jueves, octubre 21, 2021

Determinismo y Libre Albedrío

Dr. Spicasc (Dr. Carlos Raitzin)

LA PREDICCIÓN COMO EXPERIMENTO

La extensión de los temas a tratar aquí justifica la división en dos partes. En la primera parte de este escrito deseo abordar los temas del destino y del determinismo desde una perspectiva estrictamente lógico-científica. Incluso aun las incursiones en lo filosófico serán meramente laterales e incidentales1[1]. En la segunda parte nos ocuparemos de la Tradición Iniciática en relación al destino humano y de algunos desarrollos filosóficos clásicos conexos que revisten gran importancia para comprender a fondo esta cuestión tan ardua como importante. Debe tenerse presente que la Astrología es parte de la Tradición Esotérica y encuentra sus raíces y justificación en esta y solamente en esta. Los actuales astro traficantes que solo se ocupan (y a menudo muy mal) de aplicaciones puramente profanas y materiales en realidad solo profanan y mancillan a la Sabiduría Astrológica y, por supuesto, no son dignos de esta ni la poseen. El verdadero astrólogo es quien emplea con conocimiento y discernimiento este saber tradicional para mejorar y elevar interior y exteriormente al ser humano, comenzando por sí mismo. Los que niegan a la Astrología es por conocerla mal, a través de versiones charlatanescas o por temor a enfrentarse con ciertas realidades urticantes de si mismos. En suma, una vez más se cumple aquello tan cierto de que en cada ser instante cada ser humano está dando la nota más alta que puede dar...

De hecho el problema del destino humano es muy complejo y desde la antigüedad los grandes pensadores se han ocupado en mayor o menor medida del asunto. Pero aquí cabría citar a Lord Keynes cuando afirmó aquello de que “No hay tontería que no haya sido dicha por alguno de nuestros filósofos ”. Y yo agregaría los ministros de las distintas religiones a a la lista de esos filósofos. En los albores de la Era de Acuario podemos afirmar que a las sectas religiosas solo les quedara la alternativa de renovarse totalmente y de unirse so pena de extinguirse en mayor o menor lapso de tiempo. Es muy importante que me refiera a la problemática religiosa siquiera sea brevemente pues la óptica de los diversos credos condiciona notoriamente las concepciones sobre destino y libre albedrío...

[1] Demasiada filosofía académica y profana suele enturbiar asuntos claros y desembocar en dogmatismos. Y diré más: mientras tal filosofía no llega a lo esencial no pasa de ser un juego de ingenio. Y cuando llega a lo esencial ya es más que filosofía y pasa a ser Sabiduría inefable. Por ello afirmaba Guénon que tales conocimientos académicos convencionales y profanos constituyen más bien un obstáculo para llegar a la Verdad.

El problema reside sin duda en que muchas personas no han crecido mentalmente2[2] y continúan aferradas consciente o inconscientemente por temor o por esperanza a los dogmas y demás condicionamientos religiosos asimilados en su infancia. No reparan que tales dogmas y condicionamientos solo pueden concebirse en boca de tribus muy primitivas o de niños de hasta seis años de edad a lo sumo. Es la variante religiosa del complejo de Peter Pan: negarse a crecer, obstinarse a permanecer en el mundo mítico de los cuentos de hadas. Hay en esto infantilismo o, simplemente, retraso mental. Esta actitud interesa mucho para el tema que hoy queremos desarrollar pues es más cómodo aferrarse a creencias pueriles que decidirse como adultos a pensar por cuenta propia. La triste verdad es que cada religión organizada afirma que todas las otras son falsas y en eso todas tienen razón. Muy distinta es la situación desde una perspectiva esotérico-iniciática y en su momento desarrollaremos este último enfoque con gran detalle.

Para ser más preciso diré que las religiones han sabido muy bien separar con su fanatismo a los seres humanos y generar así odio, violencia y sufrimiento. Pero lo que no han sabido es dar una respuesta clara y coherente sobre el problema del destino humano y por ello se han refugiado en afirmaciones dogmáticas al respecto . Estas no solamente no tienen ningún peso y valor sino que pecan, una vez más, de infantilismo. No es necesario insistir al respecto pues todo el mundo se imagina cuan tedioso sería pasarse toda una eternidad tocando el arpa en el cielo y cuan odioso resulta que la desigualdad de los destinos humanos sea tan solo una consecuencia de designios divinos tan inescrutables como arbitrarios. Desde luego hay mentalidades poco exigentes que se dejan persuadir por tales explicaciones. Pero, para cerebros bien constituidos esas respuestas no resultan satisfactorias y nada explican. Convalidar injusticias o intentar pseudo-justificaciones de estas repugna invariablemente a los seres humanos dignos y sanos moral e intelectualmente. Digamos algo más: la predestinación existe pero no es en absoluto lo que afirman las sectas religiosas. Toca a cada uno descubrir de que se trata realmente.

En contraposición a estas actitudes tenemos el otro extremo de los racionalistas a ultranza que prefieren negar a creer. Desde luego negar a priori lo que no se conoce ni comprende y procurar destruirlo es cosa generalizada y propia del ser humano inferior.

