Jorge Ripoll
Que ideal sería poder siempre diferenciar entre las vestimentas de las emociones y lo que se oculta debajo de ellas realmente, pero no suele ser así comúnmente.
En la normalidad, lo que no quiere decir que sea lo que está bien, sino que solo es lo que sucede con más frecuencia o a la mayoría, confundimos las emociones entre sí, o las confundimos con los sentimientos, con los estados de ánimo y con las pasiones, ó quizás, ni siquiera las tomamos en cuenta.
Entonces al partir de una base equivocada o confusa, por más esfuerzos que pongamos para que el proceso de esa emoción sea el correcto, el resultado será siempre equivocado y por consiguiente la insatisfacción interior plena y duradera, pudiendo llegar en algunos casos a estados crónicos de enfermedad sin darnos cuenta y no sólo enfermedad psíquica sino física también. Las emociones marcan de manera directa la salud o enfermedad de cada uno de nuestros órganos físicos, es más, la enfermedad, es el grito de esa emoción avisándonos que la curemos.
Si se calla una emoción… El cuerpo la gritará.
Una emoción mal procesada genera en nosotros sentimientos negativos que se almacenan en diferentes partes de nuestros órganos corporales provocando desequilibrios y abriendo las puertas a las enfermedades, tanto en el campo físico como el psicológico y el etéreo.
Cuanta importancia adquiere en la vida del Ser Humano el poder, y querer, sincera y honestamente, individualizar inequívocamente nuestras emociones. Pero claro… para ello, primeramente debemos tener perfectamente definido que es una emoción, cuales son las emociones, de donde vienen, para que están, para que sirven y adonde se van?…
Una de las necesidades, que como seres humanos podemos experimentar desde el momento en que tomamos conciencia del YO individual, nuestro “Yo inferior” o “Ego”, y de la realidad que nos envuelve, es tratar de comprender la naturaleza de las emociones, su naturaleza ancestral e instintiva animal y su relación con el pensamiento racional y el modo en que ambas dimensiones interactúan y condicionan nuestros pensamientos y actos, y pueden, o no, acercarnos a nuestro nivel Transpersonal, a nuestro “Yo Superior” o “Alma” que es el camino inequívoco de la evolución.
Una vez que hemos reaccionado o actuado, que muchas veces se traduce en lastimar y ofender a otras personas, y constatado las consecuencias surgidas de nuestro proceder emocional, posiblemente nos preguntemos los motivos por los cuales hemos actuado de tal modo y si había otras alternativas posibles que hubieran arrojado otros resultados. El análisis y el arrepentimiento, (suponiendo que fuera real y honesto), llegan, pero muchas veces suele ser demasiado tarde para evitar las consecuencias ya desencadenadas y la mayoría de las veces no deseadas y por lo común irreparables. Por eso hay que aprender y entrenarse en manejar los sentimientos y los estados de ánimo, ellos son parte fundamental de nosotros y nos hacen ser como somos y actuar como actuamos...
Las emociones adquieren una importancia relevante desde el momento en que son quienes forman la base de nuestros sentimientos y estados de ánimo, y son precisamente estos sentimientos los que condicionan nuestros pensamientos y posteriormente éstos pensamientos se manifiestan en nuestras acciones, y estas acciones nos relacionan, para bien o para mal, con nuestro entorno familiar, sentimental, laboral y cotidiano y pasan a formar parte del diseño de nuestra realidad. Si fuéramos capaces, y sí que lo somos, de identificar la emoción ni bien surge en nuestro interior, podríamos cambiar el sentido negativo que ella induce, si lo tuviera, por un sentido positivo, analizando el “porqué surge”.
Esta actitud de reciclar las consecuencias de las emociones nada tiene que ver con “controlarlas”. Tratar de controlar una emoción es una tarea absolutamente imposible. De manera que las emociones deben expresarse en el momento en que se sienten, debiendo aprender a reconocerlas y a reciclar sus efectos en positivos.
