Suena la radio y un cantante anónimo de voz triste y suave repite sin cesar las mismas palabras: "nada tiene sentido si tú no estás". Tantas veces hemos escuchado frases como esta que ya apenas nos damos cuenta de su verdadero significado y el peligro que encierran.
La persona codependiente piensa que no puede vivir sin su pareja, se funde con ella hasta el punto de llegar a perder su propia identidad y vive para ella en vez de vivir su propia vida. Piensa que lo que siente es un amor inmenso, una pasión maravillosa y sin fronteras, pero no es amor eso, sino dependencia y adicción. Se enamora de repente, como en un estallido, un flechazo y, confundiendo el deseo con el amor, piensa que tiene delante a la persona ideal. No son conscientes de que darlo todo por la otra persona supone una negación de uno mismo y de los propios deseos y necesidades. El codependiente se deja a sí mismo completamente de lado para anteponer siempre a su pareja. Y de lado ha de quedar también todo sentimiento negativo. La rabia, el dolor, el sufrimiento...; todo esto lo percibe como una amenaza terrible porque podría llevarle a perder lo que más ama, lo que es toda su vida y todo su mundo: su gran amor. Hace todo lo posible por mantener la paz y niega el conflicto y la confrontación, sin darse cuenta de que negar el conflicto supone negar la intimidad. No podemos tener una relación íntima con alguien con quien no podemos discutir un problema o algo que nos hace enfadar. No hay manera de resolver un conflicto si una de las partes prefiere ignorarlo y la relación sólo puede darse a un nivel superficial.
El miedo al abandono es su mayor miedo
Pero no el único. También tiene miedo de su propia dependencia, de perder por completo su identidad cada vez que renuncia a sus propios valores, principios o aficiones, para adoptar los de su pareja, que son los únicos que importan. Niega sus sentimientos del mismo modo que se niega a sí mismo, le cuesta identificar en sí mismo los sentimientos negativos. Y esta represión de sentimientos se transforma en una necesidad de sentir a través de su pareja. Pero no puede tener nunca suficiente, pide más: más amor, más dedicación; "quiéreme como yo te quiero a ti", le exige. Trata de controlarla, manipularla, porque ahora la vida de su pareja le pertenece a él o ella: es su propia vida, y trata de convertir a esta persona en su amor perfecto, aquél que satisfaga todas sus necesidades y llene el pozo sin fondo de un amor insaciable. Trata de evitar que se aleje, no quiere que cambie, que crezca como persona por miedo a que despliegue sus alas y eche a volar. Tiende a crear dependencias hacia él o ella en los demás...
Ese yo que se perdió en algún rincón de su propia oscuridad, tal vez en su infancia, y que sólo podrá encontrar en su interior; nunca en los demás. Perdieron ese yo cuando abdicaron de su vida y de sí mismos porque se sentían avergonzados de ser quienes son, se consideraban personas vacías, sin sentido y sin valor. Carentes de la autoestima suficiente como para sentirse valiosos por sí mismos, por ser quienes son, por amor y aceptación de sí mismos, se lanzaron al exterior en busca de esa fuente de autoestima, de alguien que les demostrara que son valiosos y dignos de amor. Pero ese alguien tiene que demostrárselo una y otra vez, porque, de algún modo, perciben la fragilidad de esa identidad prestada, conscientes sólo en las sombras de que le han dado a la otra persona todo el poder necesario para hundirles en la desgracia más absoluta, robarles su identidad, transformarlos en seres insignificantes y sin valor con un simple rechazo, un "ya no te quiero"... Entonces sienten miedo, rabia, resentimiento, inmediatamente reprimidos. Se ven a sí mismos como seres altruistas y abnegados, dedicados a su pareja, a través de la cual definen su propia identidad, hasta que un día, por cualquier motivo, por muchos motivos, desaparece de sus vidas: "te abandono", le dicen. Y el codependiente escucha entre brumas las palabras más aterradoras que podría escuchar en toda su vida. Con su amante desertor se va todo su mundo, su vida se esfuma de repente, se queda solo. Mira a su alrededor y ve que no tiene nada, excepto el vacío, la desesperación, la incertidumbre. "La vida ya no tiene sentido", piensa, " todo lo que me importaba ha desaparecido". Y ya no sabe quién es.
Pero tarde o temprano el resentimiento y la frustración acaban emergiendo como resultado de ese miedo.
¿Cómo no estar resentido con la persona que tiene el poder de dejarle sin vida y sin identidad? Y a pesar de la tendencia a la represión no son infrecuentes los estallidos de cólera y rabia contra esa persona, a veces en forma de agresión pasiva. A esto hay que añadir que se ofende con gran facilidad ante la menor crítica, porque su valía como persona está en juego cada vez que alguien, sea quien sea, lo juzga. Entonces actúa de dos maneras: o le da la razón a los otros, en cuyo caso se siente estúpido y sin valor, o piensa que los otros se equivocan, en cuyo caso los ataca con fiereza para demostrar su error, hacerles aceptar que se han equivocado y restaurar así su autoestima perdida. Y todo esto puede ser más intenso con su pareja, ya que es la persona a la que más poder sobre su autoestima le ha dado.