También esta actitud es condenable y no pocas veces nace del miedo: los extremos se tocan. Otras veces es la comodidad: ser independiente en el pensar es apartarse de la tribu, de la manada humana y ello trae inconvenientes sociales. También estas situaciones preocupan en relación al tema central en torno al cual girarán nuestra exposición y que es, por supuesto, la Astrología. Es cierto que si ella se redujera a la increíble cantidad de estupideces que repiten la gran mayoría de sus cultores no cabría racionalmente otra cosa que condenarla. Pero lo que no debe ser tolerada es la actitud soberbia e ignorante de quienes la condenan sin conocer una tradición espiritual que posee, fehacientemente, valores absolutamente demostrables a nivel científico. En esto aparece en juego algo innegable y es que los seres humanos se hallan en distintos estadios de su proceso evolutivo en cuanto a elevación interior y amplitud de miras y ello les lleva a condenar sin escuchar por miedo y por estrechez mental. La actitud correcta que preconizo es seguir adelante sin temor de eventualmente pisar algunos gusanos de uno u otro signo y bandería que se interpongan en nuestro camino. No se 2[2] Por lo menos no se han desarrollado satisfactoriamente algunos sectores de su intelecto.

trata por supuesto de hacer daño voluntario a nadie sino de que estos gusanos ponen trabas a nuestro avance. El ser humano verdaderamente grande y valioso es aquel que, en su marcha hacia la Verdad, derriba a puntapiés todos los obstáculos grandes y pequeños. Podemos repetir aquí un viejo proverbio norteamericano: “No se puede hacer una tortilla sin romper algunos huevos”.

EL DESTINO COMO EXPERIMENTO

Hablar del destino en forma puramente dogmática o especulativa no resulta convincente al menos para quien habla. Toda afirmación relativa al determinismo o, lo que es más serio, a la predeterminación tiene que estar sustentada en hechos. Sin estos el método experimental se asfixia, perece. Todo se reduce a especulaciones más o menos sutiles e ingeniosas. Pero cuando los hechos surgen y se los comprende e inserta en un marco teórico adecuado todas las especulaciones sobran.

Vamos a aceptar como demostrable punto de partida que alguien dispusiera de un procedimiento que permitiera predecir con fecha precisa para cada existencia humana individual y de manera cualitativo-analógica el noventa y cinco por ciento de los hechos de dicha existencia. De hecho ese procedimiento ya existe hoy. Me refiero, claro está, a mis multi claves simbólicas, las que superan en capacidad predictiva en lo tocante al destino individual a todo lo que se ha conocido hasta ahora en materia de técnicas astrológicas. Lógicamente estoy librando una gran lucha para lograr el reconocimiento de este descubrimiento. Resulta por cierto inaceptable que personas de escaso nivel cultural y sin antecedentes científicos se permitan negar a priori la validez de mis métodos sin haberse tomado siquiera el trabajo de ponerlos a prueba. Desgraciadamente tanta mala fe es consecuencia indudable y directa de los intereses creados, de la mediocridad y de una asombrosa falta de autocrítica por parte de muchos astrólogos. Felizmente ya están apareciendo grupos de estudio, formados por gente decidida a profundizar en las multi claves pues han comprendido su formidable poder y eficacia en lo tocante a predicción y a rectificación de la hora natal.

Mi respuesta es la más contundente y se basa en hechos. Es el poder presentar cada vez mayor cantidad de testigos y de ejemplos en cuanto a la precisión asombrosa de las multi claves. Día a día se producen en sus vidas los sucesos concordantes que las direcciones indican y contra esta realidad no hay mala fe ni argumento que valga. Por supuesto la condición sine qua non es contar con temas natales con hora perfectamente rectificada y para lograr esto precisamente las multi claves resultan ser invalorables.

Comprendemos que todo progreso requiere tiempo pues es un hecho que el ser humano tiende a destruir todo lo que no comprende, máxime cuando contraria sus creencias, intereses materiales, prejuicios, inercia y pereza mental.

La conclusión obvia de una tal situación es que el ser humano no es totalmente libre puesto que su destino estaría trazado de antemano por lo menos a grandes rasgos. Cabe muy bien recordar aquí la doctrina martinista que nos habla claramente de “libertad dentro del círculo de la necesidad ”. Los más pesimistas preferirán aquello de que “El prisionero es libre...de caminar por su celda”.

Alguien preferiría hablar de predestinación por cuanto (como se verá a través de la experiencia) no solo es posible prever analógicamente los detalles y contexto de los hechos sino además las fechas precisas en que estos ocurren. Otros, como muchos de los musulmanes, creen en el hado o fatum inexorable de cada ser humano, cayendo de este modo en un completo fatalismo. Para ellos la mayor muestra de sabiduría es la completa resignación pasiva frente al destino.

Si es posible predecir tantos de los hechos de nuestras vidas solo se dispondría de un margen estrecho de libertad para completar ese destino nuestro en los detalles, especialmente en lo que hace a la actitud interior con que se lo vive. Esto es precisamente lo que queremos analizar, comenzando por precisar los términos en cuanto a su significado y postergando para luego la base experimental de nuestras afirmaciones. Creemos que esto es muy importante dado que la mayoría de las discusiones surgen por dar a la misma palabra significados distintos o bien por emplear vocablos diferentes para designar las mismas cosas.

