Como Liberarse de Ellas
Preocuparse de manera exagerada no sólo no conduce a nada bueno, sino que además produce un gran malestar, interfiere en el trabajo y no te deja dormir. Sin embargo, puedes utilizar algunas técnicas sencillas para combatirla.
Llegas a casa después de un día difícil. Ha habido algunos problemas en el trabajo y, aunque parece que todo está solucionado, no eres capaz de olvidar lo sucedido. Se te ocurren un montón de cosas que tenías que haber dicho en esa reunión y no dijiste, la sensación de haber cometido algún error te pone nervioso y tienes miedo de quedar mal ante tu socio o superior. Repasas mentalmente una y otra vez todo lo sucedido, cada palabra dicha, cada decisión tomada; encuentras fallos, analizas, recuerdas una frase concreta y te preguntas qué quiso decir realmente uno de tus compañeros con eso. Al final el cansancio te puede, y decides ver un rato la tele y no pensar más en eso por el momento, pero llega la hora de dormir y, mientras estás en la cama, empiezas de nuevo a darle vueltas y vueltas al mismo tema, incansablemente. Se te ha quitado el sueño y te mueves inquieto en la cama. Tal vez en ese momento empieces a preocuparte también por ese insomnio que hará que no estés despejado a la mañana siguiente. Deseas dormir, olvidar, dejar de torturarte y hundirte en un sueño profundo... Pero parece tan difícil....
El peso de la razón.
Cuando piensas demasiado.
La persona preocupada tiene un predominio del lado intelectual sobre el emocional; vive más en su cabeza que en sus sentimientos. Analiza, piensa constantemente y en su cabeza hay una continua cháchara mental. "A veces me dan ganas de golpearme la cabeza contra la pared para que pare", dicen algunos. Es como si todo lo que llegara a la mente de estas personas fuera importante y digno de ser tenido en cuenta. Cada idea, cada recuerdo, cada imagen que surge en su cabeza. Nada se puede desechar y no son capaces de separar lo que verdaderamente importa de lo secundario. No es raro que padezcan de dolor de cabeza, generalmente localizado sobre los ojos. A nivel mental estas personas son poderosas y tienen una energía mental desbordante, pero, por desgracia, no saben cómo utilizarla o la usan de manera incorrecta y agotadora...
La personalidad del preocupado.
Se trata de personas concienzudas, dedicadas al trabajo, al cual dedican mucha energía, y tienen un gran sentido de la ética y la moral. Se esfuerzan siempre en hacer lo correcto de la manera correcta, lo que la mayoría de las veces quiere decir "a su manera", ya que suelen tener bastante claro cómo hay que hacer las cosas. Son perfeccionistas y detallistas. Les gusta el orden y la limpieza, la planificación y la rutina, catalogar, hacer listas. Nunca cometen imprudencias ni excesos y no les gusta tirar las cosas, ya que en un momento dado pueden llegar a necesitarlas. Les gusta trabajar y esforzarse y no les atraen las cosas fáciles de hacer. Debido a que se rigen por el intelecto y no por sus emociones o deseos, les cuesta perdonarse los pequeños errores que toda persona puede cometer y es entonces cuando aparece la culpa y la preocupación.
La duda
La toma de decisiones les resulta difícil. Quieren tomar la decisión correcta, la mejor alternativa posible y cuando se encuentran con opciones similares, donde no hay ninguna opción mejor ni peor, aparecen las indecisiones y las dudas. Como jamás se permiten guiarse por impulsos, pueden quedarse estancados analizando la misma cuestión una y otra vez.
Las emociones.
Como pareja son fieles y responsables, pero poco románticos. Es la persona capaz de regalarte una plancha por tu cumpleaños, aunque puedes tener la seguridad de que a su lado nunca habrá facturas sin pagar. Es el tipo de persona que rara vez dice "te quiero" y no suele demostrar cariño a su pareja, a pesar de que puede quererla de verdad, pero no le molesta que su pareja le exprese su afecto. Suelen ser reservados y no muestran fácilmente sus emociones. De hecho, cualquier situación en la que puedan aparecer emociones profundas les resulta molesta y prefieren evitarla.
El estrés
Su excesiva preocupación les lleva a estar bastante más estresados que la mayoría de las personas. Se llevan el trabajo a casa, se toman pocas vacaciones y siempre tienen que estar ocupados en algo. Quedarse sin trabajo es un golpe tremendo para ellos, aunque en seguida se ponen en marcha y no paran hasta encontrar uno nuevo.
Los atormentados: el trastorno obsesivo de la personalidad
Cuando todos estos rasgos se exageran, nos encontramos con el llamado trastorno obsesivo de la personalidad. Se trata de personas tan preocupadas por los pequeños detalles que es posible que hasta llegue a perderse el sentido inicial de la tarea que se traen entre manos o que no sean capaces de terminarla nunca, porque leen una y otra vez lo que han escrito para asegurarse de que no han cometido ningún error, se ahogan en posibilidades interminables e incluso pueden dedicar más tiempo a hacer listas u horarios que a realizar la tarea en sí. Están tan dedicados al trabajo que no tienen tiempo para las amistades o el placer. Son rígidos e inflexibles en cuanto a la ética y la moral, pudiendo llegar hasta el fanatismo. Son incapaces de desprenderse de objetos sin valor y jamás delegan tareas a nadie. Nunca reconocen que están equivocados. En muchas ocasiones, pueden resultar insoportables para los demás, a quienes no perdonan ni el más mínimo fallo. Viven continuamente atormentados por las preocupaciones, el miedo al trabajo y por estar dándole vueltas siempre a lo mismo. No pueden tomar decisiones ni terminar el trabajo porque nunca está perfecto del todo.
