César Vidal
El papel de la masonería fue, ciertamente, extraordinario en el proceso de emancipación de Hispanoamérica, que concluyó con la práctica aniquilación del imperio español a inicios del siglo XIX. Sin embargo, tanto su intervención en ese episodio como, posteriormente, en la guerra de 1898 se ha cuestionado. En realidad, ¿tuvo alguna influencia la masonería en la pérdida de Cuba?
La causa de la independencia de Cuba resulta absolutamente imposible de entender sin referirnos a José Martí. Conocido como “el apóstol” y considerado, con toda justicia, el padre de la independencia cubana, Martí nació en La Habana el 28 de enero de 1853. Desde muy joven estuvo poseído por dos grandes pasiones: las letras y la causa independentista. De hecho –y es un dato poco conocido a este lado del Atlántico–, a él se debe la letra de una canción tan extraordinariamente popular como Guantanamera.
Cuando tan sólo contaba dieciséis años fue encarcelado, y al año siguiente publicó su primera obra: El presidio político en Cuba. Sin embargo, la vinculación de Martí con la masonería no iba a tener lugar en la isla sino en España. La iniciación, de hecho, se produjo en la Logia Armonía 52 de Madrid, una ciudad en la que vivió desde febrero de 1871 a mayo de 1873. Sería precisamente entre los “hijos de la viuda” donde Martí descubriría a no pocos españoles que eran favorables no a la autonomía de la isla, sino a su total independencia. En ese sentido, Martí compartiría destino con el filipino Rizal o con los masones que formaron la Ezquerra republicana de Cataluña.
La pertenencia de Martí a la masonería sería avalada con posterioridad por la viuda de Fermín Valdés Domínguez en una carta escrita en 1924 donde hacía referencia a unas prendas masónicas –collarín, mandil y fajín– que habían pertenecido a Martí. Sin embargo, lo más importante no es el hecho, en sí significativo, de que Martí fuera masón, sino la manera en que esta circunstancia ayudó a la causa de los insurrectos cubanos.
Más allá de las mitologías cubanas posteriores a 1898, lo cierto es que a finales del siglo XIX la población se hallaba muy dividida en relación al tema de la vinculación con España y que, en no escasa medida, el independentismo estaba más unido a ciertos sectores medios que a las clases populares. Precisamente, Martí era sabedor de que resultaba indispensable el apoyo de las clases populares a la causa independentista, y con esa finalidad intentó atraerse a Antonio Maceo, héroe de la guerra contra España que había concluido en 1878.
Con todo, el apoyo fundamental de Martí iba a encontrarse en la masonería. El 30 de julio de 1893 Martí llegó a Puerto Limón con esa finalidad, y de manera inmediata se puso en contacto con diversas personalidades de la masonería que pudieran ayudarlo en su cometido. No fueron, desde luego, pocas, e incluyeron nombres tan relevantes como los de Bernardo Soto, Próspero Fernández, Genaro Rucavado, Ricardo Mora Fernández, Minor Keith, Tomás Soley Güell y el padre Francisco Calvo, entre otros...