Ante todo queremos aclarar que es lo que entendemos por predicción cualitativo analógica. Denominamos así a la predicción que se refiere a un determinado y bien acotado campo (o campos) de la existencia: vida espiritual, labor intelectual, familia, trabajo, pareja, ingresos, salud, prestigio, amistades y enemistades, viajes, estado de ánimo, amores, diversiones, etc. Además la predicción tiene un carácter preciso en cuanto a hechos positivos o negativos, precauciones y riesgos posibles, decepciones y otras características que hacen tanto a lo fáctico y externo como a lo físico-fisiológico y a lo psicológico. Por lo tanto incluye tanto a hechos personales propios del sujeto y de su voluntad en lo tocante a si mismo y a su vida de relación como a sucesos supra personales que inciden sobre la persona y que no dependen en modo alguno de la voluntad o estado psicológico del sujeto.

Vamos a aclarar esto. Si el señor X sale ya enojado de su casa y discute ese día primero con su esposa, luego con el portero y finalmente con su secretaria esos son sucesos personales estrechamente ligados con el estado psicológico del señor X. Pero si cae sobre su cabeza un trozo de cornisa y lo hiere o mata ese es un acontecimiento al que (siguiendo a W. Polich y A. N. Page) denominaremos supra-personal pues en nada depende del sujeto, de su voluntad o estado psicológico: es el hecho destinal puro que ocurrió sin ser buscado, llamado o provocado. Estos últimos hechos cuentan y mucho en nuestras vidas y toda teoría del destino (y de su real o supuesta predeterminación) debe tenerlos necesariamente en cuenta. Por supuesto los científicos oficiales eluden totalmente esta cuestión tan embarazosa sobre la que nada pueden decir.

Otra aclaración casi obvia es lo relativo al grado de elevación interior de los sujetos observados. Descartada quedó para siempre en medios cultos la expresión absurda de “evolución espiritual” pues el espíritu no evoluciona dado que es atemporal y la evolución es un proceso siempre ligado al tiempo. Solo cabe pues hablar de elevación interior o bien de espiritualización de la existencia. De todas formas aquí hay riesgos grandes de subjetividad pues todo esto no es en absoluto punto de acuerdo entre autores y mucho menos asunto cuantificable. Lo que para unos es espiritualidad para otros es disparate o locura. Pero queda un hecho cierto: la experiencia espiritual existe y es una realidad plena e incomparable para quien la vive. Por el contrario quien la niega se auto-descalifica, no importa cuan grandes sean sus talentos y logros en el plano intelectual o en otros campos. A esos negadores les falta algo supremo que no se iguala ni reemplaza con nada de este mundo.

Cabe formular aquí una reflexión amarga. Por siempre el ser humano ha clamado por su libertad y por su derecho a ella. Sin embargo, a lo largo de los siglos, lo vemos incontables veces usar esa pretendida libertad o lo que le restó de ella para hacerse esclavo de los dogmas religiosos más absurdos y de las ideologías más aberrantes. El ser humano ha caído por causa de tales cosas en los fanatismos más crueles y en las intolerancias y extremismos más reñidos con la moral y la compasión. Y lo más paradójico: la lucha por la libertad no pocas veces ha desembocado de lleno en negarla totalmente a otros grupos humanos que estaban en desacuerdo con los propios puntos de vista. En suma, tenemos que lo que cuenta realmente no es la libertad sino el uso que hagamos de ella. La verdadera Libertad es, en última instancia, la sumisión consciente a la voluntad de Dios que quiere que cada uno de nosotros se torne un centro de Paz, Amor y Sabiduría.

El primer astrólogo que efectuó un análisis del fatalismo y la libertad en términos astrológicos fue el bien conocido Henri Selva (en su “Traité Théorique et Pratique d’ Astrologie Généthliaque” del que solo apareció el Tomo I). Su análisis ha resistido mal el paso del tiempo, máxime por cuanto invocaba de continuo una supuesta “energía astral” que hoy sabemos inexistente. Selva estaba errado al suponer que entre astros y hechos de nuestra existencia hay una relación de causa y efecto. De estas nociones erróneas ya me he ocupado largamente en otras oportunidades. El problema aquí es si existe compatibilidad entre las nociones de determinismo y de libertad (o libre albedrío). Quien sostenía hábilmente tal compatibilidad era el filósofo inglés David Hume. En cambio el gran pensador alemán Emannuel Kant era absolutamente incompatibilista. Henri Selva adopta una posición compatibilista pero el error de base es que como la Astrología no se basa en acciones físicas no cabe hablar de determinismo que supone relaciones de causa y efecto. El problema puede replantearse muy sencillamente en estos términos: las indicaciones astrológicas deben cumplirse necesariamente o no? Y si deben cumplirse que queda de nuestra libertad? Selva apoya la noción de libertad en base al hecho indudable de que en cada instante podemos pensar y decidir nuestra acción futura de una manera dada o de la contraria: la elección es, indudablemente, totalmente nuestra. Por otro lado la moral - como Selva mismo bien señala - reposa íntegramente sobre la noción de libertad. Sin libertad de opción no hay ni puede haber responsabilidad moral alguna. El crimen y la virtud exigen para existir una tal libertad. Pero esto, como veremos después, es menos de la mitad del problema. Luego veremos la parte faltante.

