domingo, noviembre 30, 2008

La Leyenda de los Templarios: Su Orígen, Auge y Ocaso


En un tiempo de leyenda, de poderosos reyes y grandes batallas, donde el valor y el arrojo eran librea de héroes legendarios, nació la Orden del Temple. Temidos por unos, admirados por otros, los caballeros templarios se convirtieron en una poderosa orden militar que influyó de forma muy relevante sobre la organización geopolítica europea de los siglos XI al XIII. Tras la pérdida de Tierra Santa para la Cristiandad, y el desfase de poder de las órdenes militares, el Temple acabó siendo abolido tras el Concilio de Vienne, con la ejecución del último Gran Maestre de la Orden. En pleno siglo XX, Internet es el medio ideal para volver la vista atrás y rememorar la vida y obra de estos caballeros.

Viernes, 25 mayo 2001
DAVID YAGÜE, iBrujula.com

El germen de la Orden se encuentra tras la primera cruzada (ver mapa) a Tierra Santa, en 1.095. Nueve (ver lista) de los muchos caballeros que participaron en esta campaña militar deciden 24 años después formar una orden de caballería a semejanza de la formada por los llamados Caballeros del Santo Sepulcro, Balduino II, que por aquel entonces gobernaba Jerusalén, dio el beneplácito para fundarla. En 1.119, con Hugo de Payens a la cabeza se forma la Orden de los pobres Caballeros de Cristo, conocida más popularmente como Los Caballeros del Templo de Salomón o Los Caballeros Templarios.

El nombre proviene del lugar en donde se emplazaron los citados nueve caballeros: las caballerizas del palacio de Balduino II, que se encontraba lindando con de la mezquita blanca de Al-Aqsa, del Monte del Templo. Una localización que, en esa época, se identificaba como el emplazamiento exacto del legendario Templo de Salomón.

El primer Maestre fue precisamente Hugo de Payns, un caballero nacido hacia el año 1.080 en Payens, cerca de Troyes (Francia). Llegó a Tierra Santa hacia 1.104, en una peregrinación organizada por el conde Hugues de Champagne. Bajo la premisa de proteger a aquellos viajeros que peregrinaran hacia Tierra Santa, se fundaron las bases de la Orden. Jacobo de Vitry, historiador y obispo de Acre, relata el acontecimiento en su “Historia orientalis seu hierosolymitana” (ver).

Durante los nueve años siguientes, la Orden se ganó una inmensa fama en su labor. Previsiblemente, con el mando de un pequeño contingente de soldados, los nueve caballeros realizaron no pocas gestas en la defensa de los caminos. Como nota curiosa cabe destacar que desde su fundación hasta 1.128 no aceptaron a ningún otro miembro entre sus filas. Las leyendas hablan de que esta decisión estaría motivada por la existencia de una excavación secreta que llevaban a cabo en los sótanos del Templo, donde pudieron haber buscado el Arca de la Alianza.


La Orden se consolida

En 1.127 Hugo de Payens y cinco de sus caballeros regresan a Europa con una carta de Balduino II dirigida a Bernardo de Claraval. Su objetivo no era otro que el de obtener la autorización eclesiástica para la fundación de la Orden -lo que aportaría ayuda económica y militar- y la aprobación de la llamada regla de vida. Esta, fue realizada por el mismo Bernardo de Claraval y contaba con sesenta y ocho artículos y una introducción.
“ A vosotros, que habéis hecho voluntaria renuncia de vuestras voluntades personales, que prestáis servicio de caballería al Rey con armas para la protección de vuestras almas, velad en un sentido universal al escuchar maitines y todos los servicios, según se establece en el lugar canónico y lo que dicten los maestres regulares de la santa ciudad de Jerusalem...”
Sólo en un año después -1.128- ya cuentan con el apoyo del Papa Honorio II, que convoca el concilio de Troyes, que da el espaldarazo definitivo a la Orden. Los años siguientes se ocupan a la búsqueda de integrantes a la Orden y donaciones a fin de sufragar los gastos. Más de 300 caballeros se embarcan a la vuelta.

En ese año, Bernardo de Claraval escribe “De laude novae militiae”, en la que se asientan los principios de las guerras santas y se define la dicotomía del monje guerrero (ver). En 1.136 fallece Hugo de Payens. Le sucede Roberto de Craón, llamado “El Borgoñés”. Con él la situación de la Orden se consolida, se crea una base sólida y estructura para poder gobernarla con eficiencia. A lo largo de su maestrazgo muestra dotes de líder hábil y diplomático. Tiene la sensatez de renunciar a la herencia de Alfonso I de Aragón y consigue importantes privilegios de la Iglesia.
Tres años después se promulga la bula “Omne Datum Optimim”, gracias a ésta, Inocencio II libera a la Orden de toda sujeción a la autoridad eclesiástica, excepto la del Papa, y les concede además otros importantes privilegios (ver tabla). A ésta le sigue la “Militis Templi”, que les concede el beneficio de hacer colecta una vez al año en cada iglesia secular.