En sus relaciones de pareja las cosas no ocurren como esperaban.
En muchas ocasiones se sienten atraídos por personas que establecen también relaciones disfuncionales. Como si tuvieran un radar detector de gente con problemas, se enamoran de quien no deben, en ocasiones de alcohólicos y drogadictos a quienes poder "salvar". Porque para el codependiente no es suficiente sentirse amado: tiene que sentirse también necesitado. El alcohólico tiene un problema lo bastante grande como para justificar la necesidad de control de su pareja codependiente, la necesidad de centrarse en la vida de la otra y olvidar la propia. Sufre enormemente pero no sale de esa situación porque "le ama". En realidad es porque lo necesita; necesita alguien que dependa de él o ella tanto como para no poder abandonarle nunca. No establecerá una relación con alguien que no lo necesite de un modo exagerado y patológico, no mantendrá una relación con una persona psicológicamente sana que no se hunda en un abismo si su pareja la abandona. No piensa que alguien le pueda querer porque sí, por quien es y ha de basar su relación en una dependencia mutua. Por eso es el alcohólico su pareja ideal. Estas relaciones tienen, sin embargo, un lado positivo: al compartir ambos heridas semejantes, tendrán una oportunidad para sacar a la luz problemas no resueltos y solucionarlos... Si son capaces de darse cuenta...
El trabajo que tendría por delante en caso de emprender el camino que conduce a su identidad perdida es inmenso (aunque siempre posible):
La persona codependiente tiene entre ella y los demás unas fronteras demasiado débiles. El miedo al rechazo de los otros, a desatar su rabia o a hacerles sufrir (sentimientos que piensa que podrían llevarla al rechazo o a la falta de aceptación) le impide ser asertiva y decirle a los demás que no va a tolerar ciertas cosas, que hay ciertas líneas que no deben cruzar: sus fronteras.
Tienen que aprender a ponerse en contacto con sus verdaderos sentimientos, a hacerse responsables de dichos sentimientos y de sus vidas, dejar de controlar a los demás, dejar de ser su sombra, aprender que no es egoísmo la libertad, que no es egoísmo tener en cuenta las propias necesidades. Tienen que dejar de buscar la fuente de su autoestima en los otros, de buscar la aprobación constante de los demás.
Cuando los demás están orgullosos de ellos, se sienten felices y su autoestima aumenta, y cuando los demás los desprecian se sienten desgraciados y su autoestima disminuye. De ese modo están dejando que los utilicen si lo desean, harán cosas que no quieren hacer por miedo a decir que no, se verán aceptando relaciones sexuales cuando en realidad no querían, aceptarán el abuso y los malos tratos porque "en el fondo me quiere".
Debe aprender a quererse a sí mismo, porque de otro modo jamás conseguirá querer a nadie, sólo los utilizará, los necesitará para que le den el amor que no se tiene. "La paradoja de aprender a amarse a uno mismo es esta: cuanto más amor te das a ti mismo, más amor tienes para dar a otros. La cuenta del amor nunca se queda vacía", dice alguien anónimamente.
Contra dependientes
Algunas personas, quizás las más capaces de percibir sus miedos, las que no logran reprimir sus sentimientos con tanta facilidad, reaccionan, aterradas ante su dependencia, y se transforman en contra dependientes. Temen a la intimidad porque al ser tan débiles sus fronteras saben que pueden llegar a perderse en su pareja si se dejan enamorar, saben que van a sufrir de nuevo, como ha sucedido en el pasado y se alejan del amor y de la gente. Afirman no necesitar a nadie, no necesitar amor, encerrándose en la soledad, tal vez rodeados de gente, pero sin dejar que se acerquen a ellos lo suficiente como para llegar a algo más íntimo. Perciben la cercanía a los demás como amenazadora: "Me harán daño".
Mirar atrás puede ser parte de lo que tengan que hacer en su camino en busca de la identidad perdida.
Heridas del pasado, errores transmitidos de generación en generación que se aprenden y se repiten una y otra vez mientras no haya un miembro de esa familia que se atreva a analizar en profundidad su comportamiento y el de sus padres para poder cambiar. Y lo peor es que a veces repiten lo mismo a pesar de ser conscientes de que no quieren hacerlo. El resultado es que lo hacen, pero por otro camino, con otras técnicas que utilizan para transmitir, al fin y al cabo, exactamente lo mismo: "no está bien hablar de los problemas; guárdalos para ti"; "no está bien expresar enfado"; "no seas nunca egoísta"; "sé siempre fuerte y bueno"; "haz siempre lo correcto; no cometas errores"; "la aprobación de los demás es muy importante; tienes que gustarles; tienes que aceptarlos; no dejes nunca que piensen mal de ti"; "yo sé lo que te conviene; sé lo que necesitas, sé lo que es mejor para ti". Estas personas pueden necesitar mirar atrás no para buscar culpables ni para centrarse en el pasado y lamentar una y otra vez lo sucedido, sino para saber, para comprender, para cortar la cadena y no repetir nunca más.