Por otra parte es necesario señalar componentes fatalistas innegables en la existencia humana. La herencia genética y la salud del nativo en cuanto a constitución, enfermedades y deformidades de nacimiento son buenos ejemplos. También el medio familiar es un dato fijo del problema con sus características espirituales, culturales y socioeconómicas en general. Respecto de todos estos factores esenciales de partida no disponemos del más mínimo libre albedrío. Podremos pensar lo que queramos pero esos factores no varían, no dependen en absoluto de nuestra voluntad. Se hallan rígidamente fijados por nuestro destino y condicionan, como bien saben los psicólogos, a todo nuestro futuro en esta existencia temporal. Y no solo traemos al nacer lo que he mencionado sino además inclinaciones, temperamento, afinidades, las que podremos desarrollar según el caso en gran, pequeña o nula medida. Otro factor de extrema importancia y que puede desarrollarse y mejorarse casi siempre es la voluntad. De esto último me he ocupado extensamente en mi artículo “La evolución del nativo a través del radix”.

Supongamos ahora que aceptamos los hechos de nuestro nacimiento como una “definición” o datos de partida de nuestra existencia y que podemos suponer que a partir de ahí somos libres. La vida pronto nos convence de otra cosa. En primer lugar estamos sometidos a las leyes de la materia y de la fisiología. Quien se crea enteramente libre puede probar de saltar por la ventana o de ingerir estricnina y pronto se notarán los resultados. Ni por un momento nos es dado alterar o suspender estas leyes. El ser humano tiene pues posibilidades limitadas y la vida y la naturaleza se encargan de recordárselo a cada paso. Pero hay algo mucho más sutil y es en este respecto donde la Astrología adquiere perfiles grandiosos. Ella nos hace percibir una perspectiva de la vida totalmente diferente de la que posee una persona ignorante de nuestra disciplina. Me refiero a lo ya subrayado por Lessing, algo que va al fondo de la cuestión: “Las estrellas son el propio juez. La acción es libre, pero la consecuencia no lo es” (Die Sterne sind das Selbstgericht: die Tat ist frei, die Folge nicht). Esto es muy profundo pues nos enfrenta al hecho tremendo de las diferencias entre destinos humanos, con los éxitos y fracasos que le tocan a cada uno. Porque Juan y Pedro emprendieron lo mismo cada uno por su lado, Juan triunfó y Pedro fracasó? Ambos eran capaces, positivos y activos pero el éxito solo fue para el primero?

Naturalmente que la Astrología seria puede dar respuesta a estos interrogantes pero el libre albedrío queda cuestionado y es necesario preguntarse si no es más que una ilusión.

Pero hay más motivos de reflexión. En mí artículo titulado “El sexto diálogo” (publicado en la revista Atma-Jnana con el seudónimo de Sarastro) he planteado la cuestión de la siguiente manera. La vida es comparable en cada instante a una partida de ajedrez donde cada jugada que realizamos condiciona todas las restantes que deberemos realizar en el futuro: estamos sometidos a la consecuencia de nuestras propias acciones y esa es la Ley de los Efectos Kármicos, tal como opera en nuestro plano de existencia. Nuestras decisiones, fruto de nuestra voluntad y de nuestro libre albedrío, nos atan por medio de sus consecuencias. Cada jugada en el ajedrez y cada acción en la vida condicionan todas las venideras...

Así planteadas las cosas podían dar lugar a extensas polémicas que duran hasta hoy. Morin de Villefranche mismo subrayó en su “Astrologia Gallica” que lo anunciado por los astros no debía cumplirse necesariamente siempre. Fue esta su defensa del libre albedrío, la que suena tal vez un poco tímida. Otros no compartieron esta posición. En Alemania predominó la posición kantiana incompatibilista. Los más destacados astrólogos de las primeras décadas de este siglo fueron de línea marcadamente fatalista. Nos referimos a Karl Brandler-Pracht y al trinomio Sindbad (Friedrich Schwickert), Otto Schmitz y Adolf Weiss. El más eminente discípulo de Karl BrandlerPracht fue mi maestro, el Prof. Don Carlos Reichelt. El fue el más apasionado defensor del libre albedrío humano, obtenible a través de la elevación espiritual y del desarrollo de la voluntad. Llegó a tal punto Don Carlos que, en cierta oportunidad, eligió para operarse el peor día posible. Los que lo rodeaban aseguraban que solo un desastre podía resultar de tal elección. El, muy sonriente, contestó que todo iba a ir muy bien. Y así fue: la operación resultó un éxito. La explicación del hecho era muy simple. Sus aterrados consejeros eran un grupo de astrólogos ignorantes, de los que pretenden explicar todo en base solamente a tránsitos y nada más. Don Carlos tenía para el día escogido buenas revoluciones y direcciones y, por supuesto, él lo sabía perfectamente.

Era una forma de decirles con elegancia que su triste astrología a nada serio conducía. Don Carlos, muy sonriente, me confío esta anécdota pocos meses antes de morir. En realidad el Prof. Reichelt había ido mucho más lejos, entrando de lleno en el campo de la Astrología Esotérica. No cesaba de repetirme que esta Astrología conduce inevitablemente a la Magia Blanca en cuanto a posibilidad de ayudarse a si mismo y a los demás. Los hechos que después pude observar confirmaron plenamente su punto de vista. La libertad humana crece con la elevación interior y con el desarrollo de la voluntad. La mejor prueba de ello es que similares configuraciones actúan de muy diferente manera en distintos individuos (remito al artículo sobre los aspectos astrológicos). Esto explica porque las recetas de interpretación conducen por lo común a resultados falsos y solo pueden aceptarse como una orientación para principiantes.

