Scott Corrales
A pesar de que el temor por las sectas satánicas en los Estados Unidos había menguado después de haber alcanzado su punto álgido a comienzos de los ’90 con las alegaciones de ―abuso satánico ritual‖ que llenaron las páginas de los diarios y llenaron las cárceles de personas inocentes, trece años después se ha notado un aumento en la preocupación por la existencia de tales sectas oscuras y el peligro que puedan representar para el público en general. El temor está siempre a flor de piel, mayormente entre los grupos evangélicos e integristas, quienes ven al señor de las tinieblas en todas partes, desde dibujos del ―rey sol‖ (supuestamente Lucifer) hasta el logotipo de la empresa Proctor and Gamble (la luna de perfil con seis estrellas), que supuestamente rinde tributo al maligno. En fechas más recientes las palabras ―proud‖ (orgullo) y ―spirit‖ (espíritu) aparecieron de forma puramente casual en las decoraciones de servilletas comercializadas por una empresa de productos de papel y los religiosos alegaron que se trataba de una referencia al ―espíritu orgulloso‖ que se había rebelado contra el creador antes del comienzo de los tiempos. Tal perspicacia entre los grupos religiosos ni siquiera atrae la atención de los medios informativos, aunque ciertamente no puede decirse lo mismo cuando cadenas de televisión, la prensa y los tribunales abordan el tema de manera seria, como ha sucedido en el 2003. ¿Existe, pues, una nueva oleada de satanismo en a comienzos del siglo XXI?
Laci Peterson: ¿sacrificio satánico?
La muerte de una bella mujer bajo condiciones extrañas siempre atrae la atención de los medios, sobre todo si existe la posibilidad de un crimen de pasión o la fría premeditación de un marido que desea deshacerse de ella. Esto fue precisamente lo que ocurrió en diciembre de 2002 con el caso de Laci Peterson, que reúne todos los ingredientes para hacer de él una sensación televisiva: la joven esposa embarazada cuyo cadáver es hallado en las orillas de la bahía de San Francisco (California), el marido cuya conducta resulta cada vez más extraña y cuyas coartadas resultan cada vez menos factibles, y la inevitable amante de pelo rubio cuyo testimonio afecta la credibilidad del amantísimo esposo. Sin embargo, entre las posibilidades barajadas por Mark Geragos, abogado defensor de Scott Peterson, surgió una totalmente inesperada: que la joven Lace había sido sacrificada brutalmente por una secta satánica que ha operado durante años en las afueras de la población rural de Modesto (cuna del director George Lucas).