jueves, octubre 27, 2022

Una Lección Magistral de Medicina

Los grandes clínicos empíricos del siglo pasado nos han legado en sus obras sus conocimientos, fruto de la experiencia diaria a la cabecera de los enfermos. Es posible que el más grande de todos haya sido Trousseau, quien en su cátedra de medicina de la Facultad de París repetía a sus alumnos las conclusiones a que había llegado tras una vida dedicada a la curación de las enfermedades: "Señores: confiamos sobradamente en nosotros mismos, y desconfiamos demasiado de lo que, metafóricamente, ha llamado la naturaleza. Nunca acabamos de convencernos de que después de producido el vaivén y perdonadme esta expresión trivial, vuelven las cosas a su marcha ordinaria. No hay nada que deba ser más respetado por el médico que el acto de volver a la actividad de las funciones naturales, lo cual más adelante ha de hacer por la curación más que todos los agentes de la materia médica.

"Los homeópatas, aunque convengo en que involuntariamente y sin saberlo, han venido muy a propósito para enseñarnos a conocer el poder de las fuerzas inherentes a la economía viviente. Sus éxitos felices, fundados precisamente en los casos de curación que se les atribuyen y que no pertenecen sino a la Naturaleza, nos han servido de útil enseñanza haciéndonos ver que debemos contar algo menos con nosotros mismos y algo más con las aptitudes maravillosas de los tejidos y de los aparatos que constituyen la máquina animal.

"Todavía más, señores: no olvidéis que en las enfermedades agudas pasa con rapidez el momento de obrar útilmente, y que la expectación encuentra muy pronto su oportunidad. Y aún conviniendo en que en las enfermedades crónicas es largo tiempo útil la intervención activa, perseverante y reiterada del médico, todavía en este caso es preciso cerrar la mano que estaba llena de medicamentos y esperar algunos días. Entonces se suele ver que despiertan las funciones normales adormecidas, ahogadas o desnaturalizadas, y se asiste, por fortuna, a los poderosos actos de lo que se llama, sin conocerlo mucho, "la Naturaleza sanativa". Creería faltar a mi deber si no insistiera en lo que acabo de deciros...

"Conocer la marcha natural de las enfermedades es más de la mitad de la medicina. Pero no imaginéis, señores, que esta sea una obra fácil. Muchas son las causas que se conocen, con gran efecto, como obstáculo casi insuperable a este estudio tan necesario. Abstenerse de obrar o prescribir un tratamiento enérgico que turba necesariamente la evolución de la enfermedad, y aún el caso de que tal tratamiento sea útil, no nos permite reconocer lo que habría sobrevenido si el mal hubiera sido abandonado a sí mismo. Si el tratamiento ha sido dañoso, seguiremos en la misma perplejidad.

"Es necesario convenir, señores, en que si nosotros, que hemos envejecido en la práctica de los hospitales y de la ciudad, experimentamos tan grande embarazo para conocer la marcha natural de las enfermedades, ¡Cuánto mayor será el vuestro!. Hay, con todo, un medio bastante fácil de adquirir esta noción tan importante para el médico. Seguid la práctica de muchos médicos y no creáis demasiado en la palabra del maestro; no os quedéis hechos unos escolares serviles, sino marchad, ved, comparad.

"Si a pesar de los más diversos tratamientos, una enfermedad es generalmente benigna, juzgad que el médico es impotente para imprimirle su sello, y esta benignidad estriba menos en el tratamiento que en la naturaleza del mal. Obtenido esto, recorred los hospitales y no tardareis en hallar un gran número de individuos que entran en nuestras salas después de haber pasado en sus casas, sin tratamiento alguno, los primeros días de su enfermedad. Os asombrareis al comprobar que muchos llegan en el momento en que comienza su convalecencia.

"Comparad a estos enfermos con los que habéis visto tratar de la misma enfermedad en los hospitales, y resultará evidente para vosotros que toca la mejor parte a los que se han quedado sin tratamiento, y que la influencia de los más diversos medicamentos ha sido nula, casi nula o tal vez dañina, ya que sabéis que se trata de una enfermedad aguda en la que la Naturaleza es más poderosa que el médico, y conociendo por donde guía sus pasos la afección abandonada a sí misma, podéis, sin engañaros, juzgar los diversos medicamentos empleados y tendréis en lo sucesivo una especie de fiel contraste con el cual mediréis los medicamentos que vais a poner a esta enfermedad.

"La noción de la marcha natural de las enfermedades es, pues, como os acabo de decir, la más importante de las que debe considerar un médico joven. Gracias a tal brújula, éste puede dirigirse con acierto en el difícil estudio de la terapéutica. Es así como estará en condiciones de valorar los sistemas, que se suceden unos a otros para morir hechos añicos por los que surgen después".