Queremos comenzar con la materia experimental y por ello comenzaremos refiriéndonos brevemente a tres obras. Nos referimos a las de Cornillier, Costesèque y Künkel. Las tres provienen de campos muy heterodoxos y muy lejanos a la filosofía y ciencia académicas y por ello tal vez resultan útiles y refrescantes. En ellas hallamos en profusión hechos y anécdotas que provienen del campo psíquico, de las mancias y de la astrología. Todos estos temas causan verdadero horror a los científicos oficiales, los que así demuestran su estrechez mental y su incapacidad para respetar los hechos y el testimonio humano cuando estos no encajan ni en sus teorías ni en sus prejuicios. El problema reside desde luego en que los científicos oficiales son incapaces de aceptar que sea posible una técnica de predicción certera respecto del porvenir de un ser humano aun cuando muchos de ellos pasen su vida tratando de predecir lo que hará una supernova, una molécula o una colonia de insectos. Así, en nombre de la Ciencia, se ven conducidos a torpes formas de fanatismo, ceguera e intolerancia. Para el científico es ignorancia y falacia propia de charlatanes hablar de todo lo que ellos ignoran: su postulado implícito es la propia omnisciencia y superioridad. Desde luego la base de todo esto es la soberbia que olvida que todo saber material y profano tiene carácter provisorio, precario y que las teorías científicas veneradas hoy serán obsoletas y estarán olvidadas tal vez en un par de años y a ciencia cierta en cincuenta años.

Y aquí corresponde efectuar precisiones de carácter metodológico. Muchos autores incluyendo a dos de los citados (Costesèque y Cornillier) han insistido en hablar de la predeterminación del porvenir y del destino humano individual basándose en premoniciones oníricas y de vigilia y en fenómenos psíquicos del tipo de la mediumnidad y el sonambulismo, trances hipnóticos, etc. Sin entrar a discutir la realidad de tales cosas (que todo indicaría que existen) digamos que presentan un inconveniente muy grave que resulta característico de tales cosas. Se trata de que se basan siempre en testimonios humanos, dado que son esencialmente hechos muy raros y por lo general absolutamente irrepetibles. Así pierden objetividad como prueba pues son esencialmente subjetivos. Si alguien tiene por ejemplo un sueño premonitorio o una videncia solo él conoce en realidad su contenido y los testigos reciben únicamente una versión del hecho pero no pueden asistir al hecho mismo. Y la Ciencia exige hechos y experimentos objetivos y repetibles: todo lo raro o milagroso o meramente subjetivo se aparta inevitablemente de este canon. Hay una consecuencia práctica inmediata: como estos fenómenos no son en absoluto manejables a voluntad la conclusión obvia es que todos los autodenominados videntes y parapsicólogos no son más que charlatanes deshonestos que compiten con religiones y sectas en explotar la credulidad, esperanzas y temores del prójimo.

Por eso es que se debe apuntar en otras direcciones que permitan repetir los experimentos a cualquier persona que tenga la preparación necesaria y algunos elementos requeridos para ello. Solo así se llegará a establecer leyes con la objetividad, generalidad y universalidad necesarias. Ya lo decía bien Aristóteles: “No hay ciencia de lo particular”.

En consecuencia hay que apuntar en otras direcciones y la Astrología reserva sorpresas pues no hay disciplina, técnica o mancia que disponga de tan formidable potencial predictivo. Y esto es gracias a mis multi claves en direcciones simbólicas, una técnica que ha brindado lo jamás logrado antes con otros procedimientos dentro de esta disciplina.

En la Astrología hay lamentablemente bastante de fanatismo y obcecación por parte de muchos de sus cultores. Aun en pleno siglo XX suceden muchos hechos bochornosos tales como un congreso celebrado en Canadá sobre métodos de domificación que terminó a puñetazos en medio de una verdadera batalla campal (C.f. “Recent Advances in Astrology”). Personalmente me preocupa solamente lo objetivo y comprobable y dejo en esto totalmente de lado preferencias y gustos personales. Por ejemplo, aprecié mucho a dos estudiosos, Wendel Polich y Anthony Nelson Page. Sin embargo no estoy de acuerdo con varias teorías de ellos. En particular no estoy de acuerdo con el sistema topocéntrico de domificación. Este método solo da resultados correctos en direcciones simbólicas cuando las cúspides coinciden con las de Placidus lo que sucede solo a muy bajas latitudes. En cambio las cúspides de Placidus dan resultados correctos hasta las proximidades de los círculos polares. Más allá de estos falta material experimental y nada se puede afirmar a priori: solo hay teorías especulativas y nada más. Esta afirmación no se basa en caprichos ni en repetición de lo que otros dicen sino en mis experiencias personales a lo largo de cuarenta y tres años de astrología y treinta de rectificaciones. Me objetarán algunos que en direcciones primarias bajo el polo del significador el sistema topocéntrico resulta útil y preciso. Los que así se expresan no conocen la técnica de tales direcciones primarias ni su cálculo. De hecho lo que allí se emplea es la fórmula de los polos topocéntricos debida a André Boudineau (como señalan los mismos Polich y Page en su artículo aparecido en la revista “In Search”). Esta fórmula permite aproximar las curvas de Placidus sobre la esfera celeste de manera óptima en las proximidades del ecuador celeste mediante un círculo máximo. Pero las curvas de Placidus no son círculos máximos y proceder de este modo implica un error que aumenta con la declinación. Algún día otros notarán esto como yo lo he notado y se descartarán para siempre tales círculos máximos y tales polos topocéntricos. Se trabajará entonces directamente con la familia de curvas de Placidus sobre la esfera celeste y se obtendrá mejor aproximación en las fechas mediante las direcciones primarias de este tipo. En suma, se trata de un problema de geometría analítica no demasiado difícil.