La edad dorada del Temple

Tras una serie de exitosas campañas militares, el poder de la Orden se extiende tanto por oriente como por occidente. Si algo caracterizó a los templarios fue su arrojo en combate. Prueba anecdótica de ello es el episodio de Nazaret, en 1.187. Una embajada enviada por el rey Guido de Jerusalén, formada por el Arzobispo de Tiro y los maestres del Temple y del Hospital, recibió un mensaje del conde Raimundo de Trípoli en la que se les informaba de una expedición de reconocimiento por parte de la caballería del líder musulmán Saladino.
El maestre por aquel entonces del Temple era Gerardo de Ridefort. Este cabalgó hasta Nazaret, convocó a todos los Templarios que pudo, y con noventa hombres, incluidos el mariscal del Temple y el maestre del Hospital se lanzó al choque contra la caballería enemiga, que en total sumaban siete mil hombres. Del choque solo sobrevivieron tres caballeros.
Es la edad dorada para el Temple. Se calcula que, hacia 1270, los templarios poseían, en Francia, cerca de un millar de encomiendas, así como innumerables granjas. Sin embargo, a pesar de su unidad, la Orden se dividió en dos sistemas diferentes de organización (ver cuadro): milicia y encomiendas, es decir oriente y occidente.
En oriente, la Orden era un ejército preparado para el combate; en occidente, una organización monacal cuyos miembros iban armados aunque sólo para defenderse. No participaron nunca en ninguna batalla ni guerra, en occidente, salvo contra los musulmanes en España (ver Temple en España) y Portugal.


Librea y armas de los templarios

El más conocido emblema de los Caballeros del Temple, repetido hasta la saciedad en las imágenes referentes a las cruzadas e incluso incorporado por Cristóbal Colón a la vela de sus naves durante el descubrimiento de América, ha sido la cruz roja llamada Pattée. Sin embargo, el estandarte de batalla de la Orden consistía en dos franjas horizontales, una negra y más estrecha la de arriba, y otra blanca, la inferior. Se denominaba Baussant. (ver tabla). Como dato anecdótico, de todas las órdenes militares de la época, los Templarios eran los únicos a los que les estaba permitido dejarse barba.
A lo largo de la historia del Temple, el equipo que portaban los caballeros fue evolucionando, desde una simple cota de mallas y casco hasta la túnica blanca, cota de mallas y yelmo cerrado, apariencia con la que normalmente se asocia a la orden. Con respecto a las armas utilizadas, éstas variaban desde la espada -de dos filos y extensión variable- hasta hachas o mazas. En total, un caballero podía llevar un equipo que pesaba unos 40 kilos.
Durante su existencia, la Orden realizó numerosas campañas militares, principalmente contra los reinos musulmanes, aunque, en algunas ocasiones se llegó a luchar incluso contra otras órdenes, pese a que una de las reglas del Temple prohibía levantar un arma contra otro cristiano.

Sus desavenencias con la otra gran Orden militar de la época, los Caballeros de San Juan de Jerusalén u Hospitalarios, son legendarias, negándose a veces a intervenir en campañas por sentir celos de estos últimos, a los que acusaban de favoritismo real. De echo, en el ocaso del reino cristiano de Jerusalén, Templarios y Hospitalarios se hallaban prácticamente en plena guerra civil.


El ocaso de los templarios

Hacia 1292/1296 -aún se desconoce la fecha exacta- Jaques De Molay es elegido Maestre de la Orden. A partir de entonces comienza el ocaso de los templarios. La avaricia del rey de Francia, Felipe IV "el hermoso", cuyas copiosas deudas fueron sufragadas durante años por el Temple. Tras varios intentos por dominar a De Molay, y con él, la Orden. El Papa Clemente V se ve forzado a promulgar la bula "Pastoralis Praeminentiae", que ordena a los príncipes cristianos que arresten a los templarios.
Los templarios fueron acusados de renegar de Cristo, de sodomía y de prácticas esotéricas, entre otros delitos. La sorpresa fue total, Jaques de Molay y los demás Templarios fueron apresados sin mayor oposición. De los 138 caballeros templarios arrestados en París, solo tres no confesaron, el resto habían muerto en medio de el "proceso".

El gran Maestre de la Orden y los demás Templarios se dejaron atar a los postes y pese a que debían ser quemados a fuego lento, soportaron el martirio con entereza y dignidad, protestando hasta el último suspiro la inocencia de su Orden. Cuenta la leyenda, que en la misma pira crematoria, Jacques de Molay proclamó su inocencia y la de la Orden, y emplazó ante el Juicio de Dios al Papa Clemente V al cabo de un mes y al Rey Felipe el Hermoso en el plazo de un año.
El Papa murió a los cuarenta días y el Rey en ocho meses. Sin embargo, la reacción hacia la Orden en otros países fue mucho más comedida, llegando a extremos como el de Inglaterra, en el que se condenó a los templarios a guardar penitencia o el de Escocia, donde nunca llegó noticia alguna de la disolución de la Orden. En otras provincias del Temple sus integrantes pasaron a formar parte de otras órdenes militares.


El Temple en nuestros días

Tras la suspensión de la Orden, se produce un reagrupamiento de los Templarios a dos niveles. Aquellos cuya pública actividad es conocida y vinculada a otras órdenes militares, y aquellos que intentan mantener la estructura original del Temple en la clandestinidad.
Este período termina con la proclamación de los Estatutos de 1705 y el Maestrazgo de Luis Felipe de Orleáns. Es notable su intervención en episodios puntuales de la historia, como en la Revolución Francesa, en el Imperio de Napoleón I, o su participación en la II Guerra Mundial.

Actualmente, el Temple se encuentra establecido mediante Prioratos, Encomiendas y Preceptorias que se extienden desde el sur del Pacífico hasta el norte y sur de América y prácticamente toda Europa desde la línea del Oder-Neisse hacia Occidente. Todos estos grupos, vinculados a la Ordo Supremus Militaris Templi Hierosolymitani (Orden Soberana y Militar del Temple de Jerusalem) se encuentran legalmente organizados de acuerdo con la legislación nacional de cada país.

Allende su trascendencia histórica, tras casi 1.000 años de existencia, la Orden de los caballeros templarios ha inspirado no pocas leyendas en torno a su posible vinculación con ritos paganos, la posible búsqueda del Arca de la Alianza y el Santo Grial, o sus presuntos conocimientos alquímicos. En el próximo artículo nos ocuparemos de los mitos que ha inspirado el Temple.