Distinción entre estados de ánimo y emociones
Cuando hablamos acerca de nuestra vida cotidiana podemos hacer una distinción entre dos clases de fenómenos: los estados de ánimo y las emociones. Esto parece ser, a veces, una distinción muy sutil puesto que en algunos casos es difícil separar los unos de las otras. Cada vez que experimentamos una interrupción en el fluir de la vida diaria se han producido previamente emociones. A éstas, por lo tanto, las asociamos con los quiebres, esto es, con interrupciones en nuestro estado de transparencia ó normalidad cotidiana.
Heidegger postula que lo que llamaremos transparencia, (Que es Ia actividad no-reflexiva, no pensante, no deliberativa, la acción con umbral mínimo de conciencia, en automático digamos), constituye la base y condición primaria de la acción humana. Cuando, por ejemplo, caminamos, subimos la escalera, martillamos un clavo en la pared, escribimos en el ordenador, hablamos por teléfono, andamos en bicicleta, etc., lo hacemos en transparencia. Ello implica que no tenemos la atención puesta en cada paso que damos al caminar o en cada movimiento que hacemos con las manos al escribir en el ordenador. Tampoco proyectamos por anticipado el movimiento que haremos a continuación.
Al actuar, siempre lo hacemos dentro de un determinado espacio de posibilidades. Cuando un suceso nos conduce a modificar significativamente las fronteras o condiciones de ese espacio de posibilidades, cuando nos vemos conducidos a variar lo que podemos esperar en el futuro, hablamos de un quiebre.
Un quiebre siempre implica un cambio en nuestro espacio de posibilidades. Lo que antes creíamos posible puede no serlo ya, y lo que antes suponíamos improbable o incluso imposible puede tornarse probable o posible repentinamente.
Cada vez que juzgamos que nuestro espacio de posibilidades ha cambiado, sea positiva o negativamente, estamos enfrentando un quiebre.
Tomemos un ejemplo: Cuando estamos conduciendo un coche, suponemos que hay ciertas acciones que están dentro del margen normal de posibilidades. Las luces del semáforo pueden cambiar de verde a rojo; el coche se detiene si accionamos el freno; hacemos andar el coche al efectuar un cambio de marcha y acelerar, etcétera. Esto es lo que llamamos el flujo normal de conducir, y a menudo lo hacemos de manera automática, en estado de transparencia, sin prestarle casi atención. Imaginémonos ahora que, al observar que la luz del semáforo cambia a rojo, accionamos el freno y el coche no se detiene, el freno no responde. Si esto sucede diríamos que se interrumpió el flujo normal del conducir. Lo que era posible en el curso normal de los acontecimientos se ha quebrado y ha surgido un nuevo espacio de posibilidades. Si el coche no se detiene cuando accionamos el freno, aparece la posibilidad de un accidente, y dentro de las posibilidades del accidente, infinitas posibilidades en el tipo y seriedad de accidente… Se ha quebrado la transparencia del piloto automático y debemos asumir el mando de manera consciente inmediatamente.
Cuando hablamos de emociones, por lo tanto, podemos señalar las circunstancias particulares que las generan. Podemos identificar los acontecimientos que la gatillan. Si esos acontecimientos desaparecen, normalmente las emociones que los acompañaban también desaparecerán inmediatamente, dejando un sutil telón de sentimiento.
Las emociones son instantáneas, específicas y reactivas.Los acontecimientos, reales o ficticios, las preceden.
El reconocimiento, entre la emoción y el acontecimiento que la provoca nos permite no sólo una determinada interpretación de los fenómenos emotivos, sino también posibilidades concretas de acción. Si nos preocupa, por ejemplo, el hecho de que alguien se suele poner frecuentemente de mal humor, cabe que nos preguntemos por el acontecimiento que dispara este cambio emocional. Al identificarlo, abrimos con ello un espacio de análisis. Ahora podemos intervenir no sólo en los factores que nos permiten revertir el mal humor desencadenado, sino también en el tipo de evento que lo desencadena.
EMOCIÓN
Instantánea - Incontrolable – Fugaz
Irreflexiva – Extrovertida en la mayoría de las veces verbal y no verbalmente.
SENTIMIENTO
ESTADO DE ÁNIMO
Prolongado en el tiempo en mayor o menor medida – Condicionante
Puede o no expresarse al exterior.