Pedro Palao Pons
¿Y si pudiéramos pedir tantos deseos como fuéramos capaces de soñar? No tenemos un genio personal hacedor de milagros, pero disponemos de fuerza, energía y voluntad.
A lo largo del día podemos escuchar a quien nos dice que tiene mala suerte, que nada le sale bien y que sus deseos no se cumplen jamás. Son personas que han olvidado el concepto y la forma del deseo. Se trata de hombres y mujeres que finalmente asumen, como un hecho normal y real, que la suerte les ha dado la espalda. Ello les conduce a resignarse con el destino y a conformarse como están.
El deseo no es una lotería. Es nuestra energía puesta en movimiento en el mismo instante que decimos "quisiera… me gustaría… deseo". Es una vibración real en la mente del individuo, una mente llena de dudas, contradicciones, miedos, incapacidades y falsos egos, pero también de esperanza.
Un tranvía llamado deseo
El mundo de los deseos es como una interminable vía por la que circula el tranvía de las posibilidades. Verlo, tomar conciencia de su existencia y viajar en él o no, depende de algo tan importante como la voluntad de acción y la memoria.
¿Quién se acuerda una semana después de lo pedido al año nuevo o el día de su cumpleaños? No hay nada peor que desear y olvidar. Es muy fácil decir "quisiera encontrar pareja" o "desearía cambiar mi situación en la vida", cuando tras el deseo básico, nos quedamos en el mensaje sin pasar a la acción...
Un deseo no es gratuito, pero sí efímero, aún más, si lo dejamos morir en el olvido. Al pronunciarlo hemos comprado el ticket para poder viajar en el tranvía del deseo, pero luego debemos mover nuestra energía.
Saber pedir
Para trabajar con los deseos, debemos saber pedir con intención, atención y conciencia. Para ello necesitamos: dejar a un lado el concepto de azar; estar dispuestos a potenciar la intención; establecer un motivo real que justifique el deseo; pedir con un cierto rigor y credibilidad y solicitar los deseos de uno en uno.
Cuando tengamos claros puntos como los anteriores, pasaremos a la acción. Eso sí, paso a paso. Comenzaremos por anotar el deseo claramente, reduciendo a la mínima expresión lo que queremos. En lugar de "deseo solucionar mis problemas de pareja" diremos "deseo solucionar -este- problema de pareja". Y cuando decimos "-este-" nos estamos refiriendo a un punto problemático concreto.
Saber para qué estamos deseando nos ayudará a conseguir lo que pretendemos lograr. Para tener una idea más clara podemos preguntarnos: ¿Qué espero lograr con esté deseo? ¿Para qué me servirá? ¿Cómo pretendo que cambie mi vida desde este momento?
Las estrategias
En una hoja de papel encabezada con las palabras que identifiquen el deseo, marcaremos todos los puntos y acciones a desarrollar de forma activa. Estableceremos objetivamente estrategias a seguir por si fallan las previstas.
Debemos saber cuándo comenzaremos a trabajar por nuestro deseo y establecer un tiempo prudencial para tomar nota de los progresos que estamos efectuando.
Pactaremos también el momento que daremos por finalizada nuestra acción, es decir, cuando el deseo ya ha llegado a su tiempo límite, aunque no se haya cumplido. Esta fecha final es muy importante, ya que nos dará las pautas de cambio en nuestra vida y nos permitirá no perder más tiempo esperando logros que quizá, verdaderamente, no podemos conseguir.
Consejos: empieza el día con alegría
1. - Al despertarnos, sin levantarnos de la cama, ni movernos, respiraremos profundamente dos veces.
2. - Manteniendo los ojos cerrados, pediremos, con toda nuestra fuerza e ilusión, un pequeño deseo para el día de hoy.
3. - Si hemos solicitado sonreír, visualizaremos en la mente una imagen nuestra sonriendo.
4. - Repetiremos mentalmente: "Puedo desear… Tengo un deseo… Haré que mi deseo se cumpla".
5. - Respiraremos un par de veces con profundidad y nos levantaremos con normalidad intentando mantener la imagen del deseo en la mente unos minutos más.