LA PREDICCIÓN

Naturalmente todas las hermosas doctrinas de los filósofos se derrumban estrepitosamente cuando se pone en el tapete a las predicciones y a la posibilidad de hacerlas. Si alguien hoy puede predecir lo que ocurrirá dentro de un mes o de un año es porque eso ya está escrito en algún lado: quien predice no causa, solo anuncia. Mucha gente ha sostenido y sostiene que el predictor predispone a que los hechos ocurran. Indudablemente, como bien sostenía el Prof. Reichelt, la predicción es una fuerza muy grande y esto obliga moralmente a andarse con cuidado para evitar sugestiones nocivas.

Pero el problema reside en la posibilidad de predecir y aquí se halla probablemente el núcleo de la cosa. Desde luego hay aquí grados de precisión en forma y tiempo. No hace falta ser Nostradamus o Morin de Villefranche para predecirle a una joven hermosa que pronto aparecerá un hombre que se interese en ella (y además sin precisar fecha). Duela o no este es el tipo de predicción al que se limitan normalmente los desastrólogos, tarotistas y parapsicólogos. Pero que ocurre si se anticipa fecha y detalles del suceso predicho? Cito textualmente aquí las risueñas palabras del Prof. Reichelt que aún resuenan en mis oídos: “Cada vez que efectuamos una predicción certera y con fecha precisa tenemos la sensación de que hemos podido entrar en esa cocina donde se prepara el menjunje que llamamos destino”. La cuestión cambia, máxime cuando se trata de sucesos supra-personales. Y si las predicciones con detalles y fechas se multiplican por cien para cada año de la vida ello obliga a revisar nuestros conceptos sobre la fatalidad y el libre albedrío de una manera profunda. Obviamente me estoy refiriendo a las multi claves y a sus increíbles posibilidades. La primera cuestión es desde luego analizar el origen de la información: es el cielo en el momento del nacimiento. Allí está todo, detalles y fechas. Prosiguiendo el análisis me debo preguntar si ello se debe solo a una feliz casualidad. La respuesta terminante que se impone al espíritu es que no es así. Hay que precisar el significado de las palabras y una broma puede servir al respecto. Si salgo hoy de casa y encuentro una bolsa llena de dinero es una casualidad. Si mañana al salir de casa encuentro otra bolsa de dinero ya es coincidencia. Pero si se repite el tercer día y subsiguientes se trata sin duda de una costumbre mia. Creer en casualidades es cosa de tontos pues nada sucede por azar, es decir sin causa. En realidad la noción de azar y sus desarrollos solo surgieron para hacer más manejable nuestra ignorancia respecto de las causas de los hechos. Si lo supiéramos todo la teoría de las probabilidades y la estadística desaparecerían en ese mismo instante por innecesarias. Un ser omnisciente no las usaría nunca pues no las precisaría. Por ello el gran poeta iniciado Lessing -ya citado antes - decía con justeza: “Hablar de casualidad es ofender a Dios”.

El segundo punto es como se extrae esa información del cielo. Lo notable es que aplicamos una serie de conceptos aritméticos y geométrico-cinemáticos perfectamente establecidos: medias harmónicas, promedios de tiempos de revolución y sucesiones aritméticas. El Cosmos nos da un mensaje cifrado para cada ser humano en forma de código descifrable por vía racional. Imposible es aquí no recordar a Platón cuando afirmaba “Dios geometriza”.

El segundo problema es la cantidad increíble de tales indicaciones precisas en característica analógica y fecha para el total de la duración de cada existencia humana. Aquí hay algo más que nos habla de un plan de experiencias para cada individuo, plan detallado y minucioso. Como pensar de otra manera?

El tercer problema es que a pesar de nuestras computadoras cada vez más veloces y precisas la estructura matemática de las fórmulas (se trata aquí de sucesiones infinitas) hace imposible conocer todas las indicaciones cósmicas para cada ser humano. Existe pues un grado de incerteza, un factor de sorpresa para cada uno de nosotros: debemos resignarnos a ignorar de antemano ciertas cosas. Aún si en el futuro los avances de la Astronomía de posición permitieran calcular la posición eclíptica de cada astro del sistema solar con precisión de un millonésimo de segundo de arco (cosa hoy totalmente imposible) este problema subsistiría.

Alguno me podrá reprochar que he faltado al rigor aceptando a priori el concepto clásico de Dios, lo cual constituye lo que se denomina científicamente una petición de principio. Aceptando este argumento razonemos a la inversa. Sin aceptar a priori a Dios partamos de los hechos observados. La conclusión es obvia de todos modos. Algo nos señala de manera lógica, valiéndose de un código inteligente y racional lo que somos y lo que nos ocurrirá. Pero esto para cada uno y somos en el mundo hoy cinco mil millones de seres humanos. Luego aquí se trata más que de una ley física. La única hipótesis razonable y plausible es que estamos frente a una Mente Cósmica increíble, formidable que excede absolutamente todo lo que podemos realizar y comprender. Esta Mente Cósmica ha programado nuestras vidas con el más cuidadoso grado de detalle. Y la llamamos Dios... Bien decía mi maestro el Prof. Reichelt “Si cada ser humano es un reloj perfecto eso hace que exista un Relojero Cósmico tan super perfecto que de El no podemos decir nada”. Nos resulta muy obvio que no puede existir un plan vital preciso y detallado para cada ser humano sin un Planificador Cósmico.

