras” pues un número abundantes de médium rezan, invocan para que el Sr. Joâo consiga mantener su estado mediumnico y llevar adelante su labor de cura con las centenas de personas que van pasando a toda velocidad delante de él.
Como hay que esperar cierto tiempo, se nos entretiene con testimonios directos de voluntarios que han recibido la gracia de alguna curación a través de este curandero.
El señor que habló resultó ser un abogado de San Pablo que andaba en pantalón corto para mostrar una de sus piernas cicatrizada perfectamente pero con todo tipo de coloridos en la piel.
Según decía había tenido una herida enorme que no podía cerrarse y que llevaba así doce años intentando con los medios de la medicina tradicional. El Sr. Joâo le invitó a curarle de tres formas diferentes aceptando el Sr. Abogado y nos dice que el Sr. Joâo poseído del Rey Salomón puso un algodón enorme en el extremo de un palo al que mojó con agua y le prendió fuego pasando repetidamente éste por la herida iniciándose desde entonces la cicatrización
Me llegó el turno tras pasar por esos ambientes de oración y vi al curandero sentado con gafas y con un gesto inclinado, cara amable, que me preguntó: Aondi você mora? (perdonen mi portugués) Es decir: ¿Dónde vive vd.? Le respondí que en España y luego me preguntó si podía quedarme hasta mañana y le respondí positivamente, diciéndome de nuevo: “Vuelva mañana a las ocho de la mañana..” Yo ya había percibido que a las personas que pasaban delante de mi les recetaba a toda velocidad como con garabatos alguna medicina en un papel que entregaba. Medicinas que se fabrican en las farmacias del lugar y conforme a las indicaciones del Sr. Joâo.
Antes de entrar estuve hablando con un señor que me dijo que la primera vez que él fue iba con la idea de no querer pagar por los medicamentos que le recetaran y que el Sr. Joâo le leyó el pensamiento y habló con él de este asunto.
La verdad es que es muy llamativo pues tras el fugaz paso por delante del curandero, te invitan a sentarte en una sala en la que hay unas cuantas camillas con personas que acaban de ser operadas por él disfrutando de un sueño reparador de algunas horas mientras son vigiladas por algunas personas. Yo permanecí unos minutos con ojos semicerrados siguiendo las instrucciones de rezos que se nos daban pero sin querer perderme lo asombroso del lugar, pues a dos metros míos había una joven que resoplaba sentada y alzaba las manos y las bajaba como poseída por una energía que le desbordara.
Al salir nos hicieron sentar a todos los de la primera vez en un lugar determinado y allí vino alguien a explicarnos cómo interpretar lo que se nos había dicho o entregado.
La mayoría, de unas 8 personas de primera vez, habían recibido un papelito con una prescripción farmacéutica, con excepción de una bella mujer americana a la que le estuve traduciendo del portugués al inglés y a la que se le citaba al día siguiente para recibir una operación quirúrgica, y a mí mismo que simplemente tenía que volver al día siguiente.
Para mí fue muy interesante darme cuenta que la impresión externa que yo tenía de la mujer americana era una de atractivo, de concentración, de devoción, pero no era capaz de ver más allá. No tengo idea de qué tendría que ser operada, lo cierto es que ella no manifestaba ningún asombro de haber sido seleccionada de entre las ocho personas que allí estábamos como la única que necesitaba una intervención de mayor envergadura..
Esa misma tarde en el hotel en el que me hospedaba me presentaron a un brasileño de origen japonés que venía por una nueva tanda de medicación por tercera o cuarta vez en su proceso de cura de una extraña enfermedad que le impedía tomar azúcar y que cuando la tuvo había perdido todo entusiasmo por la vida, abandonando el trabajo, palideciendo y adelgazando hasta temer por su vida. Desde que visita al curandero ha ido mejorando sensiblemente.
Al día siguiente, allí estaba yo a las ocho. Pasé por delante de él de nuevo y me dijo:
“Você está en minha corrente, pase a rezar a la sala siguiente”. Me sentí emocionado y consideré que debía seguir trabajando seriamente en la línea de crecimiento espiritual.
Estuve viendo un video que está allá continuamente puesto y en el que se ve a un Sr. Joâo atendiendo de pie a una numerosísima fila de seres humanaos a la que diagnostica con su “scanner” particular a una velocidad asombrosa. Me llamó la atención en el vídeo que miraba, una operación que realizó introduciendo por una fosa nasal una tijera en cuya punta había un trocito de algodón y que hizo girar como si fuera un tornillo y a toda velocidad. También la atención que le prestó a un joven que se quejaba de dolor de vientre y el Sr. Joâo le dice estas palabras más o menos: “¿Pero cómo vas a estar bien si no haces más que pelearte con tu mujer?”
Me fui a comprar unos libros sobre la vida y milagros de este hombre que ya han volado hacia España, entre ellos un trabajo de Investigación para la Universidad de Curitiba en la que existe un Departamento de investigación sobre la Conciencia y unos cuantos recuerdos de piedrecitas para regalar a mis familiares.
He dejado de lado en este par de días allá toda curiosidad por ver más de lo que ví.
Hace un par de días, antes de ayer 24 de Marzo 2004, me di encuentro de nuevo con una pareja de brasileña y argentino que conocí en Salvador y la mujer hace algunos años que fue a visitarle y me contó cómo ella presenció una operación de cataratas con derramamiento de sangre y que al entrar en la sala la vio allí tumbada en una camilla y no hacía más que mirarla mientras se acercaba al curandero quien le dijo: “Deje vd. de mirar para atrás” que ella aplicó a su vida como mensaje doble.
En efecto, tener esta experiencia es algo asombroso.
Un cuadro que hay en el salón de espera muestra la manera de trabajar del curandero.
Imagínense: El Sr. Joâo tiene un bisturí en la mano. Su antebrazo lo mueve la entidad que le posea en un momento determinado y a su vez la entidad recibe la energía del Cristo que la transmite con su mano a través de la cabeza de la entidad. Quizás el cuadro tenga más detalles pero lo que aquí escribo lo recuerdo con precisión.
El pueblo de Abadiânia no puede ser más rural pero parece ser que va creciendo con tanto necesitado y lisiado de todo tipo.
Si algún día te fallan los remedios más caseros o los conocimientos de los médicos que te rodean, no dudes que existen otros medios quizás menos asépticos pero más definitivos.
En el hotel me indicaron que puedes incluso enviar una foto tuya por fax y se te puede atender sin necesidad de presentarte físicamente.
¿Qué más puedo decirte? El espíritu sopla donde quiere, ¿no dice eso la Biblia?