Probablemente escucharon muchas veces la frase "eso no se hace" y les hicieron sentir vergüenza. Se sienten culpables porque lo que desean es diferente de lo que hacen, y van por el mundo con una enorme carga de estrés, con un enorme gasto de energía derrochada en esconder sus verdaderos sentimientos y su yo más auténtico. Están muy cansados...
Piensan que está mal anteponer sus necesidades a las de los otros.
Piensan que eso es ser egoísta, sin darse cuenta de que lo que están haciendo es considerarse menos importantes y valiosos que cualquier otra persona. Es normal y deseable preocuparnos por el bienestar de otras personas y ayudarles cuando está en nuestra mano. La clave está en los motivos por los que hacemos este tipo de cosas. Los codependientes quieren algo a cambio: intentan conseguir el amor y aceptación que necesitan de esa persona. No es un acto de amor, sino de dependencia.
Por supuesto, no hay nada malo en hacer un pequeño sacrificio de vez en cuando e ir a ese lugar al que no deseamos porque alguien a quien queremos nos lo pide, siempre y cuando nuestros motivos sean sinceros y no lo hagamos por miedo a perder el amor de esa persona o sentirnos rechazados o ser considerados malas personas. Negarnos a hacer algo que no queremos hacer es un derecho que la persona codependiente tiene que aprender a ejercer más que nadie. Solamente los niños merecen y necesitan un amor incondicional. En los adultos siempre traerá problemas.
Sería muy injusto dejar de mencionar el lado positivo de la personalidad codependiente.
Tras sus problemas de dependencia se encuentra un fondo noble, amable y altruista. Son a menudo las personas más dulces, pero si su verdadero ser está siendo negado y escondido nunca lograrán usar esta forma de ser de un modo constructivo. Una vez recuperadas de su codependencia, son, sin duda, personas que cualquiera querría tener como amigas. Son fieles, dignas de confianza, tienen en cuenta la opinión de los demás y están ahí cuando las necesitas, para lo bueno y para lo malo, dispuestas a ayudarte cuando se lo pidas. Son atentas y saben crear y fomentar buenos sentimientos entre ellas y los demás. Son en sí mismas una paradoja, porque casi cualquiera podría quererlas.
Características de los codependientes
Según el National Council of Codependence, las características de los codependientes son las siguientes:
1. Baja autoestima.
- No se ven como personas con valor ni sienten amor hacia sí mismos
- Se sientes heridos fácilmente
- Se sienten incómodos cuando les hacen cumplidos
- Se sientes solos y vacíos
- Su deseo de hacer las cosas perfectas los lleva a postergar
- Se juzgan a sí mismos con severidad
- Autocríticos; nada de lo que hacen los satisface por completo
- A menudo se comparan con otros
2. Control.
- Dificultad para expresar ciertos tipos de sentimientos (dolor, amor, rabia, miedo)
- No se dejan conocer fácilmente. Sólo cuentan aquello que consideran seguro
- Les cuesta reconocer sus errores
- Les cuesta pedir ayuda
- Tienen miedo a perder el control
- Su autoestima aumenta cuando ayudan a otros a resolver sus problemas
- Sienten resentimiento cuando otros no siguen sus consejos o no les permiten ayudarles.
3. Necesidad de complacer
- Compromete sus propios valores e integridad para complacer a otros
- No sabe decir "no" y si lo hace se siente culpable
- A menudo mantiene relaciones sexuales cuando en realidad no quería
- Gasta mucho tiempo fingiendo que todo va bien
- Piensa que hacer cosas para sí mismo es egoísta
- Siempre antepone las necesidades de los demás a las propias
- Hace lo que su pareja o amigos quieren que haga en vez de lo que él quiere
- No le dice a los demás que está enfadado
- No expresa sus verdaderos sentimientos porque le preocupa la reacción de los demás
4. Relaciones
- Cree en el amor a primera vista
- La gente que es agradable con ellos les resulta aburrida
- Piensa que sus problemas se resolverán si consigue que su pareja cambie
- No puede sentirse bien consigo mismo cuando su relación de pareja no va bien
- Se siente incompleto sin pareja
- Cree que los demás controlan sus sentimientos: pueden hacerle feliz, triste, enfadado, etc.
- Miedo al abandono o al rechazo
- Se siente responsable de los sentimientos de otros
- A menudo siente una rabia exagerada
- Necesita proteger a otros y sentirse necesitado