Y eso que en ese entonces solo conocíamos la clave de un grado = un año que Don Carlos Reichelt manejaba con maestría increíble.

El cuarto problema y tal vez el principal es el relativo al porqué del destino. Este asunto será tratado con gran detalle en la segunda parte. Pero adelantemos algo aquí. El ser humano, interesado ante todo en su propio bienestar, ha antepuesto desde siempre a cualquier otra consideración la cuestión de si el destino es justo o injusto. Y generalmente llama injusto a lo que él no comprende o a lo que simplemente lo hace sufrir. La gran Verdad sostenida por los Maestros Espirituales de todos los tiempos y lugares es que, en realidad, el destino no es justo ni injusto, sino NECESARIO. Como bien afirmaba Goethe nuestra vida entera surge del permanente conflicto entre Elpis y Ananké, la Esperanza y la Necesidad. Y esto hace que la felicidad no sea un premio ni el sufrimiento un castigo (a pesar de todas las divagaciones infantiles que circulan por el mundo sobre el tan remanido problema). Claro está que al ser humano, con su mente finita y limitada, se le hace muy difícil comprender los porqués especialmente de lo desagradable, de lo que lo hace sufrir. Y de esto nacen todas las teorías e ideologías consoladoras que circulan por el mundo. Pero, como subrayaba con énfasis René Guénon, la Verdad no necesita ser consoladora ni tiene porque serlo: le basta con ser la Verdad. El desarrollo de este asunto se verá en la Segunda Parte, donde nos ocuparemos de los medios que brinda la Doctrina Tradicional para alcanzar el bien y evitar el mal. Esto es lo que se conoce con el nombre de Dharma.

TRADICIÓN INICIÁTICA Y DESTINO HUMANO

Para comenzar deseo citar las siguientes palabras de Mahoma:

“No te sientes junto al que habla sobre el destino ni emprendas discusiones con él”.

No compartimos en absoluto este punto de vista. De hecho, como afirma la Biblia la Gloria de Dios consiste en esconder Sus secretos y la gloria del hombre consiste en descubrirlos. Tras haberme escuchado citar a Mahoma y luego a la Biblia alguien podría pensar que la exposición tendrá carácter dogmático-religioso: puedo asegurarles que nada es más lejano a mis propósitos. Para poder expresar cosas precisas al respecto es necesario exponer algunos aspectos básicos de la Tradición Primordial Iniciática demasiado a menudo muy mal conocidos y comprendidos (incluso por quienes declaran ser sus partidarios y seguidores). Debemos ya a esta altura efectuar una aparente disgresión y exponer puntos que son necesarios para seguir adelante.

En lo que sigue tocaremos obligadamente una serie de temas que pueden molestar profundamente a los fanáticos de cualquier religión exotérica de Occidente. Pero como emplearé la lógica no podrán ellos refutarme sino tan solo indignarse...

La gran dificultad para comprender la noción de destino y para captar el sentido último de la vida humana es indudablemente el condicionamiento religioso-dogmático que cada uno pueda tener. Desde la infancia las concepciones de los teólogos moldean nuestro pensar y esto nos crea serios inconvenientes. Estos señores pretenden edificar dentro de las religiones sistemas lógicos de creencia a partir de ciertas ideas fijas, olvidando que la lógica no puede manejar las categorías conceptuales que hacen, por ejemplo, a la experiencia espiritual o metafísica. Lo único que logran de esta manera es caer en groseros antropomorfismos en relación a la idea de Dios o bien en antinomias lógicas evidentes.

El gran problema al encarar la noción de destino es que nos topamos, lo queramos o no, con preconceptos religiosos que no solamente no tienen nada de espirituales sino que están reñidos con la lógica más elemental o que, más precisamente, son auto contradictorios. Norbert Wiener, el famoso científico padre de la cibernética, dio un formidable ejemplo en su pequeño libro “Dios y Golem”. Allí demostró que la noción de omnipotencia es auto contradictoria mediante un brevísimo ejemplo. Helo aquí: “Dios no puede crear una piedra tan pesada que el mismo no la pueda levantar”. Del mismo modo voy a demostrar que la noción de omnisciencia es auto contradictoria. El razonamiento es breve y simple: un ser omnisciente conoce la solución de todos los problemas. Si no conoce la solución de un problema ya no es omnisciente. Ahora bien: hay problemas que no tienen solución (ejemplos: hallar un número impar múltiplo de dos, hallar la cuadratura del círculo valiéndose solo de regla y compás, etc.). Luego ningún ser puede ser omnisciente. Esto se puede demostrar también a la manera de Wiener: Dios no conoce la solución del problema de hallar un problema del que El mismo no conozca la solución. La auto contradicción resulta así evidente.