De la preocupación a la obsesión: el trastorno obsesivo compulsivo
Quienes tienen una personalidad obsesiva son los más propensos a desarrollar este tipo de trastorno. Cuando esto sucede, ya no estamos hablando de preocupaciones molestas e insistentes, sino de obsesiones. La principal diferencia es que las obsesiones se centran en un mismo tema o idea que se repite continuamente, incluso durante años, causando una gran ansiedad o hasta vergüenza, mientras que las preocupaciones insistentes cambian de un día para otro y causan un menor malestar que las obsesiones.
Las obsesiones pueden consistir en ideas, imágenes o impulsos a hacer algo que no queremos y nos resulta aterrador (como matar a alguien). Aparecen como intrusos en la mente y producen una gran angustia, miedo o vergüenza. Intentas sacarla de tu mente pero es imposible. Entonces te ves impulsado hacer algo para combatirla y sentirte mejor (la compulsión).
El resultado catastrófico: "algo terrible sucederá".
La gran preocupación o angustia que acompaña a una idea obsesiva refleja la posibilidad de que suceda una catástrofe: "si no me aseguro bien de que todas las puertas están cerradas puede que entre alguien, haga daño a mis hijos y se lleve todo lo que poseo". "Si toco algo contaminado con gérmenes y no me lavo podré enfermar y morir o contagiar a otra persona". Para evitar que sucedan esos resultados temidos, se lavan sin descanso o verifican una y otra vez que todo es correcto.
Por tanto, se trata de personas que se centran excesivamente en todo lo malo que puede suceder, no soportan la incertidumbre ni el hecho de no poder controlar todos los acontecimientos y tienen gran propensión a sentir culpa o vergüenza, lo que significa que cometer un error les hará sentirse sumamente ridículos, asustados o avergonzados; algo demasiado terrible para ellos que hay que evitar a toda costa
Seis tipos de obsesivos.
Los lavadores
Una de las ideas obsesivas más frecuentes es la de contaminación, que empuja a estas personas a lavarse una y otra vez o a limpiar la casa compulsivamente para librarse de una suciedad o gérmenes que no parecen irse nunca. Algunos se lavan las manos durante horas, hasta que hasta llegan a sangrarles.
Los verificadores
Para Nacho, conducir se convertía en un calvario. Pensaba que podría haber atropellado a alguien, tal vez le dio un pequeño golpe que apenas notó pero que habría dejado a esa persona tirada en el asfalto. Esa posibilidad le resultaba tan aterradora y era tan persistente que al final tenía que volver sobre sus pasos para comprobarlo. Cuando seguía su camino, después de haber hecho la comprobación, pensaba que tal vez no miró bien, que podría estar inconsciente tras unos matorrales, y seguía dándole vueltas y más vueltas angustiado y llegando tarde a donde quiera que fuese, sobre todo si, cuando regresaba a hacer esa verificación, encontraba algún bulto en la calzada y pensaba en otro posible atropello.
El orden perfecto
Otros están obsesionados con el orden. Las cosas tienen que estar justo en su sitio y no un centímetro más allá. Puede que incluso ordenen sus pastillas colocándolas formando un diseño determinado que nunca puede variar o de lo contrario se sentirán terriblemente mal. La mayoría de las veces no pueden explicar porqué las cosas tienen que estar ordenadas de ese modo, simplemente sienten que ese es el orden correcto, que tienen que estar así y no de otra forma. La ropa de los armarios, los zapatos, los libros, los adornos sobre la mesa..., todo tiene que estar en su debido orden, lo cual requiere una gran cantidad de energía y tiempo.
El coleccionista
Un tercer grupo acumula cosas. Nuria tenía tantas revistas , papeles y periódicos en su casa que ella y su familia tuvieron que abandonarla y comprarse otra donde poder vivir. Ya apenas quedaba nada más que estrechos pasillos laberínticos entre montones de papeles que llegaban hasta el techo. Pero no podía dejar de hacerlo, obsesionado con la idea de que en algún momento podría hacerle falta alguno de los artículos.
El diálogo obsesivo
Otros se limitan a un diálogo obsesivo, una charla consigo mismos en la que tratan de combatir el pensamiento obsesivo diciéndose cosas tranquilizadoras. "Murió por tu culpa", dice una voz en su mente. "Eso no es cierto", responde otra voz, hice todo lo que pude". "Pero tendrías que haber hecho más, tendrías que haber actuado más rápido, que haber estado allí". "Sin embargo, yo no podía saber lo que estaba sucediendo... ¿O tal vez sí?"... De esta forma, el diálogo interno puede durar años, yendo y viniendo continuamente varias veces al día, sin detenerse nunca, sin poder evitarlo...
El obsesivo puro
Estas personas no hacen nada para tratar de eliminar la angustia provocada por su pensamiento obsesivo (como las comprobaciones de los verificadores, el lavado de manos, ordenamiento de objetos, etc). A veces puede tratarse de ideas o imágenes violentas, como matar a su hijo. Te preguntas si podrías llegar a volverte loco y apuñalarlo y le das vueltas y vueltas aterrorizado ante esta posibilidad, incluso aunque la veas muy lejana y adores a ese hijo. Otros se obsesionan con la idea de cometer algo vergonzoso de manera incontrolable, o por preocupaciones cotidianas, como la posibilidad de ser despedido y todas sus consecuencias catastróficas ("si me despiden no tendré bastante dinero para pagar la hipoteca, perderé el piso, me vendré abajo, no podré encontrar otro trabajo...").