Hay otros puntos en que las religiones de Occidente no solo se apartan de la Tradición Iniciática sino que directamente sostienen afirmaciones opuestas a esta. La primera de esas nociones es sostener que Dios creó al mundo ex-nihilo, es decir a partir de la nada. Esto contradice la Ley Hermética de Causalidad que se halla en la base misma de la Tradición Iniciática. En una entrevista reciente el Dalai Lama ha sido terminante al respecto, afirmando lo siguiente: “Por lo general describo al cristianismo, al judaísmo y al islamismo como religiones que, fundamentalmente, creen en un Dios Creador. En cambio para el budismo y otras religiones antiguas el concepto de Creador no existe”. (Entrevista concedida a Larry King, revista de La Nación, 23/11/97). Exactamente lo mismo sostiene el hinduismo en todas sus formas. La mención de Brahma como Dios Creador es un disparate de orientalistas oficiales confundidos y de teósofos trasnochados, los que nada han comprendido. El Srimad Bhagavad Gita es explícito al respecto: lo que llamamos materia siempre existió y el proceso mundial resulta de la interacción de Purusha (el Espíritu) y Prakriti (la materia). La manifestación no es la materia sino la divinidad que moldea a esa materia como Sublime Arquitecto de los Mundos y se halla presente (inmanente) en ella como Sutratma (Alma-hilo: la que enhebra cada átomo del mundo material como el hilo lo hace con las cuentas de un collar o rosario).

Pero hay mucho más: las nociones de pecado como ofensa a Dios y de condenación eterna son sendos disparates desde el punto de vista tradicional. En primer lugar la noción de ofensa es puramente humana. Bien decía Krishnamurti: “Para que haya perdón tiene que haber habido ofensa y para que haya ofensa tiene que haber habido orgullo”. Esto no se aplica al Ser Supremo.

La esencia dadora de la vida en el ser humano y en la que se originan mediata todas las acciones es un fragmento o chispa de Dios mismo. Luego el pecado solo puede concebirse como un desvío respecto del sagrado Dharma3[3], como un error e impureza resultante de la ignorancia pero nunca como una ofensa de Dios a si mismo (manifestado como está a través de seres falibles y limitados como somos los humanos). El pecado es, en última instancia, algo propio de nuestro mundo de dualidades y que emana de las tres Gunas o cualidades predominantes en nosotros. El pecado desaparece en un nivel más alto cuando se produce la síntesis de los opuestos y ya no predominan las tres Gunas. Son las palabras de Sri Krishna a Arjuna que se aplican aquí: “No seas trigúnico, oh Arjuna!”.

Por lo anterior el Maestro Anantram escribía “El Mal consiste en distinguir entre el bien y el mal y el Bien consiste en poder trascender ambas cosas”. Para una profundización de este problema remito a mi trilogía (aparecida en la revista Hitos y tan comentada como mal comprendida) “René Gúenon: 
1 La decadencia del mundo occidental 
2 La experiencia metafísica 
3 El problema del Mal.

La condenación eterna es otro absurdo manifiesto. Si tan solo un alma se condenara a Dios le faltaría un fragmento de Sí y dejaría de serlo. Una tal condenación es un imposible metafísico pues degradaría el más alto estado del Ser a lo más bajo. Otro es el objeto del proceso mundial y de la purificación y elevación de los jivatmas (fragmentos divinos prisioneros de la materia) por medio de tal proceso.

Pero los ministros de las religiones occidentales se han empeñado en enseñar el error debido a su insaciable afán de poder y riquezas. Ellos solo ansían dominar a las masas por medio de las emociones. Así logran explotarlas mejor por medio de la ignorancia y el temor en que quieren mantenerlas sumidas. Es más fácil dominar por el miedo a la gente hablándoles del infierno que refiriéndose a la Divina Herencia que a todos sin excepción nos está reservada. En suma: Los errores que ellos predican no son casuales, son causales.

La Teología es pues una sucesión de desatinos y los teólogos son señores que no saben de que están hablando pues jamás han alcanzado la experiencia metafísica. Se afirma que cuando Santo Tomás alcanzó verdaderamente tal experiencia su deseo era quemar todos sus escritos anteriores...

3[3] Dharma: “Conjunto de medios correctos y eficaces, necesarios y trascendentes para alcanzar el Bien y evitar el Mal”.

La conclusión que se deriva de lo expuesto no es de ninguna manera que las religiones no sirvan puesto que están reñidas con la lógica. La religión convencional y sincera es útil como guía y esperanza para individuos sin gran desarrollo intelectual y de poca elevación espiritual como son, de hecho, la inmensa mayoría de los mortales. Lo que si nos enseña lo anterior es que:

1ero) Valiéndonos de la sola lógica no podemos conocer nada sobre Dios. Cualquier cosa que digamos sobre El resulta falsa (como afirmaba Meister Eckhart) pues la divinidad se halla más allá de nuestros razonamientos y de nuestras conceptualizaciones. Toda teología es un disparate desde su base misma. En rigor solo la experiencia metafísica o espiritual es la llave mágica para conocer la verdad pero ella no es para todos. Solo pertenece al que la alcanza y es inefable, intransferible por su naturaleza misma.

2do) No podemos plantear ni resolver los problemas del destino humano y del sentido último de nuestra existencia desde una perspectiva religiosa común y corriente. Tal posición solo conduce a vulgaridades pues se parte de concepciones y modelos falsos de Dios, del hombre y del mundo.